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Capítulo 50

Mientras voy de camino a mi primera clase del día observo a los conserjes del instituto por todos lados mientras adornan cada edificio y lugar posible.

Debo reconocer que los fondos de la universidad se ven comprometidos con su deber y las decoraciones no son limitadas ni parecen haber sido compradas en las rebajas de una tienda a punto de cerrar.

Todo luce muy colorido a pesar de lo lúgubre que es el campus y sin importar que podrían aprovechar eso para que Halloween parezca más escalofriante.

Hay muñecos inflables en muchos puntos del instituto, algunos gatos, fantasmas, vampiros y hasta calabazas.

—¿No es genial? — pregunta Becka con entusiasmo.

—¿Que cuelguen murciélagos falsos de los árboles? Hmmm, sí, va con el estilo tétrico de Umbra.

—Se ve bien.

—Así es.

—¿Participarás en el concurso de calabazas?

—Necesito esos dos puntos extras en todas mis materias. Por supuesto que lo haré.

—Solo tenemos hasta el jueves para entregarla, estaba pensando en ir a conseguir alguna hoy.

—Buena idea, iremos después de clases.

—¿Cómo va todo con Uriah? — pregunta luego de un corto silencio.

—Perfectamente. 

—Después de pasar una noche entera con él no esperaría menos.

—Muy lindo de tu parte.

—Ningún chico con el que te hayas acostado ha conseguido olvidarse de ti — me recuerda.

—No me digas.

—Ares sigue haciendo hasta lo imposible por salir contigo, Eros sería capaz de detener sus planes malévolos si así lo quisieras, Eliot está esperando hasta que puedas tener algo formal con él, Uriah incluso te regaló una motocicleta. ¿En verdad lo dudas?

—No lo dudo, pero no me agrada demasiado tenerlo en mente a cada segundo.

La entrada del edificio en el que estamos por entrar está llena de telarañas en la parte superior, pero es necesario agacharse un poco para poder pasar.

Entramos al salón correspondiente y la profesora nos sonríe muy tierna mientras lo hacemos.

El salón está casi lleno, pero aún quedan bastantes lugares vacíos.

Me siento en el lugar de siempre al final de la primera fila, y Becka ocupa el asiento continuo.

—Bien, chicos, vamos a comenzar con la clase — informa la mujer poniéndose de pie y yendo al pizarrón.

Oigo que comienza a hablar, hilando la información resumida de la clase pasada para continuar con ello en esta.

Sin embargo centro mi atención en el móvil mientras conecto los auriculares y pongo algo de música.

Me coloco solo uno en la oreja derecha y lo oculto con mi cabello para no ser vista por la mujer que comienza a escribir cosas en el pizarrón.

Oigo pasos muy apresurados y luego un golpe en la puerta.

Varias personas acaban de de llegar precipitadamente a interrumpir nuestra clase.

—¿Sí? — pregunta la profesora.

—Sentimos llegar tarde — una voz muy familiar se disculpa y me inclino a un lado para poder mirar —. Recién nos enteramos sobre el cambio de horarios por las bajas de nuestros profesores.

—Claro, pasen chicos, pasen — la mujer acepta que entren sin problema alguno, y ver a los siete dioses invadir mi única zona libre de odio me pone tensa.

Veo que comienzan a ir a los últimos lugares, y cuando junto a mí veo uno que Eros piensa ocupar, arrojo mi mochila rápidamente.

—¿Está ocupado? — pregunta Eros mirándome.

—Apartado — corrijo.

—¿Apartado para quien?

—Para la primer persona que cruce esa puerta y no seas tú.

El chico sonríe, pero acepta y se sienta en el lugar de enfrente al que aparté para nadie.

Una persona más llega y la mujer pide que entre sin necesidad de explicaciones.

Eliot mira el lugar en busca de un asiento vacío y señalo el de mi lado cuando nos miramos.

—Hola — saluda en cuanto se sienta —. ¿Cómo estás?

—Creo que bien.

