Capítulo 41
Cuando despierto todo está muy oscuro, sin embargo la ventana abierta deja entrar el aire frío, y así entra luz a través de las cortinas ondeantes.
Me incorporo un poco para descubrir dónde estoy, pues me queda muy claro que no es mi habitación.
Estoy compartiendo cama con Ares. Cosa que no es novedad, ni tan sorpresiva.
El chico está con el dorso desnudo, y las cobijas solamente le cubren de la cintura para abajo.
Pienso un fugas momento que está totalmente desnudo, lo que significa que volvimos a tener algo anoche.
Miro hacia abajo y me encuentro con mi cuerpo o cubierto por una playera blanca. Tengo ropa interior puesta y eso me quita de la mente lo que recién imaginé.
Volteo a mirar al otro lado de la habitación y veo a Hades dormido boca arriba, está desnudo y la cobija le cubre casi la misma parte que a su amigo, solo que esta deja ver un poco más, y consigo mirar su abdomen hasta el vientre.
Mi teléfono comienza a sonar y me sobresalto, lo tomo del buró que está junto a la cama donde estoy, y me apresuro a silenciarle antes de que el par de chicos se despierte por su culpa.
Veo la pantalla un poco borrosa, pero logro leer el nombre de Uriah.
Mi corazón vuelve a acelerarse y contesto rápidamente
"—¿Hola? — hablo tan natural como puedo, pero mi voz suena ronca y adormilada.
—¿Estabas durmiendo?
—Para nada, desperté hace un rato — miento aclarando mi voz tanto como me es posible.
—¿Puedes vernos ahora? Estoy volviendo.
—¿A-ahora?
—Sí, en... cuarenta minutos más o menos.
—Sí, está bien — acepto comenzando a idear un plan para estar lista en tan poco tiempo.
—¿Te parece si paso a la residencia por ti?
—No he pasado la noche en mi habitación, ¿te parece si nos vemos en otro lugar?
—Por supuesto, dime un punto cercano a donde estés y paso por ti.
—Hmm, creo que el punto más cercano sería Umbra... ¿podríamos vernos fuera de alguna de las entradas?
—Por supuesto, ¿te parece vernos en la puerta tres?
—Claro, ahí nos vemos.
—De acuerdo, llego pronto".
Me pongo de pie rápidamente lo más sigilosa posible, y gracias a la cantidad garrafal que ambos chicos tomaron anoche, logro llegar a la puerta sin que ninguno de mueva.
Atravieso el pasillo rápidamente y voy a buscar la llave cuando recuerdo que no la traigo conmigo.
Toco la puerta como una loca y continúo a pesar de que Rebecka me ha dicho que ya viene.
—¿Qué ocurre? — pregunta adormilada.
—Uriah viene para acá — suelto entrando como tornado y no sé qué hacer primero
—¿Para acá? ¿Como que para acá? ¡Se te olvida que Alana pertenece al colegio Clarack y no a Umbra!
—¡Le he dicho que no dormí allá y si podíamos vernos fuera de aquí porque es el lugar que me queda más cerca de donde estoy! — y mis manos sufren tal ansiedad que avientan la ropa que tengo en las manos y sale desperdigada para todas partes —. ¡Aaah!
—Corre al baño, yo la llevo — ayuda recogiendo la ropa para que yo deje de perder el tiempo.
Corro como lo pide y estoy en a la regadera antes de que la puerta termine de cerrarse.
Me pongo bajo el agua helada y me obligo a quedarme adentro sin importar lo entumecida que comienzo a ponerme.
—Apresúrate — Rebecka me habla y casi brinco fuera para alistarme ya —. Prepararé las demás cosas mientras sales.
Enjuago mi cabello rápidamente y cierro la llave del agua. Intento secarme mientras salgo de la regadera y comienzo a vestirme al mismo tiempo.
Necesito un milagro para estar lista y salir de aquí en veinte minutos.
La falda que me he puesto está tan mal colocada que el dobles está encima de mi trasero y deja todo a la vista.
Salgo sin prestarle atención a eso y corro hacia el armario para ponerme zapatos.
—¡Tienes el cabello mojado! — grita Rebecka al borde de la locura.
—¡Acabo de darme un baño!
—¡No podemos ponerte esto con el cabello mojado! — exclama mostrando la peluca y la red que va debajo de ésta para sostenerme en cabello natural.
—¡Trae la maldita secadora!
Peleo por ponerme las botas sin aflojar las agujetas y escucho que la secadora se acciona.
Veo a Rebecka correr en mi dirección y tras jalar accidentalmente el cable, vuelve a apagarse.
—¡Carajo! — se queja.
—El cable no es tan largo, genio — suelto rodando los ojos.
—Cállate, bestia — me jala de un brazo sin importarle que tenía una pierna levantada para ponerme el calzado, y acabo en el piso tras un golpe seco por parte de mis rodillas.
A Becka no parece importarle, acciona la secadora y comienza a dirigir el aire caliente a mi cabello mientras lo alborota con la otra mano.
Omito el hecho de que acaba de azotarme contra en piso y termino de meter el pie a la bota.
Amarro ambas agujetas y me arrastro por el suelo hacia la caja donde guardo mi maquillaje.
Hago el trabajo tan parecido a como lo hizo Artemis cuando hice esto por primera vez, e intento recordar cada detalle.
Trazo la línea de la ceja, me pongo los lentes de contacto, el piercing falso y comienzo a verme como quiero.
—Recuéstate en la cama — pide Rebecka saliendo disparada a su armario.
No hago preguntas y me recuesto como pide; Becka vuelve y veo que tiene algo en una mano.
—¿Qué haces? — cuestiono.
—Conseguí gena — explica —. Los lunares se verán más reales y no se borrarán por ninguna circunstancia.
Espero quieta a que coloque la gena, y mueve rápidamente un cuaderno sobre mí, en un intento de secar más rápidamente la pasta.
—¿Qué falta?
—Solo la peluca, todo está listo — Rebecka vuelve a tomar la secadora y continúa dirigiéndolo a mi cabello y piel para secar ambas cosas.
Vuelvo a sentarme y Rebecka corre por un cepillo, me peina rápidamente y coloca la red sobre mi cabeza para poder ponerme la peluca.
—¿Qué planeas hacer? — pregunta mientras.
—No tengo idea, pero no puedo solo ver a Uriah en las fiestas. Necesito que las cosas parezcan más íntimas.
—Cuídate, ¿bien?
—De acuerdo.
Becka quita la gena seca de mi piel, y una vez lista voy hacia el baño a lavarme los dientes para irme de una vez.
—Si necesitas algo, llámame — pide nerviosa.
—No te preocupes, estaré bien.
—Lo sé, pero cualquier cosa solo hazlo.
—Lo haré — aseguro y me seco un poco la cara.
Tomo una bolsa, mi cartera, teléfono, me coloco unos lentes oscuros y me pongo una chaqueta con capucha para salir de aquí sin que nadie pueda verme.
Le doy un beso en la mejilla a Becka y salgo disparada.
Para mi fortuna, y como todos los domingos, son muy pocas las personas que están por el pasillo, y ninguna mira siquiera en mi dirección.
Alzo la vista y veo a Eliot entrando al pasillo.
Mi corazón se acelera y rápidamente dirijo la mirada a la bolsa fingiendo que busco algo para evadir cualquier contacto que puede existir entre ambos.
Va a buscarme, de eso no tengo duda.
Pero supongo que Rebecka se podrá inventar algo en cuanto a eso.
Bajo las escaleras rápidamente y comienzo a presionarme mientras pienso que Uriah seguramente ya está fuera.
Una vez que termino de bajar, salgo corriendo fuera del edificio.
Me dirijo hacia la puerta uno sin bajar la velocidad, y solamente espero que el chico aún no haya llegado.
Cuando estoy bastante lejos de la residencia, me quito la capucha de la cabeza y guardo los lentes en la bolsa junto con el resto de mis cosas.
Salgo y camino sobre la acera rápidamente, aunque dejo de correr para verme tranquila y no tan agitada para cuando llegue al punto acordado.
Me acomodo el cabello, intento estabilizar mi respiración y hago mis nervios a un lado.
Para cuando estoy a algunos metros, veo al chico junto a la acera. Está sentado sobre su motocicleta, viene vestido de negro con una chaqueta negra de piel, y un casco colgando del brazo.
Termino de estabilizarme y llego a donde está, poso una mano sobre su espalda y se endereza enseguida.
Guarda el móvil que tenía en las manos y me saluda muy amigable, dándome un beso en la mejilla.
—¿Llevas mucho esperándome? — pregunto.
—No, he llegado hace menos de cinco minutos.
—Lo siento, se me hizo un poco tarde, la amiga con la que me he quedado se ha puesto de bromista y no ha querido dejarme salir de su apartamento.
—No hay problema, has llegado a tiempo — asegura sonriendo —. Toma.
Me da el casco que llevaba en el brazo y toma otro que llevaba entre las piernas.
Lo coloco con cuidado sobre mi cabeza y subo detrás del chico con su ayuda.
Nos ponemos en marcha tras unos segundos y me abrazo a su cintura.
No sé a donde vamos, y de hecho, ni siquiera sé lo que estoy haciendo.
El plan de salir que yo ocasioné, solamente era una forma de saber si era cierto que iba a Manhattan ayer o no.
Ahora estoy con un chico que prácticamente es un desconocido para mí, que conocí en una fiesta solamente para saber quién era el enemigo de los dioses, y con el que solamente he convivido a lo mucho una hora.
Así es, estoy poniéndome en un peligro mortífero y parece que no me doy cuenta o que mi vida vale nada para mí.
(...)
La puerta de la casa está abierta, veo un par de chicos en el jardín y escucho que hay movimiento dentro.
Dejo que Uriah entre primero y le sigo a pocos pasos.
El chico se detiene, otro tipo está frente a él y chocan las manos a modo de saludo, ambos tiran hacia sí y se dan un amistoso golpe de pecho.
—Pensé que no volverías — habla Uriah retrocediendo un poco.
—Yo creí que no seguirías aquí — responde el otro y Uriah se pone a mi lado para no darme la espalda.
El tipo es casi del tamaño de Uriah, aunque su complexión es bastante robusta. Es mulato, su cabello está perfectamente cortado y solo un poco crecido de arriba, tienen aretes brillantes en ambas orejas y grills en los dientes.
—Ya veo que ambos nos hemos sorprendido — comenta Uriah.
—¿Tengo la dicha de ver a tu novia? — pregunta refiriéndose a mí.
—No, ella es mi amiga Alanna — presenta con una sonrisa, y el chico me mira sonriente y agradable.
—Soy Russ — se presenta —. Te veo cara de poder domesticar a mi cachorro — comenta mirando a Uriah muy sonriente.
—Termina de desempacar, Russ — pide éste para terminar el tema y me rodea los hombros para guiarme a otro lado.
Subimos las escaleras y escucho más voces, sin embargo no comprendo bien lo que ocurre.
Llegamos al piso de arriba, en el muro derecho está colgado un tiro al blanco, y mientras lo observo, una navaja se incrusta en el.
Hay tres chicos unos metros retirados, sosteniendo más navajas y riendo de algo mientras juegan con naturalidad.
—Cuidado con eso — ordena Uriah y los chicos detienen sus intenciones por tirar de nuevo.
Atravesamos el vestíbulo y escucho como continúan con su juego cuando estamos fuera de la trayectoria de sus navajas.
Entramos a una habitación, cierra la puerta tras nosotros y pone en su cama una mochila y los cascos que usamos.
El lugar es espacioso, las paredes son de color rojo y veo varios pósteres pegados en algunas partes.
Todo está ordenado y limpio. La cama tendida, los muebles sin basura ni cosas desperdigadas, el piso sin ropa tirada ni zapatos regados, y aunque la decoración es un poco ruda todo luce bien.
—¿Acaso esto es una fraternidad? — pregunto.
—Así es.
—Creí que el colegio Guiliot no tenía residencia.
—No la tiene. En realidad, la tenía, sin embargo desde hace unos años para acá, nuestra mala reputación empeoró un poco, los directivos creyeron que era muy peligroso mantener una residencia, por eso mismo fue cerrada.
—¿Y entonces?
—Dado que las normas escolares especifican que los alumnos tienen derecho a una habitación en la residencia, no podían solo negarse a ello.
—¿De verdad creyeron que una fraternidad era más segura que una residencia dentro del colegio?
—¿Sabes? Creo que lo que ellos pensaron en realidad, es que las conductas ilícitas y peligrosas que los alumnos pudiesen tomar, serían menos peligrosas afuera que dentro de la escuela. Es una forma fácil de lavarse las manos y librarse de cualquier problema.
—Entiendo...
—Siento haberte traído aquí, Barbie, es solo que debía pasar por algo — se disculpa quitándose las playera y yendo a sacar una limpia.
Su cuerpo bien podría ser el más musculoso que he visto en los últimos meses, incluso, es posible que Eliot se quedé atrás a su lado.
Su espalda es muy ancha y su cintura pequeña, el pecho se le ve cuadrado bajo los tatuajes que tiene en la piel.
Del lado izquierdo hay un rostro masculino, y del derecho un pulpo. En el centro y abarcando hasta su cuello, tiene una flor, a ambos lados de su garganta yace un colibrí, en cada clavícula hay un ojo. Como lo había visto antes, desde abajo de la oreja y hasta media mandíbula de ambos lados hay unas pequeñas ramas con hojas, y aunque intento ver que son los tatuajes de sus brazos, no logro identificarlos.
—¿Qué te gustaría hacer? — pregunta cubriéndose de nuevo.
—No tengo idea...
—Conozco un lugar... — dice poniéndose de nuevo la chaqueta —. Es un bar, pero es divertido estar ahí, ¿te gustaría ir? ¿O prefieres hacer algo más?
—Por mí está bien — acepto la idea sin problema alguno.
—Entonces vayamos, seguro te divertirás.
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