Capítulo 17 | Sospechoso.
GIANNA
—Entonces esta tarde en tu casa, ¿no? —repito para no olvidarme.
—Sip, saldremos de ahí —informa Aisha.
—Genial —digo. Me acerco más a mi amiga, como si fuera a contarle un importantísimo secreto—. Estoy muy nerviosa pero emocionada —confieso, a la par de una risita corta.
—Yo igual —ríe junto a mí.
—Podremos desenmascararlo, no te preocupes —apoyo.
—¿Desenmascarar a quién? —interroga Axel llegando a nuestro lado. Ash y yo nos miramos. Mierda, Ax no sabe nada de esto.
—Este... hablábamos de una serie... ¡sí! ¡Eso! —hablo, nerviosa.
—Claro, ¡sí, totalmente! —Otra vez la morena y yo nos miramos, dándonos cuenta de nuestra metida de pata.
—No mientan, ¿creen que no me di cuenta que esconden algo? —menciona el rubio—. Vamos, hablen. ¡Y sin mentirme!
Entre los gestos de Aisha y mis actitudes nerviosas —como rascarme incontadas veces el dedo meñique de la mano— Axel espera una respuesta sincera. Mi amiga primero niega disimuladamente con el dedo, pero tras una serie de señas que sólo entendemos nosotras, la convenzo de contarle.
—Estoy esperando —indica nuestro amigo, al ritmo de un nervioso tamborileo con el pie sobre el suelo.
—Aisha va a contarte —hablo rápido. Ella vuelve a negar varias veces—. ¡Dile tú! —ordeno, por lo bajo.
—Está bien —se rinde. Sin más dilataciones, la morena relata la historia sin dar muchos detalles. Ax la escucha atento y en un momento no pude evitar reírme para mis adentros con sus gestos—. Y, básicamente, es eso. Por favor, no digas nada —implora Aisha.
—Claro que no —dice el rubio—. Entonces, ¿qué harán hoy?
—Bueno, el plan es seguir la dirección que nos brinda el número del desconocido. Samuel descubrió que el número al final no es descartable, y si queremos saber quién está detrás de esto, tenemos que seguir las pistas que tenemos —cuento.
—¡Increíble! Vamos a tener una aventura como esas de series policíacas, ¡esto es genial! —Axel se encuentra muy emocionado.
—Tranquilo, detective —bromea Aisha—, esto es serio. Los espero en casa a la tarde, ¿sí? —mi amigo y yo sentimos—. Nos vemos en una horas.
Cada uno toma el camino para su casa. Me coloco los auriculares y me muevo junto con las melodías sonando en mis oídos. Aunque quiero concentrarme en éstas, las imágenes de ayer en la noche no dejan de atormentarme. La voz de Piero hablándome tan cerca y sus hermosos ojos mirándome fijamente... No puedo quitarlos de mi mente. Tampoco es que quiera hacerlo.
Cuando estoy a punto de llegar a mi vecindario, veo un grupo de chicos caminar por la acera de en frente. Uno de esos chicos es Piero y reconozco un poco a los otros, son los que están siempre con él en los recesos. Al llegar a la esquina, se despiden y Piero sigue caminando en dirección paralela a mi, mientras que uno de los chicos —uno de rulos, al que le presto más atención— mira desesperadamente a los lados y camina apresuradamente hacia el lado contrario.
A pesar de que su actitud me resulta un poco rara, no lo conozco y tal vez sólo está llegando tarde a algún lado, como al baño, por ejemplo. Nadie sabe.
Por otro lado, yo sigo unas dos cuadras más y llego a casa. Como siempre, está vacía y soy la primera en ocuparla ya que mamá y papá trabajan casi todo el día, y Emily tiene turno completo en el colegio.
Introduzco la llave en la cerradura y la giro, provocando que la puerta se abra. Antes de entrar, me quedo apoyada en el marco de la misma, viendo a mi vecino de ojos azules entrar a su casa. Inconsientemente formo una diminuta sonrisa. Por alguna extraña fuerza del universo, Piero también se voltea y quedamos por unos segundos atrapados en nuestras miradas, hasta que logro romper con la conexión e ingreso velozmente a mi hogar.
Joder, ¿estoy cediendo muy rápido?
[...]
Siento la adrenalina correr por mis venas. El improvisado escuadrón del que formo parte avanza lentamente por la vereda. Estamos parados uno al lado del otro, en la llamada fila india, pareciendo ridículos, pero es divertido.
—¡Cuerpo a la pared! —susurra Axel. Todos lo hacemos, hasta que noto que sólo lo dijo por una persona caminando por la acera frente a nosotros.
—Axel, no todas las personas son sospechosas —me rio.
—¡Todos lo serán hasta que se demuestre lo contrario! —mandonea él, a la par de su dedito acusador revoleado por el aire.
—Chicos, avancen. Vamos, muévanse —apura Sam.
El grupo hace caso y avanza lentamente. Estar última y tener a Ax delante mío no es precisamente una ventaja. Mi amiga se encuentra más adelante, junto a su hermano.
La situación es cómica, somos cinco adolescentes —unos mayores que otros— caminando de forma rara y llamativa por una acera desolada. El número del desconocido nos ha estado brindando la misma dirección dos veces a la semana y Sam se dio cuenta de ello, por eso avisó a Aisha y decidimos hacer esta mini aventura.
—Estamos cerca, ¡rápido! —anuncia el hacker.
Sinceramente mis esperanzas de encontrar al anónimo son casi nulas, pero espero que podamos conseguir más pistas para seguir con esto.
