LII. Una tercera vida.
»quiero que sepan algo, todo lo que haga aquí y en los próximos capítulos es porque el final ya está planeado. Comprenderán más adelante la razón de todo.
📌
Hades escuchó el desorden afuera y, sin poder contener su curiosidad, se levantó para acercarse hasta los barrotes. Todos los que habían sido dejados atrás por Zeus para resguardarlo se encontraban en el suelo muertos. Era una considerable cifra, toda una masacre. Y, en medio de todos esos cuerpos, Poseidón y Lisa se encontraban parados, con las respiraciones agitadas y una sonrisa orgullosa ante su grandioso desempeño.
— Lo que nos costó encontrarte, hermano.
Hades no sabía cómo ni cuando, pero la rubia había escogido el mejor momento para volver. No estaba perdonada, sin embargo, en ese momento no tenía tiempo para centrarse en su resentimiento. Habían unos cuantos dioses que clamaban por ser cazados.
•••
El fuerte viento soplaba ocasionando que varias hojas y ramas cayeran de los árboles, una gran tormenta se avecinaba.
Alguna vez, muchos años atrás, Tzuyu llegó a amar ese clima, no había nada mejor que ponerse su pijama y abrazarse a las tantas frazadas que cubrían su cama mientras la calidez envolvía cada uno de sus sentidos y la adormecía. Se sentía bien con solo cerrar los ojos y dormir mientras que el olor a humedad -gracias a la lluvia- se colaba a su habitación y pequeñas gotas chocaban con su ventana. Tzuyu tenía ese recuerdo vívido, y no pudo evitar desear estar en su cama nuevamente. Se imaginaba que no había nada mejor que dormir sin tener miedo a no despertar nunca más.
Un suspiro resignado escapó de sus labios en cuanto cruzó esa puerta y se topó con todos los hombres que las cuidaban masacrados. Su mirada se posó sobre el cuerpo agonizante de Lucas y su labio inferior tembló. No podía hacer nada por ellos incluso si quisiera, no estaba segura de lo que sucedería de ahora en adelante.
Una fría mano tomó la suya y al girar su rostro se encontró con el perfil de la pelirrosa que miraba con el ceño fruncido hacia el lugar donde Zeus, Apolo y Ezio se encontraban.
Momo reconoció al chico cobarde y se lamentó no haberlo asesinado en cuanto tuvo la oportunidad. De los errores se aprende. Su padre varias veces se lo había repetido y ella estaba dispuesta a erradicar su error para así sentirse satisfecha consigo misma. No podía navegar por todos los mares con la derrota sobre sus hombros.
— ¡Aria! — Llamó Apolo intentando verse tranquilo, aunque su tono de voz no lo ayudó en absoluto. — Niña estúpida... — Susurró. — ¡Es mejor que regreses ahora mismo! ¡Tu lugar es junto a tu padre!
— Padre, por favor, detén todo esto. Es innecesario.
Zeus extendió su brazo y lo apoyó en el pecho de su hijo para evitar que este avanzara. — Déjamelo a mí.
A cualquiera le resultaría asombroso tener a un gran dios en su presencia, entre tantos escritos y tantas historias asumían que Zeus era mejor que cualquier otro, justo, bueno. Incluso Momo en algún momento lo admiró, pero tras saber todo lo que había hecho solo podía sentir rechazo a sus prácticas inhumanas.
Zeus inspeccionó de pies a cabeza a las tres, primero se paró frente a la rubia. — Tu padre estaría disgustado al saber que vas contra mis órdenes. — Dijo posando una mano sobre el hombro ajeno y curvó una pequeña sonrisa. — Sé que eres una muchacha con muchas habilidades, inteligente y fuerte.— Girándose un poco señaló a Ezio y Apolo. — Puedes unirte a nosotros, serás bienvenida.
Momo se quitó la pesada mano del dios y frunció el entrecejo ante lo buen mentiroso que él podía ser.— Mi padre... — Dijo entre dientes. — ... rechaza, al igual que yo, tus cueles actos.
El dios bufó sin prestarle verdadera atención, no entendía a quienes se atrevían a desobedecer sus órdenes, todos ellos solo tendrían un trágico final del camino. Encogiéndose de hombros avanzó hasta Aria. — Tienes la misma oportunidad que ella. Eres mi nieta, vuelve ahora mismo y nadie te dañará. — Aguardó unos segundos y alzó ambas cejas. — ¿No? Bien... — Llegó hasta la última chica, podía ver el miedo pero a la vez la determinación en esos oscuros orbes. — Supongo que tendrás la misma respuesta que esas dos pero... claro, tú jamás podrías unirte a nosotros. Solo eres una simple mortal. — El repudio en sus palabras fue evidente, pero a Tzuyu no le importó realmente, no tenia por qué prestar atención a alguien como Zeus.
— ¿Por qué están aquí? — Cuestionó. — ¿No son muchos para enfrentar a una... simple mortal?
Si había algo que Zeus admiraba era el valor y esa muchacha definitivamente lo tenía, así que consideró que antes de asesinarla podría responderle. — Muchas personas que se esconden aquí son importantes.
Sin comprender, frunció su entrecejo. — ¿Importantes?
— Importantes para Mina, tú estás incluida. Pero supongo que una más, una menos... no le importará realmente.
Tzuyu apretó los labios y el aire se le escapó en cuanto Zeus atravesó con una mano su abdomen. Había sido un movimiento rápido, sin titubeos, como si un fino rayo atravesara su cuerpo. Podía sentir la sangre empapar su ropa y gotear, su visión se desvanecía mientras el dolor se propagaba. Golpe bajo. Pensó mientras escuchaba a Sana gritar y a Momo provocar una gran marea para defenderse. Maldito Zeus...
Ezio no deseaba luchar, no cuando sabía que las personas en esa casa corrían peligro. Miró a Aria que se había arrodillado para sostener el cuerpo de la morena y después miró a la rubia que movía una de sus manos para crear una enorme barrera con el agua y con la otra para empujar a Zeus.
— No es necesario pelear. — Dijo el chico. Apolo no le prestó atención ya que corrió en dirección de su padre para ayudarlo a levantarse.
— No lo es. — Señaló Zeus esbozando una pequeña sonrisa, solo se había dado un último gusto asesinando a esa muchacha. Ya que su diversión había acabado gracias a Mina, al menos se llevaría consigo una última vida. — Si no quieren correr con la misma suerte de esa muchacha, entonces ríndanse... — Miró a Momo y ladeó su rostro. — Sabes que no podrás ganarnos, estás sola. Si decides hacerte a un lado prometo que no dañaremos a nadie... bueno, aparte de ella.
Momo apretó los dientes, frustrada. Creer en la palabra de Zeus significaba entregar en bandeja de plata a las personas que se supone debía proteger. Sin embargo, luchar en ese instante y perder -porque lo haría siendo tres contra una-, acabarían de la misma manera. Miró a un lado y tragó saliva ante la escena que la esperaba.
Aria lloraba mientras intentaba detener la hemorragia con sus manos de forma desesperada. Tzuyu había perdido el color de su rostro y su pecho apenas subía y bajaba.
— Ayúdenla... por favor. — Pidió mientras bajaba sus manos y con esto, la barrera que había creado se destruía salpicando varias gotas. — Ayúdenla y yo no haré nada.
Apolo lanzó una carcajada. — ¿Todavía no muere? — Se burló. — Sí que es una chica fuerte. — Moviendo de un lado a otro su cabeza suspiró. — Mejor acabo con su sufrimiento.
Una lanza se hundió en la tierra antes de que Apolo diera un paso en dirección de Tzuyu y todos alzaron la mirada ante los recién llegados.
•••
Gea hizo una mueca, sus nervios habían aumentado en cuanto supo que todo estaba empeorando gracias al retraso que Mina estaba teniendo. Ayudar a Tzuyu a recuperar parte de su poder había sido una buena forma de prevenir cualquier herida que pudiese recibir, sin embargo, la que Zeus había ocasionado era más grande de la que se imaginó, a pesar de que la chica ahora contaba con un mejor aguante, sabía que no duraría por mucho tiempo antes de morir.
Lanzando un suspiro miró hacia abajo donde Mina descansaba, a veces frunciendo el ceño entre sueños , despertarla para comentarle lo que estaba sucediendo ocasionaría que la japonesa se levantara de inmediato para ir por Zeus sin importarle la gravedad de su cicatriz todavía fresca. Así que dejarla descansar era la única opción que tenía.
Chronos se quedó pensativo mirando a Gea, algo le preocupaba, pero él no era capaz de ayudarla gracias a su condición actual. Se sentía un completo inútil, prácticamente le estaba dejando todo el trabajo pesado a la diosa mientras él aguardaba en su escondite como todo un cobarde. Si era sincero, su orgullo estaba herido.
Un tercero se encontraba allí también y de hecho, era el único que se preocupaba solamente por Mina. Nadie más le interesaba más que su hija. Ares suspiró cansado mientras rascaba bajo la venda que le habían puesto para cubrir la ausencia de sus ojos, todavía no se acostumbraba a ella.
Ninguno se atrevía hablar, tampoco es como si tuvieran ganas de generar una interesante conversación, todos estaban sumidos en sus propios pensamientos y preocupaciones.
La japonesa se removió en su sitio, el dolor que sentía ya no era tan insoportable. Sin embargo, entre sueños o mejor dicho, pesadillas, escuchaba a Tzuyu y Aria pedir por su ayuda de forma desesperada y a pesar de que ella intentaba correr en su dirección, el camino se hacía cada vez más y más largo. Era frustrante. Dentro de su pesadilla llegó a un punto en el que intentó saltar en la dirección de esas dos, extendió el brazo y justo cuando sus dedos rozaban los de Tzuyu, esta se desvanecía y terminaba reducida a gotas de agua que el viento se llevaba.
Abriendo los ojos asustada por su propio sueño se encontró con tres personas que a pesar de estar cuidándola, se encontraban distraídos. Bueno, no culpaba a su padre, este tampoco es como si pudiera vigilarla, pero sí mantenía su mano fuertemente agarrada a la suya.
— Mina. — Llamó Chronos en cuanto se dio cuenta que la chica ya había despertado. Los otros dos rápidamente se irguieron. — ¿Cómo te sientes?
— Mejor... creo. — Mirando hacia abajo las nuevas vendas que Gea le había puesto todavía se encontraban libres de sangre, eso era buena señal. — Con sed.
— En seguida te lo traeré. Necesitas comer también. — La diosa se levantó de inmediato dispuesta a cumplir con el pedido de la menor, pero la suave voz de Mina llamándola la detuvo a tiempo.
— Todo está en orden... ¿verdad? — Cuestionó ligeramente mareada y a la vez preocupada por el sueño que había tenido. — Sentí que Aria y Tzuyu me llamaban... tal vez me estoy preocupando por gusto, pero quisiera estar segura de que están a salvo.
Gea esbozó una pequeña sonrisa intentando calmarla. — Solo es un sueño. — Comentó intentando sonar convencida de sus propias palabras. — Vuelvo pronto.
•••
Tzuyu tomó la mano de la pelirrosa para que esta pudiera calmarse y a la vez para que dejara de temblar. Poco a poco iba perdiendo su fuerza y un delgado hilo de sangre fue deslizándose desde la comisura de sus labios hasta la barbilla. — Está bien... — Susurró. — Aria. — La llamó por primera vez por el nombre real de la chica. La mayor apenas podía contener su llanto. — No llores...
El pulso de la taiwanesa iba en descenso y sabía que su fin estaba cerca. Tenía muchas cosas por las cuales arrepentirse, pero no podía detenerse a pensar cada detalle de estas mismas, lo único que le dolía realmente -ademas de la herida recibida- era la triste mirada de la pelirrosa, ese brillo perdido en sus ojos y su expresión afligida.
— No, por favor... Tzuyu. — La pelirrosa abrazó con más fuerza el cuerpo de la morena mientras se balanceaba. — No te puedo perder de nuevo... resiste, por favor, vive...
— No fue en la primera... — La menor tomó un respiro intentando mantenerse unos segundos más con ella. — O a la segunda. — Alzando su mano libre, sus dedos ensangrentados acariciaron el rostro ajeno. — Tal vez... la tercera vida sea la vencida.
Aria gritó ante el dolor que le generó la débil sonrisa de Tzuyu que le dedicó antes de cerrar sus ojos y, finalmente, morir entre sus brazos.
— No... no... no — Aria juntó sus labios con los fríos ajenos intentando brindarle parte de su vida, tal y como había hecho con Mina, pero no era suficiente, ella no era tan poderosa. — Ayúdenme... por favor...
Una fuerte tormenta cayó sobre todos. Y las gotas de lluvia cubrieron a los presentes.
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