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Capítulo 31 | Capitana.

                                    If it's takes forever
                                   i will wait four you
                         For a thousand summers
                                   i will wait four you
                           Till your back beside me

Connie Francis - I will wait four you

GIANNA

Aún puedo sentir las cosquillas en todo mi cuerpo y las mariposas revoloteando dentro de mi estómago al recordar las palabras de Piero.

No sé qué, pero tiene algo... Tiene algo que me produce sensaciones únicas, aunque lo conozca desde hace tiempo.

«Son tus sentimientos hacia él», dice mi conciencia, pero la callo rápidamente. Todavía no estoy lista para admitir nada de eso.

El sol matutino se cuela por las ventanas, atravesando las finas cortinas que sólo sirven de decoración. La cabaña en la que dormí anoche está en silencio porque mis compañeras siguen en sus sueños profundos.

No hablo mucho con ellas y me hubiera gustado poder compartir cabaña con mi equipo de investigación, pero la regla de «las chicas con las chicas, los chicos con los chicos» no me lo permitió. Por otro lado lo agradezco, no hubiera podido pegar un ojo con el rubio roncando toda la noche y con el castaño durmiendo en el mismo lugar que yo.

No, definitivamente hubiera sido una mala idea.

Miro mi reloj: 8:30 a.m. En media hora es el horario del desayuno, asi que como yo ya estoy despierta decido levantar a mis compañeras.

Hoy es el día que comenzaremos con las investigaciones para los trabajos grupales. Tendré que estar en todo momento con Piero cerca y no sé si podré hacerlo, sobre todo después de sus lindas palabras de ayer...

Recuerdo como esquivé el tema de a poco y terminamos hablando de cómo conseguiríamos información para el proyecto del taller. El ambiente se había transformado, ya no era completamente relajado porque yo me sentía distinta. Sentí que lo que el castaño me dijo llegó a un lugar profundo de mí, algo que no pude evitar.

Por suerte Ax también es de mi equipo y hará y dirá cada cosa que se le ocurra que ayudará a despejarme.

¿Podré hacerlo? Espero que sí, no quiero distraerme ni estar incómoda con un castaño que no hace más que cosas buenas por y en mí.

¡Rayos! Ya hablo como toda una babosa.

                              [...]

Los grupos de tres integrantes nos dividimos en cuanto tuvimos que recorrer el pueblo para investigar. Con Axel y Piero como compañeros fue divertido y a la vez agotador hacerlo, pero las risas no faltaron.

La profesora Ross nos asignó la historia que cada grupo tenía que investigar y eso lo hizo más emocionante. A mis acompañantes y a mi nos tocó «El hombre de hojalata». El nombre llamó mi atención desde el comienzo, asi que buscar información en el pueblo sobre ese tema fue muy entretenido.

Las personas que entrevistamos nos contaron la historia de un hombre que comenzó a robar cualquier objeto de lata que tenían los habitantes del pueblo en sus casas. Al tiempo, había construido cuchillos y otros tipos de armas con ese material que robó y puso una casa de ventas para comercializarlos.

Los pueblerinos no podían hacer mucho más que contarle a la policía los sucesos, porque aunque los elementos de lata no tienen un gran valor, ese hombre ingresaba a las propiedades privadas y algunas veces rompía objetos de cada una.

Luego de muchos años, ese hombre se transformó en una historia más del pueblo, contada a los turistas que llegan en época de vacaciones. Los habitantes más bromistas dicen cada noche de verano puede oírse ruidos de latas por la avenida central del pueblo, pero el resto desmiente esto y confirma que es sólo un cuento para generar miedo.

—¿Ya terminamos? —pregunta Ax por quinta vez en menos de diez minutos.

—Nos falta recorrer unas cuantas casas más. Hay que recolectar toda la información posible —respondo repitiendo el mismo discurso de las cuatro veces anteriores.

Releo la hoja de mi libreta para corroborar que tengo datos necesarios para que podamos redactar el artículo de periódico que será la entrega final del trabajo. Sonrío satisfecha porque en una sola mañana logramos obtener más que lo necesario.

Detalles, fechas, nombres y hasta direcciones nos dieron los habitantes de este pequeño pero agradable pueblo.

—¿Quién hará el artículo? —interroga Piero.

Lo miro sin decir nada, como lo estuve haciendo durante toda la mañana.

Axel no investigó mucho, de hecho los que hacíamos las preguntas éramos el castaño y yo, cosa que hizo que me sorprenda de lo bien que trabajamos juntos.

A veces siento que no conozco a este Piero porque creció y maduró en ámbitos que antes eran su parte débil. Ese crecimiento y madurez que es notable sólo ayuda a que confíe en que de verdad se arrepiente de lo que pasó y que quiere cambiarlo.

Ver que una persona que conocías casi completamente en un año cambió partes de su personalidad de forma positiva te hace sentir orgulloso, y, en mi caso, con un gran alivio y mucha esperanza.

—Yo lo haré —resopla Ax.

—Espero que hagas un buen trabajo, como mínimo. —Lo miro fijamente intentando que se sienta amenazado.

—¡Sí, mi capitana! —responde junto con el inconfundible gesto militar.

Piero y yo nos carcajeamos junto al rubio que se nos une, mientras terminamos de recorrer el espacio que nos queda para llegar al punto de encuentro.

—Espero que este barco no se hunda —dice Piero por lo bajo.

—¿Estás insinuando que soy una mala capitana? —Mi tono ofendido acompaña a la frase anterior.

—Obviamente no —responde con una sonrisa.

—Piero y yo somos los marineros, está claro que el barco no se hundirá —agrega Ax con su pecho inflado de suficiencia.

—¡Oh! —Suelto una risa irónica—. Todos sabemos que con ustedes a cargo terminamos en las profundidades del océano.

—¡Hey! —se queja Piero.

Los tres no paramos de reír, logrando que mi estómago duela a los pocos segundos.

—Vamos, la profesora nos está llamando —aviso.

Axel toma la delantera, mientras que Piero y yo caminamos detrás de él, a la par.

—Hicimos un buen trabajo en equipo —comenta en un notable intento de sacar charla entre nosotros.

—Sí —afirmo—. Trabajamos bien como equipo.

—Es lógico, con una capitana como tú y un marinero como yo el equipo siempre será el mejor —bromea con cierto ego fingido.

—Claro que sí. —Continúo su broma.

Nos reímos por lo bajo, haciendo que Axel se gire y nos dé una mirada pícara. Le guiña un ojo a Piero y se adelanta aún más.

—¿Acaso Ax acaba de guiñarte el ojo? —pregunto intentando entender la repentina relación de amistad y complicidad que tienen los dos.

No puedo evitar sentirme feliz al saber que los dos se llevan bien, aunque es un poco molesto que se unan para molestarme o bromear en mi contra cada vez que tienen una oportunidad.

—¿Guiñarme un ojo? ¿A mí? Deberías visitar a un oculista, Gia —contesta. Suspira para contener una risa que casi se le escapa.

—Como digas. —Me cruzo de brazos, pero no dejo de sonreír como boba.

Caminamos un poco más y a lo lejos veo a la profesora junto a Patricio, el guía. La mayoría de los alumnos están llegando hacia ellos mientras que Ross les dice cosas que desde mi lugar no logro escuchar.

—Gia —dice Piero deteniendo su caminar—. Tengo algo para ti.

Mete su mano derecha en el bolsillo del pantalón del mismo lado y me extiende un papelito doblado en muchas partes.

Lo miro confundida.

—Te espero, capitana —dice sin dejar de mirarme y sonreír con ese gesto que no hace más que quedarle bien—. Intenta llegar antes de que el barco se retire.

Se da media vuelta y camina para llegar con los demás, mientras que yo sigo fija en mi lugar, sin entender muy bien a qué se refería Piero con eso último.

«¿Te espero?»

¿A dónde me espera?

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