Todos avanzamos en fila hasta que Sam avisa que llegamos a destino. La casa de la dirección, ubicada en una esquina, no me es conocida para nada. La información que tenemos hasta ahora sólo logra confundirme más. ¿El primer mensaje enviado desde la casa del director? ¿El enmascarado viniendo aquí casi todas las tardes? ¿Qué está ocurriendo?
Antes de marearme por las preguntas, Samuel nos avisa que se escuchan ruidos dentro de la casa, como si alguien estuviera a punto de salir, asi que los cinco no detectives corremos y nos escondemos detrás de unos arbustos del costado de la casa.
—Mierda, tengo que ir al baño —susurra Ax.
—¡Axel! —lo reprochamos Aisha y yo.
—¡Perdón, perdón! Iré después, no lo haré detrás de un árbol. —Levanta las manos a la altura de sus hombros, en señal de «no importa, es irrelevante». Mi amiga y yo sólo lo miramos, sabemos que el rubio ya no tiene remedio.
Giro rápidamente mi cabeza al escuchar la puerta del hogar abrirse y, seguidamente, una persona sale de adentro. Trato de reconocerlo, aunque se me complica por la posición en la que estamos, pero logro ver una cabellera rulosa y rubia. Se me hace conocida de algún lado, pero seguro sólo es alguien que vi por ahí.
Cuando el chico —porque es obvio que es un chico— se aleja de la entrada puedo ver mejor su rostro, y ahora sí se quién es.
—Lo conozco —digo en voz baja.
—¿Cómo? —pregunta Ash, confundida.
—Sí, lo vi saludarse hoy al mediodía con Piero —explico—. También los vi juntos en el colegio, con otros chicos más.
—Asi que le prestas mucha atención, ¿eh? —canturrea Axel. Le doy un leve puñetazo en el hombro para que cierre su pico.
—¿Quién es ese tal Piero? —interroga Samuel, el encargado de ayudarnos a investigar esta situación.
—Nadie —respondo rápidamente.
—Un amigo —dice Ash al mismo tiempo.
—¿Nadie o un amigo? —vuelve a preguntar, un poco confundido.
—Nadie —terminamos por responder con la morena.
Para eso, el rubio sospechoso se va del lugar. No tiene pinta de ser él, pero no hay que descartar posibilidades.
—Miren —exclama Sam de repente—, el punto se está moviendo —continúa mientras señala en la pantalla un mapa de la ciudad. Es el programa que está usando para descubrir al desgraciado detrás de todo esto.
—Entonces... el chico que se fue... ¿podría ser el culpable? —tantea Axel.
—Podría serlo, pero también cabe la posiblidad de que no, asi que debemos seguir alertas —ordena Samuel—. Por el momento voy a tratar de dar con el destinatario del mensaje en cuanto a alguna información personal, mientras que ustedes —nos señala a Axel, Ash y yo— no van a perder de vista al ruloso de hace un rato. —Los tres asentimos como si fuéramos sus secuaces, aunque ahora me siento así.
—Disculpen, debo irme a estudiar —enuncia Nicholas, el hermano de mi amiga—. Nos vemos después —saluda con la mano, y todos le respondemos igual.
—Bueno, yo también debo irme —habla Samuel—. Hasta luego.
Los dos más grandes se retiran del lugar y nostros tres por fin salimos de detrás de los arbustos. Siento que tenemos mucha información pero a la vez nada, realmente esto se convierte en algo abrumante.
—Yo también tengo cosas que hacer —nos visa el rubio—, asi que me voy.
—Chau —lo despido—. ¡Y corre al baño! —mi amigo se limita a reírse y levantarme su pulgar, luego se va.
—Te acompaño a casa, ¿quieres? —pregunta Aisha.
—¡Sí! Vamos. De paso puedes quedarte un rato —digo sonriendo.
—De acuerdo, vamos.
[...]
Caminamos por un buen rato hasta dar con un bonito y pequeño parque un poco desolado. Las memorias resurgen del fondo, instalándose ahora en mi mente, sin pasaje de regreso. Es difícil, pero trato de ignorar a mi memoria. Sacudo la cabeza para intentar correrlos lo más posible, mientras que mi amiga se sienta en un banco de color verde y yo lo hago también, acomodándome a su lado.
Pasamos el tiempo hablando de temas triviales, sobre todo para no pensar en la situación que estamos pasando, más que nada Aisha.
—Te digo que es cierto lo que se está rumoreando por los pasillos —afirmo, soltando una risita. Estoy dispuesta a seguir, pero mi vista capta a alguien interesante moviéndose por los caminitos del parque.
Me quedo petrificada, casi sin poder hablar y Ash lo nota. Ella sigue mi mirada y entiende todo al instante.
—¿Hablaste con él? —interroga.
—De hecho, sí —comento.
—¿Y? ¿Cómo salió eso? —insiste. Con tantas cosas en la cabeza me olvidé de contarle a mi mejor amiga lo de la noche con Piero.
—Salió bien, en verdad. —La miro y procedo a narrar todo lo sucedido prácticamente con lujo de detalles.
—Gia, me alegra que estén mejor, en serio, no era sano verte tan decaída —me dice, mientras sonríe ampliamente.
—Sí, Ash. Pero a la vez siento que estoy cediendo muy rápido y no me gusta —confieso.
—Avanzarán al ritmo en el que ambos dancen, tú tranquila —me anima.
Presto atención a esto último. Al ritmo en el que ambos dancemos... ahora no sé a qué velocidad quiero hacerlo.
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