Capítulo 27 | Recordar.
There's a time that I remember, when I did not know no pain.
When I believed in forever, and everything would stay the same.
Now my heart feel like December when somebody say your name,
'cause I can't reach out to call you.
Maroon 5 - Memories.
GIANNA
Tomo la caja entre mis manos sin quitarle los ojos de encima. Me prometo no llorar, más bien me lo exijo.
Es la hora de la siesta, todos en casa duermen, menos yo. Durante toda la mañana esquivé a un castaño en el colegio, aunque no nos cruzamos muy seguido.
Las letras cortadas de forma desprolija en cartulina negra forman una palabra que me duele de sólo pensarla: recuerdos. Pero no son recuerdos al azar y sin importancia, son recuerdos que queman y dejan marcas tanto en mi mente como en mi corazón.
Quito la tapa de la caja dejando su contenido al descubierto. Fotos de momentos felices de mi pasado; papeles llenos de palabras que transmitían un sinfín de emociones; regalos o envoltorios de ellos... El mp3.
La primer lágrima del momento amenaza con caer, estando retenida en mi ojo. Antes de que logre su cometido la limpio con el dorso de mi dedo y respiro profundo.
Es imposible olvidar lo que simboliza la fecha de hoy. Es imposible que no arda en mi pecho recordar lo que fue este día un año atrás.
Fue mala idea haber sacado a esta caja de su escondite, lo sé, pero un sentimiento —que no logro descifrar por completo— fue mucho más fuerte que mi razonamiento.
Alejo la silla del escritorio en mi habitación y me siento. Me tomo mi tiempo para inhalar el suficiente aire y sentirme completamente segura de lo que voy a hacer.
De a poco voy sacando los objetos del pequeño compartimento de cartón. Lo primero que tengo en mis manos es una foto de Piero y yo en un parque. Estamos sentados en una pequeña manta y hay bandejas con comida al rededor de nosotros.
Un picnic.
Recuerdo vagamente ese día. Era verano, estábamos de vacaciones y decidimos almorzar en ese pequeño espacio al aire libre. Sonrío con melancolía al recordarlo.
La segunda foto que obtengo es más dolorosa que la anterior. En la imagen se nos ve al castaño y a mi tomados de la mano. El escenario es una hermosa noche de luna y estrellas resplandecientes junto con muchas luces de colores. Esa vez fue una salida al parque de diversiones que visitó la ciudad. La foto posiblemente fue tomada por alguna persona desconocida a la que le pedimos que lo haga.
Así me la paso, sacando fotos de momentos alegres de la caja. Momentos que ahora no hacen más que doler.
Cuando termino de ver todas las imágenes tomo entre mis dedos a una hoja de papel un poco arrugada. Aunque quiera, no puedo olvidarme de esta carta. Fue la primera que Piero me escribió cuando comenzamos a salir.
No leo nada, sé que eso sólo aumentará mi dolor. Lo mínimo que alcanzo a ver es la parte delantera del sobre en el que está escrito con tinta negra «Para la más hermosa: para Gia». Ahogo un travieso sollozo y guardo el sobre en donde estaba.
Entre pequeñas lágrimas y recuerdos dolorosos paso un largo rato en mi cuarto. Me dejo llevar por las emociones, no me guardo nada. Nunca hace bien guardarse lo que uno siente.
Entre cada imagen o palabra que leo sin querer mi mente viaja por esos meses en los que estuve con Piero, los meses en los que estábamos bien, hasta llegar a ese momento que fue un quiebre, un antes y un después. Ese momento que cumple un año hoy.
La partida de Piero.
PIERO
Corrí y abracé a mi hermana como no tienen idea. No podía creer que ella estaba aquí, que había vuelto de Europa y sobre todo luego de su triste suceso.
Nos pasamos todo el almuerzo y una parte de la tarde hablando sin parar hasta que ella me dijo que tenía que ir al médico para comenzar su chequeo de rutina. Llegó a la noche, cansada, cenó y se fue a dormir con Ben, su esposo. Apenas cruzamos palabras, me contó que sus análisis marchaban bien y que no había nada de qué preocuparse.
Hoy a la mañana amaneció de un buen humor asombroso, hasta me preparó el desayuno antes de ir al colegio. Éramos nosotros dos y Ben. Por un segundo me planteé la opción de no ir a la escuela, pero de todas formas lo hice.
La mañana en el colegio se hizo pesada, cada clase tardaba muchísimo en pasar y no veía las horas de poder volver a casa. Hasta que lo hice. Llegué al mediodía, confirmé que la presencia de Kat no fue un sueño y almorzamos todos en familia.
Ahora, veo a mi hermana juntar los platos de la mesa junto a mamá y llevándolos a la cocina para luego lavarlos. Me acerco por atrás a ambas mujeres que están hablando de algún chisme. Típico.
—¡Piero! —dice mi hermana al darse vuelta y encontrarme parado en el pequeño lugar. Al parecer la sorprendí—. Hermanito, hace mucho que no sé nada de Gianna, ¿quieres contarme de ella?
Agradezco no tener ningún alimento o bebida en mi boca porque posiblemente me hubiera atragantado. Me doy una bofetada mental al darme cuenta que Katherine no sabe todo lo que pasó con la castaña.
—¿Piero? ¿Qué ocurre? ¿Dije algo que no debía...? —interroga un tanto confundida.
Mis ojos la miran fijo y posiblemente transmitan lo que siento en este momento porque parece darse cuenta de que el tema es delicado. Se tapa la boca con su mano y mira a mamá, la cual asiente de forma casi imperceptible.
Aprovechando la mención del tema mi cerebro decide informarme sobre un detalle que había dejado pasar.
Hoy... Hoy, hace un año, tomaba la peor decisión de toda mi corta vida.
El ardor en mis ojos se hace presente y, antes de derramar alguna lágrima atrevida, corro a mi habitación, dejando a mi hermana más confundida de lo que posiblemente ya estaba.
[...]
Con la cara entre mis manos, sentado en el borde de la cama y con mil pensamientos presentes, escucho los suaves golpes en mi puerta.
—No soy de golpear, soy más bien de entrar sin permiso a tu habitación —menciona Kat entrando a donde me encuentro.
Me siento mejor en la cama y la miro, dándome cuenta de cuánto la extrañaba conmigo.
—¿Qué te ocurre, pequeño? Tú nunca reaccionas como hace rato —murmura, hablando con su característico tono maternal.
—Nada... Sólo me acordé de algo —respondo.
—Por cómo estabas no es simplemente nada —observa—. ¿Me quieres contar? ¿Tiene que ver con Gianna?
Apenas asiento. Me pesa todo el cuerpo por la angustia que me invade.
—No... No estamos saliendo más.
A mi hermana no parece tomarle por sorpresa mi respuesta. Me toma de las manos y ese simple gesto me hace viajar a la noche que estuve con Gia.
Esa noche me consolaba por algo referente a Kat y ahora ella me consuela con algo referente a Gianna. Parece a propósito.
—¿Qué pasó entre ustedes? La última vez que los vi estaban más que bien —menciona.
«La última vez que nos viste fue hace más de un año», digo mentalmente.
—Fue mi culpa, hice una estupidez. —Es lo único que respondo.
—¿Te arrepientes de eso?
—¡Sí! Desde el momento cero. Desearía poder retroceder el tiempo y no hacerlo —me lamento.
—Ambos sabemos que eso es imposible. Parte de tu crecimiento como adolescente es aprender de tus errores y mejorar día a día. Es lo único que puedes hacer —indica.
—Ya hasta hablas como mamá. —Sonrío.
—Pasar mucho tiempo con ella me convirtió en su pequeña copia. —Se ríe suavemente—. Ahora cuéntame, ¿qué es esa estupidez que hiciste?
—Con Gia llevábamos siete meses de novios —empiezo. Sé que es mejor que cuente la historia desde comienzo a fin con los detalles necesarios—. Todo iba demasiado bien, y eso fue lo que me dio miedo. Las emociones que tenía estando con ella eran demasiado fuertes, se sentían casi irreales. Nunca me había pasado algo así con nadie y eso era lo diferente. Comencé a sentirme cada vez más inseguro, no sé por qué. Suena estúpido, pero así me sentía. —Suspiro.
—No es estúpido. Los sentimientos y las emociones nunca lo son —me interrumpe Kat.
Fijo mi vista en ella y asiento lentamente. Después, sigo contando lo que sigue de la historia.
—A papá le salió un gran trabajo en una ciudad bastante alejada de aquí. Se iría con mamá, solo les faltaba ver qué haría yo. Aproveché la situación y les dije si podía irme a la casa de la abuela, que en ese momento estaba viviendo en una ciudad a unos kilómetros de esta. Ya sabes cómo es ella, cada año se muda a diferentes lugares. —Las comisuras de mi boca se elevan al recordar a mi abuela. Kat también sonríe—. Esa fue mi gran estupidez. Y, peor aún, irme sin hablar o siquiera dejarle una nota a Gia.
Recuerdos de mi cobarde partida me abordan como si fuera un barco con algún agujero y el agua comenzara a entrar sin poder pararla. Así es como me siento y no es para menos.
—No era la mejor opción, de hecho ni siquiera era una, pero fue lo primero a lo que recurrí. Según yo necesitaba alejarme y aclarar mis pensamientos, pero le hice mucho daño y me di cuenta de eso cuando ya era tarde.
—Ay, Piero... —susurra Katherine a mi lado—. No voy a justificar tu actitud porque ambos sabemos que no fue correcta, pero no es de vida o muerte. Lo importante es saber que te arrepientes y que pediste disculpas por el daño. ¿Lo hiciste, no? —Mi hermana me mira, interrogándome como si estuviera dudando de eso, pero sé que es una forma de burlarse y aligerar el ambiente.
—Sí, ya lo hice. No fue fácil, Gia no quería ni verme —murmuro.
Aunque pensar en eso no sea agradable, me siento orgulloso por el avance que tuvimos los dos.
—Entonces, si todavía la quieres...
—La amo —interrumpo sin pensarlo.
Carajo, ¿yo dije eso? Es decir, sí, salió de mi boca, pero en realidad es mi corazón que habla sin preguntarle al cerebro antes de hacerlo.
El alivio que se arremolina en mi interior a causa de soltar esas dos palabras me sorprende.
—La amas... —repite mi hermana escondiendo una sonrisa—. Tendrás que volver a ganarte su cariño, Piero. Tienes que ser todo lo que no fuiste cuando tomaste esa mala decisión.
La miro y puedo jurar que mis ojos brillan. El cariño que le tengo a esta mujer al lado mío es tan inmenso como la galaxia, o quizá más.
—Lo sé, y es lo que estoy haciendo —afirmo.
—Me alegro, pequeño. —Kat coloca su brazo izquierdo al rededor de mi cuello y me acerca a su pecho. Luego frota sus nudillos en mi cabello, en forma de broma—. Cómo crecen estos chicos.
Suelto una corta carcajada.
—Te extrañé, bruja —digo, usando el apodo que le dimos con papá.
Antes no le gustaba que la llame así, pero no es mi culpa que en su época de adolescente caminara por toda la casa con su cabello hecho un lío característico de las brujas.
—Yo más, mapache —dice, usando el mío.
—Mi época oscura con ojeras —comento riéndome—. Cómo olvidarlo.
Con un fuerte abrazo y bromas de por medio cerramos la charla entre hermanos. Una charla que necesitaba mucho.
Nota:
Ahora conocemos mejor la historia de lo que ocurrió entre nuestros queridos protagonistas. ¿Qué opinan?
Y, además, ¿qué piensan de Katherine? Es una hermana genial, aunque metió la pata en un momento. 😂
¡Nos vemos en el próximo capítulo!
_IaraS_ 🥀
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