Capítulo 10
—No lo sé, a veces quiero oír algo, pero ni siquiera en mis miles de canciones encuentro lo adecuado para el momento — comenta mirando el móvil mientras espera que alguien le seda el paso para volver a entrar al tráfico.
—Suele pasar — confieso mientras le doy una mordida a mi trozo de pizza.
Los autos comienzan a avanzar con fluidez, sin embargo ninguno nos cede el paso.
Eso hasta que un Mustang rojo nos hace una señal con las luces. Becka y Ares se ven bastante divertidos, supongo que han encontrado un buen tema de conversación.
—Toma — Eros me da el móvil al instante sin dar oportunidad a que siquiera lo piense —. Elige lo que gustes.
Vacilo antes de centrarme por completo en la pantalla del iPhone del chico, hay tantas canciones conocidas... Que incluso es nula la cifra de melodías que no conozco.
Estoy tentada a poner algunas, sin embargo decido seguir buscando sin olvidar dónde están situadas las posibles elegidas.
Paro entonces en una, y me quedo pensativa un segundo antes de reproducirla.
Something Got Me Started (Simply Red).
—Seguiremos con Simply Red... — señala mientras mira para atrás para metérsele a los demás autos.
—Dijiste que eligiera lo que quisiera.
—Por supuesto, no es reclamo, es un comentario.
—Me agrada.
—¿Yo?
—Quisieras. La música.
—Ah, sí, es buena. No muy común, como dices tú.
—Me pone de buenas. Perfecta para cuando te tengo cerca.
—Bueno, ya coincidimos en algo — contraataca acelerando a fondo.
Por fin el tránsito avanza y comienza a agilizarse el flujo vehicular. Claramente, Eros va a más de lo que debería, y pasa rebasando carros como si estuviera jugando carreras en un Xbox.
Miro por los espejos y constato que sus amigos vienen haciendo lo mismo que él, pero ya no me sorprende, ahora espero cualquier cosa por parte de ellos.
—¿Ya sabes a qué club te unirás? — pregunta sin desviar la atención del camino.
—¿Club?
—Sí. Suena niñato el nombre, pero no hallo otra forma de llamarle. Pero me refiero algo así como el taller o deporte al que entrarás.
—¿Es obligatorio? — pregunto haciendo una mueca, aunque no me ve.
—Sí, y no. El taller como tal sí, literatura, pintura, etcétera. Pero los deportes como soccer, americano, basquetbol, son a elección.
—Vaya, pues no lo sé, me gustaría probar con algunos...
—Puedes hacerlo, a partir del lunes se abren preinscripciones. Te registras y vas a clases prueba, si no te gusta el taller que elegiste dejas de ir y te inscribes en otro sin problema alguno. En septiembre se abren las inscripciones, se supone que para esas fechas ya deberías de haber elegido taller, una vez que te inscribes no hay vuelta atrás.
Parece bastante interesante.
—Entiendo...
—Y en los deportes es igual, tienes el mes hasta decidirte por uno, aunque no es obligatorio.
—Estoy abierta a sugerencias.
—No sé muy bien tu estilo, no has querido contarme nada de ti.
—El estilo es lo de menos.
—Bueno. Tenemos pintura, creo que es algo así como artes plásticas — explica en tono desinteresado y poco engreído —. Dicen que es bueno, el profesor Robb es el encargado del taller, es buen maestro supongo. Pero no sé bien cuál sea la dinámica de estar ahí adentro, hasta donde sé, nunca hacen nada... bueno, sí hacen muchas cosas, me refiero a que no llevan un plan de estudios como tal.
—Bien...
—En filosofía está el profesor Adams, es buen tipo, enseña bien, tiene mente abierta y es divertido, su plan de estudios es increíble. — por la forma en que se expresa de esa clase, supongo que él está o ha estado allí.
—Vale...
—También hay computación... o algo así, ni siquiera sé cómo se llama, pero tiene que ver con computadoras y todo el rollo. No recuerdo el nombre del maestro, pero de verdad no te recomiendo poner un pie ahí adentro ni por curiosa.
—No te preocupes, no pensaba hacerlo, las computadoras y yo no nos llevamos muy bien.
—¿No sabes usar una?
—Sí, las sé usar, pero no como para entrar a una clase de computación, sólo ocupo cosas elementales y ya.
Cosas como busca minas, algo así de elemental.
—De acuerdo. Otro de los talleres es música, el maestro Alexander está a cargo de el. Es muy divertido, creo que al igual que pintura no tiene un plan de estudios como tal... eso me comprueba que el arte a veces no tiene mucho orden, pero es tremendamente interesante.
—Y no cualquiera sabe hacerlo.
—Exacto... de igual forma te recomiendo que entres a un lugar por gusto, y si no amas de verdad la música o tienes algún talento de ésta no entres a dicho taller.
—De acuerdo...
—Al final nos queda cocina, con el profesor Adrien Jussieu — pronuncia el nombre con un marcado perfecto acento francés —. No hace falta mencionar de dónde viene, es un excelente chef, y si gustas de la cocina, te lo recomiendo al cien por ciento.
No me desagrada cocinar y probar recetas nuevas, sin embargo tampoco me creo tan amante de ello como para entrar en ese taller.
—Sí, supongo que me pasaré por algunos la siguiente semana.
—Y en cuanto a deportes... veo que tienes buen cuerpo, supongo que no eres de esas típicas torpes, con pésima condición física y piernas de fideo — suelto una carcajada al oírlo, he leído eso en varios lugares...
—No lo sé, ¿tú qué opinas?
—Te aseguro que no querrás oír mi opinión.
—¿Y eso por qué?
—Creo que no te va a gustar.
—¿Tan torpe me veo?
—Todo lo contrario — niega con voz un poco más baja.
Encuentro debilidades carnales en nuestro dios griego.
—¿Tú crees? — encuesto bajando la voz también.
Lo estoy provocando y parece empezar a surtir efecto, pues Eros se remueve en el asiento incómodo.
—Sí — acepta luego de carraspear —. No creo que sea tu estilo, pero das el perfil de soccer.
Muy bien, tal vez esta no es la forma correcta de conquistar a Eros, supongo que tengo que ser mas indirecta y sutil para que funcione.
—No lo sé, no soy muy de eso — contesto mientras saco otro pedazo de pizza de la caja.
—Bueno, si eres de deportes de contacto y te animas, puedes jugar rugby. Si prefieres las cosas menos violentas, basquetbol es el indicado. La liguilla de Umbra es la mejor de todo New York. También hay natación, aunque no te recomiendo entrar a la alberca en esta temporada. En el caso de que prefieras un arte marcial, tenemos Karate, lucha libre y Kick boxing. Y claro, si eres de las niñas frágiles a las que se les arruina la manicura, también hay equipo de porristas.
—Vaya, son demasiadas cosas...
—Sí, pero bueno, un mes es suficiente. Prueba con las que más llamen tu atención, y de todas formas los horarios están alternados, así que puedes hacer varias actividades sin preocuparte por eso.
—¿No es demasiado?
—No realmente. Los horarios no son demasiado largos, las clases terminan temprano y tienes suficientes horas como para practicar tres o cuatro cosas al día.
Pensándolo bien, parece que Umbra no fue una idea tan mala como instituto.
—Sí, se oye bien.
—Claro, eso si no eres de los becados que tienen que ponerse a buscar un trabajo para pagarse sus tres comidas diarias — inquiere altanero y burlón.
—Tus comentarios estúpidos no vienen al caso.
—Sólo es joda, no te lo tomes personal, no te estoy echando tierra a ti.
—Mal harías —zanjo la platica.
(...)
Estoy parada junto a Eros sin decir palabra, estamos los siete esperando a que Angus y Hades se aparezcan por aquí.
La fila para entrar a Tandem es gigante, hay más de cincuenta personas formadas esperando que los cadeneros les permitan la entrada. Sin embargo ellos están muy tranquilos platicando y sin la menor intención de permitir una sola admisión.
Gran parte de las chicas vienen vestidas mayormente por vestidos tan entallados que parecen estar a punto de reventar, son exageradamente cortos, tanto que decir que les llegan al borde del trasero es demasiado largo.
Y en realidad es algo muy desproporcionado, porque no se conforman con lo cortos que son, sino que también tienen escotes que casi les llegan al ombligo.
Y para rematar, los tacones que llevan puestos no los usa ni Lady Gaga.
En serio por más que los analizo, no logro obtener ninguna respuesta de cómo pueden caminar y mantenerse en pie durante tanto tiempo.
—Agh — oigo quejarse a Hera mientras mira a mi espalda —. Tienen que parar con el sábado de todo. Estoy harta de ver a tanta corriente junta.
Es cierto, desde que iniciaron con la "promoción" o como quiera que se llame lo que hacen los sábados, la cosa se ha puesto del asco.
—Los pobres también tienen derecho a divertiste — comenta Zeus en respuesta a la chica.
—¿Justo aquí? ¿En el único bar que casi es VIP en su totalidad? No, Zeus, no es justo.
—Como si los dejaran pasar — balbucea Eros mientras mira hacia el cielo.
—¿Crees que no? — brama Hera —. ¡Claro que los dejan pasar! No a todos, pero a algunos sí.
—Que te dé igual — inquiere Ares suspirando —. De todas formas nunca tratas con ellos.
—¿Crees que es divertido que un tipo te mire con ojos de depravado y sin la menor discreción?
—Nena, los ricos también miran así a las chicas — contesta cruzándose de brazos.
—Pero es diferente — se excusa ella.
Quiero reírme de aquello, pero es que es cierto, es diferente de verdad, no puedo negarlo.
—¿Perdiste tu mapa, Dora? — pregunta entonces Eros con mofa.
Frunzo el ceño ante sus palabras, ¿se está volviendo loco?
—¿Todo bien con tu soliloquio? — cuestiono burlándome.
—Le dije a tu amiga.
—¿A mí por qué? — se queja Becka viéndolo raro.
—Vienes a un bar, no de excursión para traer tu mochila.
—Y a ti qué te importa — salto al instante.
Sé que es raro, pero voy a salir a la defensa de la chica ya que lleva la mochila por hacerme un favor a mí.
—Me preocupo por la reputación de tu amiga — contesta.
—Ajá.
—Estoy harta de esperar — admite Hera enderezándose de donde estaba —. Vamos ya, somos cinco, tal vez logremos tapar a este par para que nos dejen pasar — claramente se refiere a Becka y a mí.
Y es que no nos dejarían pasar con jeans, tenis y sudaderas.
Pero bueno, sé que lo harán.
Los ocho caminamos hacia la entrada saltándonos la interminable fila, algunos se ponen frente a nosotras y otros a un lado, pero dudo que nos cubran de verdad.
Uno de los cadeneros analiza a todos, y cuando posa la mirada en mí sonríe y veo su intención de saludarme.
Abro los ojos por completo y niego ligeramente con la cabeza, él capta mi señal en seguida y nos cede el paso sin más.
No quiero que estos tipos se enteren que todos aquí adentro me conocen.
Nos apresuramos una vez que pasamos de los cadeneros, la música ya comienza a ensordecerme y la siento retumbar en mi interior.
Por instinto engancho a Becka del brazo y la afianzo bien a mí. Sé que jamás ha entrado a un lugar como este, y no quiero que se pierda en los primeros diez segundos.
Para mi sorpresa, Hera se detiene hasta quedar junto a mí, y una vez que estamos a la misma altura me engancha del brazo también. Me volteo a mirarla con el ceño fruncido y ella simplemente me sonríe nerviosa.
—No sabes lo que estos rufianes te hacen mientras vas pasando — explica mientras mira el lugar.
—Sí, ya me imagino — acepto fingiendo como si no supiera de verdad.
Los cuatro chicos están frente a nosotras sirviendo de muralla para que nadie pueda acercársenos.
Y sí que se los agradezco, las cosas a veces se ponen muy pesadas en este corto tramo a la segunda entrada.
—Eros Fenix — oigo que nombra el cadenero de dicha entrada —. Que sorpresa.
—No vamos a tener otro problema, ¿o sí? — supone éste cruzándose de brazos.
—No lo sé, Eros, la zona VIP está un poco llena esta noche...
—No hagas las cosas más difíciles Erick — presiona con mucha tensión.
—Lo siento... pero oye, están dando tragos gratis aquí afuera — comenta refiriéndose a la parte general del bar.
—Estás loco si crees que voy a quedarme aquí — se queja Hera.
—Lo siento, princesa, no hay de otra.
El chico acaba de sacar boleto, nunca nadie me ha negado la entrada a un bar, y este día no será el primero.
Mucho menos en este bar.
Me suelto de ambas chicas, me volteo a verlas para entrelazarlas del brazo y me paso entre Eros y Ares.
Me planto frente al chico que no nos deja pasar, lo quedo mirando seria esperando que me reconozca de verdad.
—¿Me vas a dejar pasar, o quieres que llame tu jefe? — pregunto en voz baja pero claramente amenazante.
—¿Disculpa, pequeña?
—Ve y dile pequeña a tu cartera. Vas a dejar que pasemos o quieres que llame a algunos de los Kendrick para que vengan a abrirme la cadena personalmente.
El chico suelta una carcajada burlándose abiertamente de mí.
De verdad, este tipo no conserva su trabajo ni a golpes.
—No sé de qué hablas, niña.
—Te hablo de que el dueño de este lugar es Blake Kendrick, Ashton Kendrick es su hijo mayor y responsable del bar, y si no me dejas pasar voy a llamar a cualquiera de los dos para que vengan a levantar esa cadenita que al parecer te pesa demasiado.
—No eres la primera pobretona que intenta amenazarme de esa forma, mejor vete antes de que llame a seguridad para que te saquen de aquí.
—Sería una pena que lo hicieras, porque terminarían sacándote a ti.
—Lárgate, niña — me quedo mirándole con un odio palpable, quiero reventarle un puñetazo para noquearlo y pasar sin que pueda impedirlo, pero eso sería demasiado fácil.
Doy la vuelta para comenzar a caminar hacia la barra, y oigo que el muy borde comienza a reírse.
—Eso, ¡ve por tu trago gratis! — me grita.
Me recargo en la barra y busco con la mirada al barman que está del otro lado de ésta.
—Bonitos jeans — comenta un tipo junto a mí mientras me mira el culo.
—¡Sigue mirándome y te rompo una botella en la cabeza! — le grito en la cara, estoy que echo lumbre y solo busco quien me la pague.
—¿California? — el barman aparece con una botella de whisky en las manos.
—Dime dónde está Ashton — pido intentando mantener la calma.
—Está arriba — responde señalando detrás de mí. Me volteo a mirar y hago una mueca al ver el lugar, está en la alcoba roja.
Doy la vuelta y me encamino hacia allá, no sin antes voltear a mirar la entrada al VIP donde los seis chicos están mirándome con el ceño fruncido. Yo me centro en Erick y le muestro el dedo antes de adentrarme en el tumulto.
Afortunadamente no he tenido accidentes mientras camino entre las personas, sin embargo me dan ganas de vomitara cuando una revoltura de olores se filtra en mi nariz. Perfume barato, sudor, alcohol y quien sabe que más.
Me apuro para salir de aquí cuanto antes, no quiero vomitar sobre esta gente y empeorar todavía más el olor.
Las escaleras son flotantes y tienen luces neón en la orilla, serían increíbles a mi vista si no las hubiera visto ya un millón de veces y no estuviera echando humo.
Subo de prisa e intentando no mirar hacia donde supongo todos me están viendo, los guardias me analizan cuando estoy a unos metros de llegar frente a ellos, sin embargo no me hacen caras ni nada parecido.
—Pase — dicen al unísono mientras me ceden el paso.
Entro entre las cortinas rojas y me quedo parada mientras miro todo e intento ubicar a mi primo. El lugar es grande y algo sombrío, la luz negra que ilumina todo le da un efecto amoratado a la habitación, y hace resaltar los colores neón de la decoración.
—¡Ashton! — grito por encima de la música que no está tan fuerte como abajo.
—¿Qué? — pregunta junto a mí, haciendo que de un salto.
—Ven, estoy más cabreada que nunca y vas a despedir a alguien hoy.
Oigo como suelta un chiflido que me atraviesa los tímpanos.
