Capítulo 29
—No lo sé... — dudo mirando la pista blanca.
—¿Nunca lo has hecho?
—Sí, varias veces, pero... tiene demasiado tiempo de la última vez...
—Vamos, será divertido — insiste sonriéndome con dulzura y no puedo negarme más.
—De acuerdo — acepto sonriéndole y dejando que hagamos lo que quiere.
El chico va hasta el pequeño mostrador y lo espero un poco alejada mientras miro la pista de hielo en la cual estoy a punto de entrar.
Sé patinar, aunque suelo hacerlo en piso, no en hielo, y con patines de doble hilera, por lo que no me siento muy segura de hacer esto.
—Vamos — Eliot vuelve a mi lado con la cartera y dos boletos en las manos.
Camino hacia el lado contrario de donde estamos y Eliot me entrelaza del brazo un momento después.
—Cuando era niño patinaba en hielo — me cuenta —. Mi madre lo hacía, el estado en el que vivía en Rusia era de los más fríos, por lo que es común usar patines de hielo. Yo en cambio... lo hice por primera vez en uno de los viajes que hicimos para allá. Mi madre me enseñó, y cuando regresamos aquí me llevaban cada fin de semana a una de estas pistas.
—Suena muy lindo tener esa cercanía con tu madre; en mi caso no fue así, mi padre entraba conmigo a las pistas mientras ella nos miraba desde afuera.
—A veces las madres son algo complicadas — opina más en un intento de hacerme sentir mejor.
—Mi madre siempre lo es — explico —, no la conoces, y la verdad es que no deseo que la conozcas — confieso muy honesta.
—¿Por que no? ¿Tan mala facha tengo?
—No — niego riéndome de la idea —, no lo digo por ti, en realidad lo digo por ella. No tiene mala facha. No por fuera, al menos. Pero la verdad es que mi madre no es una persona agradable, es todo lo contrario, sumamente conflictiva y no quiero embarrarte con esto.
—¿Qué tan segura estás de eso?
—Completamente.
—No es que no te crea, lo hago, pero a veces los hijos ven a sus padres de una manera diferente a como son en realidad. Es totalmente común, y tal vez sea el caso.
—Para nada, mi madre en verdad es como te lo he dicho. Aunque se me olvidó decir que es tan hipócrita que si la conoces, posiblemente te haga pensar que es la mejor madre del mundo y la maldita soy yo.
—Tampoco creería tal cosa de ti.
Llegamos a la entrada de la pista, Eliot entrega los boletos a la encargada y nos deja pasar.
Bajamos unas escaleras y llegamos a los vestidores.
El chico abre un casillero y mete las cosas que lleva en las bolsas del pantalón.
Le doy mi teléfono para que lo guarde y me siento en la banca larga que hay.
Un chico aparece en el lugar, trae dos pares de patines blancos y nos los entrega antes de volver por donde bajamos.
Me quito los tenis y me pongo los patines con un poco de dificultad, pues no estoy acostumbrada su dureza.
Me quedo sentada mientras Eliot hace lo mismo y me aseguro de haberme anudado bien las agujetas.
El chico se pone de pie y termina más alto de lo que de por sí ya es.
Me tiende una mano y la tomo para pararme, pues el camino a la pista será largo y peligroso con los patines puestos.
Camino lentamente hasta llegar a las escaleras, donde me sostengo del barandal y puedo continuar sin la ayuda del chico.
Dejo que entre primero y así me ayuda a entrar después sin incidentes.
—No te soltaré, ¿bien? — habla tomándome de ambas manos y comienza a moverse de reversa.
—De acuerdo — acepto sintiendo que voy a caerme en cualquier momento.
—Solo ten confianza en ti, no vas a caer.
—Confío en mí, en quien no confío es en los patines.
Eliot ríe y continúa sin soltarme.
—Intenta hacerlo, no te dejaré caer.
Sin mucha seguridad, hago lo que pide, intento recordar como lo hacía con mi padre y muevo los pies en diagonal para comenzar a impulsarme sin que él tenga que ir toda la pista tirando de mí.
—¿Lo ves? Sabes hacerlo — habla sonriendo y moviéndose a la misma velocidad que yo.
—Bien, ya llevo bastantes metros sin llegar al piso, es un gran avance.
Eliot suelta mis manos y mi desconfianza me hace detenerme y quedar lo más rígida posible para no caer.
Le miro alejarse un par de metros, da la vuelta se acerca de nuevo, se detiene detrás de mí y me sostiene de la cintura.
—Vamos, lo haremos más rápido — habla y siento que comienza a moverse.
Me coordino con sus movimientos e intento ir lo mejor posible, sin embargo los nervios me entran cuando tenemos que dar la primera vuelta.
