Capítulo 34
Han pasado dos semanas desde que conocí el secreto posiblemente más grande de Olympus.
En este corto tiempo, he tenido nuevos y prometedores avances.
Aunque con ellos, el peligro también se ha vuelto prometedor, y estoy en una terrible amenaza de ser destruida.
Estoy jugando un riesgoso juego en el que todos los participantes tienen un puesto mientras yo tengo tres.
El principal soy yo, siéndolo la valiente estúpida que sigue adelante con sus planes en contra de los dioses.
El secundario también soy yo, pero dando una cara diferente a la real. Intentando engañar al enemigo y hacerle creer que soy inofensiva cuando mis intenciones llevan únicamente a un holocausto.
Y el tercero, pero no menos importante y peligroso, yo siendo Alana. Jugándome la vida por salvar a uno de mis enemigos cuando también quiero destruirle.
En teoría, si no tenía trastorno de múltiple personalidad, ahora me lo he desarrollado sola y con plena consciencia.
Aunque debo admitir que me he vuelto más inteligente, porque eso de ser tres personas diferentes en una sola no es cosa fácil, y un simple detalle puede acabar con todo.
Sigo siendo una "buena amiga" de Eros.
Una "buena amiga" de Ares, y tal vez una conquista también.
Finjo estar en desacuerdo con su enemistad claramente fingida, intento hacerles ver que es estúpido estar peleados mientras les hago creer que de verdad creo que se odian.
Ambos lados estamos planeando mientras nos sonreímos.
Ambos llevamos un cuchillo oculto mientras nos abrazamos amistosamente, solo esperando clavarlo en la espalda del otro sin que se lo espere.
Pero por lo menos yo sé que me quieren acuchillar por la espalda.
Ellos... posiblemente no.
Y mientras juego a ser amiga de Eros. Disfrutando del pequeño romance hipócrita que llevamos, también salgo con Ares, dejando que me demuestre que le gusto, que aunque puede ser cierto no es suficiente para que sea piadoso conmigo después.
Y al mismo tiempo, juego con fuego al salir con Uriah. Que me he dado cuenta, bien vale una quemada.
Con él me siento en ventaja, pues no estamos en pie de guerra, y la que lleva las malas intenciones soy yo.
Y como último, la California real, la que planea pero también lleva la vida normal y real, está metida en un romance verdadero. Con un tipo que no lleva malas intenciones, no está al acecho, y no es un peligro andante.
Eliot se ha convertido en la parte relajada y no hostil de mi vida.
Es de las pocas personas en las que puedo confiar, me siento segura, y puedo asegurar que no hay ninguna parte hipócrita o mala.
Sí, me gusta.
Y por lo que puedo sentir y ver, también le gusto.
Y eso me agrada, pues sé que por lo menos hay algo en mi vida actual que no es un engaño ni requiere de uno.
Unos golpes en la puerta me hacen salir de mi mapa mental y la bitácora del presente.
Me paro de la cama y voy a abrir la puerta, pues Rebecka salió con Gian y aunque me invitaron a salir con ellos, he decidido no ir de mal tercio.
—He traído al niño — informa Eros con una maleta roja colgando del hombro.
Me hago a un lado para que entre y vuelvo a cerrar rápidamente.
El chico abre la maleta luego de ponerla en el piso, y Cerbero sale rápidamente.
—No ha parado de crecer — observo agachándome para recibir al pequeño.
—Así es, y aún le queda un poco más por crecer.
—No sé durante cuánto podamos seguir ocultándolo.
—Seguro que no se dan cuenta.
—Eso espero.
Tal vez no lo mencioné, pero la única cosa sana y honesta entre Eros y yo, es Cerbero.
—No tienes de que preocuparte, en todo caso de que se dieran cuenta, me encargaré — asegura el chico tras mi incertidumbre.
—Sí, veremos.
—¿Tienes algo que hacer hoy?
—Hmm — repaso las cosas que podría hacer este día en busca de una respuesta.
—Planeaba invitarte a una fiesta esta noche — una fiesta esta noche, que precisamente es noche de viernes, días en los que Olympus hace sus fiestas. ¿Me invitará a ver plenamente el secreto?
—Pues... — comienzo, pero la persona que toca la puerta interrumpe mi respuesta.
Doy la vuelta y voy a abrir de nuevo, sin la menor idea de a quién voy a encontrarme.
—Hola — saluda con dulzura en cuanto quedo a la vista.
—Hola, Eliot — correspondo el saludo con clara felicidad.
—Quería proponerte salir al cine esta tarde — me invita y mi respuesta a la anterior invitación queda clara.
Giro un poco la cabeza y alcanzo a ver por el rabillo del ojo que Eros se pone de pie, pues estaba hincado acariciando a Synyster.
—Ah, hola, Eros, no sabía que estabas aquí — saluda Eliot sin la menor preocupación.
—Que tal, Eliot.
—Pasa — le pido al chico, pues me parece una falta de respeto dejarlo afuera.
Vuelvo a cerrar la puerta y comprendo que este es un momento incómodo en el que tengo que aceptar y rechazar dos invitaciones.
—Bueno yo — comienzo mirando a Eros para rechazar la suya, pero mi respuesta nuevamente es interrumpida, pero esta vez por mi teléfono —, un momento — pido sacando el móvil del pantalón, y palidezco al ver el nombre en la pantalla.
Vacilo un momento antes de contestar, pues no sé si colgar, salir, o irme a encerrar al baño.
"—¿Bueno? — respondo rápidamente para no dar a entender que es una llamada incómoda.
—¿Cómo te encuentras
hoy, Barbie? — la
voz de Uriah suena tan áspera y sexy como
siempre, algo que solo consigue ponerme
nerviosa.
—Un tanto ocupada.
—¿Interrumpo algo?
—Para nada, no te aflijas.
—Sé que es un poco repentino, pero, planeaba invitarte a una fiesta esta noche — una fiesta, hoy viernes, me invita el
enemigo de mi enemigo
que también hace
fiestas o va a las fiestas
de nuestro enemigo.
Lo que quiere decir que
prácticamente esta noche
estaría aceptando dos
invitaciones aunque una indirectamente.
—Lo siento — respondo
luego de sisear —. Tengo cosas que hacer ahora,
y mis padres me han
pedido que vaya a
una cena familiar esta
noche. Me es imposible.
—Entiendo, no te
preocupes, tal vez
mañana podamos quedar entonces.
—Me parece una buena idea, es más posible.
—Muy bien, entonces
te llamaré temprano
para confirmar.
—Hecho".
Ambos chicos están mirándome, lo que me hace sentir más tensa.
—Entonces tienes cosas que hacer — suelta Eros tranquilo, pero respondiendo a su pregunta.
—No — niego tranquilamente —. Es solo que me invitó a salir una persona con la que de verdad no me apetece salir. Ya sabes, una pequeña mentira es válida algunas veces.
—Entonces no tienes planes.
—Sí, voy a salir con Eliot — suelto y Eros le mira —. Ya habíamos quedado desde hace un par de días — y eso sí que es una mentira no piadosa que no me importa soltar.
—Así es — acepta Eliot sin desenmascararme.
—De acuerdo, entonces será en otra ocasión — acepta encogiéndose de hombros —. Te apartaré unos días antes, ya me di cuenta que tienes una agenda ocupada y lo mejor será sacar cita.
Intento no reír por la elocuencia, sólo asiento y dejo que tome su maleta nuevamente.
—Nos veremos luego — se despide acercándose a mí más de lo usual, y poniéndome en aprietos. Pone una mano en mi cintura, y acerca el rostro al mío para besarme la mejilla y despedirse, aunque en realidad sus labios me rozan la comisura de los labios y me abochorna. Pone la correa de la maleta en mi hombro y vuelve a separarse —. Algunas de las cosas de Cerbero están en la maleta — informa abriendo la puerta para irse —. Ah, y te he dejado un regalo en la bolsa de afuera.
Frunzo el ceño mientras la puerta vuelve a ser cerrada y me quedo sola con el ganador de la cita de hoy.
Pongo la mochila sobre la cama y miro adentro.
Saco una cobija y juguetes de Cerbero, algunas carnazas, y cuando está vacía jalo el cierre y abro el de la bolsa exterior.
No miro dentro, solo meto la mano.
Lo primero que saco es un chocolate, y los dolores de cabeza de al principio regresan.
Boto el caramelo en la cama y vuelvo a meter la mano para sacar otra cosa del bolso.
Saco el objeto sin fijarme en lo que es, y cuando veo algo verde dentro de una bolsa siento un vuelco en el corazón.
—Imbécil — suelto espontáneamente mientras intento ocultar la marihuana que seguramente ya ha visto Eliot y no consigo esconder de nuevo.
Quiero decirle en la cara lo idiota que es, pero la realidad es que la idiota soy yo por no revisar las cosas antes de simplemente dejarlas a la vista.
—¿Cómo compito con un pretendiente que te regala marihuana? — inquiere Eliot tranquilo pero me da risa su pregunta.
—Eros no es mi pretendiente — niego —. Siento que hayas visto esto, la verdad no esperaba encontrarme algo como esto.
—No te disculpes, no es como si me asustase ver marihuana. Ya la conozco. Aunque si te soy sincero, jamás la he probado.
Una vaga y muy mala idea pasa por mi mente al escuchar esas palabras.
Pero me maldigo en silencio y no digo nada.
—Que bien, eres un niño muy bueno.
Eliot de ríe por mi frase e intento no sentirme idiota por decirlo de esa forma.
—Muy sano — observa también.
—Sí.
—¿Tú lo has hecho?
—Digamos que sí... — confirmo con cierto temor de que Eliot vaya a creer que soy una drogadicta despreciable de la cual deba tomar distancia.
—¿Qué se siente?
—Pues... depende de muchas cosas, pero suele ser una experiencia divertida.
—¿Sabes? He tenido la curiosidad de probarla, pero por algunas razón me he abstenido de hacerlo.
—¿Quieres probarla? — ofrezco algo dudosa de mi oferta y sin pensarlo antes.
—Suena algo tentador... — responde pensativo.
—Piénsalo, supongo que tienes tiempo para decidirlo.
—En realidad mi curiosidad quiere hacerlo, pero mi parte consciente tiene sus reservas. Tal vez me da temor lo que pueda pasar, pero también me intriga.
—Lo entiendo, es un sentimiento muy extraño y contrapunteado.
—Lo es.
—Piénsalo, no hay presión.
—Puede que sí — responde —. ¿Qué es lo peor que puede pasar?
—Que te sientas terrible, creas que vas a morir, por creer eso te sientas peor y estés una hora arrepintiéndote de haber fumado mientras le prometes a dios ser buena persona y no volver a hacerlo.
Eliot suelta una carcajada por mi explicación y acabo riéndome mientras recuerdo las veces en las que yo fui la que pasó por eso.
—Suena mal.
—Sí, eso no pasa si fumas de una manera controlada.
—¿Entonces crees que sobreviva a ello?
Lo observo un momento intentando analizarlo a profundidad.
—Sí, seguramente. Aunque no es como si pudieras morir por fumar hierba.
—¿Estas segura?
—Totalmente, eso es imposible.
—Entonces quiero hacerlo.
—¿Ahora?
—Pues, sí...
—De acuerdo — acepto, pues eso significará quedarse aquí y está bien ya que no tenía ganas de salir —. Vayamos a comprar algo de comer, lo necesitaremos.
(...)
—Me siento una mala influencia haciendo esto — comento con gracia.
—Tengo veintitrés años, ya no estoy en edad de ser influenciado por nadie. Las decisiones que tome son por cuenta propia.
—Bien, esperemos que no me gane el odio de tus padres por esto — tomo un encendedor de la cama y quemo la punta del papel.
Eliot me mira atento mientras lo hago y doy la primer calada.
Lo único que deseo con toda mi alma es que mi madre no se aparezca por aquí ni por error.
Aunque supongo que no, ya que su especialidad es llegar temprano, antes de que comiencen mis clases para así joderme por no haber llegado a dormir.
Le doy el cigarrillo a Eliot y le veo tomarlo con intriga, pues lo analiza bien antes de llevarlo a sus labios.
—Si no te sientes seguro puedes simplemente dejarlo — aclaro para que no se sienta presionado por ningún motivo.
—Estoy bien, no te preocupes — asegura mientras el humo sale de su boca lentamente.
—De acuerdo, si te sientes mal o algo, sólo dímelo, de verdad.
—Lo haré — acepta.
Por muy seguro que esto pueda ser para mí, el hecho de tener presente que es la primera vez de el chico me pone un poco tensa.
Supongo que eso se debe a que le he agarrado cariño y es una persona importante para mí, porque si fuera alguien más seguramente no me interesaría si se quedara medio muerto por unas horas.
Para cuando da la segunda calada, noto que lo hace con más confianza y asimismo, por un tiempo más largo.
Como comenzaba a preverlo, pasan un par de segundos más hasta que su tos se hace presente, y mientras su primer lucha por sobrevivir comienza, me regresa el porro.
Aunque una parte de mí quiere reírse, me limito a fumar en silencio, y me pongo de pie para poner algo de música y hacer más agradable el ambiente.
—¿Cómo te sientes? — pregunto mirando la pantalla de mi teléfono en busca de música.
—Bien — responde volviendo a la normalidad.
—De acuerdo.
—Me siento algo mareado — avisa.
—Bueno, prepárate, que si con el minuto que llevas de haber fumado ya estás mareado, puedo pronosticar cosas más fuertes para dentro de cinco.
—De acuerdo, de todas formas no me siento mal aún así.
Vuelvo a la cama y me siento donde estaba hace un momento.
Mi teléfono vibra, y una vaga idea respecto a mi madre me sobresalta.
Pero no es ella.
Es mucho peor que eso.
El número desconocido del cual tenía semanas sin saber, vuelve a hacer acto de presencia.
—¿Qué pasa si fumamos demasiado? — la pregunta de Eliot me distrae un momento del acosador.
—No lo sé, podrían pasar muchas cosas — respondo distante, pues mi atención quiere centrarse en ambas personas si mismo tiempo y no se decide por ninguna.
—¿Malas?
—No necesariamente, si no salimos de aquí seguro que todo estaría bien y podría resultar divertido — continúo mientras mis dedos intentan torpemente entrar a leer el mensaje.
—¿Y eso nos haría olvidarnos del resto del mundo por unos minutos siquiera?
—Yo más bien diría horas.
—Entonces hagámoslo — decide cuando al fin logro abrir el mensaje, sin embargo la entonación en su voz consigue mi total atención.
No sé qué ocurre, incluso me parece extraño, pero me doy cuenta que algo está pasando con él y es lo suficientemente grave como para tenerlo cabizbajo.
—¿Qué ocurre? — pregunto mirándole a los ojos para conseguir una respuesta y no dejar que me evada.
—No es nada, sólo quiero olvidarme de que soy yo un rato.
—¿Por qué querrías olvidarte de ello?
—¿Puedo contarte algo? — pregunta tomando una postura más seria.
—Por supuesto, puedes contarme cualquier cosa.
Siento que el teléfono me quema las manos por el mensaje que está ahora mismo en la pantalla y no he podido leer, pero honestamente me interesa aún más Eliot que el imbécil que está queriendo jugar conmigo otra vez.
—Hablé con Hera — suelta cuando mis ojos dan un vistazo curioso al móvil.
—Hmm... ¿por qué? — no se me ocurre nada más lógico que preguntar ante la información, mientras mis ojos leen la única frase del mensaje.
"—¿Eliot se ha vuelto parte de la conquista?"
—Fue extraño — continúa el chico —. No la busqué, ni siquiera tenía intenciones de acercarme a ella. Pero al parecer, Hera tenía diferentes intenciones conmigo.
—¿Te hizo algo? — cuestiono, aunque una parte de mí duda totalmente que ella pudiese hacerle algo precisamente a Eliot.
—No, pero, digamos que me saludó, eso me tomó por sorpresa, ella nunca me había saludado, y luego cuestionó si podía preguntarme algo; obviamente dije que sí, no iba a ser grosero solo porque quisiera hacerme una pregunta.
—¿Y qué te preguntó?
—Si recordaba cuando me gustaba.
—¿Y?
—Le dije que sí, no iba a negarlo, después de todo no entendí que tendría eso que ver tantos años después.
—¿Y qué dijo?
—Me preguntó si las cosas seguían igual que antes.
—¿Y?
—Le dije la verdad — dice sin ser nada específico, por lo que me espero un "sí" ahora, y posteriormente, una punzada en el pecho al saber que aún le gusta.
—¿Eso significa que sí?
—No, significa que no, Hera no me gusta, me gustó hace años, cuando aún era un niño, y eso no se ha repetido ni pasará de nuevo.
—¿Entonces? — pregunto ciertamente más tranquila.
—Dijo que eso era bueno. Porque ella jamás estaría con un tipo como yo — esperen, ¿en verdad dijo eso? Puedo decir con toda certeza que es una hija de puta que se merece una eterna vida llena de tortura —. Que ella no podría siquiera tocar a un obeso como yo, y el hecho de que ya no fuese una bola andante no me quitaba lo que era cuando me rechazó. Dijo que aún era ese niño, y lo único que había cambiado eran los cuarenta centímetros que crecí. Ah, y como último agregó que era algo bueno que al fin haya crecido hacia arriba y no a los lados.
Siento que me hierve la sangre y tengo que soltar el móvil antes de hacerlo añicos con la mano.
Deseo con toda mi alma salir de aquí e ir directo a su habitación, tirar la puerta, y luego tirarle diente por diente a la maldita.
Sin embargo, la parte sentimental que aún subsiste dentro de mí, me recuerda que es más importante sacarle esas palabras de la cabeza a Eliot, que sacarle los dientes a Hera. Eso puede esperar para después.
—Escucha...
—Tiene razón — su palabra me provoca una punzada dolorosa en el corazón.
—¡Basta ya, Eliot! — ordeno —. La única vedad aquí es que eres un bruto por tragarte las palabras de una víbora como Hera. ¿De verdad solo le crees y ya? ¿Acaso si te digo que te has vuelto pelirrojo vas a creerme con la misma facilidad?
—No — niega en voz baja y con una cara de regañado que solo me provoca ganas de abrazarlo.
—¿Entonces por qué carajo le crees? Solo necesitas un espejo para desmentir cada una de sus palabras, ¿sabes cuantas chicas de Umbra quisieran tenerte como su novio? ¡Todas! Tal vez tú seas lo suficientemente ciego para notarlo, pero cada día que salgo contigo noto a diez chicas mirándote cada metro que avanzas. Es más, he visto a tipos mirándote con la boca abierta. No puedes decirme en serio que crees que eres gordo porque Hera te lo dijo.
—Pero ella tiene razón, solo mírame — pide señalándose, y cuando lo miro no puedo sentir más que cosquillas en el estómago.
—¿Se supone que debo sentir que se me mojan las piernas? O acaso debía sentir otra cosa.
Logro sacarle una sonrisa al chico, y eso me basta.
—Escucha, Eliot. Eres un tipo demasiado grande, es cierto, pesas demasiado y eres gigante de donde te miren, pero el hecho de que lo seas no quiere decir que seas gordo.
—Lo soy — repite y vuelvo a enojarme, aunque esta vez es directamente con él.
—De pie — ordeno parándome de la cama y obligándolo a pararse —. Anda, muévete — presiono tomando su mano y caminando hasta el armario.
Abro la puerta donde tenemos un espejo y me volteo hacia el chico.
Sin pedirle permiso tomo su playera de las costuras y con un poco de trabajo logro quitársela.
—¿Qué haces? — cuestiona sin poner resistencia.
—Mírate — ordeno poniéndome detrás de él y dándole un ligero empujón para que se acerque más al espejo —. Mírate en ese maldito espejo y dime que Hera tiene razón. Pero no quiero que solo lo digas, quiero que te observes bien, que observes con total atención tu cuerpo, y cuando lo hayas hecho, le des la razón a alguien. A ella, o a mí.
Miro el reflejo del chico mientras hace lo que le he pedido. Comprendo que algunas personas tengan el autoestima por los suelos, pero no me puedo creer que Eliot de verdad piense que es gordo.
—No lo sé — responde al fin.
—¿No lo sabes?
—No...
El plan B se forma instantáneamente en mi cabeza, y cambio de dirección.
Abro la puerta y salgo tirando de la mano del chico.
El pasillo no está a reventar, pero si hay varias personas como lo quería.
—Hey, ven aquí — le llamo a una chica que se cruza en mi mirada, y se acerca sin dudarlo —. Voy a hacerte una pregunta, y quiero que seas totalmente honesta. No quiero que mientas por ninguna circunstancia, ¿bien?
—De acuerdo.
—¿Qué opinas de él?
—Ah... pues... — comienza nerviosa.
—Los tartamudeos indican algo — me dirijo a Eliot.
—Es un chico muy lindo — suelta.
—¿Crees que es gordo?
—No — niega riéndose de mi pregunta —. ¿Tú sí? Porque vaya, si eso piensas, creo que necesitas usar anteojos.
—Que linda, el que necesita los anteojos es él, gracias por responder.
La chica asiente y da la vuelta para volver a sus cosas.
—Creo que el que se sintió afligido fue muy yo del pasado — habla Eliot un poco cabizbajo aún —. Cuando ella me dijo eso, creo que en realidad se lo dijo al niño gordo de antes.
—Eso es lo que quería conseguir, y dejaste que lo lograra.
La expresión del chico cambia, y aunque eso es lo que quería, la tensión que refleja no me agrada.
—Ahí viene — suelta y giro la cabeza.
Hera viene caminando por el pasillo, mágicamente no viene acompañada por ninguno de sus amigos, y mientras se acerca sin mirarnos, mi cabeza se da a la tarea de planear algo bueno en su contra.
Me hago a un lado dejando a Eliot a la vista, y aunque veo que el chico busca desesperadamente que hacer, se queda ahí congelado.
Miro en dirección a Hera, misma que está a escasos metros de nosotros y se frena al poner los ojos sobre Eliot.
—Cuidado con esos ojos, Hera — hablo sacándola de su corto transe —. Puedo ponerme celosa de que mires así a Eliot.
Ambos me miran, sin embargo mi atención está totalmente sobre ella.
—No lo estaba mirando — se defiende rápidamente —. No necesitas celarte, jamás pondría mi atención en cosas como él — niega mirándome con desprecio.
—Tu boca sabe mentir muy bien — destaco —. Pero tus ojos no.
Vuelvo a tomar al chico de la mano y nos conduzco de vuelta a mi habitación. Hera aún me mira, pero cierro la puerta en cuanto estamos dentro.
—No soy lo que ella dice — las palabras de Eliot me traen una tranquilidad absoluta.
—No lo eres, seguramente eres lo que piensa, porque créeme algo, piensa de ti algo completamente diferente a lo que dice.
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