—¡Vuelvo en cinco minutos! — le grita a alguien y sale junto a mí —. ¿Quién fue?
—¿Puedes creer que no nos dejan entrar a la zona VIP?
—¿Nos?
—Vine con ellos — admito no muy contenta.
—¿De ser enemigos ya soy son los mejores amigos?
—No, es parte del plan.
—Ya tienes un plan — observa realmente sorprendido.
—Más o menos.
Nuevamente pasamos entre toda la gente, intento no respirar en nuestro trayecto, pero me es imposible, hace demasiado calor y todos me están empujando, algunos me aprisionan por unos segundos que me parecen eternos.
Ashton se da cuenta de mi terrible situación, me toma de un brazo y tira de mí sacándome del mar de personas justo a tiempo para evitar que me de un ataque ahí adentro.
Nos dirigimos al lugar que está a pocos metros, yo voy casi hiperventilándome mientras intento volver a nivelarme en todos los sentidos posibles.
—¿Qué crees que haces ? — le ladra a Erick parándose a unos metros de donde sigue plantado en cuanto nos acercamos lo suficiente.
—Yo... — comienza éste sin saber qué contestar.
—No me jodas, tú nada más estás aquí para que ninguno de esos idiotas entre — regaña refiriéndose a los de esta parte del lugar —. No para ponerle peros a ellos. Mucho menos a ella, ¿qué no sabes quién es? Es una de los Kendrick, ella paga tu maldito sueldo, ¿y tú vienes a decirle que no puede pasar? Todos ellos tiene pase directo — señala a mis acompañantes y a mí —. Cuando quieran, y si te piden que les lamas los zapatos, lo haces. Una queja más y te largas de aquí.
—S-sí... lo siento... — el chico por fin retira la cadena y deja pasar a todos sin un gramo de superioridad como lo demostraba hace unos minutos.
—Si necesitas algo más sabes donde estoy — avisa mi primo a forma de despedida.
—Gracias — acepto sonriéndole y nos separamos.
Camino hacia la entrada, Eros me está esperando pasando la cadena, cosa que se me hace algo extraña.
—¿Contento? Pobretón — hablo parándome junto a Erick —. Ah, no, lo siento su majestad, dueño del bar y todas sus cosas.
Eros esboza una sonrisa entonces, odio hablar así, pero, ¿qué se cree el tipo? Camino junto a él para entrar y olvidarme del mal momento. Estoy a punto de reclamarle cuando siento que me rodea la cintura con un brazo, sin embargo me contengo y sigo como si nada.
Luego del corto pasillo nuevamente se abre el lugar, aquí adentro hay mucho menos personas, la iluminación es muy clara ytodas las luces están prendidas, seguramente porque aún es temprano y los chicos están muy tranquilos y con poco alcohol encima.
—Yo no tomo... — oigo decir a Becka.
—Por favor, ya estás grandecita — se queja Hera mientras acomoda vasos delgados y pequeños en la barra —. Que esta sea la primera vez.
—No lo sé... — claramente está insegura de querer tomar, y me gustaría apoyarla, pero con la edad que tiene es justo y necesario que se desenvuelva de una vez.
—Hey, tomen uno — ofrece Hera cuando nos ve llegar, ella toma uno y me pasa el otro.
—¿Qué es? — pregunto mirando el líquido transparente del cristal.
—Tequila.
—No tomo tequila — admito con la intención de regresarlo a la barra.
—Hey, no te vas a poner de exigente, ¿no? Es sólo para empezar.
Miro el trago que aún sostengo en la mano, supongo que puedo hacer el sacrificio, después de todo es cierto, es sólo para empezar.
—Ya va, está bien — acepto.
—Anda, Becka — insiste —, aunque sea sólo tómate esto en la noche. Por uno no te vas a poner ebria.
—No pasa nada — le aseguro cuando se voltea a mirarme —. De verdad, sólo tómalo y si no quieres beber en el resto de la noche estará bien.
—Bueno — acepta no tan convencida y recibe el trago.
Hacemos un círculo, Becka queda frente a mí, y puedo ver su expresión de confusión al estar tan junta a ellos.
—Bien, pues a disfrutar la noche — anima Hera mirando uno a uno.
