Capítulo 45
La cabeza me está a punto de reventar, golpeo la mesa repetitivamente con la pluma en espera de escuchar mi nombre.
Becka está sentada frente a mi totalmente calmada, y no la culpo, yo bien podría estar igual que ella.
Pero decidí mi camino.
—Rebecka — le llama la maestra y mi amiga alza la mano rápidamente —. Diez.
Espero en silencio los demás nombres para llegar al mío.
Eros está sentado a dos filas de nosotras, pero siento su mirada encima. No le presto atención, finjo no sentirlo mientras tengo la vista fija en un punto de la pared blanca.
—California — mi corazón da un vuelco al escuchar mi nombre y alzo rápidamente la mano en espera del golpe —. Nueve.
Y me río feliz de escuchar la sorprendente cifra.
Esperaba a lo mucho un seis, no un nueve.
—¿Ves? Lo has logrado — habla Rebecka igual de contenta que yo.
—No creí que mis esfuerzos desesperados de esta última semana fueran a surtir ese efecto.
—Te dije que lo lograrías, no era tan difícil.
—Mi calificación más baja a sido un siete en matemáticas. El resto no ha bajado de ocho.
—Tal vez te gustaría empezar bien este nuevo parcial, por lo que veo eres muy capaz de algo más que un ocho.
—Sí... lo veremos conforme pasen los días.
Rebecka rueda los ojos sonriente, pero no dice más.
Escucho que un chico pregunta si pueden marcharse los que han recibido cualificación. La mujer hace una seña con la mano para que nos marchemos y todos se paran veloces.
Dado que tengo cosas por hacer, no me demoro en colgarme la mochila al hombro y salir junto a Rebecka.
—Hey, California — la voz de Eros suena molesta para la prisa que llevo —. ¿Te encuentras bien?
—¿A qué viene la pregunta?
—Quiero ser cortés.
—Ja, cortés, qué tal eso — me dirijo a Becka con ironía y se ríe conmigo.
—¿Estás molesta?
—No, sólo tengo prisa.
—¿Tienes planes?
—Claramente.
—¿Te gustaría ir a una fiesta conmigo esta noche?
Hmm... no, no me gustaría. Y aunque así fuera ya tengo planes, tendré que volverlo a rechazar y tal vez comience a tomárselo personal.
—Ya tengo planes, tendrá que ser en otro momento.
—¿No te cansas de rechazarme?
—Pues... es lamentable que siempre quieras salir conmigo cuando ya tengo cosas por hacer.
—¿Algún pretendiente para esta noche? ¿Eliot quizá?
—No lo creo, pero ahora debo irme. Seguro no te costará trabajo encontrar a alguna chica para pasar la noche, después de todo eres tú.
Doy la vuelta y continúo el camino sin esperar más.
—¿Irás a su fiesta esta noche? — pregunta Becka.
—No, Uriah no dijo nada sobre eso, dijo que había una fiesta en su fraternidad.
—Entiendo. Sería peligroso ir para allá ahora que estás con ese chico. Al menos sería peligroso con Ares.
—Sí, habría posibilidades grandes de ser descubierta así.
—¿Uriah te gusta?
Me detengo al instante por la pregunta que ha hecho, que no sé de dónde ha venido.
—¿Qué estás diciendo?
—Bueno, es que yo... solo es una duda, me gustaría saber solamente.
—Sabes porque estoy saliendo con Uriah.
—Sí, lo tengo muy claro, pero lejos del propósito, ¿él como persona te agrada?
—Pues claro que sí, si no fuera de esa forma hallaría otra manera de cumplir mi propósito en cuanto a él sin necesidad de tener contacto.
—Entonces te cae bien.
—Sí, es divertido.
—¿Y no te gusta?
—¿Por que me gustaría?
—Bueno, dejando de lado su fama, debo reconocer que es un tipo atractivo, tiene muy buen cuerpo, y pude ver que no hay una sola chica que no voltee a mirarlo si pasa cerca de él. Y bueno, tú literalmente estás junto a él, te subes a su moto, sales con él, se hablan... y aunque según me has dicho, entre ustedes dos no ha ocurrido nada, podría gustarte. Por eso mi pregunta.
—Uriah me agrada. A pesar de esas cosas malas que según tiene, se me hace un tipo divertido, jamás me ha mostrado su lado malo, y hasta parece que no existe. Aunque se perfectamente que no es así, pero tengo mis claras razones para no intimar más allá con él. Ya estamos siendo amigos y se me hace bastante extremo de por sí.
