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15


No podía respirar. Las voces en su cabeza no se callaban, susurraban cosas malas causándole un tremendo dolor por que todos esos vilipendios eran verdad. Quería huir de ellas, silenciarlas de una vez, olvidar, olvidar todo otra vez.

Sus pies se movían con rapidez impulsados por la necesidad de alejarse, llegar a un lugar seguro. Quería llamar a Miya, sentir los brazos de Joe envolverlo, percibir el aroma de Cherry, escuchar a su madre asegurándole que todo iba a estar bien; pero teléfono estaba en su mochila  y volver al salón no era una opción porque no deseaba ser interrogado, no quería que lo vieran tan vulnerable, tan débil. 

El lugar más cerca era el despacho de Kaoru, así que se dirigió ahí. 

Era como una mancha blanca, una nube de prendas vaporosas que en un suspiro desaparecía de la vista. Así que nadie noto sus lágrimas disimuladas, tampoco su semblante angustiado que se ocultaba tras el hermoso velo . Nadie lo detuvo cuando atravesó la puerta principal de la escuela y salió a la calle en ese estado tan lamentable. Si había comenzado a llorar nadie dijo nada. Sí mientras corría gemía por un poco de consuelo, porque que alguien lo salvara, tampoco fue escuchado.

Los transeúntes lo veía pasar sin prestarle más atención que el hecho de que se estaba saltando las señales de tránsito. Tal vez con la idea de que por imprudente iba a causar un accidente, pero nada más. Los conductores soltaban maldiciones al muchacho tonto que por prisa les hizo dar un enfrenón.

Pero todo lo anterior no tuvo efecto en Reki cuyo ser estaba centrado en una sola idea, llegar con Kaoru, abrazarse a él y llorar, dejar salir todo, como una presa que se desborda con aquellos pensamientos que ahora le laceraban el alma igual a cuchillas que le abrían la piel hasta dejar al descubierto la tierna carne.

La tercera rueda... ese soy yo, ¿Cómo no me di cuenta antes?

Se dijo al entender al fin el recado en la tarjeta en forma de corazón que Adam le hizo llegar hacia tiempo atrás. 

Ya casi llegaba, un poco más, solo un poco más se dijo acelerando el paso y extendiendo los brazos como si ese gesto fuera a acercarlo más, y entonces...

—¡¡RED!!

Su cuerpo fue empujado a un lado con tal fuerza que por un segundo considero ser un pequeño muñeco de trapo al que un niño lazó por los aires. Su cuerpo tan endeble no opuso resistencia, cayó hacia atrás mientras sus oídos apenas captaban el sonido de un claxon sonando furioso mientras se alejándose a gran velocidad. Un pequeño apretón sobre su brazo hizo reaccionar a Reki.

—Señor Ainosuke —llamó Tadashi asustado apresurándose a llegar a su lado.

Habían aparcado frente al estudio del señor Sakurayashiki, de Cherry, cuando apenas bajar del vehículo Adam fijo su vista en la acera contraria, lo escuchó llamar al muchacho y luego correr.

Tadashi juraría que su alma abandono su cuerpo cuando vio a Ainosuke lanzarse sobre Reki para salvarlo del impacto, apenas justo a tiempo para aterrizar fuera del camino del auto que pasó silbando a su lado. El hermoso vestido blanco que llevaba puesto el manchado se veía sucio, mancillado de una manera que ninguna novia debería verse nunca, tan maltrecho, y aun así lucia mejor que su portador que con las lagrimas recorriendo sus mejillas se veía completamente destrozado.

Niño tonto, ¿Qué no había aprendido nada o quería morir? pensó Tadashi molesto porque sería la segunda vez que Reki recibiera un golpe como ese, pero aun más porque la vida de Ainosuke por un segundo estuvo en peligro.

—Red —nombró Adam repasando con la mirada al pelirrojo en busca de heridas, no había sangre, pero el chico de alguna manera se veía peor que si lo hubieran arrollado.

—¡REKI! —gritó Kaoru saliendo de la tienda atraído por el alboroto.

—Cherry —gimió Reki levantándose dificultosamente y apartándose de Adam para correr a los brazos del calígrafo que no dudo en envolverlo con cariño. —Lo sé todo, lo he recordado todo. He sido un tonto, yo... soy tan estúpido.

—Vamos dentro —dijo sin soltarlo, agradeciéndole con la mirada a Adam por su ayuda y disculpándose por cancelar la cita. Ya después lo haría correctamente, por ahora era más importante el niño que lloraba desconsolado entre sus brazos y se aferraba a él como si fuera su tabla de salvamento.



Unos días antes del accidente de Reki:

Como había podido ser tan tonto se reprendió Reki mientras caminaba furioso por los pasillos de la escuela. El viernes pasado había estado tan convencido de que sus sentimientos eran correspondidos. Después de ganar la carrera contra Snake, Langa lo había recibido con los brazos abiertos, sus manos apoyadas en su espalda baja y en el comienzo de su trasero, sus rostros tan cerca, sus alientos mezclándose, tentándolo a cerrar la distancia a besarlo...

Y ¡RAYOS! Deseaba tanto hacerlo, probar la boca de su mejor amigo.

—Demonios —maldijo limpiándose furiosamente las lágrimas que ya asomaban de sus ojos sin su consentimiento. —Como pude ser tan estúpido. Era obvio que yo no... —y sorbio su nariz.

Había caído como idiota ante las atenciones y la cara bonita del canadiense. Lo único bueno es que se dio cuenta a tiempo, antes de hacer el ridículo con su indeseada y estúpida declaración de amor. Agradecía a cualquier deidad que le brindó la oportunidad de presenciar aquello, una pequeña indulgencia a su roto corazón que no tendría que lidiar también con la humillación.

Y es que de sólo recordarlo...

Langa apenas sonar el timbre del almuerzo de esa mañana había acompañado a una chica para otra declaración de amor, hasta ahí todo normal, pero pasó el tiempo, se fue hacía ya bastante así que decidió buscarlo para poder comer algo antes de que el descanso terminara, así que con su caja de almuerzo en la mano camino a la parte trasera del gimnasio, el lugar no oficial para las declaraciones, y para su sorpresa aún estaban juntos.

El semblante de Langa era neutro, tan falto de cualquier emoción que a veces Reki pensaba era una estatua tallada por un artesano, mientras que ella, ella solo apretaba el final de su falda con la cabeza gacha y el dolor patente en cada facción de su dulce rostro.

Reki dio un paso al frente para hacerse notar y terminar con tan lamentable cuadro, sin embargo, lo que ella dijo a continuación lo petrifico en su lugar.

—Entonces ¿Tienes a alguien especial? —preguntó para confirmar lo que él acaba de decirle.

—Sí —respondió Langa desapasionadamente y su voz sin emoción.

—¿En Canadá? —esta vez ella se mordió el labio con fuerza, mientras intentaba imaginar la clase de chica que tenía en sus manos el corazón de Langa.

— Sí. Por eso no puedo salir con nadie, porque cuando regresé a casa...

—Yo... —interrumpió la niña elevando los ojos húmedos por el inminente llanto. —Nosotros podríamos salir mientras estas aquí, nunca se enteraría. Prometo que cortaremos la relación a final de año cuando te vayas...

Reki dio un paso atrás, el corazón le bombeaba con frenesí ante la nueva información. Langa se iba, se iba no le dijo nada. Sus labios de despegaron en una reclamación que nunca saldría porque tenía la boca tan seca que dolía intentar hablar. 

—No puedo hacerte eso a ti, ni a esa persona —acotó Langa con su tono plano sin percatarse de la tercera persona en escena; aunque si te fijabas más detenidamente notarias como entrecerró levemente los ojos con disgusto por la propuesta descarada. —Estaría jugando con tus sentimientos y te respeto, y a todas las chicas que se me han confesado, lo suficiente para no usarlas o querer que salgan heridas.

Y esa fue la frase que destrozo por completo a Reki.

Langa respetaba a esas chicas lo suficiente para no darles esperanzas, para no hacerlas ilusionarse con algo que no pensaba tomar seriamente, pero ¿Qué había de él? ¿Qué había de todos esos acercamientos, de las suaves miradas, del amor que creyó ver en sus ojos?

Fue ahí cuando dio media vuelta y se alejó.

Reki apretó aún más el paso, llegó al salón de clases, metió todas sus cosas a su bolso y salió de ahí a toda prisa apretando en su mano la pulsera con el signo de infinito que había hecho con tanto esmero para entregarla cuando al fin pudiera gritarle cuanto le gustaba, cuando le contara sobre sus casi ridículamente profundos sentimientos. Había estado seguro de que Langa diría que sí. Que lo abrazaría y besaría mientras le regalaba una de sus tantas miradas cursis que lo derretían. 

Reki quería golpear algo, lo que sea mientras recordaba como le había pedido consejo a Cherry y este dijo que ellos eran el uno para él otro, que se confesara sin miedo. ¡Mentira!

Joe también lo animo. Que lo que sentían se notaba a leguas. ¡Mentira!

Ellos estaban equivocados, porque Langa ni siquiera lo respetaba. Había coqueteado con él, le hizo sentir querido, le hizo creer que era especial. Hizo a su corazón estremecerse y llenarse de amor por sus palabras, por sus gestos y la noche anterior... en la intimidad de su cuarto y cama lo había besado.

No fue un beso apasionado, no con su falta total de experiencia. Fue apenas un roce que se perdería en la bruma de la seminconsciencia del sueño que ya los doblegaba. 

Sus miradas cansadas clavadas la una en la otra, borrachos de juventud, emociones intensas y felicidad los abrigo en la comodidad de ese momento íntimo que era el cierre de sus días más felices y que tanto amaba. Con los parpaos más cerrados que abiertos se contemplaron letárgicos, se sonrieron mientras sus manos apenas se tocaban bajo las mantas; y aun así, a Reki se le hizo el momento más intenso de su vida cuando Langa pareció, igual a él, dejar de respirar. Sus cuerpos se movieron solos y entonces sus rostros se acercaron lo suficiente para apenas acariciar la piel de labios contra labios. 

Reki se ruborizó hasta la punta de los pies completamente despierto mientras el corazón le bombeaba como loco, muy al contrario de Langa que cayó dormido en un descanso pacífico, como si ese efímero roce entre sus bocas lo hubiera satisfecho tan gratamente que al fin encontró la calma y tranquilidad que tanto necesitaba.

Y lo mejor es que fue por él, fue Reki quien le dio eso. No pudo dormir, cerraba los ojos con el miedo de despertar solo para darse cuenta que todo ha sido un bonito sueño, se pellizco el brazo una cantidad obscena de veces para comprobar que estaba despierto.

Al llegar la mañana todo fue normal, Langa salió temprano de la casa de los Kyan para ir a la propia por un cambió de ropa antes de la escuela, prometiendo encontrarse allá. Una vez solo en su cuarto Reki intento no gritar de gusto pues aun si Langa no menciono nada o no recordaba el beso, esa había sido una señal muy clara de que sentían lo mismo que él, pensó que esa era la última barrera de duda a derribar e iba a decírselo. 

Con el corazón rebosante de felicidad y emoción tomó la pulsera que tejió y se propuso declarar abiertamente sus sentimientos, pedirle que fuera su novio, contarle cuanto tiempo llevaba enamorado de él y lo mucho que añoraba poder tocarlo de una manera más suave, más íntima, darle todo su cariño, permitirle tomar de él lo que deseara porque no había nada en lo que Reki no quisiera complacerlo.

Pero resulta que Langa ya tenía a alguien y que Reki no gozaba de su consideración o respeto, que no importaba lo suficiente pues habían jugado cruelmente con sus sentimientos. Lo había besado en la bruma del sueño y la realidad quizás con la imagen de alguien más en la mente. 

Volver a casa dijo...

—Y yo... ¿dónde quedare yo?... —se preguntó Reki sintiéndose la peor basura del planeta. —Langa se ira, pensé, creí que ya estaba en casa, que a mi lado era su hogar. Va a volver y yo voy a quedarme aquí con el corazón roto.

Había cometido el error de convertir a Langa en su faro, en su lugar seguro y ahora pagaría el precio de su equivocación. Porque él no era nada de eso para Langa, Langa ya tenía a alguien y NO ERA ÉL. ¿Cómo había llegado siquiera a pensar que podía ser él? Si Reki siempre fue tan poca cosa. 

Reki nunca sería suficiente, porque Reki no era especial, era inútil, común, tan poco agraciado, con tantos defectos y sin nada que ofrecer; no como Langa cuyo talento deslumbraba como el sol. En comparación Reki era un cero a la izquierda.

Quería desaparecer, porque ahora que sabía la verdad le iba a ser muy difícil no buscar condescendencia en la amistad de Langa, o peor aún, burla en cada muestra de afecto.

No iba a poder soportarlo. Si antes creyó sentir dolor cuando su falta de talento lo hundió en un pozo de miseria y autodesprecio, es este instante diría que inmolaba a su corazón el solo hecho de pensar pasar tiempo con Langa, verlo divertirse, reír, ser feliz, porque todo estaba a nada de perderlo, porque nunca le pertenecería, porque lo amaba y necesitaba más que al aire, pero por sobre todo, porque Langa no sentía lo mismo. 

Si tenía alguna oportunidad salvar algo de maltrecho corazón, tenía que dejar de verlo como el príncipe de sus sueños, como el hombre ideal, como el amor de su vida. Debía poner distancia en primer lugar para aceptar que todos esos hermosos momentos donde el mundo se reducía a ellos dos, siempre estuvo solo en su cabeza; y segundo, para que cuando Langa al fin le diera la noticia de su partida pudiera desearle buen viaje con sinceridad y no con la amarga necesidad de suplicarle de rodillas que se quede con él. 

Continuará... 

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