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6


Reki caminaba a paso lento casi contando cada uno. Después de salir del estudio de Sakurayashiki sentía un hueco en el pecho, como si algo le faltara. Era como un pequeño dolor que de apoco iba ganando intensidad y le impedía respirar adecuadamente. Reki se llevó una mano al pecho y presionó con fuerza, tenía ganas de llorar, correr hasta que sus piernas no dieran más, hasta desaparecer. Lo cual era en extremo raro dada la amabilidad y disposición que mostraron ambos adultos. Y, sin embargo, cada palabra y mirada a pesar de estar cargada de lo que no podría más que describir como preocupación, una pequeña voz en su cerebro susurraba que estaban mintiendo, que no creyera nada de lo que decían.

―Reki ―nombraron a su costado haciéndolo girarse en esa dirección para toparse con un niño de cabello negro y ojos verdes que lo miraba de una manera tan... tan cargada de tantas emociones que incluso hizo estremecer a Reki. ―Reki ―volvió a decir el niño antes de correr y abrazarlo por la cintura con fuerza.

Reki al principio no supo que hacer, el cuerpo del niño estaba comenzando a temblar signo inequívoco del llanto, pero lo que sin duda lo sorprendió fue que por primera vez desde que despertó se sintió bien. No hubo duda en el gesto, e incluso su corazón se permitió vibrar con cariño, por lo que correspondió y se aferró al cuerpo más pequeño.

No sabía su nombre, ni donde o porque se conocían, pero algo era seguro, este niño que lloraba agarrado a su ropa con tanta fuerza como si temiera desapareciera, era la única persona fuera de su familia que lo apreciaba, un amigo autentico con el que podía contar.

―Miya ―murmuró Reki.

Miya se separó del cuerpo de Reki para mirarlo directamente a la cara, las lágrimas aun resbalaban por sus mejillas y sus pómulos rojos igual a su nariz que además moqueaba dejando evidencia del llanto amargo que corto de tajo al escuchar su nombre. Por su parte los hermosos ojos ambarinos lo miraban con sorpresa, como si ni él mismo creyera haber recordado el nombre del niño.

―Reki...

―Miya... ―repitió Reki soltándose a llorar también porque algo dentro de él le decía que al fin había llegado a puerto seguro, que estaba a salvo. ―Miya ―repitió abrazando al niño.

Miya tomó de la mano a Reki para tirar de él hacia el parque más cercano buscando un lugar despejado en donde pudieran hablar, pero por el horario había parejas, familias jugando o simplemente personas paseando a sus mascotas, por lo que no tuvo más remedio que llevarlo al último lugar que considero invitarlo, su habitación.

Por suerte, como de costumbre sus padres estaban demasiado ocupados para prestar atención a su llegada o al inesperado visitante que fue introducido a hurtadillas a la casa y luego escaleras arriba. 

Una vez en la privacidad de las cuatro paredes del cuarto Miya se permitió mirar mejor a Reki y su nuevo look.

Si Miya no conociera al Reki anterior entonces estaría encantado con el de ahora. Es que simplemente este Reki lucia tan inocente, tan dócil, tan lindo, casi de su edad y no con tres años más, los cuales Miya sabía cuándo creciera desaparecerían.

―¿Me recuerdas? ―esa fue la primera pregunta que se le ocurrió para no tener que entrar en detalles sobre su ataque de llanto o el de Reki.

―No, en realidad no ―respondió honestamente Reki apenado de su comportamiento anterior, luego al ver la tristeza y decepción apoderarse de los iris verdes se apresuró a agregar. ―Pero sé que eres mi amigo, que puedo confiar en ti, mi corazón siente que debo hacer lo posible por estar en buenos términos contigo y... que te quiero ―esto último lo dijo con apenas un hilo de voz, pero fue perfectamente captado por Miya quien se sonrojo furiosamente.

―Cómo puedes decir eso si ni siquiera me recuerdas ―reclamó lanzándole un golpe con la almohada a la cara.

―No lo sé, pero he hablado con otras personas y ninguna me trasmite esta sensación.

―¿Otras personas?

―Sakurayashiki-san y Nanjo-san ―enumeró Reki con decepción.

―Cherry y Joe ―corrigió Miya como si nada.

Reki solo inclino la cabeza, ¿acaso le habían mentido?

―Sus nombres... ―y entonces recordó toda la enorme explicación acerca de S, los álter egos y apodos y lo comprendió. ―Miya, ¡tú también eres skater!

Miya bajó la mirada esperando que ese aspecto no fuera el detonante que hiciera a Reki apartarlo de su vida, después de todo, Langa dijo que pensaba dejar la patineta, aunque tampoco podía mentirle.

―Sí. ¿Tienes alguna pregunta con respecto a...?

―Sakurayashiki-san y Nanjo-san ya me hablaron sobre S, pero... tuve miedo de pedirles que me contaran cómo fue específicamente mi caída. Que me aclararan cómo pasó ―dijo con facilidad aquello que no pudo sacar ni a tirones frente a Cherry y Joe, y eso solo vino a confirmarle que todo su ser confiaba en Miya. Era fácil hablar con él.

―Lo que pasó esa noche... ―Miya suspiró tristemente, se sentó sobre su cama mientras con la mano lo invitaba a tomar la silla de su escritorio. ―Reki, esa noche yo no hable contigo, pero puedo decirte que Cherry sí. Según él, tú le dijiste que se metiera sus consejos paternales por donde le cupieran y que no necesitabas de nadie.

—¿Yo dije eso? —las mejillas de Reki estaban tan rojas como rosas en plena floración, le había contestado tan groseramente a ese hombre elegante y bueno que al parecer se preocupaba por él y apreciaba tanto.

Miya asintió con la cabeza.

—Pero además de eso todos te notamos distinto. Triste. Tres días antes del accidente te vi en el skatepark solo, pensé que estabas esperando a... un amigo, —e igual a Joe omitió el nombre de Langa, porque fue de mutuo acuerdo que no presionarían a Reki a recordarlos a todos de un jalón. Además, Miya estaba algo molesto con Snow por no haber intentado obligar a Reki a subirse a una tabla y dejar que la idea de abandonar el skate tomara fuerza en su cabeza. —Tenía prisa por llegar a casa así que no me acerque a ti. Pero luego, tal vez un par de horas más tarde, mis padres insistieron en que los acompañara a una cena de negocios. Al pasar de nuevo pude ver que seguías ahí sentado en uno de los rieles mirando el cielo completamente solo. No te pregunte el por qué, pues creo que todos tenemos esos momentos en los que deseamos un poco de paz para pensar en el curso de nuestras vidas. Ahora creo que si lo hubiera hecho tu...

—Miya, lo que me pasó no es culpa tuya. Estoy seguro que de haber preguntado tal vez te hubiera respondido de la misma manera grosera a como lo hice con Sakurayashiki-san. Simplemente era un cretino que... —dijo con desprecio a su anterior yo que no parecía valorar a las maravillosas personas que lo miraban como si fuera una estrella esplendorosa.

—No, Reki. Tu no eras eso. Tú fuiste mi primer amigo en mucho tiempo, me salvaste de una manera que jamás podre pagarte. Y eres y siempre serás una persona especial para mí.

Reki sonrió dulcemente ante el leve sonrojo en el rostro del niño.

—Gracias Miya —dijo acariciando los cabellos negros igual a una noche sin luna. —De verdad gracias.

—Como sea, —cortó Miya desviando la mirada. —La noche del accidente llegaste solo, y antes de que incluso pudiera llamarte, te perdiste entre la multitud. Cuando te encontramos, porque para entonces Cherry, Joe, Shadow y Snow también te estaban buscando, ya estabas en la línea de salida junto a Adam.

—¿A qué distancia de la Fabrica estaba cuando...?

—¿Fabrica? —Miya parecía seriamente sorprendido. —Reki, no usaron la pista normal. Lo desafiaste y corrieron en la que tiene por punto de meta la tumba. La pista original que usaban los fundadores.

—¿¡QUÉ!?

—Tu caída fue tan aparatosa que por un segundo pensamos... —y Miya tuvo que morderse el labio con tanta fuerza que casi sangro. —Puedo mostrártelo si crees estar listo para verlo —ofreció no muy seguro de estar haciendo lo correcto.

—Quiero verlo —afirmó Reki.

Miya sacó su teléfono y reprodujo el video de aquella noche, la línea de salida junto a ese horrible y espeluznante árbol muerto lleno la visión del pelirrojo. Reki contuvo el aliento, ¿por qué alguien en su sano juicio desearía arriesgarse de esa manera? ¿Por qué rayos él deseaba hacer algo tan estúpido como competir contra el mismo Diablo?

El sendero estrechó sin duda era el camino de ida al infierno. Las curvas mortalmente cerradas de solo verlas le aceleraban el pulso, y en el video podía ver por su gesto, que las tomaba con mucha dificultad. Simplemente hacían suicida el descenso. Las estalagmitas y estalactitas eran otro enorme problema que en más de una ocasión parecieron apunto de ponerle fin al encuentro.

Sin duda llevaba las de perder, Adam lo estaba dejando atrás con bastante facilidad, pero el Reki del video se forzaba a continuar aumentando la velocidad, y en algún punto hasta se le ocurrió que era buena idea intentar sacar a Adam por un lateral. La sonrisa de aquel hombre era espeluznante, se estaba burlando de sus miserables y endebles esfuerzos por suponer un reto y entonces Miya pauso el video.

—Fue ahí —señaló para dar un adelanto, porque no quería tomar a Reki con la guardia baja. —Antes había un puente hecho con trozos de madera, pero en la carrera de Adam vs Snow, se cayó. Adam toma velocidad y logra saltar hasta el otro lado, pero tu.... Tal vez no deberías...

—Tengo que verlo, por favor Miya —suplicó Reki.

—Si estás seguro —y reanudó el video.

Efectivamente el Adam en la pantalla se veía tomar impulso y casi volar de un extremo a otro del barranco, Reki intentó imitarlo y... a un par de metros perdió impulso. No hubo gritos, ni tan siquiera un gemido, simplemente un espeluznante silencio y el claro y resignado pensamiento del fracaso y por lo tanto del triste final.

El Reki actual, el que miraba casi atónito se estremeció al verse a sí mismo ir perdiendo altura, la forma en que sus manos golpeaban el aire en busca de algo a lo que aferrarse, sus ojos abiertos con desmesurado terror, y luego... la tabla, su skate se estrelló contra una roca partiéndose por la mitad. Reki jadeó y pauso el video. Estaba más allá de sus fuerzas ver como se estrellaba.

Miya apagó el video adivinando que no vería el resto, y espero pacientemente a que Reki dijera algo, lo que sea.

—Yo... creo que ya sabía cómo iba a terminar, lo hice sabiendo que...

—Reki, eso no es cierto, eras un gran skater. Tal vez nunca antes de lo dije, pero era inspirador verte sobre ruedas. La felicidad que demostrabas al patinar...

—¿Cuál felicidad? Lo único que pude ver durante todo el video fue miedo, dolor, tristeza y resignación en mi rostro. Es obvio que estaba decidido a dejar el skate, ya fuera por las buenas o por las malas.

—No puedes decir eso, no te conoces lo suficiente, todos los problemas que superaste, tu valía para nosotros —exclamó Miya.

—Lo siento Miya. Tienes razón —y esas simples palabras le dieron al niño una leve esperanza que se quebró al escuchar lo siguiente. —No tengo ni la remota idea de cómo era el Reki que tu conociste, lo malo es que no deseo saberlo. En cuanto desperté en el hospital y luego al ver mi cuarto y taller sentí nauseas, todo mi ser desdeñaba el skate y aunque no comprendo, ni tengo una razón válida aún para dejarlo, algo me dice que es lo correcto, el sólo hecho de estar en paz conmigo mismo es razón suficiente.

Reki se desinfló sin ganas sobre el escritorio, sus ojos brillaban acuosos mientras miraba fijamente a Miya.

—No quiero perder amigos, a ti Miya. Pero tampoco puedo volver a subirme a un skate. Así que lo único que me queda es preguntarte si quieres seguir siendo mi amigo a pesar de ya no compartir tu pasión por ese deporte. No voy a regresar a ser quien era, mi familia lo aceptó y apoyó. Y creo que, aunque recuperara la memoria no cambiaría de opinión.

Miya bajo la cabeza, sopesando muy bien sus opciones, Reki no mentía, lo podía ver en su gesto decidido. Así que lo único que quedaba era decidir si quería a esta nueva versión de Reki en su vida.

—¿Te gustan los juegos en línea? —y ante esa pregunta Reki sonrió con ternura.

—No lo sé, pero en este momento estoy dispuesto a probar cualquier pasatiempo.

Miya sonrió agradecido de tenerlo de vuelta. 

Continuará...

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