7
La vida estaba avanzando lentamente, como una calca del mismo día una y otra vez. No había emoción ni felicidad. Sólo un interminable lienzo monocromático de monotonía que estaba estrangulando en cada respiración a Langa.
Veía a Reki asistir a la escuela, su sonrisa tan brillante como el sol fue regresando muy lentamente, y mientras eso sucedía sus peores temores también se iban materializando, porque sin aquella pinta de delincuente como solían llamar al estilo del pelirrojo, muchas personas comenzaron a notar lo maravilloso que era, la bondad y gentileza de su corazón, la abrazadora calidez que podía brindar.
Los hombres pululaban a su alrededor preguntando por sus actividades después de la escuela, incluso invitándolo a ser partícipe de clubs de los que Langa no había ni escuchado hablar. Artes plásticas, mecánica, electrónica, de programación, carpintería. Hubo propuesta incluso del consejo estudiantil, porque su carisma lo hacía el indicado para sobrellevar quejas y dar respuestas diplomáticas.
Reki había estado feliz de ayudar a todo aquel que se le acercara, y por un lado Langa estaba feliz, más que eso, eufórico de que estuviera recibiendo la atención que merecía, que el mundo demostrara al fin apreció por Reki. Pero por otro... ver como las chicas se armaban de valor para hablar primero con Reki en plan de amigos para luego intentar pedirle citas, era una espina dolorosa porque a él no le había dedicado ni una sola mirada.
Y no es que no hubiera hecho el intento de hablar con él. Simplemente es que siempre parecía haber alguien necesitando atención de Reki, aunado a que el mismo Langa comenzaba a ser acechado por los clubs deportivos ahora que según ellos ya no perdía su tiempo en el skatepark; sin mencionar a las chicas, el obstáculo más grande, que al verlo deambular solo por la escuela se ofrecían gustosamente a hacerle compañía a la hora del almuerzo. Hubo hasta quien le preparo un almuerzo, uno que Langa tuvo que comerse por educación a pesar de que no era ni por asomo tan delicioso como los que Reki compartía con él. Había masticado y tragado cada bocado casi sin pensar o intentar disfrutar el sabor, al terminar simplemente agradecía sin agregar nunca ningún cumplido.
Langa se lamentaba no tener la habilidad verbal para pelear por un tiempo más prolongado con un Reki que estaba siendo arrastrado de un lado para otro por sus compañeros. Es decir, se suponían que eran mejores amigos, entonces ¿Cómo demonios es que no tenía ni un solo tema de conversación que no fuera skate? Y es que ese era el problema, Reki ya no deseaba oír nada sobre el deporte.
A Langa le dolía pensar que todo se resumía a skate, que no conocía a Reki más allá del aficionado al patinaje. Así que naturalmente lo tomo por sorpresa saber que Reki dibujaba por talento natural cuando un miembro del club de artes pasticas le pidió ayuda para pintar uno de los escenarios más realistas del taller de teatro; que además de tablas, en el algún momento se dedicó a tallar figuras de madera y a la reparación de muebles para ayudar a su familia a mantener en buen estado la casa, pues era una de las pocas que aún mantenía la estructura puramente rural de la zona. Que sus habilidades abarcaban la electricidad y algo de plomería porque su padre se la pasaba viajando debido a que era agente de negocios de una empresa, y él deseaba ser útil en todo para su madre. Que su abuela se dedicaba al Saikei, también conocido como "paisaje plantado"; o sea crear paisajes que caben en una bandeja que combinan árboles vivos con tierra, rocas, agua y vegetación asociada. Todo un arte que Reki estaba aprendiendo para de ser posible competir a su lado como asistente en el concurso que se llevaría a cabo en un par de meses en Tokio. Y por último y no menos importante o impresionante, que el color rojo brillante de su cabellera era completamente natural, pues era una herencia por parte de su abuelo paterno.
Era como para burlarse. ¿Su mejor amigo? ¿Entonces porque no sabía ni el nombre de su padre? Si lo ponía en ese contexto se podría decir que en realidad eran apenas conocidos, y ahora que Reki lo había olvidado, ni eso.
Reki tenía tanto por ofrecer, con o sin skate, Reki era sorprendente, maravilloso, extraordinario. Pero ¿y Langa? ¿Qué tenía para dar? Todo lo que sabía sobre la cultura japonesa, lo más actual y útil se lo había enseñado Reki, como leer y escribir con menor problema, lo arranco de la soledad y tristeza en que la muerte de su padre lo estaba hundiendo. Más allá de enseñarle a amar el skate lo lleno de calidez y ganas de vivir. Lo salvo de sí mismo.
Y ahora... lo dejaba caer de nuevo.
Sin Reki las conversaciones que sostenía en la escuela solo eran monosílabos que emitía muy de vez en cuando a personas alternas, porque nadie tenía la energía de Reki de hablar y llenar el día completo con información, chistes, consejos, sueños, sonrisas, o simplemente palabras tarareadas porque eran retazos de canciones que murmuraba mientras trabajaba, y brillo, el brillo de un sol deslumbrante que iluminaba los días más oscuros.
Langa ya lo sabía, pero ahora confirmaba que la mayor parte de su vida en Okinawa, Japón, era Kyan Reki, sin él era un barco a la deriva, sin rumbo, sin viento que lo impulse, ni un puerto al que llegar.
—¿Todo bien majestad? —la pregunta sobresalto a Langa que abrió los ojos, sorprendido de ver la mirada y sonrisa deslumbrante de Reki a un par de centímetros de su rostro.
—Majestad —repitió Langa porque no comprendía la razón del apodo.
—Bueno, las chicas te llaman Príncipe, pero sería raro llamarte así, por eso pensé si es un príncipe...
—Ey, Reki... date prisa o no llegaremos —gritaron desde la puerta un par de chicos ya con las mochilas en los hombros.
—Voy —respondió Reki tomando sus cosas para correr al encuentro de sus amigos, mientras una mano se posaba discretamente sobre su pecho y apretaba justo en el sitio donde su corazón palpitaba.
Langa lo siguió con la mirada, por un momento fue como antes, por un breve instante la sonrisa de Reki volvió a ser sólo suya.
—Reki...
—Reki, ¿está todo bien? —preguntó Miya observando el semblante un tanto decaído del pelirrojo.
Hacía apenas media hora que Reki había llegado para participar en el duelo de escuadras de su juego favorito. Desde su primer encuentro hace dos meses atrás Reki se había aferrado a aprender las habilidades de un gamer decente que pudiera ser un reto o en algunos casos apoyo para el niño. Pasaban el rato cada tercer día y Miya sin darse cuenta comenzaba a sonreír un poco más ampliamente ante la vista de Reki recostado perezosamente sobre su cama con sus dedos presionando los botones del switch a toda velocidad.
—Miya... —llamó Reki dejando de lado el juego y fijando su vista en el techo blanco. —Te acuerdas que cuándo nos vimos por primera vez, tú sabes, después de... bueno, te mencione que sentía que eras mi amigo y confiaba en ti.
Miya asintió con la cabeza, recodando además que también había dicho que lo quería, lo que hizo que se ruborizara una vez más.
—Pues me pasa lo contrario con uno de mis compañeros —dijo soltando la oración con un suspiro, como si lo hubiera estado aguantando durante mucho tiempo. —Se que no tiene lógica, pero cada vez que me habla o estoy cerca mi corazón duele. Me he forzado a intentar actuar normal cerca de él, pero... no sé, simplemente tengo la sensación de querer salir corriendo, alejarme lo más que pueda.
Miya lo miraba con algo atorado en el pecho, porque casi podría jurar que él conocía a dicho compañero.
—Se apellida Hasawara, Hanawara... Harawana... ya ni lo recuerdo, o tal vez es porque he estado evitando fijarme demasiado en cualquier cosa referente a él. Cuando ha intentado hablar conmigo simplemente aprovecho si alguien me llama para irme. Es como un ataque de pánico que me hace huir a toda prisa. ¿Lo entiendes? ¿Tienen algún sentido?
Miya elevó los hombros.
—Tal vez lo tenga si estás pensando en eso con demasiada frecuencia o seriedad —dijo Miya rodando un lápiz por la superficie plana de su escritorio con la única intensión de no mirar a Reki a la cara, porque entonces no podría evitar mostrar su descontento con Langa.
—Lo hago porque me siento mal de ver como intenta acercase. ¿Por qué simplemente no se rinde? Si hubiera abandonado la idea de hablar conmigo no me sentiría tan mal. Pero no... él... y las chicas lo llaman Príncipe. Pero por más que lo veo, no tiene de príncipe más que la apariencia, porque no habla en clase, y durante el almuerzo come solo y sus respuestas son cortantes, apenas un sí o un no. Es... raro. Su popularidad es obvia, entonces no comprendo porque sigue intentando hablarme cuando puede elegir a cualquiera. Solo quiero que se detenga...
Miya apretó los labios, quería decirle a Reki que si conocía aunque solo sea un poco a Langa, él no pararía. Tenía una meta y avanzaría hasta alcanzarla, pero por otro lado la incomodidad y angustia era algo que Miya no estaba dispuesto a tolerar ver en este Reki que día tras día iba regresando al que él conocía, a ese que era el sol que en más una ocasión ilumino sus peores días.
—Tranquilo, seguro capta la indirecta y te deja en paz.
Reki pareció complacido con esa respuesta y volvió a enfocarse en el juego.
Miya por el contrario aprovecho ese mismo instante para mandar un mensaje a Cherry y Joe, necesitaba verlos y hablar sobre Snow.
Miya entró a Sia la Luce casi media hora antes de la apertura. Los sub-chef, cocineros y demás ayudantes de cocina ya corrían intentando tener todo listo. Apenas Joe lo vio entrar, dejó el delantal que hasta ese momento portaba dio indicaciones a sus colaboradores y le hizo señas al niño para que lo siguiera.
Atravesaron la cocina, la puerta de la bodega y subieron las escaleras al segundo piso donde se encontraba su departamento y en el a Cherry esperándolos.
—Y bien ¿Cuál es la emergencia? —preguntó Cherry al verlos llegar.
—Es Reki —dijo Miya sentándose frente a los dos adultos. —¿Han pasado tiempo con él? —fue el turno de Miya para cuestionar.
—Sí, ha venido dos o tres fines de semana para ver si sus habilidades de dibujo pueden aplicarse a la caligrafía. No me sorprendió la facilidad y soltura de mano para los trazos, es sorprendente la habilidad que demuestra. Tiene un talento natural para...
—Pues seguro es mejor en la cocina. Los platos fuertes no tienen sazón, pero los postres son exquisitos —presumió Joe, pero lo que ninguno de los dos dijo es que Reki ahora hablaba de un futuro, de la universidad, de una enorme amalgama de posibilidades a las que podría aspirar con sus habilidades.
Un dato que tanto a Joe como Cherry llenaba de orgullo porque el Reki de antes estaba tan metido en el skate que nunca pensó en explotar dicho potencial, muy por el contrario, ese segó de percepción lo estaba limitando, le hacía pensar que no valía como skater o como persona, cuando la realidad es que el mundo esperaba por él con los brazos abiertos.
—Entonces estarán de acuerdo conmigo en que está mejorando y recobrando su brillo —intervino Miya antes de que esos dos comenzaran a pelear, y ganándose dos afirmaciones. —Pues eso va a cambiar si no hablamos con Langa.
—¿Qué pasó? —Cherry se mostraba verdaderamente preocupado y atento a cualquier cosa que Miya fuera decir.
El menor se desplomó en el sofá con un suspiro cansado. Lo que iba a decirles era una confidencia que Reki le hizo y se sentía mal contar, pero no tenía otra alternativa si deseaba que lo apoyaran.
—El día que volví a reencontrarme con Reki fue el mismo día que ustedes hablaron con él —aceptó Miya, los dos hombres frente a él se mantuvieron calmados esperando a que continuará. —Estaba desesperado y desorientado, él... no sentía que fueran sinceros. Me confesó que solo conmigo se sentía en confianza y eso explicaría porque ninguno tuvo que hablar del accidente. Fui yo quien aclaro todas sus dudas y le enseño el video de esa noche.
Cherry y Joe compartieron una mirada significativa pero no agregaron nada.
—Después de eso ha estado yendo a mi casa tres días por semana a jugar videojuegos. Nos hemos vuelto algo cercanos —comentó sin poder evitar que las mejillas se le tiñeran de carmín. —Y justo ayer me contó que el malestar y desconfianza, las ganas de huir estaban regresando, y todo debido a la insistencia de un compañero que trata de entablar una conversación. Todos conocemos a Reki, es amable y está intentando forzarse a corresponder al esfuerzo de dicho compañero, pero...
—Está comenzando a reprimirse y por lo tanto a decaer —conjeturó Cherry.
Joe se mordió el labio inferior, era una decisión difícil de tomar, porque pedirle a Langa que dejara ir a Reki significaba quitarle aquello que lo levanto después de una gran pérdida. Pero por el otro lado dejarlo continuar podría derivar en la destrucción de esta nueva vitalidad en Reki. La poca confianza que estaba ganando y la mejora a la percepción de sí mismo que tanto les está costando construir sería en vano. Reki merecía ser feliz, sentirse valioso y amado, igual que Langa.
—No podemos pedirle a Langa que se detenga si eso es lo que tenías en la cabeza —acotó Cherry mirando a Miya.
—Pero... Cherry. Reki de verdad está sufriendo.
—Esto es algo que ellos deben resolver tarde o temprano, si intervenimos...
—Pues la última vez no fue muy bien dejarlos ser, y la vez anterior a esa tampoco. Tengo que recordarles que Reki la primera vez desapareció de nuestras vidas, y la segunda estuvo a punto de morir —casi gimió Miya con el rostro desfigurado por la angustia y el miedo.
Ambos adultos ladearon la mirada.
—Una vez más Reki está frente a nosotros con un problema que involucra a Langa, la única diferencia es que esta vez me ha dicho lo que le molesta y no voy a quedarme sin hacer nada. Langa se está aferrando a Reki porque fue la primera persona que logro hacerlo sentir, quien lo motivo, es una muleta emocional a la que se ha acostumbrado, pero no se da cuenta que está lastimando a Reki. Langa puede hacer más amigos, puede dedicarse a otra de las tantas personas que lo rodean o incluso buscarse una novia. Cualquier cosa que haga que deje a Reki.
—Cualquier cosa que deje a Reki para ti —dijo Joe mirando con cariño y comprensión al niño.
—Yo...
—Miya, no tienes nada de qué avergonzarte. He visto como lo miras, y se cómo te sientes porque es exactamente como yo me sentía cuando Adam captaba toda la atención de Kaoru. Deseaba tanto que él me mirara con ese brillo que destella cuando sus ojos se posaban en Adam. Pero no puedes forzar nada, debes dejar que sea Reki quien decida a quien necesita en su vida.
Miya bajó la cabeza, sabía que tenía razón, pero...
—Pero quiero ayudar. Protegerlo de aquello que lo daña.
—No puedes —Joe tomó la barbilla del niño para que lo mirara a los ojos. —Lo único que te esta permitido hacer es mantenerte a su lado, sujetar su mano en los momentos difíciles, limpiar sus lágrimas cuando llore, y festejar sus alegrías y logros esperando que algún día note cuanto lo amas y todo lo que estás dispuesto a dar por él.
Miya asintió no muy convencido mientras por el rabillo del ojo alcanzo a ver a Kaoru que parecía seriamente sorprendido. Tal vez esos dos iban a tener otro tipo de conversación apenas el niño se fuera.
Continuará...
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