—Dobla un poco la pierna derecha — susurra sin soltarme, pero acercándose un poco más a mi —, estira un poco la otra.
Hago lo que dice y logramos dar la vuelta sin chocar o caer, comienzo a sentirme con más confianza de patinar y mis nervios en cada vuelta se apaciguan hasta desaparecer por completo.
Eliot me suelta poco a poco, hasta que al cabo de cinco minutos, termina por dejarme libre y solo me toma de la mano para darme un poco de confianza.
—¿Lo ves? No es difícil — habla mientras vamos a la par y a una velocidad mayor a como recién empezamos.
—No tanto — acepto.
(...)
Eliot ha insistido en acompañarme hasta mi habitación aunque le he dicho que se quede en su piso.
Cuando comenzamos a subir el último bloque de escaleras que nos queda, escucho perfectamente un alboroto, y por la cercanía sé que es mi piso donde está todo.
Sin mucha curiosidad de ver lo que ocurre, entro al piso solamente porque no puedo llegar a mi habitación de una forma diferente.
Un tumulto está en medio del pasillo, aunque por suerte mi puerta queda librada y podré entrar y dejar el problema afuera.
Por lo que supongo, es una pelea lo que tiene entretenido a todos, pues dejando de lado el círculo que han formado, escucho un claro forcejeo.
—Entretenimiento en vivo — comenta Eliot sin alejarse de mí y mirando todo.
—Así es, este es el piso más divertido en el que podrás estar — respondo con claro sarcasmo, pues incluso me sorprende todo esto.
El piso F es el más vacío, pues está bajo la vista del Olimpo y a nadie le gusta estar debajo de esto. Por lo mismo estoy sorprendida de ver tanto auge en esto.
La parte del círculo de la que tengo visión completa, se abre rápidamente, y los responsables de la riña salen, uno empujando al otro.
Solo me basta ver el cabello rubio y castaño para entender precisamente por qué todos están tan atentos de esto.
Ares se detiene y le da un empujón a Eros, sin embargo éste no retrocede como el rubio lo esperaba, y su puño se va contra él al instante.
Ambos siguen soltándose golpes hasta llegar frente a mí, y aunque debería dejarlos aquí con lo suyo e irme a encerrar. Me quedo mirándolo.
—¿Qué se supone que hacen? — pregunto aprovechando que se han detenido un momento.
Ambos se voltean a mirarme, Ares trae la nariz sangrando y Eros el labio partido.
—Arreglando nuestras diferencias — contesta Eros pasándose el dorso de la mano sobre la boca.
—O tal vez arreglando que eres un maldito idiota — propone Ares con frialdad. Y sin que pueda preverlo, los golpes comienzan.
El rubio saca ventaja del descuido del otro, y acaba arrinconándolo sin dejar de darle puñetazos en el rostro.
Eros logra hacerse a un lado evadiendo el siguiente golpe, y el puño de Ares se estrella con el muro, dejando una clara y abrumadora abolladura que me deja impactada.
Con esa fuerza podría romperle el cráneo a cualquiera.
El castaño logra regresarle un golpe, y justo cuando su contrincante va a dar el siguiente movimiento, le toma de los hombros y le da un cabezazo.
Me preocupo ligeramente, pues es muy probable que alguien tenga la nariz rota en este momento.
Luego del golpe, Ares se toma el rostro, y no logra mantenerse en pie más tiempo.
Sin muchas ganas en realidad, me veo obligada a meterme antes de que el otro termine de matar al chico.
—¡Basta! — intervengo haciendo que Eros se frene luego de dar un sólo paso —. ¿Qué estás haciendo?
—Hazte a un lado, California.
—Si quieres terminar con él, entonces quítame del camino — le reto sin intención de quitarme, pues aunque no tendría por qué defender a Ares, me siento con la necesidad de saber realmente que ocurre.
Eros se queda mirándome, dejando de lado que está golpeado, su mirada es furiosa y me daría miedo de no saber la realidad de esto.
Da la vuelta y se va a su habitación, pasando entre todos y empujando a algunos.
Doy la vuelta y miro a Ares.
Sigue en el piso tiene la cara ensangrentada y me da un poco de lástima.
—Vamos, párate — pido tendiéndole una mano, aunque no creo tener la fuerza suficiente para ayudarlo mucho.
Eliot llega a mi lado y le ayuda al chico a pararse, pues seguramente se da cuenta que podrá más que yo.
El rubio se tambalea una vez que está de pie, le abrazo de la cintura y pongo la fuerza necesaria para estabilizarlo.
—Gracias por todo, Eliot — hablo sin moverme aún —, espero verte mañana.
—¿Necesitas que te ayude? — se ofrece en cuanto a Ares.
—Mi habitación está aquí, no es necesario — niego señalando la puerta —, pero gracias, nos veremos después.
—Claro, cuídate.
Eliot me sonríe y da la vuelta para bajar a su piso, yo sostengo bien a Ares y camino lentamente hacia mi habitación para meter al chico.
—Siento que tengas que hacer esto — se disculpa una vez que hemos dado el primer paso adentro.
—No te disculpes, no es nada — aseguro llevándole hasta mi cama.
Becka entra seguida de Gian, pues dejé la puerta abierta en lo que metía al chico.
—Ares... — le nombra ella con preocupación de su estado —. ¿Como pasó esto?
—Hola, Becka — responde alzando débilmente una mano.
—Esto es impactante... francamente yo... bueno, me he sorprendido demasiado con su pelea, no puedo asimilar aún que tú... bueno, que tu hayas quedado de esta forma...
Y ahí está.
Indirectamente, Becka le ha dado al clavo.
—Supongo que Eros estaba demasiado enojado al iniciar la pelea — propongo guardándome mis pensamientos.
—Vaya... — Rebecka se acerca al chico y le mira —, ¿no quieres ir a la enfermería?
—No, estoy bien — asegura tranquilo aunque no parece que esté muy bien en realidad.
—¿Puedo ayudarte con algo?
—No, en verdad tranquila.
—De acuerdo — acepta retirándose —, Gian y yo tenemos planes, los dejamos solos entonces — Becka se acerca a mí para despedirse —, cuídate, Ares.
—Gracias, ve con cuidado.
Gian alza una mano para decirme adiós, y ambos se marchan cerrando la puerta.
Entro al baño rápidamente, tomo la toalla oscura y mojo una de las puntas para limpiarle la cara al chico.
—¿Te sientes demasiado mal? — pregunto sentándome en la cama a su lado.
—Un poco mareado — contesta tocándose la nariz con cuidado.
—Vaya golpiza — comento mientras limpio la sangre de su rostro.
—Sí, lo fue — acepta.
—¿Ahora por qué? — pregunto —, la verdad no es algo que me sorprenda demasiado, ustedes dos tienen problemas todos los días.
—Así es.
—¿Siempre se han llevado tan mal?
—Pues... no siempre, aunque tampoco nos hemos llevado demasiado bien.
—¿Nunca han intentado hacer las paces? Tal vez algún trato para estar tranquilos y no en pie de guerra. No digo que se hagan los mejores amigos, pero podrían al menos intentar estar tranquilos y no golpearse diario.
—Eso nunca ha pasado ni va a pasar jamás — y ahí está de nuevo.
—Entonces piensan odiarse de por vida.
—Supongo, no podríamos llegar a un acuerdo jamas.
Lo obvio de esto, y que aclaro, me parece sumamente estúpido, es que hayan sido capaces de hacerse mierda la cara solamente por un plan.
Cosa que tampoco me sorprende, pues sé que son capaces de cosas aún peores que esto, sin embargo sí me parece muy estúpido.
Justo ayer escuché como hicieron las paces, acordaron volver a unir sus amistades y reparar las grietas del Olimpo.
Claro que eso no lo saben, y no pueden saber que yo lo sé, por lo que tendré que fingir que me creo sus riñas planeadas aunque muy bien llevadas.
Pero de acuerdo, juguemos.
—California... yo sé que esto es un poco abusivo de mi parte, y si no quieres puedes rechazarme, pero, ¿podría quedarme esta noche contigo? Sé que tengo mi habitación cruzando el pasillo, pero a decir verdad, no quiero ir, para este punto todos deben odiarme.
—¿También Hades? — pregunto disimuladamente.
—Él más que cualquiera.
—¿En verdad? ¿Él por qué? ¿Acaso también peleaste con Hades?
—No, pero... nuestro grupo en realidad tiene inclinación por unos más que otros. Hades quiere más a Eros que a mí.
—¿De verdad?
—Completamente, casi es su mejor amigo, aunque claro ese puesto es de Angus.
—Entiendo... — acepto mientras asiento para que realmente crea que me estoy tragando sus mentiras —, pero claro, puedes quedarte aquí, no hay ningún problema.
—Gracias, tal vez mañana logre conseguir algo si hablo con Hera, ella es bastante comprensiva conmigo.
—Seguramente lograrás algo.
—En verdad gracias.
—No es nada — aseguro posando una mano suavemente sobre su mejilla y sonriéndole con cariño —, sabes que confío completamente en ti.
_______________
Sigue leyendo. 🥸
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro