Capíulo 20
Una semana después de nuestro percance, tengo a mi madre en mi habitación de nuevo. Esta vez ha llamado por teléfono un día antes para informarme de su visita de hoy, por lo que sé que pensó las cosas bien con mi advertencia de la semana pasada.
Y aunque he llamado a papá como prometí, llegamos al acuerdo de darle una segunda oportunidad a mi madre antes de que él interfiera.
—No quiero que te metas en problemas — insiste inquisidora, y no sé cómo explicarle los hechos tan cambiantes de la situación.
—Escucha, mamá, no estoy en problemas...
—Lo investigué, California — me interrumpe —. ¡Tiene antecedentes criminales!
Respiro profundo en un intento de relajarme y no iniciar una nueva discusión.
—¿De quién hablas? — inquiero sin saber de verdad de quién hablamos.
—De Eros, California, de él hablamos.
—¿Cómo supiste su nombre? — cuestiono tensándome por la información que sé ha conseguido.
—¿Importa?
—Si quieres recibir las mismas respuestas por mi parte, supongo que no.
—Le pregunté a alguien si sabía el nombre del chico que estaba contigo — explica sin importancia.
—No puedo creerlo — musito exasperada del entrometimiento de mi madre.
—Pues créelo.
Claro que lo hago, sé lo capaz que es para hacer literalmente cualquier cosa.
—Él estuvo acusado de algo — acepto volviendo al tema que no dejará atrás —. Pero fue inculpado, se comprobó que no hizo nada.
—¡No hizo nada!
—¡Madre, sólo déjame hablar! — no quiero explotar, pero no soporto más las interrupciones de mamá.
—¿Qué me vas a explicar? ¿Que tu novio es un criminal?
—Eros no es mi novio — aclaro primordial.
—¿Entonces qué es? — cuestiona cruzándose de brazos y mirándome con el ceño fruncido esperando una respuesta.
Qué es... es un... ¿amigo?
Ni siquiera sé qué título ponerle a mi relación con Eros, pues para ser solo amigos hacemos cosas más íntimas. Y de pareja no tenemos nada.
—¿Y bien? — insiste para que responda.
—Eros no es mi novio, sólo somos amigos — lo sé, suena estúpido.
—Amigos — repite irónica —. ¿De esos amigos que tienen sexo?
—No he tenido sexo con Eros, mamá.
—Pues eso no parecía el día que los encontré aquí metidos.
Vaya cosa, jamás olvidará aquel día ni dejará que yo lo haga.
—No estábamos teniendo sexo, así que por favor no inventes cosas — nos defiendo.
—¡A mí no me interesa! No te quiero con ese tipo, es todo.
—¿Disculpa? ¿De cuándo acá te sientes con el derecho de decirme con quien puedo y con quien no juntarme? Tengo veintiún años, mamá, no estoy para tus malditas ordenes.
—Soy tu madre y vas a hacer lo que yo te diga.
—¿Por qué?
Al parecer no hemos podido entablar una conversación tranquilas como se suponía que debía ser.
—¿Me estás retando? — ladra.
—Tómalo como quieras, pero no pienso seguir tus órdenes, no tengo por qué hacerlo, no vivo en tu casa, no me mantienes, no me pagas nada, y para terminar soy mayor de edad. No veo el por qué voy a continuar acatando tus órdenes.
—Ese tipo es malo, California, ¿acaso no lo ves? ¿El amor te ciega tanto como para no verlo?
—¿Cuál amor? — inquiero soltando una carcajada que hace eco tanto en mi pecho como la habitación —. No, madre, no hay amor, pero estás tan llena de enojo que ni siquiera eres capaz de oír mis explicaciones, entonces, ¿qué mas digo? Piensa lo que desees.
—Lo que pienso es que ese tipo es un peligro.
—Lo es — confirmo —. Eros es peligroso, ni siquiera voy a negártelo.
No tenía planeado negar más de lo que fuera mentira.
—Hija, tienes que alejarte de él, te lo digo en serio, no como una orden, sino como una advertencia, ese chico no es bueno, no sé si no puedas verlo, pero yo sí, él no es una buena persona, es oscuro, todo en él lo es, California.
—No pienso alejarme — niego determinante.
—California... ¿por qué eres tan necia? Esto es por tu propio bien.
—Pues no.
—Ese chico te va a lastimar — sentencia —. Peor aún, California, ése tipo te va a destruir.
—Tal vez. Pero yo lo destruiré primero — apunto.
Desde que comencé en esta guerra supe muy bien que mi destrucción estaba asegurada, pero no sin conseguir destruir a los otros siete.
—¿Qué estás diciendo?
—Yo no estoy enamorada de él ni nada por el estilo. Yo sólo quiero... derrotarlo, no pienso permitir que él siga arriba aterrorizando a toda la maldita escuela, ni él ni sus estúpidos amigos... no sé si de verdad se ha detenido o sólo intenta hacérmelo creer, pero pienso seguir con mi plan hasta que esté segura de cualquiera de las dos opciones.
—¿Todo es por una venganza? — debate.
—No me estoy vengando...
—Claro que lo haces, quieres destruirlo por lo que ha hecho, y tal vez por algo que te haya hecho a ti...
Si le dijera a mi madre que lo que hizo fue robarme un chocolate, me mata.
—No me estoy vengando, sólo quiero enseñarle una maldita lección.
—¿Es que tú estás loca? ¿Acaso no ves cómo es él? ¡No te das cuenta hasta dónde puede llegar! California, eres una niña, no vas a poder contra él.
—¡No soy una niña! ¡Y carajo, claro que puedo y claro que podré! ¡Soy tan capaz como él!
—No es cosa de capacidad, California, es cuestión de poder, de extremismo... sólo míralo, ¡lo acusaron de una violación!
—¡Pero fue una mentira inventada por la "víctima"! — defiendo al chico.
Cosa que hasta a mí me parece descabellada.
—Y dime algo, ¿tú de verdad crees eso? ¿En serio crees que fue una mentira?
—Así es.
—¿Qué estarías dispuesta a dar por ello? ¿De verdad podrías apostar por él a que es inocente?
Me quedo en silencio pensándolo.
En este tiempo he tratado demasiado con Eros; aún me faltan muchas cosas por descubrir de él, sin embargo me parece un tipo bastante honesto. Es un cabrón, eso no voy a negarlo, pero en cuando a honestidad es un poco diferente.
—Sí — acepto —. Podría apostar por él.
—¿En serio, California?
—En serio, mamá.
—Esto es el colmo. Ese tipo es un maniático, entre sus antecedentes están cosas como manejar en estado de ebriedad, participar en carreras clandestinas y en peleas también, hacer grafitis en la calle, y secuestrar a un perro.
Intento no reírme con el asunto del perro, pero me resulta muy difícil.
—No secuestró a un perro, mamá — niego con una sonrisa —. Él sólo lo encontró en la calle y se lo llevó, pensó que se había perdido o algo; la dueña del animal lo acusó de secuestro porque Eros frecuentaba a su hija y a la mujer no le parecía.
—Como va a parecerle, a mí tampoco me parece que ese criminal se acerque a mi hija.
—No es un criminal.
—Lo es.
Pues sí, pero tampoco lo voy a aceptar tan fácil.
—Mamá ni siquiera te has dado la oportunidad de conocerlo, no puedes juzgarlo porque haya cometido un error y nos hayas visto en esa situación.
—Es que no ha cometido un error, California, seguramente es más fácil contar las cosas que ha hecho bien.
—No pienso seguir discutiendo contigo, ya te he dicho lo que está pasando.
—Aquí el problema es que no estás siendo honesta contigo misma, tal vez tu plan inicial fue uno, pero sabes que ahora es diferente. Sólo te estás intentando engañar, sabes que sientes algo por él.
—Yo no siento nada por Eros, espero que logres entenderlo, porque el hecho de que me hayas visto ese día de esa forma con él no significa nada.
¿Acaso debo tener un lazo sentimental con un tipo con el que he intercambiado un par de besos? Suena a mentalidad retrógrada.
—Entonces estás cayendo muy bajo, estás entregando tu integridad y tu persona sólo por una estúpida idea que tienes. ¿Eso te gusta? ¿Eso eres? ¿De qué burdel saliste?
Aprieto la mandíbula para no soltar ninguna palabra de las miles que se arremolinan en mi cabeza.
—Si vas a entregarte de esa manera, por menos cobra y que valga la pena — concluye.
—¡Que tan cruel eres para decirme eso! — reviento.
—¡Eso es lo que tú estás dejando ver!
—¡Tú no entiendes nada! ¡Sólo me estás juzgando por una estupidez que viste una sola vez! ¡¿Con qué derecho lo haces?!
—¡Con ningún derecho! ¡Sólo quiero que notes que te estás equivocando!