Todos están sonriendo, y yo termino copiando el gesto, después de todo no parece estar tan mal esto.
Chocamos los vasos y los tomamos de un solo trago. Los siete terminamos haciendo muecas, pero Becka tiene los ojos cerrados con fuerza mientras niega con la cabeza.
—¿Nunca antes habías tomado? — le pregunta Ares con cierta diversión.
—No...
—Bueno, el primero siempre es el más fuerte.
Rebecka vuelve a abrir los ojos y se acerca a mí, me toma del brazo y se queda esperando que haga algo.
Sin decir nada doy la vuelta y nos conduzco hacia el baño.
—¿Cómo te sientes? — consulto con la esperanza de que no esté mareada ni nada por el estilo.
—Bien, algo nerviosa...
—Sí, lo entiendo, sólo relájate, creo que estamos haciendo buenas migas.
—¿Qué dices? No estarás pensando ahora hacerte su amiga, ¿verdad?
—Sí y no. Sólo recuerda el plan, nos conviene más llevarnos bien con ellos, que crean que nos caen bien y no estar en pie de guerra.
—Ah, bueno... supongo que sí, es mejor.
Empujo la puerta del baño y la sostengo para que entre primero, la luz es tenue pero de un intenso color rojo. Es bastante bonita, sólo que se necesitan un par de minutos para acostumbrarse al cambio de iluminación.
—No sé si esté bien — habla mientras pone la mochila sobre el lavamanos —. Seguí las instrucciones de tu mensaje, espero haber elegido el correcto.
Becka saca un vestido de la mochila, por el mismo tono de luz no logro distinguir el color de la prenda, sin embargo lo reconozco.
—Sí, es este — confirmo mirándolo —. ¿Los zapatos?
—Aquí están — repone sacándolos de la mochila y poniéndolos junto a ella.
—Bien, voy a cambiarme, haz lo mismo.
Tomo los tacones del lavabo y me meto a uno de los cubículos, cuelgo el vestido de la puerta y comienzo a quitarme la ropa de prisa.
—No estoy segura de esto — habla desde el cubículo de a lado.
—¿Por?
—No lo sé, me siento rara poniéndome un vestido.
—Sólo piensa que todos te verían raro si te quedaras con jeans puestos.
Me pongo el vestido y comienzo a jalarlo hacia abajo cuando se atora en mi cadera.
Es un poco corto, no tanto como los de las chicas de afuera, pero sí me llega a medio muslo más o menos.
Me quito los tenis y me apresuro a meter los pies en los tacones y abrochar las correas alrededor de mis tobillos.
—¿Tienes la mochila? — le pregunto en cuanto termino de doblar mi ropa.
—Aquí está, toma — me pasa el bolso por debajo del muro, o lo que sea que divide los baños.
Sus tenis ya están dentro, así que acomodo los míos junto a ellos en el fondo de la mochila antes de echar mi ropa.
En cuanto salgamos de aquí voy a dejarle encargada la bolsa al barman. No pienso irla cargando toda la noche, y tampoco voy a dejar a Becka a cargo de ella.
Le regreso el bolso de la misma forma y salgo del baño. Me observo en el espejo y comienzo a arreglarme mejor el vestido, peino un poco mi cabello con los dedos y me quedo esperando a que Rebecka salga.
—Dime que no me veo tan mal como creo — comienza mientras abre la puerta del cubículo.
—Vaya... ¿por qué usas ropa tan holgada? Tienes un cuerpo precioso.
Casi no la reconozco. Trae puesto un vestido que creo que es verde, ceñido hasta la cadera y suelto lo que resta para abajo. Es más largo que el que traigo puesto, pero cuando mucho le llega arriba de la rodilla; y el escote pronunciado deja ver sus atributos.
—Pero que digo de ti, vas a tener a todo el lugar mirándote.
—Y no sólo yo.
—¿Quieres? — pregunta enseñándome un lápiz labial
—¿Qué color es?
—Rojo.
—Bien, regálame un poco — acepto tomando el pinta labios de su mano.
—Vas levantar pasiones, eh.
—No — niego mientras relleno de color la piel de mis labios —. Sólo una.
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