Capítulo 18
Me despierto luego de haber tenido una pesadilla muy estúpida con Eros de por medio. Continúo con los ojos cerrados mientras me dispongo a estirarme, pero no logro hacerlo y termino por mirar.
El corazón me da un vuelco cuando me veo rodeada por dos brazos desnudos, estoy a punto de empujarle fuera de la cama cuando recuerdo que me quedé a pasar la noche con él, y en cambio aprovecho para mirar los tatuajes que no había visto que llevaba en los brazos.
No son demasiados por lo que alcanzo a ver, en el hombro izquierdo tiene una cinta, en ella está escrito un "Dios de corazones".
En la parte interna del antebrazo izquierdo tiene una flecha que abarca casi todo el espacio disponible del lugar.
Me muevo muy despacio, liberándome de su agarre, aunque también haciendo que se mueva y quede acostado sobre su espalda.
Ambos brazos quedan a mi disposición entonces, en el hombro derecho puedo ver un tatuaje extraño, simula tener la piel rasgada y el brazo de una guitarra queda al descubierto.
En la parte interna de la muñeca lleva seis líneas horizontales que parecen ser una tablatura, una nota musical está encima de éstas sobresaliendo de arriba y abajo, unas manchas de colores rellenan el espacio figurando ser salpicaduras de pintura, y la cicatriz del Rottweiler atraviesa dicho tatuaje.
Más abajo, y de forma horizontal al brazo tiene otra frase, aunque ésta consigue confundirme, pues está mal escrita.
"Eros Are Art".
—¿Llevas mucho despierta? — pregunta sin abrir los ojos, cosa por la que me asusta.
—No — niego quitando la mirada de sus tatuajes.
—¿Te gustan?
—¿Qué cosa?
—Mis tatuajes.
—Ah... pues, están bien hechos por lo menos — me encojo de hombros sin querer enaltecerse en ningún aspecto, mucho menos físico.
—Sí — acepta riéndose —. Lo están.
—Aunque le hallo un error a uno.
—¿A cuál?
—A este — señalo pasando la punta del índice sobre la piel —. Sé que eres excesivamente egocéntrico y narcisista como para denominarte "Arte", pero creo que la palabra correcta era Is, no Are.
—Lo sé — acepta abriendo los ojos y mirándome al fin —. Pero está bien escrito, el tatuaje no es una frase realmente, su significado es diferente.
—Entiendo...
—Bueno, ya es tarde — denota pasándose una mano por la cara —. Vamos, te invito a desayunar.
Cupido se para de la cama, va hacia el armario y veo que comienza a elegir qué ropa ponerse, aunque no le veo demasiada dificultad ya que todo allí es negro.
—¿Qué hora es? — averiguo bajando de la cama.
—Las diez y cuarto — responde mirando un reloj de muñeca antes de ponérselo.
—¿Diez y cuarto?
—No empieces, ya no llegaste a ninguna clase, mejor relájate y ve a cambiarte, tengo hambre.
—Es broma, ¿verdad? ¡Tenía clases hoy!
—Yo también, sólo déjalo estar, de nada sirve enojarse, ya no fuiste y punto.
—Eres un idiota, como a ti te vale un carajo reprobar.
—No me vale un carajo, estoy recursando año, pero que más da, por un día no voy a mandar todo a la mierda. Además, no me digas que eres super responsable, nerd, y jamás has faltado a clases, de verdad no me lo digas, que no voy a creértelo.
Está bien, es un buen punto, ¿de cuando acá me importa faltar a una clase?
—Sí, tienes razón — accedo más despreocupada —. No me interesa demasiado.
—Ya estás aquí — continúa acercándose —. Tómate tu tiempo, no van a expulsarte por faltar, ademas, por lo que sé... no eres becada, ¿no? — observa curioso.
Mierda...
Sí, justo ahí se fue mi plan de pasar desapercibida frente a todos ellos.
—No hablaremos de ello — zanjo dando un paso para atrás, pues Eros está demasiado cerca de mí.
—Vamos, ve a cambiarte — anima poniéndose una playera y tomando una chaqueta de la cama tendida.
—Dame el vestido — pido para ponérmelo antes de salir de aquí.
—Vamos, todos están en clases ahora, no hay nadie en el pasillo.
—No pienso salir así.
—Anda, California, date prisa antes de que todos comiencen a volver.
Ruedo los ojos y camino hacia la puerta, abro lentamente y me asomo discretamente para ver si alguien está vagando por el pasillo, sin embargo no hay nadie.
Me hago a un lado y termino de abrir, salgo con pasos lentos por si alguien se aparece y tengo que correr de vuelta a la habitación.
—Anda ya, date prisa — presiona Eros un momento antes de darme una nalgada.
—Qué te pasa, imbécil — bramo volteando bruscamente a mirarlo mientras tomo la playera de la costura para bajarla.
—Rápido — presiona con una sonrisa idiota en la cara.
Vuelvo a dar la vuelta y continúo caminando a pasos cortos pero rápidos.
—Espera, ¿con qué llaves se supone que voy a entrar? — inquiero llegando afuera de mi habitación.
—Sostén esto — dice dándome el vestido al fin, su chaqueta y mis zapatos.
Eros se agacha, pone una rodilla en el suelo y mira hacia la cerradura, veo algo alargado en su mano que usa para acceder en lugar de una llave.
—¿Tenías una puta ganzúa y lo negaste ayer? — cuestiono molesta por su mentira.
—Hey, no iba a desperdiciar la oportunidad de dormir contigo — contesta desviando la mirada para verme.
—Eres un cabrón mentiroso, ¿por qué hiciste eso?
—Ya te lo dije.
Escucho risas por las escaleras. Deseo que simplemente vayan a subir más pisos o Eros abra la puerta de una vez.
—Joder... — susurro cuando veo la sobra de alguien entrando por el pasillo —. Apúrate, alguien viene.
—En eso estoy.
—Diablos, Eros, son ellos — menciono casi desesperada cuando veo el cabello azul de Hera, que viene jugando con Hades y van zangoloteándose.
Quiero esconderme ahora mismo, esto no puede estar pasándome a mí.
El cabello rubio de Ares aparece en el panorama, siento como palidezco y comienzo a contar los segundos que quedan antes de que me ubique.
Su vista comienza a elevarse del piso, y justo cuando está por mirarme, Eros se levanta, me abraza y nos mete a la habitación.
—Vaya... — suspiro con el corazón acelerado —. Casi nos ven.
—Casi — acepta él.
Pongo los zapatos en el piso y aviento el vestido a mi cama, le entrego la chaqueta al chico y me voy hacia el armario en busca de algo para ponerme.
Me quito su playera y la echo a la cama de Becka, cambio de sostén y me pongo la primera playera que toma mi mano, pues siento la mirada del chico encima.
Tomo unos jeans oscuros, y me decido por ponerme unas botas negras.
—Listo — informo peinándome el cabello con las manos.
—Vámonos.
—Espera... dejé mi teléfono en tu habitación — recuerdo cuando no lo veo en la cama con mi vestido.
—No importa, pasaremos antes por el.
El chico se adelanta a abrirme la puerta, y cuando salimos el pasillo ya está lleno de personas, lo que me dice que salimos de su alcoba justo a tiempo.
Ambos caminamos entre todos los chicos, aunque estos se hacen a un lado en cuanto miran a Eros acercarse.
Saca las llaves poco antes de llegar a la habitación, abre y ambos entramos de nuevo, sin embargo me detengo cuando tengo varias miradas encima.
—¿Dónde estabas, Cupido? Estuvimos esperándote toda la mañana — cuestiona Hera dándole una nalgada a Eros cuando éste pasa frente a ella.
—Aquí — responde sin mucho interés.
—¿Todo bien? No llegaste a clases hoy... — me pregunta Ares en voz baja acercándose a dónde estoy parada.
—Me quedé dormida... — contesto esperando que Eros no vaya a abrir la bocota y diga que me quedé dormida precisamente con él.
—Así es, ambos nos quedamos dormidos — pero por supuesto que no iba a quedarse callado.
El rubio me mira buscando explicaciones, y podría jurar que veo un matiz de decepción en su rostro.
—Vaya... con que te quedaste a dormir con nuestra querida California — comienza Hera mirándome maliciosa.
—Me olvidé las llaves de la habitación y no quería despertar a Rebecka — explico —. Eros dijo que no sabía abrir una puerta sin las llaves.
—¿Eso dijo? — cuestiona Angus —. Por favor, Eros sabe abrir hasta cajas fuertes.
—Así es, me di cuenta hace cinco minutos — acepto mirándolo con mala cara por su mentira.
—Vamos, no me digas que te arrepientes de haber pasado la noche conmigo — pincha parándose frente a mí y acariciando mi mejilla con delicadeza —. En fin, nosotros nos vamos, tenemos un día ocupado y llevaré a Cali a desayunar — agrega antes de que pueda contradecir sus palabras.
—No me digas Cali — reprocho tomando mi teléfono de sus manos y guardándolo.
—Está bien, princesa.
(...)
—En un rato iremos por él y todo estará bien, si quieres puedo tenerlo conmigo desde hoy hasta el próximo lunes que vuelve a tocarte — propone.
—Para nada, deja que se quede en la habitación. Tú nunca estás, creo que tu amigo tampoco y no veo razonable que se quede solo. En todo caso Rebecka siempre está en la habitación y puede hacerse cargo de él mientras yo no esté.
—Está bien — accede Cupido sin dudarlo —. Si así lo quieres acepto, estaré yendo a ver cómo se encuentra.
—Ya qué — no me agrada demasiado la idea de tener metido a Eros ahí todo el rato. Ni siquiera un poco.
Ahora mismo no me agrada tener que estar con él, quiero ir con Rebecka y contarle todo lo que pasó anoche, pero en cambio estoy aquí, en un supermercado de compras con el enemigo.
—¿Sabes algo? — inquiere parándose frente a los refrigeradores de las frutas.
—¿Qué cosa?
—Me agradas — confiesa abriendo un paquete de moras.
—Odiaría tener que decir lo mismo.
—Por supuesto que sí — afirma metiéndose un puño de moras a la boca —. ¿Qué? — cuestiona ante el gesto que hago —. ¿No te parecen mis actos vandálicos de robar moras?
Sí, incluso el simple hecho de comer algunas frutas del supermercado sin pagarlas parece muy vandálico viniendo de él.
—Me da igual — admito riéndome —. Yo también lo hago, aunque un poco más discreta.
—¿Quién necesita discreción? Nadie va a venir a cobrártelas.
—No quiero averiguarlo.
—Abre la boca.
—No.
—Anda, quieres comerlas, lo sé — insiste mientras iniciamos una nueva pelea en pleno pasillo.
Comienzo a reír mientras intento escapar del dios, él esboza una sonrisa mientras tanto, no obstante no me libera y termino por abrir la boca y dejar que me dé moras.
—Podemos cambiarlo — decide mientras caminamos de nuevo.
—¿Cambiar qué cosa?
—Que me odies.
¿Lo odio? Digo, sí me cae demasiado mal, y me molestan muchas de sus actitudes y su forma de ser, pero, ¿realmente le odio?
—No te odio... — confieso luego de sopesar las opciones y mis sentimientos hacia él —. Me caes bastante mal, y sí, muchas veces te aborrezco, pero no es un odio como tal...
—Pues podemos cambiar eso.
—Yo lo dudo.
—Yo no.
—¿Por qué no?
Aquí viene esa especialidad suya de soltar mentiras como las víboras lo hacen con su veneno.
—Tú y yo empezamos con el pie izquierdo, fue una tremenda estupidez por la que nos pelemos e iniciamos nuestra guerra tonta — sí, es cierto —. Te propongo algo.
—¿Qué?
—Empecemos de cero.
—Eso suena como cuando mi ex novio quiso que olvidáramos que me engañó con su mejor amiga.
—Para nada — niega riéndose —. Aunque nosotros olvidaremos que te liaste con Ares.
Me guiña un ojo y yo simplemente no puedo evitar poder los míos en blanco.
—Hey, calma, que tu amigo es muy aparte de ti — esclarezco.
—Ya lo sé, sólo bromeo.
—Que bueno.
—¿Qué dices? ¿Me dejas demostrarte que no soy el que crees?
—No entiendo a qué se debe tu repentino cambio de planes.
—No es un cambio de plan, simplemente deseo llevarme bien contigo. Es todo.
—Todo me suena excesivamente sospechoso — determino.
—Detente con tus sospechas, esto no es un plan, ya no quiero planes ni nada de esas estupideces. De verdad, California, empecemos de cero, sin resentimientos.
Lo observo pensativa por un largo momento, aunque es imposible, sus ojos se ven sinceros, parece que está diciéndome la verdad, y que realmente quiere llevarse bien conmigo y arreglar las cosas.
Pero sólo parece.
En el fondo, yo sé que esto es otro plan, Eros jamás haría algo así. ¿Él? ¿Darse por vencido? ¿Rendirse? ¿Declinar? Jamás en la vida lo haría, aunque no lo conozco demasiado sé perfectamente que no es de esos.
Eros no es el dios del amor. Éste Eros es el dios de la mentira y el engaño.
Y yo no soy una inocente a la que va a engañar.
Yo seré la primera en engañarle y darle una prueba de su propio chocolate.
—Está bien, Eros — acepto muy honesta —. Empecemos de cero — extiendo una mano hacia él y termina estrechándola cerrando nuestro trato —. Confío en ti.
—Y yo en ti.
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