—¿Tienes algo que hacer por la tarde?

—Becka y yo iremos a conseguir calabazas. Ya sabes, el proyecto.

—Es cierto, lo había olvidado.

—¿Te gustaría acompañarnos?

—Por supuesto, suena bien.

—De acuerdo, iremos al terminar las clases.

—Bien, creo que compartiremos salón por unos días.

—¿Qué ha ocurrido?

—Algunos de nuestros profesores tuvieron un accidente el fin de semana. No sé más. Ya sabes, asuntos privados de los profesores.

—Entiendo.

—¿Te importaría callarte, Eliot? — interviene Eros exasperado.

—Historia es la clase que menos te importa de todas, cierra la boca y cámbiate de lugar si no te permito poner atención.

—No quiero poner atención, solo odio escuchar tu voz.

—Yo odio mirarte y no por eso te estoy echando del lugar.

—Eso se soluciona fácil.

—¿Ya te vas?

—No.

—Entonces no hay tal solución.

—Solo no me mires y estarás bien.

—Excelente idea, tú no me escuches y listo.

—Gordo — suelta como insulto final.

—Mis ciento trece kilos de músculo no se comparan a tus setenta de flacidez.

—Peso ochenta kilos y tengo un cuerpo musculosamente estético — corrige Eros volteándose de lleno a ver a Eliot.

—Yo también tengo un cuerpo musculosamente estético.

—No me digas, ¿estético en qué lugar? ¿En gordolandia?

—Tus insultos son tan malos como tus chistes, Eros — interfiero rápidamente sin mirarle.

—Tienes un cuerpo digno de un americano — continúa Eliot —. Yo no soy americano. Soy en realidad Euro-asiático.

—¿Qué carajo estás diciendo?

—Es ruso alemán — explico —. Por eso tiene ese tamaño. Pero como buen americano dejaremos que sigas hablando, solo es envidia.

—¿Envidia? — se ofende.

—Cierra la maldita boca o me encargo de que la clase termine antes para ti — sentencio sin ganas de escucharlo mas.

—Voy a cerrarte la boca con el puño si vuelves a amenazarlo — interviene Hera.

—¿Nueva novia, Eros? — pregunto solamente para molestarla.

—Estúpida — escupe Hera antes de irse contra mí.

—¿Todo bien allá atrás? — la profesora evita a tiempo que corra sangre.

—Por supuesto, es solo que estaba explicándoles a los nuevos la primera parte del tema que explica ahora — respondo tranquilamente —. No están muy familiarizados con su materia.

—Bien, muchas gracias — dice sonriendo y casi alegre de mi supuesta ayuda con ellos —. Les prestarás tus apuntes luego de clase para que se pongan al corriente con la materia.

Mi cara se crispa al escuchar sus palabras.

Seguro que si un apunte mío llega a sus manos no regresa.

—¿Vas a prestarme tus apuntes, California? — pregunta Eros muy sonriente.

—Agradece que no hice que te vetaran de esta clase por el resto del año.

(...)

—Excelente, ya tenemos la idea, el dinero, y en plan hecho, ahora sólo necesitamos un auto para irnos — menciona Rebecka.

—Un auto — repito pensando en un buen plan —. Podríamos pedir un taxi.

—Así es, es una buena idea — apoya Eliot.

—Bien, tomemos uno.

Me adelanto a salir, pero choco con alguien en cuanto doy el primer paso fuera.

—Lo siento, California — Ares se disculpa y retrocede.

—No importa, ¿pasa algo?

—Ya sabes, el viernes es Halloween, haremos una fiesta y estás invitada. Tú y Rebecka — me da dos invitaciones, están en una especie de sobre cuadrado de colores morado y naranja —. No pueden faltar.

—Pues...

—Hola, Eliot — le saluda el rubio —. Toma, deberías ir también — y aunque me sorprende un poco le da una invitación también —. No pueden faltar, la dirección está escrita dentro.

—Necesito un favor — digo.

—Lo que sea, dime — acepta tranquilo y dispuesto a hacer cualquier cosa.

—¿Podrías prestarme tu auto? — pregunto haciendo una mueca.

—Por supuesto — acepta buscando las llaves en las bolsas de sus jeans y me las da sin peros —. Ve con cuidado.

—Gracias, no tardamos demasiado.

—No importa, ve con calma.

Le planto un beso en la mejilla como agradecimiento y se marcha con una sonrisa en el rostro.

—Bien, ya conseguimos auto — hablo y continúo con lo nuestro.

Salimos de la habitación y caminamos juntos hacia las escaleras.

En esta última semana he visto tantas calabazas en el campus, que llego a pensar que no encontraremos más en la ciudad.

Ahora tenemos una fiesta el viernes y al menos yo no podré falta a ella.

Pero una pregunta llega a mi mente al instante.

¿Una fiesta? ¿De Olympus?

La duda de saber en donde será comienza a carcomerme por dentro mientras saco la invitación de la bolsa de la chamarra y la abro.

Saco el papel naranja y leo.

Llegué a pensar que serían lo suficientemente locos como para hacer esta fiesta en su casa alejada de la ciudad, sin embargo no es así.

La dirección está en Manhattan, y aunque al leerlo pienso que podría ser la casa de Eros, también estoy equivocada.

No sé dónde es, pero ya lo veré dentro de tres días.

Soy la primera en subir al auto, y aunque Eliot se ofrece en ir en la parte trasera, Becka insiste en ocupar ese lugar.

El chico se sienta de copiloto y saco el auto del cajón con cuidado.

Prendo el estéreo y reproduzco lo que Ares escuchaba por última vez.

La canción tarda unos cuantos segundos en reproducirse, pero cuando escucho el comienzo sonrío.

Bellyache (Billie Eilish), es reproducida, alegrando un poco más mi día, e inconscientemente haciéndome pensar en el dueño del auto.

Ares... él no es tan malo, es parte de un grupo de idiotas que se sienten malos y juegan a ser unos malditos

No digo que no sea capaz de hacer algo grande, pero no suele tener esa necesidad como el resto de sus amigos.

Conduzco tranquila hasta el supermercado donde espero que haya siquiera tres calabazas para nosotros.

Aparco el auto cerca de la entrada y me aseguro de bajar los seguros antes de alejarme.

—Mira — Becka señala hacia una carpa que está a pocos metros de la salida del edificio —. Parece que ahí venden disfraces, podríamos buscar alguno al salir.

—Buena idea, esperemos encontrar las calabazas primero.

Las puertas eléctricas se abren cuando estamos a poco de llegar, y cuando entro veo un gran apartado con lo que veníamos buscando.

Becka toma un carrito vacío mientras busco tres calabazas de buen tamaño y forma.

—Esto pesa más que tú — consigo quejarme mientras intento arrastrar una hacia el carrito.

—Yo lo haré — interviene Eliot y alza la verdura como si levantase una manzana —. ¿Cuál quieres? — pregunta a mi amiga.

—Esa — señala una redonda y un poco más pequeña a la que yo elegí.

El chico la baja también y mira todas hasta elegir una más para él.

Becka intenta empujar de nuevo el carrito, sin embargo apenas consigue moverlo.

Le ayudo a hacerlo y apenas logramos ponernos el marcha.

Puedo jurar que estamos empujando quince kilos, quizá más.

Eliot toma nuestro lugar de nuevo y vamos hacia la caja para pagar de una vez.

Dejo que el chico y el cajero hagan su esfuerzo para cobrar las verduras y espero tranquilamente.

—Yo pagaré — informo cuando veo a Rebecka contar el dinero que tiene en la cartera.

—Pero...

—Sin peros, lo haré.

Doy una tarjeta al chico de la caja mientras Eliot tiene que regresar las calabazas al carrito para poder sacarlas.

Escribo el nip en la terminal y avanzo cuando recibo el ticket de compra.

—Vayan a ver, iré a subirlas al auto — ofrece Eliot para que vayamos a buscar un disfraz como acordamos.

Le doy las llaves del carro y nos separamos.

Becka comienza mirando máscaras, pero tardo solo unos segundos en comprender que eso no es una buena idea y la alejo del lugar.

—Podría...

—Máscaras no — niego antes de que termine.

—Pero.

—Es un Halloween universitario, no puedes ir con una máscara y esperar no morir socialmente.

—De acuerdo, buscaré otra cosa — accede mirando los disfraces colgados.

Hay algunos bastante graciosos.

Vampiros, momias, incluso me encuentro uno de calabaza que pensaría es para niños si no fuera tan grande.

Continúo mirando hasta que encuentro algo llamativo.

Tutú rojo, medias de red y body del mismo color,

Descuelgo el disfraz y veo que hay otro completamente igual.

Se lo muestro a Rebecka con emoción y abre los ojos sorprendida.

NO — niega al instante.

—Sí, esto es genial, ¡hay dos!

—¡No voy a ponerme un disfraz de diablo!

—Bueno, yo sí lo haré, pero no te preocupes, por aquí vi algo perfecto para ti — aseguro buscando otro disfraz.

—No pienso ser una calabaza.

—Creí que te gustaría — comento encogiéndome de hombros —, es conservador.

—Jódete, California.

—Vamos, Rebecka. Si fuera por ti te disfrazarías como Cady de chicas pesadas.

—Que buena idea.

—Si has visto esa película sabrás que es todo lo contrario a eso.

—¿Y vestirme de diabla sí lo es?

—Bueno, tal vez sea algo muy antirreligioso para ti, pero si no te gusta eso... puedes ser una conejita —  sugiero descolgando un disfraz completamente negro pero parecido al mío —. ¡Tiene un pin de Playboy!

—¿Por qué quieres hacerme ver como una zorra? — chilla.

—Bien, el de calabaza será — acepto guardando de nuevo el disfraz negro.

—¡No quiero ser una verdura! — chilla —, mucho menos si es naranja.

Eliot de echa a reír y hago lo mismo mientras mi amiga hace pucheros.

—¿Se disfrazará de calabaza? — pregunta.

—¡No! 

—Dile la muerte socialmente segura que tiene si se viste de calabaza, usa una máscara o copia el disfraz de Cady.

—¿De chicas pesadas?

—Sí.

—Oh no, Becka, recapacita de una vez. Estás en Umbra, el ambiente de nuestro instituto es mucho más salvaje que el de esa película. 

—¿Lo ves? Puedo defenderte, pero tienes que ayudarme. 

—California quiere vestirme de diabla — se queja con Eliot.

—Y recapacité sobre lo antirreligioso que eso es para ella y puede ser una conejita en vez de eso.

—¿Qué puede ser peor que alabar a Satanás? ¡Sí! Disfrazarme de zorra.

—Basta, Becka — pide Eliot riéndose de nuevo —. Ponerte cuernos y cola no te hace alabar a nadie, y ponerte el atuendo femenino icónico de Playboy no te hace una zorra. Además, quiero que comprendas algo importante. Es Halloween, posiblemente el único día del año donde puedes vestirte de cualquier cosa y manera sin que lo seas en realidad y sin ser juzgada. Es... es como una regla no escrita que todo el mundo conoce.

Becka parece pensarlo, mira las dos opciones y luego a mí.

—Quiero estar a la par contigo, seguro que así desvías las miradas de mí — se dirige a mí.

—Perfecto, hay dos de ambos disfraces, elige el que más te guste.

Se acerca a mirarlos mejor, alza los dos accesorios de su respectivo disfraz. Los cuernos rojos y las orejas de conejo.

—Salir en Halloween ya es demasiado irrespetuoso a mi religión, definitivamente no voy a usar cuernos.

Toma las orejas con el resto de cosas y se aleja con ellas.

—Bueno — hablo —, sería algo muy malévolo de mi parte desviarla aún más de su religion. Tendré que pertenecer a Playboy por una noche.

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