—¿Crees que haya posibilidades de que no sea malo...?
La simple idea me produce escalofríos, mi boca quiere responder la pregunta ya mismo, sin embargo mi cabeza se lo impide mientras considera las opciones.
Definitivamente no podría simplemente no serlo. Si no lo fuera no conocería a los dioses, eso es suficiente para saberlo, además, yo misma escuché la amenaza que hizo en su contra. Sé que podemos considerarlo del bando de los malos.
Tanto como a los dioses.
—No, no las hay — respondo.
—¿Entonces crees que sea muy malo?
—Ese es el detalle, puede que no sea tan malo. Después de todo, está en una guerra propia en contra de los dioses, y siendo así tienes que ser malo sí o sí, de lo contrario pierdes. Pero, podría no serlo tanto fuera de eso, puede que sea una persona más normal, menos maldito incluso que Eros o alguno de ellos.
—¿Eso crees?
—Puede ser, no estoy segura, pero igualmente al tener mis dudas hay posibilidades de que así sea.
—Pero... ¿por qué estás haciendo esto?
—¿Qué cosa?
—Es como si fueras el sebo de Olympus, estás arriesgándote demasiado para hacer algo que les ayuda a ellos. ¿No estabas en su contra? Si tú quieres destruirlos, ¿por qué ayudarles con esto? Si tú y Uriah quieren destruirlos, ¿por qué estás poniéndote en contra de él para ayudarlos a ellos? ¿No sería más fácil para ti unirte de verdad a Uriah y así lograr lo que quieren?
—Yo no quiero muertos, Uriah claramente sí.
—Podrías hablar con él, seguro que llegan a un acuerdo con ello.
—No creo que Uriah quiera llegar a acuerdos, además, si me muestro mi verdadera identidad dudo que tenga confianza en mí como para unirse a tal grado conmigo. Sea como sea, se sentiría traicionado, y no podría hacer nada con ello porque tendría razón.
—Lo sé, pero si lo hicieras sería mejor. Salvarías la vida de Ares en secreto y podrías continuar con tus planes de destrucción, además de que ya no estarías sola.
—Estás poniéndome en un dilema muy duro, Becka.
—No es esa mi intención, pero me gustaría que las cosas fuesen más sencillas para ti.
—Voy... voy a pensarlo, la verdad no sé qué sea más conveniente. Pero pensaré en ello.
—Está bien, hazlo. Porque no sé cuantas mentiras más puedas seguir manteniendo en secreto.
(...)
Me doy una última mirada al espejo revisando que todo esté como debe. Asegurándome de que California ha desaparecido por completo.
—Ya estás lista — confirma Rebecka mirándome desde atrás.
—Estoy más nerviosa de lo normal... — confieso —. No he parado de pensar en lo que me dijiste y eso me tiene así.
—Solo intenta relajarte, no tienes porque hacer nada ahora.
—Tampoco puedo esperar demasiado, no es como si tuviera tiempo de sobra en esto.
—Lo sé, pero las presiones no ayudan.
—Debo irme, lo veré cerca de aquí y no quiero llegar tarde.
—Ve con cuidado, mantenme al tanto de todo.
—Así será.
Me pongo la capucha de la chaqueta negra, intentando esconder lo más de cabello rubio que puedo.
Respiro profundamente y abro la puerta con cuidado, reviso que no haya demasiada gente fuera y salgo rápidamente para no levantar sospechas.
El largo de la peluca no es demasiado, por lo que no logro mantener todo el cabello oculto y varios mechones salen a la vista.
Pero una vez que salga del pasillo no será algo peligroso, no es como si no hubiese ninguna otra rubia en esta escuela.
Bajo las escaleras veloz y me distraigo en mis pensamientos para dejar mis nervios a un lado.
Rebecka tiene razón.
Debería decirle a Uriah la verdad.
Pero, ¿y si no reacciona bien? Podría odiarme, podría simplemente no conseguir nada con ello.
Por más que quiero, no sé qué debería hacer.
Salgo del edificio sin problemas y camino por la acera sin descubrirme el rostro aún, pues aunque estoy segura de que nadie podría reconocerme, prefiero alejarme más.
Tengo cinco minutos para llegar al lugar donde acordamos vernos, y aunque es tiempo suficiente, siento que no lograré llegar puntual.
El teléfono suena en mi chaqueta y lo saco con manos temblorosas.
Para mi mala fortuna, aunque ver el nombre de Uriah me hubiera puesto tensa, al ver el nombre de mi madre me dan ganas de morir.
Contesto sin remedio alguno, pues no quiero que enloquezca por no hablar conmigo.
"—¿Bueno?
—¿Estás en la escuela?
—Estoy bien, ¿tú cómo estás?
—Vamos, cariño, planeaba invitarte a casa a cenar.
—No estoy en la escuela, salí con un chico y no sé si regrese muy temprano como para ir para allá.
—¿Sigues sin hacerme caso en cuanto a ese tipo?
—Dije un chico, no Eros.
—¿Entonces no estás con él?
—No.
—¿Con alguno de sus amigos?
—Tampoco, pero debo irme, espero poder verte otro día.
—¿Que tal mañana?
—Hmm, sí, mañana.
—Bien, entonces hablamos más tarde para mandar a que vayan por ti.
—Bien, hablamos luego".
La plática tan tranquila me tiene un poco confundida, esperaba gritos y peleas, incluso una amenaza de "estoy yendo para allá".
Salgo de Umbra y apresuro el paso para llegar ya a donde hemos quedado.
Cuanto antes tenga al chico enfrente, más rápido me sentiré tranquila.
Me quito la capucha y acomodo un poco en cabello, después de todo aquí ya no hay peligro de ser reconocida.
Escucho el motor de una motocicleta sobre el resto de ruidos de la calle. Y cuando volteo a mirar rápidamente veo a Uriah deteniéndose junto a mí.
—Hola, Barbie — saluda.
—Vaya, creí que estarías ya donde quedamos — respondo intentando no ponerme tensa —. Se me hizo un poco tarde, mi madre llamo hace unos minutos y tuve que detenerme a responder la llamada.
—No pasa nada, yo igualmente creí que llegaría tarde. Hubo un accidente unas cuadras atrás y me fue imposible pasar rápido.
—Bueno, ya estamos parejos.
El chico me da un casco y subo detrás de él, por suerte, no me ha visto salir de Umbra y han sido creíbles mis palabras.
El camino, que de por sí no es muy largo, parece ser más corto a la velocidad a la que vamos, pues aunque es lo suficientemente rápido para ponerme tensa, ya me acostumbré a la forma de conducir de Uriah, por lo que incluso ya tengo la confianza de que por más rápido que vaya, llegaré viva a nuestro destino.
La ciudad apenas comienza a volverse loca en su desquiciada rutina de los viernes, sin embargo estamos en el momento justo para dejar atrás todo lo que eso conlleva y llegar a su fraternidad antes de que el caos afuera comience.
Una vez más, mi teléfono comienza a vibrar, y la sola idea de que mi madre ya esté volviendo a hablar me provoca ganas de tirar el móvil a la calle.
Pero cuando veo la pantalla, mi corazón sufre de un vuelco.
No es mi madre.
Es Eros.
Aunque obviamente no planeaba contestar fuera quien fuera, me quedo pensando el motivo de su llamada.
Casi nunca lo hace.
Pocas veces he recibido llamadas suyas. Y hace apenas poco más de una hora que nos vimos y rechacé su invitación, hay menos motivos aún para que llame.
Y eso me es preocupante.
Porque las pocas opciones que surgen en mi mente, son descartadas casi al instante, y tras un minuto, no queda más que sólo una opción.
Y me aterra contemplarla.
Eros no pudo haberse dado cuenta de esto.
Es imposible, la única forma sería por medio de Ares, y sé perfectamente que no es así, que él jamás le diría nada acerca de lo que estoy haciendo.
Tengo que relajarme, seguramente sólo está llamando para joderme como tanto le gusta hacer, y dado que es seguro que cree que he salido con Eliot, intentará sabotear mi cita.
Lástima que no es así.
Nos detenemos frente a la acera de la casa, bajamos y caminamos a la par hacia la pequeña cerca de madera.
En el jardín hay varios chicos, poniendo algunas mesas y botellas de alcohol encima de una de ellas, la que al parecer es la barra libre al aire libre.
Dado que el camino de piedra que conduce a la entrada de la casa divide en dos el jardín, hay un pequeño grupo de chicos en cada uno de ellos, arreglando las cosas a su gusto.
En ambos lados veo una mesa de pin pong, y en cada extremo hay vasos de Plástico rojos y azules acomodados en pirámide.
Otros dos tipos salen de la parte trasera llevando una alberca inflable encima.
Pasamos de largo hasta la casa, entramos y vamos hacia la cocina mientras veo que dentro también hacen cosas.
—¿Quieres algo de tomar? — pregunta Uriah quitándose la chaqueta y dejándola sobre la mesa de piedra de la cocina —. Una cerveza...
—Sí, por favor — acepto mientras saco el móvil para revisar nuevas noticias.
Oigo al chico abrir el refrigerador y destapar dos latas de cerveza.
Y mientras lo hace leo rápidamente el mensaje que cupido me ha enviado.
"—¿Cómo va tu cita de hoy, California?".
Vuelvo a guardar el móvil y decido simplemente no darle más atención al chico que efectivamente intenta hacer lo que creí.
Recibo la bebida y le doy un sorbo deshaciéndome de toda la tensión que me rodeaba de camino aquí.
Proponiéndome darme un rato para mí, dejando de lado absolutamente todos mis problemas.
Pero saber que no puedo ser California me ata un peso grande encima.
—Hola, Alana — me saludan y volteo a mirar rápidamente.
Russ me da un beso en la mejilla muy amigable, y respondo de igual manera.
—¿Listos para esta noche? — pregunta acomodándose para no darle la espalda a su amigo.
—Parece que va a ponerse divertido —observa Uriah.
—Nos estamos esforzando — y sí lo parece. Aunque no haya nada tan fuera de lo común, o sea una fiesta como las de Olympus, me parece totalmente llamativa.
—Sí lo parece — afirmo.
—Espero que te diviertas, puede que las fiestas y los lugares que concurras sean mucho más refinados que este lugar, pero te aseguro que jamás vas a divertirte tanto como en una de nuestras fiestas.
—Ya lo creo, me parece que así va a ser — acepto sincera, pues algo en todo esto me dice que las cosas van a ser divertidas.
Uriah mira a Russ, pero es un gesto que comienza a parecerme sospechoso por lo directo que se ve.
—Alana — llama Uriah —. Ven, vayamos afuera.
Y eso no me da buena espina, pero no tengo otra opción más que hacer lo que dice.
Le sigo tranquila, aunque por dentro estoy bastante alerta.
Salimos nuevamente de la casa y todo me resulta igual de normal que cuando entré.
—¿Qué pasa? — cuestiono.
—Quiero darte algo — explica deteniéndose y poniéndose frente a mí.
—¿Algo? — inquiero confundida.
El chico extiende una mano y me veo obligada a tomarla.
Me lleva hacia afuera de la cerca y me pasa frente a él.
La Harley Davidson que ganó en el bar está frente a mí debajo de la acera.
—Creí que debías tenerla — dice cerca de mí, y siento que me da las llaves en la mano.
—¿Qué? No... no puedo aceptarla.
—¿Por que no? Practicante tú fuiste la que se la ganó.
—Yo no jugué con ese tipo, así que no.
—Pero tú aceptaste llevar a cabo la apuesta y pediste su moto a cambio.
—Pero...
—La arreglé para ti — interrumpe acercándose a ella y pasando la punta de los dedos sobre el asiento —. El motor y todo estaba en perfectas condiciones, pero necesitaba ser arreglada en el resto. La pintura, asientos. Todo fue renovado. ¿Te gusta?
Y así es. Recuerdo cómo estaba cuando recién la vi.
Ahora la fea y decolorada pintura rojiza fue cambiada por una dorada. Los asientos cuarteados han sido cambiados por unos de piel negra. Los neumáticos se ven nuevos y casi podría jurar que ella misma es nueva.
—Quedó preciosa — admito sin poder creer que es la misma —, pero no podría aceptarla...
—Vamos, Alana, ambos la ganamos en una apuesta, y yo quiero que la tengas tú, debes aceptarla.
—Pero...
—Tienes que hacerlo, la llevaré al aparcamiento de tu instituto si no lo haces.
—De acuerdo, está bien. Me la quedaré.
________________
Hace unos minutos acabo de ver que Olympus llegó a las 100K vistas, y no puedo hacer más que agradecérselos. ❤️
Gracias por todo el apoyo que me dan con cada actualización. 🙆🏻♀️❤️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro