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Capítulo 15 | Luces.

Ya me dijeron que el amor
no mata, pero si te duele

                       Tini ft. Cali y el Dandee -
                                         Por qué te vas

GIANNA

—Soy una idiota —digo. Camino en círculos por mi habitación. Mi teléfono está en altavoz, sosteniéndolo con la mano extendida frente a mi.

—No eres una idiota, no te alteres. —Aisha trata de que no me siga maldiciendo por mi actitud de ayer en la noche.

—Es que no fue mi intención decirle todo eso, bueno, en parte no estaba mintiendo, pero es que estaba muy mareada con todo lo del desconocido que reaccioné mal. —Largo un suspiro cargado de frustración.

Me siento tan mal por como dejé a Piero anoche, realmente no quería herirlo. Dicen que «ley pareja, nadie se queja» pero la culpa me carcome, y sé que es porque verdaderamente no siento lo que salió de mi boca.

—Gianna Slorrence, escúchame bien, si en serio no quisiste hacerlo, vas a buscarlo y disculparte. —El tono serio de mi amiga me hace saber que no está de bromas.

—Pero, pero...

—Nada de peros —me interrumpe—. Es eso o seguirás lamentándote por el resto de tus días.

Tiene razón. Tengo que disculparme con Piero.

—Es verdad —acepto—. Luego lo haré.

—Genial. —Seguramente se encuentre sonriendo del otro lado, satisfecha por mi respuesta—. Bueno, debo irme, hablamos luego.

—De acuerdo, adiós.  —Me despido y corto la llamada. Dejo el celular sobre mi cama y me dirijo a la ventana.

El vecindario en el que vivo hace muchos —muchos— años es verdaderamente lindo. Todas las casas tienen, por lo menos, un arbusto o un árbol en la acera, lo que hace que la vista sea más natural y cargada de verdes.

Noto movimiento enfrente, en unas casas alejadas de la mía. Sin dudar, adivino quién es. En el momento en que salía con Piero, agradecía la increíble vista que sin querer tenía: salía a la ventana y a unos cuántos metros más, se hallaba su casa. Casi siempre podía verlo lavar el auto o jugar con su hermana Kat. Ahora que lo menciono, hace tiempo que no tengo noticias de ella.

Descanso mi cabeza sobre el marco de la ventana y suspiro. Mi vista se posa en él. Mientras lo veo, dejo que mis pensamientos inunden mi mente. De a poco, recuerdos y palabras salen a la superficie, logrando que me sienta peor por mi reacción de ayer. Casi me pierdo en ese mar de emociones, de no ser porque Piero levanta su vista y sin querer choca con la mía.

¡Ay! Me descubrió.

No está tan lejos, ni tan cerca, pero está lo suficiente como para que note que su cara se encuentra apagada, que la luz que normalmente irradia no está presente. Me duele verlo así, y sobre todo porque creo saber por qué se encuentra de esa forma.

Antes de que siquiera yo intente hacer algo ante nuestra repentina unión de miradas, Piero se da la vuelta e ingresa a su casa. Debe sentirse fatal, y no es para menos. Ambos nos estamos haciendo mucho daño.

Me giro y me quedo apoyada contra la pared, exhausta por la abrumadora situación que involucra a Piero.

Tengo que buscar un modo para disculparme con él, y pronto.

                             [...]

Salgo de mi ensimismamiento gracias a un golpe en la madera dura de mi puerta. Me encuentro en mi escritorio terminando tareas del colegio, que hoy no hayamos tenido clases fue una ventaja para que pueda terminar mis trabajos pendientes.

—Gia, ¡mamá te llama! —El grito de Emily hace que me levante más rápido de la silla y camine hacia la puerta.

—¿Qué necesita? —pregunto, a la vez que abro la puerta y veo a mi hermana frente a mí.

—No lo sé, sólo me pidió que te llame.

Emy camina por el pasillo, desapareciendo de mi vista. Hago lo mismo, hasta llegar a la sala, en donde encuentro a mamá.

—Emily dijo que me estabas buscando, ¿necesitas algo? —Como ella está al teléfono, no me escucha, asi que sólo espero a que termine su llamada.

—Perdón, estaba hablando con el conductor del camión, están llegando los nuevos muebles y accesorios para mi nuevo proyecto. Hoy, en la mañana, te avisé que vendrían y te pedí que me ayudes, ¿lo recuerdas? —pregunta mirándome fijamente.

—Sí, sí, se me había pasado —digo—. ¿Ya están aquí?

—De eso hablaba con el conductor —me comenta—. Me dijo que ya estaban llegando.

Como si se lo hubiera invocado, el ruido de un camión estacionándose se escucha afuera. Karen sale inmediatamente y yo voy detrás para ayudarla.

Ella habla con el señor, que debe ser el camionero, —un poco mayor, según puedo ver— y seguidamente éste comienza a bajar algunas cosas, como estatuas, sillas y otras cosas necesarias para el trabajo de mamá.

Espero al rededor de quince minutos a que ellos terminen de hacer su parte. Ahora me toca ayudar a entrar estos objetos. Mamá me indica cómo debo hacerlo para no dañar nada, porque al día siguiente tiene que llevarlos a la casa de sus clientes.

—Mara tendría que estar ayudándome — resopla mientras intenta mover una pequeña pero pesada fuente de patio.

—Mamá, es muy tarde para que ella venga a ayudarte —señalo.

—Por algo es mi socia, hija, la necesito en todo momento. Da igual, no puedo enojarme, Mara nunca me ha fallado —finaliza. Por fin logra ingresar a la casa la hermosa decoración.

Me dedico a mirar con delicadeza las piezas esparcidas por todo mi patio delantero. Tienen un estilo vintage pero a su vez tan moderno, que podría quedarme horas viéndolas. Desde chica he soñado con tener mi propia casa y personalizarla con las decoraciones y colores que más me gusten y la hagan sentir como un hogar. Lamentablemente falta mucho tiempo para eso, y sólo puedo dedicarme a soñar.

—¡Listo, Gia! Ya no quedan más cosas por mover. —Mamá suspira, agotada, y me sonríe—. Gracias por tu ayuda.

—De nada, ma. —También esbozo una sonrisa. Ella se da la vuelta e ingresa a mi casa y yo estoy por hacer lo mismo, pero algo hace que me detenga.

Veo a alguien muy importante a unos metros de mí, y recuerdo lo que tengo que hacer. Me debato internamente si es correcto aparecerme en su entrada de la nada, no vaya a ser cosa que lo espante. Pero me recuerdo que él hizo lo mismo — más de una vez— asi que no tendría que molestarse.

Pienso lo que voy a decir. Tengo que pedirle perdón por decir cosas que en realidad no siento, pero es difícil admitir que todavía queda algo dentro de mí; es difícil admitir que, después de todo lo que pasó y el dolor que me generó, aún lo quiero y lo extraño. A él y a lo que teníamos.

Siento el corazón en la garganta y trato de reunir todo el valor que en realidad no tengo, aprovechando la oportunidad de hablar con Piero. Inhalo profundo y comienzo a caminar hacia su casa.

Voy tan concentrada que no miro a los lados de la calle, los nervios que siento son muy fuertes y no puedo hacer otra cosa que no sea mirar a mi objetivo y querer llegar hasta él.

El fuerte y ensordecedor sonido proveniente de un auto hacen que me detenga y parpadee para volver a la realidad. Unas luces incandescentes me atrapan cuando giro mi cabeza y me doy cuenta de lo que sucede: un vehículo se encuentra a mi lado, muy cerca, y yo no soy capaz de salir del shock. El dueño del auto sale a preguntarme cómo me encuentro, y sólo asiento. Vuelvo a mirar al que era mi destino, pero Piero no se encuentra más allí.

Perdí la oportunidad de pedirle perdón y decirle que, en realidad, no sentía todo lo que dije la noche anterior.

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