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Capítulo 36

Debo admitir que Eliot es mucho más pesado de lo que mi mente pudo imaginar de acuerdo a cifra que tenía en mente.

Pero a pesar de ello me es agradable tenerlo encima.

Aunque en sí, me agrada estar cerca de él.

Hemos pasados los últimos cinco minutos jugueteando el uno con el otro. Besándonos, moviéndonos al ritmo de nuestros deseos, entre caricias y algunos agarres un poco más bruscos cuando nuestra pasión amenaza con salirse de control.

Mientras el chico deja un camino de besos de mi clavícula al cuello, yo me dedico a acariciarle suavemente con los dedos, recorriendo su piel blanca con la punta de ellos. Admirando lo lisa y sin imperfecciones que es. Percatándome de que no lleva ningún tatuaje encima.

Eliot nos cubre con las sabanas de su cama, haciéndonos terminar de entrar en calor luego de llegar aquí congelados por la lluvia, consiguiendo un ambiente más cálido y agradable.

Me quita las manos de encima y se mueve ligeramente, por lo que supongo se ha deshecho de su ropa interior.

Su boca regresa a la mía, pone ambas manos en mi cadera y le toma unos segundos deslizar mis bragas por mis piernas hasta dejarme totalmente desnuda.

Un mínimo destello de nervios me hace cosquillas en el estómago, sin embargo, más que nerviosa me siento con ansias.

Eliot se arrodilla frente a mí, decido enderezarme un poco donde estoy y me recargo sobre ambos codos sin quitar la mirada de la del chico, flexiono las piernas dejándolas cerradas y evitando que mis ojos puedan irse sobre su miembro, porque a pesar de lo que está por ocurrir, me es un poco incómodo verle. Aunque puedo notar que tiene una mano sobre su erección mientras hace movimientos lentos en ella.

Abre mis piernas con delicadeza y pone el dorso entre ambas, y su cara desciende hasta poner los labios sobre mi vientre.

Siento un cosquilleo y mis piernas intentan cerrarse a pesar de que su cuerpo me lo impide.

Me pongo muy tensa por la posición que ha tomado el chico. Continúa besándome el abdomen, dejando un camino de besos hasta mi pecho, donde se detiene, mete el brazo derecho en el espacio que queda entre la cama y mi espalda. Ocupa la otra mano para tocarme la cintura hasta llegar a uno de mis pechos, el cual masajea con cuidado hasta que pasa la lengua sobre el pezón y me hace estremecerme.

Su boca se pega a el, la mano con la que me tocaba vuelve a recorrerse hacia abajo, pero esta vez no se detiene en mi cadera. Va directo entre mis piernas, lo que termina haciéndome emitir un corto sonido.

Me muerdo el labio para callarme y muevo el brazo izquierdo de lugar, rodeo la parte trasera de su cabeza y meto los dedos entre su cabello.

Poso los labios en su frente y me quedo de esta forma mientras intento con todas mis fuerzas mantenerme serena.

Pero cada segundo que pasa se convierte en una tortura.

Dejo escapar el aire de mis pulmones, y vuelvo a quejarme luego de no poder contenerme más.

Eliot se separa de mi pecho y vuelve a moverse. Mis piernas se cierran un poco al ser abandonadas por el cuerpo del chico, pero su mano sigue entre ellas, y vuelve a separarlas cuando se pone a horcajadas frente a mí.

Sus dedos me abandonan y acerca el cuerpo más al mío.

Gimo aliviada una vez que me ha penetrado, mis músculos se llenan de relajación y una calma invade mi cuerpo entero.

Pero ese alivio se desvanece tras unos segundos, abriéndole paso al placer.

Los movimientos de Eliot aún son lentos, posiblemente para permitirme acostumbrarme a las penetraciones y así no provocarme daño alguno.

Las embestidas del chico cobran más velocidad, reprimo las ganas de gemir y vuelvo a morderme el labio, aunque lo hago tan fuerte que no me explico como es que no siento dolor.

Eliot por un contrario, deja escapar un gemido, y tras un segundo, lo repite.

Mi excitación aumenta al escucharle, y termino imitándole cuando no puedo evitarlo más.

Sus embestidas disminuyen, sale de mí y le veo acomodarse de diferente manera, pone una rodilla a cada lado de mis piernas y me da vuelta sobre la cama.

Termino dándole la espalda, siento su pecho recargarse ligeramente sobre ella y pasan pocos segundos cuando vuelve a penetrarme.

Se queda quieto un momento y pasa un brazo debajo de mi pecho, el otro solo lo pone debajo de mis brazos y acaba por abrazarme.

Lo hace de una forma un tanto fuerte, por lo que cuando continúa envistiéndome me cuesta un poco de trabajo respirar fluidamente.

Le boca de Eliot se va sobre mi cuello y una sacudida me da escalofríos.

Cuando se despega nuevamente de mí, siento un ligero frío en la espalda por su abandono.

Pone ambas manos en mi cadera y tira de mí con suavidad, dejándome con ambas rodillas en la cama y la parte superior del cuerpo recostada.

El momento que transcurre hasta que vuelve a entrar en mí me es de completa tensión, gimoteo cuando vuelve a hacerlo y siento un escalofrío bajar por mi espalda.

Las manos del chico permanecen en mi cintura, y con su ayuda las penetraciones consiguen ser más profundas aún.

Mi corazón está completamente acelerado para este punto, y puedo escuchar que la respiración de ambos está acelerada pero sincronizada.

Nuestros gemidos se mantienen en sintonía llenando el silencio de la habitación y escuchándose sobre el sonido de la lluvia.

Algo que me saca de mi mente en blanco y me recuerda que estamos en la residencia de la universidad, con la posibilidad de que alguien más nos escuche.

Infringiendo las reglas.

Pero qué más da, las reglas se crearon para una cosa.

Para romperse.

(...)

Cuando abro los ojos me encuentro abrazada a Eliot, estoy recostada sobre su pecho y aunque está haciendo un frío penetrante, ambos nos mantenemos en calor por nuestra cercanía.

Aun cuando deseo quedarme aquí, debo irme ya, pues he estado fuera de mi habitación desde la tarde de ayer, y llevo el mismo tiempo incomunicada.

Me muevo ligeramente donde estoy y Eliot se despierta al instante.

—Sigue durmiendo — susurro.

—¿Vas a irte?

—Debo hacerlo, seguramente hay al menos una persona buscándome ahora. Pero duerme, creo que es bastante temprano.

Le doy un beso en la frente y termino de levantarme de la cama, tapo al chico nuevamente y busco mis zapatos para irme de una vez.

—Te acompaño — se ofrece tallándose los ojos.

—No, quiero que te quedes aquí — insisto —. No creo perderme de aquí a mi habitación. No es necesario que vayas conmigo.

—¿Estás segura?

—Completamente — afirmo —. Te traeré de vuelta esto en un rato — me refiero a la sudadera que me ha prestado anoche.

—Consérvala — pide mirándome con ojos entrecerrados y sonriéndome tierno.

—Te la devolveré después — decido aceptando quedármela unos días.

—Quédatela, me gustaría creer que piensas en mí cuando la tengas cerca.

Sonrío por su idea y acepto en silencio su oferta.

Recojo mi ropa del suelo y jalo un poco el borde de la chamarra para asegurarme de que me cubre lo suficiente para salir así.

—Nos veremos luego — me despido acercándome de nuevo a la cama y dándole un corto beso en los labios.

—Ve con cuidado.

Sonrío por la petición, pues aunque es un gesto lindo, me parece algo gracioso ya que voy a unos pisos arriba de aquí.

—Claro — respondo por lo bajo y salgo de la habitación en silencio.

Al menos este pasillo está vacío, posiblemente por la hora que debe ser.

Me apuro a llegar a las escaleras y subo rápidamente cuidando que la chaqueta no suba demás por mis piernas.

Para mi mala fortuna, mi pasillo no está vacío también, y aunque no está repleto hay varios chicos.

La parte buena del caso, es que entre las personas presentes, no hay ni la menor señal de alguno de los dioses.

Lo que significa que esta aventura terminará sin incidente alguno.

Abro la puerta rápidamente y me meto enseguida, cierro y recargo la espalda en la madera con los ojos cerrados, respiro tan profundo como dan mis pulmones y me despego de la puerta.

Pongo un brinco y alcanzo a ahogar un grito cuando me doy cuenta de los siete pares de ojos que tengo encima.

Me quedo congelada donde estoy y mi cerebro no logra tomar una decisión sobre qué hacer ahora.

—Buenos días, California — saluda Eros haciendo contacto visual conmigo.

—¿Se puede saber que están haciendo todos ustedes aquí? — reclamo enseguida y miro a Rebecka, aunque la pregunta no iba hacia ella.

—Vine a buscarte anoche y curiosamente no te encontré — responde.

—Te dije que tenía planes.

—¿Eso significa que pasaste la noche con Eliot?

Las preguntas de Eros me parecen más molestas que de costumbre, y solo tengo ganas de gritarle que se largue de aquí con todo su séquito de dioses.

—Pasé la noche en casa de mis padres — miento, pues no me interesa meter en problemas a Eliot.

—Creí que tus padres estaban separados... — menciona cómo si dudase de lo que dice, pero dándole la suficiente obviedad a sus palabras de que es simple ironía.

—¿Disculpa? — la única pregunta que tengo ahora, es como diablos sabe eso. Jamás se lo mencioné ni a él ni a ninguno de sus amigos, y no había manera de saberlo.

—Tus padres están separados, ¿no es así?

—¿Qué tiene que ver el estado civil de mis padres con el lugar donde pasé la noche?

—Bueno, mencionaste que dormiste en casa de tus padres — aclara.

—Así es, dije la casa de mis padres, no con mis padres. Porque aunque bien, es algo que no te incumbe, la casa es de ambos sin importar sus condiciones amorosas.

He contraatacado de la manera más inteligente que mi cerebro logró pensar en un par de segundos, y siendo objetiva ha sido una buena respuesta.

—¿Y tus padres te obligaron a volver sin pantalones?

—Aquí están mis pantalones — respondo arrojándoselos —. Tuve que quitármelos en el camino por un accidente que no te interesa, pero puedes revisarlos si gustas, no es que me importe demasiado.

Mis argumentos están siendo muy buenos y han logrado responder los ataques del chico, aunque ahora mismo sólo hay una cosa con la que podría desenmascarar mi mentira y por más que pienso no logro hallar una respuesta 

—Debo haberme equivocado — reconoce al final y siento un gran alivio al notar que ha dado por terminado el tema y no ha notado la chamarra de Eliot.

—Comúnmente los celos provocan este tipo de errores — doy el último ataque y me encojo de hombros.

—¿Celos? — cuestiona riéndose.

—Celos — confirmo.

—¿Celos de quien?

—Hmm... no lo sé... — comienzo mirando hacia varios lados —. Tal vez de la persona que mencionaste recién llegué, amm... ¿quién era?

—¿Eliot?

—Eliot, claro — acepto chasqueando los dedos.

—¿Crees que le tengo celos a él?

—No lo creo, es solo que a veces es bastante obvio.

—No me hagas reír, California.

—No era mi intención, Eros, sólo quería avisarte de lo obvias que son a veces tus acciones. Seguro puedes trabajar en ello para ocultarlo mejor.

Voy hacia el ropero a sacar algo de ropa limpia para darme una ducha de una vez.

—Creo que mami no ha despertado de muy buena forma a California — se burla Hera en voz baja, pero logro escucharla.

—Cierra la maldita boca o lo haré por ti — amenazo.

—¿Disculpa?

—Ya oíste, no te hagas la desconcertada que no pienso retirar mis palabras.

—Hey, relájate — interviene Hermes un momento antes de que Hera vaya hacia mí.

—Calma, Hera, no caigas en tus propias provocaciones — agrega Hades.

—¿Han venido por algo en particular? ¿O pueden largarse a su Olimpo de una vez? — pregunto cruzándome de brazos.

—Relájate, California, no somos tus enemigos — responde Eros.

—Pues mis amigos no son.

—Podemos solucionar eso.

—¿Ah sí? ¿Qué propones?

—No tenemos que llevarnos mal, podemos ser amigos.

Amigos de esos que se acuchillan por la espalda.

—No me gustan las amistades hipócritas, prefiero las enemistades sinceras.

—¿Y por qué no tener una amistad sincera? — sugiere.

Le miro con seriedad, sin embargo no parece estar mintiendo y sus intenciones parecen ser reales.

Parecen, sólo eso.

—Posiblemente porque eres la persona más hipócrita que conozco.

—¿Hipócrita yo?

—Y aparte de todo victimizado.

—Vamos, California — comienza poniéndose de pie y acercándose a mí —. Sabes perfectamente que a ambas partes les conviene más ser amigos que enemigos.

—¿Por que le convendría eso a alguien?

—Porque de lo contrario habrá un destruido y eso no es conveniente.

—¿Ya comenzaste a dudar de tu victoria?

—No. Pero pienso que Unidos habrá más victorias que en contra.

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