—¡Yo sé lo que hago! — termino esquivando a mi madre y yendo hacia la salida.
—¿A dónde vas?
—¡Me largo!
Doy un tirón a la puerta y salgo al pasillo, vuelvo a jalarla y la azoto tan fuerte como puedo.
—Calma, vas a romper la puerta — oigo una voz bastante divertida. Cuando volteo no sé a quién mirar y la expresión de Eros se vuelve ligeramente preocupada ante mi enojo —. ¿Qué pasó?
—No hemos terminado de hablar — advierte mi madre en cuanto abre la puerta.
—Ya vi qué pasó... — musita Eros rascándose la nuca.
—Tú — brama ella dirigiéndose directamente a Fenix.
—Buenas tardes, señora — saluda éste.
Y me parece bastante respetuoso para ser él.
—Nada de buenas tardes. Te quiero lejos de mi hija.
—Basta ya, madre — intervengo —. Te dije que no, ya lo hablamos, si no quisiste entender nada es tu maldito problema.
—Te lo advierto, Eros, aléjate de California de una vez, no sabes de lo que soy capaz por mi hija — sentencia al chico sin hacer caso de mis palabras
—¿Me está amenazando? — cuestiona éste mirando a mi madre a los ojos.
—A qué te suena eso, niño.
No me puedo creer que mi madre se ha atrevido a amenazar a Fenix, es una locura y me parece ridículo.
—Las amenazas no van bien conmigo — advierte él —. No sé a qué le teme, pero no, no pienso alejarme de California sólo porque usted lo dice. Y no la estoy desafiando, pero creo que ella ya es demasiado grande como para tomar sus propias decisiones, el día que California me pida que me aleje, lo haré. Mientras no.
—¿Te crees muy valiente? — intenta encararlo aunque es más baja que él.
Ya veo de dónde saqué la facilidad para enfrentar bravucones.
—Espere un momento — interviene Ares interponiéndose cuidadosamente entre ambos —. Aquí hay un malentendido, claramente. Arreglemos esto tranquilos, no hay porqué pelear ni amenazarse.
—¿Y tú quién eres?
—Yo soy Ares, un gusto — se presenta.
—Ares — repite mi madre irónica —. ¿Y tú qué? ¿Eres Zeus? — señala a Hades.
—En realidad no — niega el chico—. Él es Zeus, yo soy Hades.
—No puede ser — masculla sin creer lo que oye.
—Basta ya, mamá, sólo quiero que te vayas y me dejes tranquila — pido exhausta y con dolor de cabeza.
—Te lo advierto, California...
Y al parecer ha amanecido con ganas de advertir a todo el mundo.
—¿Qué me adviertes?
—Hazme caso antes de que sea tarde.
—Ya lo hablamos, y mi respuesta seguirá siendo la misma.
—Luego no digas que no te lo advertí.
(...)
—Sigo pensando que esto no es una buena idea — murmura mientras caminamos por el sendero hacia la casa.
—Sólo relájate, no va a pasar nada — aseguro a Becka y la tomo del brazo.
—Te aseguro que nunca habían invitado a nadie a alguna de sus casas, a nadie que no fueran ellos mismos.
—Es una buena primera vez, déjalo estar.
—No lo es... ellos no son buenos, ¿lo olvidas?
Quizá sea que Becka es mi parte consciente a la que debería hacer caso.
—Escucha, sé que sigo con mi plan a pesar de todo, pero hay algo que me hace creer que Eros de verdad está calmándose.
—No me digas que crees en eso de que una persona puede cambiar a otra — cuestiona poniendo los ojos en blanco.
—Pues tiene algo de cierto, pero no, no me refiero a eso, es sólo que lo noto muy diferente... aún así no bajaré la guardia, pero sospecho que de verdad no está jugando.
—¿Y si es uno de sus planes?
—Sólo relájate, vamos a descubrirlo.
—Eso no me relaja, si no me equivoco entonces estamos fritas.
—Tómate esta noche con calma, no te pongas paranoica, si algo pasa ya veremos qué hacer.
Eros abre la gran puerta de madera oscura de la casa y todos comienzan a entrar.
Me he pasado media hora convenciendo a Rebecka de que viniera conmigo, Eros nos hizo la invitación y yo no pensaba desaprovecharla, el problema es que es jueves y a Becka no le gusta salir de por sí.
Soy la última en acceder y voy a dar el primer paso dentro hasta que Eros lo impide.
—¿Qué haces? — examino mientras me abraza de frente.
—Shhh — calla muy sonriente y asomándose por la puerta para cerciorarse de que no venga nadie —. Tengo el plan de mañana.
—No me digas... ya le tengo miedo a tus planes.
—Vamos, no digas eso cuando has disfrutado de hacer todo esas cosas conmigo.
Y por un instante visualizo algunas escenas de todos esos planes que hemos tenido para los viernes por la noche pasados.
—Pues sí, ha sido divertido — confieso riéndome —. Menos la vez que mi madre nos encontró, o cuando casi nos atrapa la policía.
—Está bien, fue un poco arriesgado — concuerda riéndose también —. Pero dime, si no hacemos algo divertido ahora, ¿qué le contaremos a nuestros hijos después?
—No quiero tener hijos.
—Bueno, fue un decir, a nuestros sobrinos, ahijados, qué sé yo.
—Bien... ¿qué haremos ahora?
—Hey, ¿por qué matar la sorpresa?
—Quiero prepararme mentalmente antes de mi muerte o sentencia a prisión.
—Nada de eso, sabes que no dejaría que nada malo te pasara.
—Más te vale.
Eros se inclina hacia mí y me planta un beso en los labios. Quisiera decirle que no haga esas cosas porque me parecen demasiado románticas, pero simplemente me callo y por fin entro a la casa.
—Toma — ofrece Hera dándome un vaso rojo.
—¿Qué es? — investigo mirando el contenido transparente.
—Da igual, tú sólo bébelo.
Suspiro antes de hacerle caso y darle un trago.
—Rebecka — llama dándole otra bebida a ella.
—Ah, no, no quiero tomar, mañana hay clases y no deseo amanecer en mal estado.
—Vamos, Rebecka, no viniste a estar sentada en un sillón, sólo toma este.
—Ni siquiera sé por qué vine... — musita y acepta el trago a regañadientes.
Ares se encarga de poner música en el estéreo, sube el volumen y veo que Hera comienza a bailar suave con Promises (Calvin Harris).
—Vamos a jugar — propone entonces.
—¿Qué cosa? — interrogo acercándome un poco.
—Siete minutos en el paraíso — propone.
—No lo sé... — no se me hace un juego demasiado bueno para la ocasión.
—Yo estoy de acuerdo — acepta Zeus parándose del sillón.
—Pues... supongo que a mí me da igual — acepta Angus.
—Somos sólo tres chicas, no veo demasiado parejas las cosas, a menos que acepten entrar entre ustedes también — continúo señalando a los chicos presentes.
—Yo paso — niega Ares con el teléfono en las manos y la mirada en la pantalla.
—Sin niñadas, Ares — se queja Hera —. Entra, juguemos todos.
—Es un juego estúpido — discute el rubio alzando la vista.
—No me salgas con eso, ¿qué jugamos entonces? ¿Ajedrez?
—Vamos, hermano, no te pongas de princesa — lo anima Hades posando una mano en su hombro y moviéndolo para que se mueva.
—¿Y qué? ¿Si me toca Angus me lo tengo que follar?
—Mejor yo te doy a ti — responde el otro guiñándole un ojo.
—Anden ya, muevan el culo para acá — presiona la diosa.
Todos se paran, yo los sigo hasta una mesa de madera, me siento en una silla al azar y espero a que todos hagan lo mismo.
—Bien, explicaré las cosas para los que no sepan las reglas. Las dos personas elegidas van a entrar al armario, las luces deben permanecer prendidas, y no pueden entrar con nada que les indique la hora. Cuando los siete minutos se cumplan iré a avisárselos, daré siete golpes en la puerta para darles tiempo de que terminen de vestirse si es necesario, así que dense prisa o todos les veremos como estén.
—¿Eso significa que debo de tener sexo con la persona que me toque? — infiere Becka con una expresión preocupada.
—No, Becka — niega Ares con voz ronca pero relajada —. No es obligatorio, puedes platicar de la tarea si es lo que quieres, y nadie puede obligarte a hacer nada que no quieras, si es así o te sientes incómoda sólo sal del armario, ¿bien?
—Bueno... — acepta un poco más relajada, pero noto su nerviosismo a leguas.
—¿Y cómo se eligen? — pregunto yo.
Hera pone una baraja en la mesa y la abre como un abanico.
—Todos toman una carta — comienza despegando la mano de la baraja y llevándose una carta. Varias manos se extienden para tomar una también; miro la mía y no sé si sea bueno o malo haber sacado un As —. Y los dos que tengan las cartas más bajas son los elegidos.
Me relajo al instante, pues he sacado la más alta.
Todos ponemos nuestra carta sobre la mesa para mostrarla al resto.
—Aquí lo tomamos como un uno — informa Hera en cuanto a mi As, y al instante recorro la mesa entera en busca de mi acompañante.
Aunque no me desagrada tanto la idea, me ha tocado entrar con Eros.
—Bien... — acepto parándome de la silla.
—El tiempo corre a partir de que cierran la puerta — informa mientras caminamos hacia el armario.
Eros abre y me sede el paso, prende la luz en cuanto entra y cierra la puerta.
—Justo donde menos me imaginé contigo — hablo recargándome en una de las paredes.
—En un ropero jugando siete minutos en el paraíso.
—Así es.
—¿Y piensas dejarme ocupar los seis minutos y medio que quedan?
—Eros...
—Sé que quieres hacerlo — susurra acercándose a mí, dejando nuestros rostros a nada de rozarse.
Siento una de sus manos sobre mi falda, deslizándose hacia abajo hasta alzar la tela y rozar mi muslo con la punta de los dedos mientras sube lentamente.
—No sé si sea una buena idea — continúo estremeciéndome ante el tacto del castaño.
—Sé que eres virgen, pero no va a dolerte — susurra divertido, cosa por la que termino riéndo.
—Quisieras que fuera virgen.
—Y tú quisieras que no fuera a dolerte — termina y me carga brusco, su cintura está entre mis piernas y tiene mi espalda contra la pared.
Besa mi cuello mientras sus manos acarician mis piernas.
Pese a que debería de evitar esto, prefiero dejarme llevar por una vez
—Sé que no es tu primera vez — pronuncia separándose de mi cuello y acercándose más a mí mientras me despoja de la ropa interior —. Pero esta va a ser verdaderamente inolvidable.
—No sé como planeas hacer tanto en cinco minutos — murmuro.
—No es cuestión de tiempo — lo oigo desabrocharse el cinturón y se abre los jeans que lleva puestos.
—Pues lo es a menos que quieras que nos encuentren así.
—Con los cinco minutos que queden basta — asegura.
Eros se introduce en mí y mi boca se abre al instante al dejar escapar un suave jadeo, nos miramos directamente a los ojos mientras pasan unos segundos.
Las pupilas del castaño se dilatan exorbitantes, tiene los labios entreabiertos y sus manos me sostienen firmemente.
Muerdo mi labio inferior en un intento de no emitir ningún sonido, pero en cualquier momento no podré contenerme más.
Las embestidas de Fenix cada vez son más rápidas, su cadera me empuja con fuerza y por un momento deseo estar en una cama con él ahora mismo.
—No te contengas — suplica.
—Tengo que hacerlo — consigo articular en voz baja.
—No, no tienes.
Sin importar que éste así lo quiera, no estoy dispuesta a ser escuchada por los demás allá afuera. Por mas obvio que sea lo que estamos haciendo, prefiero guardar un poco de misterio en ello.
A pesar del placer que siento, éste se acompaña por un poco de dolor, pero incluso es agradable y para nada insoportable.
Oigo como Eros jadea y mi preocupación porque emita más ruido del debido me lleva a cubrir su boca con los labios, terminando en un beso demasiado apasionado que torna las cosas más calientes de lo que de por sí ya estaban.
Escucho el sonido de una alarma afuera, cosa que odio, pues aunque también odio confesarlo, me gustaría seguir con esto.
—Debes acabar ya — presiono un poco tensa de que abran la puerta.
—¿Lo has hecho tú?
—Aún no...
El chico me sostiene mejor y aumenta la velocidad, tengo que sostenerme con fuerza de sus hombros y esforzarme para no soltar un grito.
Cierro los ojos con fuerza cuando siento un alivio invadirme, Eros continúa embistiéndome algunas veces mientras dan el tercer toque en la puerta.
El chico me regresa al piso y se acomoda la ropa en un solo instante.
Siento calor y el corazón está golpeándome el pecho, la puerta se abre finalmente y tengo que luchar para que no se note cuán sofocada me encuentro .
—¿Se divirtieron? — averigua Hera muy sonriente.
—Ni siquiera hicimos nada — niega Fenix.
—Por supuesto, sólo hablaron.
—Y muy bien.
________________
Sigue leyendo. 🤠
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro