14
El festival empezó temprano y el bullicio en la escuela era una algarabía alegre que Reki encontró encantador. Con paso decidido se adentró por los pasillos atiborrados de alumnos que corrían de un lado a otro rumbo a su salón, en su pecho aletea la ansiedad y un poco de vergüenza con respecto al Kimono que cargaba entre sus manos bien resguardecido en su empaque protector, pero estaba decidido a que este festival iba a disfrutarlo y eso incluía ver felices a sus amigos y familia. Kaoru-san y Nanjo-san prometieron llegar a medio día. Miya y Koyomi después de la escuela, ósea como las dos o tres de la tarde y esperaba que acompañados por su madre y las gemelas.
Su padre había prometido intentar llegar, aunque no se hacía muchas ilusiones, pero al final eso no importaba porque si no recordaba nada de secundaria, al menos haría de este último evento memorable, y en definitiva usar el atuendo que Kaoru-san le presto lograría eso y mucho más. Era extraño pensar que apenas ayer no lograba encontrar la forma de evitar llevarlo puesto, y ahora... un suave rubor adorno sus mejillas, pues si no estaba entusiasmado con la idea al menos se sentía cómodo.
El salón era igual de bullicioso que los demás, sus compañeros movían los pupitres creando mesas un poco más amplias. Sobre ellas se colocaron manteles de colores pastel rosa, azul y amarillo. Todos se veían tan llenos de vida, tan felices que simplemente era imposible no contagiarse. En la entrada se había puesto una mesa con el menú es decir, con las fotos de chicas y chicos elegibles y el preció por hora estaba a un costado.
—La de Hasegawa-Kun se ve increíble —puntualizo Kotaro señalando la foto del mencionado. Y efectivamente, a pesar de ser la misma de su carnet de estudiante, Hasegawa se veía muy bien. —Estamos considerando que sea el de más demanda, así que para él pusimos el precio más alto, tiempo límite y sólo un turno por cliente.
Reki sonrió pícaramente sin decidirse si sentir envidia o lastima de la popularidad con las chicas de Hasegawa.
—Y como solicitaste, estas exentó del menú —afirmo mostrándole rápidamente que no había ninguna fotografía suya.
—Gracias —dijo Reki de verdad aliviado.
—No tienes por qué. Hiciste un gran trabajo, es lo menos que podíamos hacer para compensar todas las molestias que te hicimos pasar. Los festivales de años pasados fueron más o menos así. Se que no los recuerdas, pero no te estas perdiendo de nada. El día del festival desaparecías.
—¿Entonces nunca participe? —pregunto con las cejas levantadas de la sorpresa.
—Pues nos ayudabas en todo lo que podías, pero participar... siempre creí que te desagradaba el ambiente tipo carnaval. En todo caso, me alegra que hoy estés aquí —concluyó Kotaro palmeando amistosamente el hombro de Reki.
Con cuidado colocó su pupitre y silla junto a la puerta, luego la cubrió con uno de los manteles para dejar el paquete de hojas que iba a usar para las gruyas y unas más que ya tenía armadas. Las pequeñas aves de colores se veían primorosamente dobladas mientras las iba alineando.
Una vez que estuvo satisfecho, tomó el kimono y espero pacientemente a que el vestidor improvisado que las chicas armaron quedara desocupado.
Uno por uno sus compañeros fueron emergiendo ataviados con yukatas de diferentes diseños y colores, tan hermosos que incluso les cambiaba el semblante.
—Reki-kun, eres el último —indicó Makio, se veía hermosa con su peinado alto y su atuendo de en color verde agua.
Reki se apresuró porque debían retirarlo para despejar ese espacio. Había practicado con Kaoru-san para colocarlo correctamente, así que no tardó mucho en vestirse. Lo difícil sería salir, mostrarse ante todos, el temblor en sus manos delataba cuan nervioso estaba. Con varias respiraciones profundas se armó de valor.
Apenas dio un par de pasos fuera y el barullo se apagó de golpe e incluso creyó escuchar como algunos contenían la respiración. Las miradas de todos sus compañeros estaban sobre él y lo sabía.
—Reki-kun —susurró Makio con el aliento atrapado en sus pulmones y las manos deseosas de tocar aquella tela que cubría el cuerpo y rostro del pelirrojo. Una acción que fue impedida por Kotaro.
—Sólo el novio puede levantar el velo de la novia —dijo con reproche. Como si el solo hecho de que Makio intentara hacerlo fuera una ofensa imperdonable.
Por su parte de sólo de escuchar la palabra novia hizo a Reki estremecer; porque eso era exactamente como se veía. Kaoru le había prestado un kimono de boda. El shiro-maku a pesar de ser el más simple de todos resaltaba como una hermosa rosa blanca en medio de un capo florido. A los hombres les había robado el aliento, les agito el corazón por las fantasías que dicha prenda inspiraba por su significado, mientras en las chicas causo envidia y anhelo. El Kimono era de la mejor calidad y le sentaba tan hermoso a la figura estética que sin duda todos aquellos que visitaran el salón de té quedarían impresionados. Y de todo el conjunto Reki lo que más agradecía era el velo que le cubría la parte superior del rostro, de ese modo al menos el rubor de sus mejillas no era tan evidente.
Kotaro ofreció su mano para escoltar a la bella novia a su lugar, porque Reki parecía haberse petrificado ante los cuchicheos. Así que el suave tirón le hizo volver a centrarse en el momento y lugar.
—El salón de Té está abierto a partir de ahora —anunció Makio feliz y todos se colocaron en su lugar.
Esa mañana su madre había insistido en ser ella la quien le colocara el yukata y por descarte, y para poder contemplarlo por mayor tiempo con ese atuendo, la que lo llevara a su primer festival escolar, algo así como una compensación ya que no podría asistir, pero al menos quería ver la portada que según su hijo, había dibujado Reki.
Durante el trayecto Nanako le contó sobre los que ella recordaba con cariño de sus días de estudiante y le dio más detalles sobre el baile de cierre y las otras tradiciones de pareja, mientras puntualizaba que solo llegó a pedirle a un chico el botón de su chaqueta en secundaria.
Langa se despidió de ella con la promesa de tomar muchas fotos para mostrárselas por la noche.
El festival parecía más vivo ahora con los puestos terminados y los colores radiantes de cada anuncio, así como la algarabía de quienes los atendían. Los salones decorados y los alumnos corriendo alegremente por los pasillos de la escuela.
Pero absolutamente nada lo preparo para lo que encontró apenas llegar.
Langa se quedó sin aliento apenas entrar por la puerta del salón ante la vista de un traje tan blanco como la nieve que amaba, y debajo del velo apenas disimulado una mata de cabello rojo que él conocía muy bien.
—Reki... —jadeó mientras miles de pensamientos se abrían paso en su cerebro y tenían por centro a Kyan.
El aire se le escapó de los pulmones ante la imagen que se grabó en su memoria. Simplemente se quedó atrapado observando la suave sonrisa en los labios de Reki, el rubor que cubría los pómulos y el talle de la cintura que disimulaba muy bien el género de la persona bajo el atuendo inmaculado. Simplemente ahora le era fácil imaginarse junto a él mientras gritaba la palabra: acepto. Y al parecer no fue el único, lo que le provoco un molestar que termino por asentarse en su pecho cuando Makio intento tocar el velo. Por suerte para él y para la chica fue abruptamente interrumpida por Kotaro, sin embargo, el alivio le duro poco al ver como este último tomó casi con reverencia la mano de Reki para conducirlo como si fuera una doncella hasta la mesa designada para él.
Las chicas que entraron apenas dieron inicio a las actividades del salón de Té no dudaron en pagar por la compañía de Langa, mientras este último solo deseaba permanecer ahí, mirando, contemplando la belleza vestida de blanco que parecía una pequeña deidad bajada del mismo cielo mientras tranquilamente doblaba con habilidad grullas de colores.
Quería tomar la mano de Reki y salir de ahí, esconderlo de todos, tenerlo sólo para él como antes, tener el valor de pedirle sea su pareja durante el baile.
Contrario a ello iba de un lado a otro arrastrado por las chicas que en cada turno pagaban para tenerlo a su disposición. Y aunque no era el único, si era quien no había tenido ni un solo descanso. Y lo peor es que cada una de sus acompañantes al final pedía lo mismo.
—Hasegawa-san, ¿sería mi pareja para el baile de cierre?
Uno pensaría que después de tantas declaraciones desde que llego a Okinawa, Langa ya habría rechazado a casi todas, pero al parecer esto era alguna clase de revancha para ellas, como si le hubieran dado tiempo para olvidar que ya había dicho no. Pero él no estaba dispuesto a cambiar su respuesta por eso se disculpaba lo mejor que podía negándose otra vez.
Cherry y Joe entraron por la puerta principal, mientras Kaoru señalaba la caligrafía casi perfecta de Reki. Joe sonrió disimuladamente al darse cuenta del timbre orgulloso que estaba empleando. Si fueran pareja y esos niños revoltosos sus hijos, sin duda apostaría que Reki es su favorito muy a pesar de ser Miya el consentido, el niño mimado de su esposo.
Mientras andaban los recuerdos de sus días de instituto los embargaron. Las anécdotas se contaban entre ellos con suaves miradas y sonrisas nostálgicas. Eran tan íntimos a estas alturas que no hacia falta pronunciar palabra. Recorrieron el lugar disfrutando de las golosinas y algunos juegos de concursos. No era una cita y sin embargo, salidas como estas escaseaban, pasar tiempo juntos era cotidiano, pero disfrutar de una salida relajada y sin mayor trasfondo que divertirse eran difíciles de lograr por sus ocupaciones laborales.
Para cuando al fin decidieron ir a ver a Reki, se toparon de frente con Miya y Koyomi.
Miya no dudo en correr a su encuentro feliz, con dos adultos ahí las posibilidades de adquisición aumentaban.
—Íbamos donde Reki —dijo Joe al notar el brillo en la mirada de su niño-gato. No pensaba quedarse sin dinero a causa de su apetito.
—Vamos a verlo, igual y se toma un descanso y nos acompaña a dar una vuelta al festival —ofreció Koyomi entusiasmada.
A Miya le pareció una gran idea.
Según el gusto de Kaoru la decoración pudo haber sido mejor, Joe a su costado le recordó que eran estudiantes con un presupuesto limitado, Miya entró sin mirar siquiera a los demás, interesado únicamente en ubicar a Reki y Koyomi, ella simplemente jadeo al verlo.
—Te ves hermoso hermano —dijo ella llevándose las manos a la boca para acallar el grito de fangirl que pugnaba por salir a toda potencia de su garganta.
Si hubo un segundo en el que Reki considero era un enorme error ponerse ese Kimono, en este instante sentía todo lo contrario. Contemplar la mirada ilusionada de Kaoru mientras su pálido rostro se teñía de carmín, la boca abierta de Joe que parecía no saber que decir pues boqueaba como pez fuera del agua y la exclamación de alegría de Koyomi que describía a la perfección el rostro todo ruborizado de Miya había valido completamente la pena.
—Supongo que me sienta bien —dijo sonriendo con verdadera felicidad, incluso se atrevió a dar una pequeña reverencia que hizo jadear a Joe, un sonido que le valió un buen codazo por parte de Kaoru.
—Controla tus fantasías gorila lujurioso —insulto Cherry con voz bajita para qué sólo el referido lo escuchara.
—Solo estaba pensando si a su edad te hubieras visto igual de bonito con el kimono puesto —respondió Koujiro con malicia y en el mismo tono antes de dar un apretón disimulado a la cintura de Kaoru.
—¿Puedes tomar un descanso? vamos a pasear Reki —pidió Koyomi tomando la mano de su hermano.
—Bueno... —titubeo Reki, pues no había negociado una hora de descanso.
—Claro que puede —dijo Kotaro sosteniéndole la mirada matadora de Makio que se negaba a dejar que una de sus tracciones principales se fuera. —Ve y disfruta del festival Reki.
—Gracias —dijo con toda la intención de ir a cambiarse.
—¡¡NO!! —gritaron todos, Miya y Koyomi sujetándolo de los brazos.
—Quédate con el Kimono —pidió Miya. —Se te ve muy bien.
Reki sonrió, si iba con ellos dudaba que se sintiera incomodo aun usando ese atuendo.
—Está bien, vamos...
Reki estaba feliz, todo su cuerpo vibraba de la emoción. Durante su recorrido varias personas se le habían se le habían acercado para admirar el hermoso atuendo y de pasada alagarlo a él y aunque pudo sentir algunas mirada críticas, ninguna llevaba malicia o desagrado.
Cherry y Joe insistieron en pagar por todo aquello que se les antojara, y aunque tuvo que usar un tipo de babero para evitar manchar el kimono, Reki comió casi de todo.
—Se está haciendo tarde —dijo Joe pues apenas y tenía tiempo de regresar a Sía la Luce y supervisar que sus ayudantes no hubieran echado a perder algún aperitivo o entremés. Kaoru por su parte suponía que ya habían visto suficiente y era hora de retirarse, así que apoyó la idea.
—Te veo este fin de semana chico —se despidió Joe.
—Recuerda pasar por la guía para el examen, que no lo presentes no significa que vayamos a dejar temas sin cubrir —le recordó Kaoru a Reki siguiendo a Kojiro.
—Así lo haré —respondió agradeciendo la visita y asegurándole que llevaría el kimono limpio para devolvérselo ese día.
Miya y Koyomi también debían retirarse, por lo que felizmente Reki los acompaño a la salida agradeciendo su presencia ese día. Los vio alejarse, su pecho se sentía tan lleno, con tanta emoción que se preguntaba porque su cuerpo no estaba dando saltitos. Era como un pequeño trompo chillador, con energía para desbordar y eso le gustaba porque comenzaba a sentirse como él mismo otra vez. Como si de a poco las piezas fueran cayendo en su lugar para permitirle vislumbrar un poco del panorama general, de su verdadero ser.
El Kimono ya no se le hacía extraño, era solo una prenda que hizo feliz a todos, incluso se preguntaba porque estaba tan reacio a usarlo en un principio. No fue nada especial, ni fuera de este mundo, de hecho, fue divertido, un tanto inusual pero emocionante. Y con eso en mente deshizo sus pasos de regreso al salón. En un par de horas más sería el cierre y el baile del festival. La mayoría ya tenía con quien pasarlo, aunque... se preguntaba si Hasegawa-kun eligió a alguien. Es decir, él era muy despistado, pero las declaraciones al canadiense eran tantas que muy difícilmente podrían pasar desapercibidas. Y no es que le importara precisamente a él, pero... bueno suponía que era simple curiosidad porque nunca había visto nada parecido, tal vez en Mangas Shojo en la categoría que llaman Harem, esos en donde todas las chicas se mueren por el personaje principal. E ídem a esas historias Hasegawa se veía incómodo cada que tenía que poner distancia entre él y alguna chica lo suficientemente atrevida.
No estaría mal ayudarlo sacándolo de ahí antes del baile, evitando de paso una contienda sangrienta entre todas las chicas que deseaban ser la pareja del príncipe de hielo. Aunque eso implicaría buscarlo, porque era tan popular que en todo el día solo lo vio un par de veces.
Estaba pensando en eso cuando a la distancia lo vio. Langa iba acompañado por una chica de primer grado que lo arrastraba sin consideración alguna por el costado de edificio, seguramente con la intención de alejarse un poco del barullo.
Reki sonrió al percatarse de la cara de hastió de Langa mientras la seguía como si ya adivinara a donde iban y para qué. El pobre hombre se la habría pasado recibiendo invitaciones y rechazándolas.
Reki acelero el paso para alcanzarlo y entonces cuando doblo la esquina pudo escuchar muy claramente.
—Entonces es cierto —dijo ella con la cabeza gacha pero sin aminorar su voz, casi como una reclamación. —Ya te gusta alguien.
—Sí —respondió Langa sin inmutarse.
Y esa sola silaba hizo pararse en seco y perder su sonrisa a Reki.
—Y vas a volver a Canadá —afirmó nuevamente ella, aunque esta vez con tristeza.
—Sí —confirmó, aunque Langa pensó solo para él que apenas se iría por un par de semanas si es que lograba reunir dinero suficiente para pagar el vuelo redondo, pero eso no tenía por qué saberlo, era mejor así.
Reki dio un paso atrás, la boca se le seco al tiempo en que su cuerpo comenzaba a temblar. Langa se iba, Langa se iba, repitió en su cabeza mientras su corazón bombeaba en su pecho como loco intentando hacer que la sangre que se le había escapado de repente volviera a darle color a su rostro pálido como el de un muerto.
—Reki —nombro Langa logrando captar su silueta.
Hermosos ojos del color del ocaso lo miraban con miedo, tristeza y dolor. Era la misma que tenía el día que... y no terminó de hilar ese pensamiento pues Langa lo vio correr lejos de él.
—Reki —llamó Langa con urgencia empujando a un lado a la chica para ir tras él.
Continuará...
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