Capítulo 15
Tras poco más de un minuto ambos siguen en pie, se dan un empujón y vuelven a separarse, caminan en círculos sin quitar la mirada del otro y continúan sin lanzarse por un buen rato.
Esta vez el tal Eliot es el primero en atacar, Ares lo recibe con agilidad y acabo perpleja al ver que alza a su contrincante unos centímetros del piso.
Transcurre otro minuto hasta que el rubio logra derribarlo, sin embargo Eliot da un golpe de suerte y hace que el primero caiga también.
—No espero que duren tanto tiempo — comienza el entrenador —. Pero sí que sean buenos contrincantes. Ahora quiero a todos en parejas, a nuevos con los luchadores.
Los chicos a mi alrededor se remueven de lugar, literalmente los que pertenecen a mucha eligen a su víctima, y estos no tienen que hacer más que aceptar.
—Tenemos a una chica — informa el profesor alzando un poco la voz —. Necesito a alguien que no vaya a matarla en su primer día.
—Yo lo haré — se ofrecen al mismo tiempo los dos que acaban de luchar.
—Solo uno — determina el entrenador.
—Será a la próxima — se disculpa Ares con el castaño dándole una palmada en el hombro. Genial, esto no podía ser peor —. Allá hay espacio — señala hacia otro lado con la barbilla y me empuja suavemente con la mano.
Dejo que me guíe hasta llegar al lugar más lejano posible, estamos aislados de las demás parejas y eso me pone un poco nerviosa.
Busco a Becka con la mirada y veo que está con la cara escondida entre las manos, seguramente sabe que estoy técnicamente en problemas.
—Esperaba verte de porrista — comenta Ares parándose con las piernas abiertas.
—Sí... tal vez vaya mañana — admito quitándole importancia.
—Me impresiona muchísimo verte justo aquí, aunque no me sorprende del todo, sé bien que eres bastante ruda.
—Un poco — acepto alejándome tanto como puedo, sin embargo sé que acortará los pasos entre ambos de un un solo movimiento.
—Haré las cosas fáciles — decide acercándoseme con pasos lentos que consiguen alterar mis nervios —. Hazlo.
—¿El qué? — inquiero tragando saliva y noto que ha dejado espacio entre ambos.
—Atácame — enfatiza abriendo ligeramente los brazos para que me lance a él.
Encorvo ligeramente la espalda y me preparo para hacerlo, no pienso resistir arriba por mucho, sin importar cuanto me ayude sé que seré incapaz de lograr algo.
Me lanzo y al instante soy rodeada por los musculosos y varoniles brazos. Intenta meterme el pie en repetidas ocasiones, sin embargo consigo evitar que lo logre por algunos segundos.
Con un poco más de fuerza termino en el piso, Ares permanece sobre mí y no puedo evitar los recuerdos de nuestra noche juntos.
—Bien — dice levantándose y dejándome tendida en el suelo —. Me gusta, lo haces bien, tienes resistencia y bastante fuerza. Sólo debes enfocarte en las piernas sin descuidar los brazos, alguien que te doble el peso jamás caerá sin que ataques sus piernas.
—No me doblas el peso — aseguro.
—Estoy seguro de que a lo mucho me faltan diez kilos para hacerlo.
—¿Acaso crees que peso cuarenta kilos? — inquiero con muchas ganas de reír.
—¿Tú crees que yo peso ochenta? — contradice casi ofendido y con gracia.
Le hago una rápida observación intentando no entrar en detalles.
—No te calculo más que eso — decido cruzándome de brazos.
—Dado que vengo regresando de mis vacaciones y no he hecho nada de ejercicio desde que iniciaron, supongo que peso entre cien y ciento diez.... — calcula pensativo.
Es broma, ¿verdad?
Ares me mira con tal seguridad que me confirma que no lo es.
—Pero no te preocupes — continúa —. Podemos llamar a Eliot, si es que quieres tener encima ciento quince kilos.
En esta ocasión sí confió que dicho chico pese eso, no miento al decir que su espalda es dos veces la mía.
—Me agrada, parece lindo — confieso buscándolo con la mirada, y no me cuesta mucho encontrarlo. Recién tiró a un pobre chico mide la mitad de lo que mido yo.
—Sí, lindo — repite antipático.
—Vamos, dime que me equivoco y estoy loca porque eso me sonara a celos.
—¿Tienes planes para esta noche? — averigua evadiendo por completo mi suposición.
—No.
Esto me suena al inicio de una invitación.
—¿Te gusta la comida mexicana?
—Me gusta cuando estoy en México, aquí es una mierda — admito con toda sinceridad.
—Sí... es cierto, no es tan buena... — acepta pensativo —. ¿Qué tal la comida japonesa?
—Sí, es buena... — supongo encogiéndome de hombros.
—Increíble, deben ser alrededor de las tres, ¿te parece bien si paso por ti a las siete?
La idea de salir con el chico no me es del todo desagradable, pero sé que debo mostrar más desinterés hacia él.
—¿Acaso te dije que aceptaba salir contigo? — inquiero de brazos cruzados.
—No serás como esos tipos que follan y no vuelven a llamar, porque claramente no soy de esos.
—Fue cosa de una borrachera... — intento explicar para que no suene tan cruel como de verdad es.
—Descuida, sólo te estoy invitando a cenar.
—Lo sé, pero no quiero confundir los hechos.
Comienzo a ponerme nerviosa y no quiero que se de cuenta de ello.
—No hay nada confundido, sal conmigo esta noche, si lo volvemos a hacer saldremos de dudas.
—No volveré a hacerlo.
—No dije que lo harías, fue una suposición.
Intenta confundirme, ya decía yo que no podía ser tan bueno como lo hacía parecer.
—¿Todo bien chicos? — el entrenador se acerca a nosotros y acaba salvándome del mal momento que ya comenzaba a tornarse incomodo.
—Por supuesto — contesto enseguida para parecer más segura de lo que me siento.
—No estás haciéndole daño, ¿verdad, Ares?
—Sería incapaz — promete éste.
Ambos volvemos a ponernos en guardia mientras el entrenador nos observa, esta vez él me ataca sin darme tiempo de reacción o una mínima advertencia.
No logra tirarme y lucho con todas mis fuerzas para seguir de pie y poder hacer lo que me dijo en cuanto a tirarlo.
Desafortunadamente logra derribarme sin demora, seguramente la primera vez fue mi prueba gratuita.
—Sería imposible tirar a alguien de tu tamaño — me quejo sin pararme aún.
—Es muy posible — contradice mientras camina en círculos y me mira —. En este lugar en particular el tamaño no importa.
—Lo dices tú.
—Me refería al tamaño del cuerpo en conjunto, no sólo de lo que estás pensando ahora — apunta presuntuoso.
—Que atrevimiento creer que estoy pensándote precisamente a ti.
Tal vez le moleste creer que pienso en un chico que no es él.
—¿No pensabas en mí? — infiere.
—Tal vez, pero quién sabe — me encojo de hombros.
—Ponte de pie, si te crees tan ruda como dices me tirarás.
—Sobre todo porque soy nueva y no sé una mierda de esto.
—Eso no importa, vamos.
Me quedo un momento pensativa, y sin muchas ganas me lanzo a él. Hacer esto suena incluso estúpido, si un tipo más pesado que Ares no pudo vencerlo, ¿qué le hace creer que específicamente yo voy a lograrlo?
Me abrazo a él con mayor fuerza e intento empujar una de sus piernas, sin embargo está plantado al piso y no logro moverlo ni un poco.
Luego de lo que he sentido como dos largos minutos, al fin decide tirarme, esta vez únicamente yo me voy al piso y él me mira pensativo.
—Lo haces mal — determina entonces.
—No me digas, genio — ruedo los ojos.
—Me refiero que estás haciendo las cosas un poco mal, pero llevas idea y tienes fuerza. Ponte de pie, te enseñaré.
Hago un esfuerzo para levantarme de nuevo y le miro en espera de más indicaciones.
—Mira, ven y abrázame como si estuviésemos peleando — le rodeo tal cual me ha dicho, sólo que no aplico fuerza y espero que no lo haga tampoco —. Intenta meterme el pie.
Hago lo que dice, aunque no consigo derribarle o por lo menos hacer que se mueva.
Por lo tanto, fracaso.
Siento como él me golpea la pierna y pierdo el equilibro, sin embargo me tiene bien abraza y no me deja caer.
—¿Ves? No intentes empujar mi pierna de adentro hacia afuera, no funcionará, tiene que ser de afuera para adentro. ¿Entiendes?
—Sí, entiendo — confirmo aunque no lo entiendo demasiado bien de verdad.
—Hazlo.
Ejercemos fuerza ahora, intento que mi cuerpo siga las indicaciones como mi cerebro las entendió, y siento que le hago perder el equilibro momentáneamente.
No logro mi propósito, pero por lo menos he conseguido sacarlo de balance un corto momento.
Luego de algunos segundos consigue su tercer Victoria, me ofrece una mano para levantarme y sonríe con satisfacción.
Aunque ya no quiero ponerme de pie, prefiero aguardar en el suelo, después de todo paso más tiempo aquí.
—Está mejor, si lo haces contra otra chica o alguien menos pesado, vencerás — asegura.
El sonido del silbato hace eco en el lugar, todos dejan de luchar y vamos a reunirnos de vuelta con el entrenador.
—No se desanimen si no han logrado derribar a nuestros luchadores — comienza el hombre, y me lo tomo personal aunque sé que de verdad nos lo dice a todos —. Van empezando, y al inicio es difícil. He visto a varios muy decididos y con ganas, sin embargo ya es su decisión quedarse o no. Por hoy el entrenamiento ha terminado, los que no se crean capaces de quedarse aquí adentro vayan a cambiarse y dejen los uniformes — pide señalando al piso —. Los que se creen lo suficientemente capaces pueden retirarse, el uniforme es suyo.
Veo a gran parte de los nuevos yendo a los vestidores derrotados, únicamente hay dos chicos que caminan en dirección contraria muy seguros de poder y querer seguir adelante.
Tengo la mirada de Ares encima en espera de una decisión por mi parte, y también veo que tanto Eliot como el entrenador hacen lo mismo.
Desvío la mirada del rubio y comienzo a caminar con cansancio.
—¿Cuándo es el siguiente entrenamiento? — consulto al hombre.
—El viernes.
—Nos veremos entonces — confirmo antes de continuar mi camino hacia la salida donde Rebecka ya me está esperando.
—¡Nos vemos a las siete! — grita el rubio cuando ya estoy metros alejada de él.
Solo asiento esperando que perciba el movimiento y sigo de largo.
—Bueno, no lograste tirarlo, pero por lo menos le costó trabajo — anima Becka mientras caminamos por el pasillo.
—Gracias — contesto riéndome —. Ambas sabemos que no le costó nada, pero agradezco mucho tu consuelo.
—Vamos, a mí me hubiera tenido en el piso antes de tocarme — asegura.
—Bueno, supongo que no está tan mal — asiento riendo al imaginar a Rebeca rindiéndose ella misma ante el dios rubio.
No esperaba derrotar a todo el equipo en mi primer día, porque de hecho ni siquiera pensaba que hoy sería mi primer día allí.
—¿Saldrás con él?
—Me invitó a cenar — confieso encogiéndome de hombros.
—¿Y cuál es el plan con él?
—No hay plan, me da igual.
—¿Qué dices? — discute.
—Me estoy tomando más personal las cosas con Eros en realidad — detallo.
Mi mente vuelve a pensar en Fenix y miro a todos lados en su busca.
—¿Por qué? — cuestiona Becka.
—Oíste lo dijo Angus, él es el maldito problema — señalo cerrando los puños con fuerza.
—¿Entonces qué piensas hacer con él?
—No lo sé, me está confundiendo demasiado... — admito cansada.
—Ya empezó con su rutina, ¿qué sigue luego de confundir?
—Confunde, pide disculpas excusándose en que nunca había sentido nada igual a lo que siente por ti, se gana tu confianza, "te da la suya", te enamora y listo. Se desenmascara y te exhibe ante el mundo.
Hasta suena maquiavélico.
—¿Eso significaría que Eros tiene el control y sus amigos solo son una fachadas?
—¿Lo ves?
—¿De verdad? Yo simplemente no puedo creerlo, Eros no puede mover el mundo solo.
—No lo hace solo, él es el que lleva el mayor control de los siete, pero los demás también tienen sus propios movimientos. Hera es directa, ella no requiere de planes cuando tiene un problema personal con alguien, sólo va y hace las cosas, te enfrenta. Pero para ayudar a los demás es diferente, con Eros es un as muy bueno. Frente a la víctima lo contradice, así si la persona que está en mi lugar es tan ágil, pensará que hay problemas en el Olimpo y alguien desafía la autoridad de Eros, eso le expondría y le haría ver más inofensivo de lo que realmente es.
—¿Eso significa que no existen tales grietas?
—Por supuesto que sí, esas grietas existen, pero no entre Eros y Hera, sino entre Ares y Eros. Hay una rivalidad muy fuerte entre ambos.
No sé cómo he hecho para aprenderme de memoria todas estas cosas.
—¿No es eso lo que harían creer? — sugiere la chica —. Igual a como lo hace con Hera. Tal vez es lo que están haciendo contigo... "pelearse" por ti.
—No, esa rivalidad sí existe. El que le ayuda a hacer lo que tú dices es Zeus, y por lo visto él no ha entrado en esto.
—No podría entrar, si Ares es el que ahora pelea con Eros, Zeus sólo le estorbaría a Fenix.
—Exactamente, así que sólo le queda hacerse a un lado y portarse indiferente ante la situación.
—¿Y qué hay de los demás?
Suspiro y pienso con cual comenzar.
—Hermes está más por Hera que por los demás, ella es su mejor amiga. Pero sí que hay algo en él. Su trabajo es tal vez el más difícil y arriesgado.
—Eso suena muy... malo — piensa.
—No lo es tanto, pero él es "el espía", fotografía y graba a las víctimas. Él es el que lleva ese tipo de información a los demás, aparte que a fin de cuentas, cuando todo acabe tendrá un arma guardada, pues te chantajeará con una cosa que haya conseguido, alguna fotografía tuya haciendo algo que nadie más puede saber.
—¿Y los demás?
—Hades juega con tu mente perturbándote... ¿Sabes? Se me figura mucho a Jocker, sólo le hace falta el maquillaje.
—Así es, a Heath Ledger... se parece demasiado, aunque menos lindo y más loco — concuerda más animada de lo que debería tomando en cuenta que hablamos de un psicópata.
Y por un momento me imagino a Hades siendo un siniestro asesino paseando en una patrulla en el circuito de Umbra.
—Pues, es pertubador, y muy... ¿analítico? No lo sé, según Angus solo de verte sabe exactamente lo que estás pensando — continúo —. Lo sé, lo sé, suena a exageración, también lo creo.
—¿Lee mentes?
—Casi. Pero es de los más peligrosos, es el que estudia a la víctima, el que termina accediendo a su mente y dejándole vulnerable ante los demás. Aunque claro, mientras dan el golpe se encarga de manipularte y dejarte indefenso.
—¿Hay alguien peor? — se queja irónica.
—No... pero sigue Angus: él planifica e intenta no meterse personalmente, sólo aporta ideas y se encarga de revelar los cabos sueltos que le quedan al resto. No es más peligroso que Hades, pero al menos no se mete en el problema y mira de lejos.
—¿Y Ares qué hace?
—Ares...
—Sí, Ares.
—Aún no lo sé, me falta descubrirlo.
(...)
—Buenas noches — saluda sonriente en cuando abro la puerta.
Viene vestido con pantalones negros ajustados y una camisa de vestir rosa pálido.
—Buenas noches — respondo el saludo.
—¿Nos vamos?
—Por supuesto — acepto saliendo de la habitación —. ¡Regreso más tarde! — grito para que Becka me escuche.
—¿Y Rebecka?
—En el baño... digamos que Cerbero se metió en problemas — informo.
Al recordar la travesura del cachorro casi río.
—¿Qué hizo? — interroga.
—¿Crees que le pase algo por comer maquillaje?
—Oh no... ¿comió maquillaje? — inquiere angustiado.
—No lo sé, tal vez sólo lo mordisqueó... cuando llegamos parecía el taller de artes nuestra habitación.
—¿De quién era el maquillaje?
Eso me quita las ganas de reír.
—Lamentablemente mío — comunico.
—Debió dolerte la pérdida.
—Un poco, la parte buena es que nada era nuevo.
—Eso me ayudará a conocer tu verdadero rostro — piensa.
—No tienes tanta suerte, iré el fin de semana a comprar más. Mientras usaré lo que quedó, y Becka me regalará del suyo si es que hace falta.
Tampoco es como si hubiese acabado con mi maquillaje en absoluto.
—Seguramente te ves más hermosa — apunta.
—¿Por qué todos los hombres piensan eso? Si las mujeres nos viéramos hermosas sin maquillaje no lo usaríamos — enfatizo.
Aunque es cierto que a algunas afortunadas les queda bien estar al natural.
—Lo usan por moda, seguir un estereotipo y desconfianza hacia sí mismas — brinda su opinión masculina no solicitada.
—No desconfío de mí — abogo.
—Entonces déjame verte sin maquillaje.
—Pero tampoco exagero — inquiero.
Seguimos bajando las escaleras sin prisa y en silencio, únicamente con el ruido de alrededor como fondo.
—Yo tengo una duda — externa de repente.
—¿Ajá?
—¿De verdad piensas seguir en lucha libre?
—Hmm... sí, ¿tiene algo de malo?
—No, no tiene nada de malo. De hecho creo que es maravilloso... es más bien sorprendente, aunque aclaro, de ti no me sorprende ya nada, pero... estoy impactado aún.
Siendo honesta, yo también lo estoy un poco, no estaba dentro de mis planes hacer tal actividad.
—De todas formas no sé si vaya a quedarme de fijo — confieso encogiéndome de hombros —. Por lo que veo son unos cabrones, y por más fuerza que tenga me resultará bastante imposible vencerlos alguna vez.
—Bueno, fue tu primer día, no te enfrasques tanto con eso. Obviamente no podrías tirarme nunca, pero eso no significa que no puedas lograrlo con otro chico — y un destello de ego sobresale del comentario.
—El ego hasta el cielo.
—Soy un dios, mi ego está en el Olimpo — corrige.
—Fabuloso.
Era imposible que no fuera otro egocéntricos como los demás.
—¿Por qué no le dices a Rebecka que entre a lucha contigo? — sugiere.
—¿Estás loco? ¿Quieres que hagan mole a mi amiga?
—¿Te gusta el mole? — pregunta pensativo cambiando drásticamente de tema.
—No demasiado... — niego frunciendo el ceño.
—¿Sabías que es una combinación de muchos ingredientes?
—Sí, supongo, ahora imagínate a Becka con todo el relleno combinado por entrar a lucha conmigo.
—Bueno, suena muy... sangriento.
—Eso mismo.
Y lo sería, no puedo imaginarme a mi amiga formando de parte de un lugar con tanta brutalidad.
—Pienso que sería una buena idea, el viernes podrían ser pareja, así no se lastimarían y mientras tú practicas ella va tomando algo de fuerza — opina.
—No lo sé... Rebecka es de esas chicas inteligentes que valoran su vida...
—¿Así que tú no la valoras?
—Sí, pero a veces me gusta el peligro — confieso.
—Yo diría que más que a veces, amas el peligro.
—Puede ser, no es tan malo como parece, siempre termina siendo divertido.
—Sí, lo es.
Salimos del edifico dejando atrás el ruido de las diferentes pláticas y nos encaminamos por el pavimento mojado.
El aire lleva la ligera brisa hasta mi cara, ni siquiera me di cuenta el momento en que comenzó a llover.
Aunque claro, con el desastre que hizo Cerbero en nuestra habitación casi ni tiempo me dio para alistarme.
El amor tan grande que le tengo a los animales, y en específico a los perros, hizo que no me volviera loca cuando entré a la habitación.
Porque, ¿quién no se infarta cuando ve el piso lleno de labial, sombras, delineador, brochas, y el kit completo de maquillaje regado por el piso?
Ares me rodea con brazo y me conduce hasta el costado de su auto, abre la puerta del copiloto y "ayuda" a subirme, como si viniera de gala y el Mustang fuera carruaje.
En cuanto sube al carro nos ponemos en marcha, la radio comienza a sonar instantáneamente.
El sonido tan retro de la guitarra me hace reconocer la canción al instante. Roxanne (The Police).
—¡Roxanne! — canta Ares y no puedo evitar soltar una carcajada.
Fabuloso, también a este dios le gusta cantar. Y es doblemente fabuloso que aparte de que también lo haga, tenga una buena voz.
Salimos del campus por la entrada más cercana, el tránsito es bastante tranquilo a comparación de los últimos días que Nueva York se había vuelto más loco de lo normal.
No sé a qué lugar nos vaya a llevar, supongo que sigue en pie ir a comer comida japonesa... aunque no sé exactamente a donde vayamos, por aquí cerca no hay demasiados restaurantes japoneses, el más cercano es uno al que iba desde niña, aún recuerdo que es el restaurante favorito de mi padre... o así lo era por lo menos.
Siento algo vibrar en el bolsillo de mi chamarra. Saco el móvil y bajo hasta la primer notificación. Leo de prisa una a una hasta llegar a la última.
"—¿Cómo va tu noche?
Desconocido"
Me quedo pensativa por un momento, el mensaje es de un remitente desconocido, y el teléfono es privado, pues dónde debería estar el número está el nombre de "desconocido".
Desbloqueo el móvil y entro a los mensajes, doy una mirada rápida a todos los que tengo sin leer, pero me apresuro a entrar al ultimo.
Obviamente no hay una fotografía, el número sigue sin aparecer, y no tengo más que su nombre por defecto.
"—Hmm... ¿hola? — contesto.
El mensaje es leído al instante, y pasa un solo segundo para que vea que la otra persona escribe.
—¿Sigue lloviendo afuera? — pregunta.
—¿Llover?
—¿Llueve?
Ya está, si querían confundirme lo han logrado.
—No — niego entonces.
—Supongo que no te
gusta la lluvia.
—¿Por qué no habría de gustarme?
—A las chicas como
tú no les agrada la lluvia.
Ya sabes,
las desenmascara.
—¿Desenmascarar qué cosa?
—Todo. El agua arruina el maquillaje, sus hermosos cabellos planchados, la valiosa ropa fina...
—Estás equivocado. Las chicas como yo compramos maquillajes permanentes, nuestro cabello es lacio de por sí, y la ropa cara no se moja, pues no andamos a pie.
—Me dijeron por ahí que saliste con uno de los
dioses. Dime,
¿a quién le tocó hoy?
¿A Eros, o Ares?
—¿Eros?
—Es con el que sales también, ¿no?
—No. Tú eres Eros — especifico dándome cuenta de la situación.
—¿Si fuera Eros por
qué te estaría
preguntando por él?
—Porque eres un idiota que sólo intenta confundirme — especifico como si no fuera ya bastante obvio.
