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Capítulo 32

Ambas nos quedamos congeladas en nuestro escondite, las palabras del tipo que sólo conozco por voz, nos dejan heladas.

Eso me sonó a una amenaza de muerte legítima, y no creo estar exagerando cuando lo digo.

Artemis se mueve de donde está, y tras dar una mirada cuidadosa afuera, me hace una seña para salir.

—No puede ser — se queja llevándose las manos a la cabeza con desesperación.

—Calma, Artemis.

—Va a matarlo, California — chilla comprobando mi teoría —, matará a Ares.

Siento un nudo en el estómago al escucharlo, la idea me es aterradora. Por muy malas que sean las cosas entre todos nosotros en realidad, le he agarrado cierto cariño al chico, por lo menos el necesario para temer por su muerte.

—Escucha — llamo su atención.

—¡Lo va a matar!

—¡Basta, Artemis, detente! — alzo la voz para hacerla entrar en razón y calmarla de una vez —. No va a matarlo.

—¿No escuchaste lo que dijo?

—Escuché lo que dijo, lo hice. Pero... — piensa California, piensa algo que hacer —. No voy a permitirlo.

—¿Qué?

—Ya me oíste. No voy a permitir que maten a Ares, voy a evitarlo a como dé lugar.

Art me mira dudosa con los ojos llorosos. Pues veo que el chico en cuestión le preocupa demasiado, creo que hasta más que su propio hermano.

—California... ¿qué estás pensando hacer?

—No lo sé — confieso mirando hacia afuera del lugar —, pero lo sabremos pronto.

Salgo del cobertizo y camino despreocupadamente hacia donde varias personas se arremolinan.

Me acerco a todos sin saber que hacen, y observo las cosas.

Las famosas carreras están a punto de comenzar. Cuatro motos están alineadas a lo ancho de la carretera, y sobre cada una hay un chico.

Tres tienen casco puesto, por lo que no logro ver quienes son, aunque probablemente ni siquiera les conozca.

Pero el único que aún no se pone el casco sí que me es reconocible.

Eros está ahí, tranquilo y observando todo un momento antes de ponerse el casco también.

—Si Uriah gana esto estamos muertos — escucho un comentario cerca de mí, y cuando volteo a buscar quien ha hablado, me topo con Hera a escasos dos metros de distancia.

—Eros lo logrará — asegura Ares de brazos cruzados.

—¿Y si no qué?

—Vamos, Hera, no vas a ponerte a dudar de él justamente ahora.

—Escucha, bestia. Eros lleva meses sin subirse a una motocicleta, Uriah lo hace a diario. Si él gana, estamos perdidos, él imbécil de Eros apostó la maldita moto además del dinero de las apuestas, ¿sabes cuánto es la pérdida de todo eso si no gana?

—Una pérdida grande — acepta —, no más de trece. No es tan significativo.

—No puedo creerlo — musita negando con la cabeza —. ¿Trece mil te parecen poco?

—Dije que no era significativo.

—O sea que es poco.

—No es poco — niega —, pero tampoco es suficiente como para irnos abajo. Sea como sea, si Eros pierde esta carrera me encargaré de recuperar las cosas para el siguiente fin de semana.

—Debiste entrar tú, no confío en Eros ahora. No para esto.

—Sabes que después del accidente no volví a subirme a una — recuerda serio en cuanto al tema.

—Ares, entiendo las cosas, pero eso no fue suficiente para simplemente dejarlo.

—Fue suficiente — confirma con cierta molestia y alza un poco la voz —. Fue suficiente y no volveré a subirme a una jamás.

—Sé que sufriste con ello, pero las cosas que nos gustan también nos traen sufrimiento y hay obstáculos que debemos pasar en ello.

—El día que la regreses de la muerte volveré a subirme a una motocicleta — zanja la platica y da la vuelta para irse.

¿La regreses de la muerte? Eso me suena... extraño, sí, eso es.

Guardo el detalle en mi mente en la sección de secretos por descubrir de Olympus, y sigo atenta a lo que veo.

Una chica se para en medio de la carretera a considerable distancia de la formación, por lo que sé las cosas comenzarán ya.

Tiene algo largo y brillante en la mano derecha, lo alza y al siguiente momento baja la mano iniciando la carrera.

Los cuatro concursantes arrancan al instante y salen como bólidos por el camino.

Por lo que entiendo, están en juego muchas cosas. Si Eros no gana la perdida será demasiado alta. Y aunque no lo vi para nada nervioso ni dudoso de su victoria, sé que él siempre es así y eso no lo exenta ni un poco de la derrota.

Quisiera dar mi opinión acerca del tema, sin embargo no tengo ni idea de los alcances de su contrincante y no me queda más que esperar los resultados.

Pasan unos largos segundos donde realmente todo está en silencio.

Hasta que escucho a lo lejos el motor de las motos.

Miro en dirección a donde se han ido, y veo a la distancia las luces de las mismas, aunque en realidad dos vienen a la cabeza.

Quiero imaginarme que es Eros uno de los que viene enfrente. Eso quiero pensar. Porque de cierta forma, aunque no estoy de su lado, hay algo que me hace desear su victoria.

A cada segundo se acercan más, y puedo sentir la tensión del público cuando están a nada de llegar.

Una de las motos logra sacar ventaja en los últimos metros y atraviesa primero la línea del suelo.

Todos gritan, no sé quien sea, probablemente nadie aquí lo sepa y solo les emociona la victoria sin saber de quién es.

El ganador derrapa luego de unos metros, y regresa lentamente.

Detiene la moto frente a nosotros y se quita el casco.

Siento alivio al ver al dios de ojos verdes. Ganó aunque muchos desconfiábamos de que pudiera lograrlo.

El segundo se detiene un poco más enfrente que él, apaga el motor y se quita el casco.

Supongo que él es Uriah.

Cabello negro, ojos oscuros, piel blanca, tiene una perforación en la nariz y otras en las orejas. Y por lo que alcanzo a ver en la piel que no logra ser cubierta por su chamarra, tiene tatuajes. Le veo líneas oscuras en el cuello y también en las manos. Aunque la luz nocturna no me permite ver en realidad la forma de sus tatuajes.

—Bien jugado, Eros — reconoce mientras el Dios baja de dónde está —. Creo que te subestimé.

—No me sorprende, sólo me extraña que aún me subestimes.

—Tal vez deje de hacerlo pronto — decide y le arroja las llaves de la moto.

Eros las intercepta con facilidad, y se queda mirando que Uriah baje de ella.

El tipo es alto.

Realmente alto.

Sus hombros son anchos y su espalda es gigante. Podría decir con certeza que iguala, o incluso supera al cuerpo de Ares.

—Nos veremos después — se despide —. Tengo una fiesta propia en la cual estar.

—¿Por que no te quedas? — ofrece Eros, aunque sus intenciones claramente son hipócritas —. No has visto cuando gente hay abajo, la verdad es que dudo que hagas falta en tu fiesta. Si es que lograron recaudar gente suficiente para hacerla.

El tipo tensa la mandíbula por el comentario e intenta conservar la expresión amistosa.

—Por supuesto — acepta ampliando la sonrisa en una clara señal de molestia —. Aprovecharé tu invitación, tal vez encuentre alguna chica adecuada por ahí.

Hace una seña y dos tipos se le acercan, le susurra algo a uno y se marcha junto con otro tipo.

Uriah mira una última vez a Eros y camina en dirección a la casa junto con el único chico que se quedó.

—Lo lograste — menciona Hera acercándose a Eros.

—Por supuesto, no dudaste de mí, ¿verdad?

—Nunca — miente.

—Me alegra saberlo.

(...)

—¿Qué estás haciendo? — pregunta Artemis con nervios.

—Te dije que evitaría que le hicieran daño a Ares — recuerdo buscando a alguien con la mirada.

—¿Eso que...?

—Ashton — le llamo a mi primo —, quédate con ella, volveré pronto.

—California, espera, ¿que se supone que vas a hacer?

—Alana — corrijo —. Recuérdalo, mientras tengo esto en la cabeza, soy Alana — señalo la peluca de mi cabeza.

—¿A dónde vas? — pregunta nerviosa.

—A buscar a alguien.

Me adentro en el mundo de gente que está bailando, y voy en dirección a donde creo está quien busco. O por lo menos lo estaba hace unos minutos. 

Luego de avanzar varios metros, mis ojos encuentran a quien buscaba.

Me pongo a idear un plan rápidamente, y una chica ebria tropieza frente a mí.

Logro sostenerla antes de que caiga y la regreso arriba.

Me ha caído del cielo, eso es un hecho.

—Lo siento — se disculpa riéndose de haberse tropezado.

—No hay problema, ¿te encuentras bien?

—Una mujer tiene que hacer maravillas para andar en tacones entre tanta gente ebria.

Río y asiento aceptando la idea.

—¿Puedo pedirte un favor? — inquiero acercándome un poco a ella.

—Por supuesto, querida, ¿que necesitas?

—Ves a ese tipo de ahí — pregunto señalando a Uriah con la barbilla muy discretamente.

—Uy, ¿el gigante de tatuajes? — pregunta para asegurarse de que miramos al mismo tipo.

—Ese mismo — confirmo.

—Bien, ¿qué necesitas? ¿Qué le saque el numero? — pregunta muy decidida a hacerlo.

—No, algo menos personal — niego rápidamente —. Necesito acercarme a él de una forma discreta pero muy directa.

—Oh, entiendo — acepta sonriéndome.

—Bien, necesito que me empujes accidentalmente cuando esté cerca de él.

—Adelante — acepta.

Respiro profundo antes de dar el primer paso a mi plan intempestivo.

Camino aparentemente sin camino, acercándome a él sin ser vista.

Intercambio mirada con la chica y asiente acercándose a mí también.

Cuando voy dando un paso frente a él, la chica finge tropezarse con algo y se va directamente a mí.

Aunque bien podría conservar el equilibrio con la fuerza de su empujón, finjo haber estado distraída y me voy sobre Uriah.

Siento sus manos sostenerme antes de que choque en su contra, y yo miro a ambos lados desconcertados.

—Lo siento — se disculpa ella preocupada —. En verdad lo siento mucho, alguien me ha metido el pie — asegura.

—No pasa nada... — acepto rápidamente y volteo a ver al chico que aún me sostiene —. Perdón, no fue mi intención, no pude mantener el equilibrio...

—Descuida — responde tranquilo —. Pero, ¿estás bien? ¿No te has lastimado?

—Ah, no — niego —. Estoy bien, sólo fue un empujón.

—¿No te sostuve demasiado fuerte?

—No, de verdad estoy bien.

—¿Estás sola?

—Pues... sí — acepto encogiéndome de hombros —. No soy muy de amigos.

—Me gustaría ofrecerte la oportunidad de tener uno — responde sonriéndome y sonrió también —. Si te parece una buena idea.

—Me agrada.

—Soy Uriah — se presenta —. ¿Y cuál es tu nombre, pequeña rubia?

—Soy Alana — me presento.

—Y bien, Alana, ¿dónde estudias?

—En el instituto Clarack.

Su amigo se ríe y desvía la boca mirada.

—Una muñequita — musita pero logro escucharle.

—Sí, aunque yo más bien diría que es Barbie — responde a su amigo.

—¿Eso crees?

—Sí, podrías serlo si así lo quisieras.

—Pues gracias, ¿pero qué tiene que ver eso con mi escuela?

—Por lo menos no eres de Umbra — repone Uriah con una sonrisa.

—¿No te caen bien los chicos de Umbra?

—¿A ti sí?

—Me da igual.

—Son unos creídos de mierda — se queja —. Creen que pagar el instituto con colegiatura más alta les da un lugar más privilegiado en la sociedad. Los chicos del Clarack, por otro lado, son más agradables y no ocupan su colegiatura para pisotear a los demás.

—Es cierto — concuerdo aceptando que esa es la realidad aunque yo esté mintiendo —. ¿Y tú de dónde eres?

—El colegio Guiliot — responde y la luz roja del peligro se prende en mi mente.

—Vaya...

—¿Juzgarás a un libro por su portada?

—¿Por qué lo preguntas?

—Una chica de un buen instituto como tú, jamás tendría una plática con alguien del colegio Guiliot.

—No estoy para juzgar — niego —. No me fijo demasiado en ello.

Claro que me fijo en eso, nadie en su sano juicio se atrevería a mirar en dirección de un estudiante del instituto Guiliot.

Es el peor colegio al cual alguien podría entrar, y no por cuestiones educativas, realmente es por las personas que asisten allí, pues han hecho de su universidad un infierno y ahora parece un lugar de mala muerte.

—Ya sabes, tenemos mala fama — comenta tranquilo.

—Pues, la fama de un colegio normalmente se la han dado personas que ya ni siquiera estudian allí.

—Es cierto, aunque algunas veces los nuevos estudiantes deciden conservarla.

_______________
Sigue leyendo. 🎀

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