—¿Para qué? Si fuera
Eros no creo que tuviera sentido preguntarte
con cuál de los dos
amigos estás".
—¿Dónde está Eros? — interrogo a Ares sin soltar el teléfono.
—No lo sé, iba a salir con Angus, ¿por?
—Necesito llamarlo — respondo sin dar más detalles.
—¿Quieres su número?
—Por favor.
—Bien, anótalo — entro rápidamente a las llamadas del móvil y espero a que comience a dictarlo.
"—¿Asustada, California? — llega un nuevo mensaje".
—Dámelo — pido con nervios.
—Cuarenta y siete, dieciséis, cero, cero, veintiuno.
Observo el número antes de marcar, llevo el teléfono a mi oreja y espero impaciente, sin embargo le oigo timbrar y timbrara hasta mandarme al buzón.
—Carajo, no contesta — refunfuño.
—¿Se te ofrece algo?
—Necesito hablar con él y no contesta el móvil.
—Dame un momento — pide sacando el celular del pantalón.
La luz se pone en rojo y Ares aprovecha para marcar el teléfono de su amigo.
"—¿Qué pasa? — contesta otro mientras se ríe. Ares ha puesto el altavoz para que pueda oírle también.
—¿Estás con Cupido?
—Te llaman, Cupido — avisa
y oigo su voz alejarse.
—¿Qué pasa? — responde Eros al instante
—¿Dónde estás?
—En el cine con Angus, ¿puedes creer que el imbécil me compró un Ice de limón? Dice que es daltónico, pero, ¿de verdad confundes el azul con el verde?
—Trágatelo y deja de joder. ¿Por qué no contestas el teléfono?
—¿Estás loco? Soy
alérgico al limón,
¿quieres que muera? No
me contestes — repone al saber que la respuesta seguramente será
un sí —. Le dije a una
rubia que se lo obsequiaba porque ser tan hermosa
debía de dar sed.
¿Puedes creerlo? Fue lo
más estúpido que
he dicho en mi vida,
pero ella se ruborizó aún
así, ¿de verdad las
chicas se creen las
palabras tan fácil?
—Cabrón.
—Da igual, me dio su teléfono,
y curiosamente vamos a
entrar a la misma función. Por lo que vi hace cinco
minutos que compré entradas la sala estará vacía, Angus
tiene un condón y yo
oportunidad de follar.
—Eres el más grande idiota que he conocido en mi vida, hasta que no embaraces a alguien.
—Que te den, el hecho de estar caliente no me hace
ser descuidado, jamás me tiro a alguien sin forro... así como
tú — recuerda.
—Fue una vez, ¿bien?
—No me interesa,
¿hablabas para algo específico?
—Sí, te han llamado al móvil y no has contestado — informa.
—Olvidé mi teléfono en la residencia por las prisas de Angus, ¿pasa algo?
Ares se voltea a mirarme y niego para que no diga nada más.
—No, nada, suerte, nos vemos luego".
—Lo siento, estoy algo paranoica — explico para dejar el tema con él a un lado.
—¿Pasa algo?
—No, todo está bien, olvídalo — aseguro.
Nuevamente tomo mi teléfono y veo más mensajes del mismo remitente desconocido.
En definitiva no es Fenix, los mensajes fueron enviados mientras él hablaba por el móvil.
Ares no es, pues está aquí junto a mí. Angus tampoco porque Eros estaba hablando por su teléfono.
Y aunque quisiera y ganas no me faltan de dudar de los otros, es imposible que hayan conseguido mi número de teléfono.
Luego de leer los mensajes extra me cuestiono el contestar. Debería solo bloquear el número y dejarlo por la paz, pero, ¿quién es? ¿Voy a dejar que simplemente pase?
No, voy a investigar quién es. Voy a descubrir al gracioso sí o sí.
—¿Quién eres? — interrogo, aunque sé que no va a respondérmelo.
—Tu peor pesadilla en Umbra".
_______________
Siguiente actualización, viernes 22 de enero. 💖
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro