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Epílogo







Es increíble lo rápido que pasa el tiempo. Ha pasado casi un mes desde que salimos del internado. Esperaba volver a casa y poder sentirme libre después de cuatro años encerrada, pero lo cierto es que echo de menos todo aquello. Y no solo el internado, las clases, mis amigos... sino la burbuja en la que vivía. Desde que he vuelto a Nápoles en mi casa no ha habido más que problemas. Mis padres están peor que nunca, mi madre no perdona el hecho de que mi padre la haya estado engañando. Aunque mi casa no es la única que está sufriendo una grave crisis, los padres de Bruno van a divorciarse. Su madre ya no vive con ellos. Ambos sabemos cuál es la realidad, pero Bruno sigue considerando a Marco como su padre. Después de todo, la sangre no manda en esos temas.

Ojalá nuestra relación se hiciese a la maldita idea, pero parece que las hormonas tampoco mandan en eso. Lo hemos intentado todo, pero es inútil. Cada vez que hemos puesto de nuestra parte para estar juntos sin caer en tentaciones, nos ha sido imposible. Al final, todas las noches volvía a casa llorando, odiándome por desearlo tanto. Y sé que él siente lo mismo. Lo sé por su forma de mirarme, o por como suspira cada vez que nuestros cuerpos se rozan sin querer. Y estamos en verano, no hace falta que añada nada más...

Por lo menos, ninguno de los dos ha salido huyendo; aun cuando he querido hacerlo todos los días. Es tanto sentimiento contenido que lo único que quiero es hacer las maletas y poder volar lo suficientemente lejos como para olvidar todo. A pesar de eso, sigo a su lado. Ambos sabemos que es inútil olvidar lo que sentimos. Sencillamente sobrevivimos. Hay días buenos, en lo que tanto Bruno como yo conseguimos olvidar por unos momentos la realidad, y luego están los malos días; esos en los que se nos hace imposible luchar contra nuestro impulso.  Hace un año me hubiese encantado volver a nadar en el lago con Bruno.

La semana pasada estuvieron de visita Paula y Chris por Italia, y vinieron a visitarnos de paso de su vuelta por el mundo. A pesar del pésimo humor de Bruno, salimos a cenar. Estuvieron contándonos sobre sus viajes por Europa, y más tarde, Paula me contó en secreto lo feliz que son y los planes que tienen de futuro. Lo puedo evitar sentir envidia por ellos. Cuando le conté sobre la prueba de ADN Paula tuvo que contenerse para no romper a llorar mientras tomábamos un helado alejadas de los chicos. Es incomprensible para una persona como Paula que el amor no triunfe al final. Después de una semana disfrutando de ellos, siguieron su viaje por Alemania. Si mi vida no fuese un total desastre, yo también estaría viajando. Es uno de los mayores placeres de vida. Y si la vida no fuese tan cruel, a lo mejor, Bruno y yo también podríamos estar disfrutando de unas buenas vacaciones. Pero la realidad no puede ser más distinta.

Camino hacia su casa y toco el timbre al llegar. Al cabo de unos minutos Bruno abre la puerta, con la ropa de deporte. Sonríe al verme.

—Entra. Acabo de llegar de correr —comenta. Aparto la mirada de su cuerpo bajo la ropa empapada, y me centro en seguirlo hasta la cocina.

Está siendo duro todo lo que está pasando en nuestras familias, pero poco a poco nos vamos acostumbrando a la vida de mierda que tenemos. Agarro mi pelo en una coleta alta y me siento en el taburete mientras él rebusca algo en el interior de la nevera. Saca una botella de agua y la vacía enseguida.

— ¿Has hablado ya con Marco sobre la universidad? —le pregunto balanceándome en el banco.

En menos de un mes empezaremos la universidad y Marco tiene la esperanza de que él estudie en Italia, pero Bruno quiere irse a Nueva York. Al principio, no soporté la idea de que fuese a estudiar tan lejos, pero ahora entiendo sus razones. Yo también querría alejarme de todos una temporada. Yo sigo sin tener ni idea de que hacer con mi vida, y todo lo que está pasando me sirve de excusa para empezar a tomar decisiones. Ahora mismo los estudios son lo que menos me importa. Hemos tenido conversaciones eternas donde Bruno acaba echándome la bronca por no buscar lo que me apasiona.

—Aún no lo he hecho —busca un vaso y sirve un poco de agua para luego pasármelo. Bebo su contenido—, con todo lo de mi madre, el divorcio... no quiero darle más malas noticias.

—Pero tarde o temprano tendrás que hacerlo. No creo que se pueda ocultar que vayas a vivir en la otra punta del mundo —intento disimular mi fastidio pero acabo haciéndolo más notorio. Bruno me mira con los ojos enternecidos.

—Ya hemos hablado de esto, Less. Tengo que irme.

—Y lo sé. Es solo que... no me hago a la idea —confieso. Después de casi un año juntos, y estos últimos meses viéndonos todos los días, no me hago a la idea de tenerlo tan lejos.

Se acerca a mi lado y me mira desde lo alto.

—No estoy huyendo, solo necesito espacio —dice con la voz rota. Está claro que tocar el tema abre nuevamente las miles de heridas.

—No te culparía si quisieses hacerlo...

—Pero no lo voy a hacer. Vamos a seguir en contacto, lo tenemos todo pensado, no te vengas abajo ahora —me mira entrecerrando sus hermoso ojos azules. Con la luz entrando por la ventana, le brillan con intensidad y me cautiva por completo.

—Tienes razón —me pongo recta cogiendo aire en los pulmones—. ¿Qué hacemos hoy? ¿Vamos al lago?

Se rasca la nuca con una media sonrisa.

—Necesito una ducha. Dame unos minutos y vemos —me deja sola en la cocina y lo escucho a lo lejos subir las escaleras a toda prisa.

Una vez que escucho la puerta cerrarse, me dejo caer sobre la encimera. No quiero ser otra preocupación más para Bruno después de todo lo que tiene encima, por eso disimulo y finjo sobrellevar mejor el tema de estudiar lejos. Tomo aire y me pongo a dar vueltas por el jardín mientras espero. Me siento en una tumbona en la piscina y me quedo mirando la lejanía. El mismo sitio donde he pasado casi toda mi niñez. No culpo a Bruno por perseguir su sueño de ser abogado, desde pequeño ha tenido claro que quería defender los derechos de las personas. Por una parte, lo envidio por saber lo que quiere ser.

— ¿Tomando el sol? —me sobresalto la voz de Bruno. Me doy la vuelta y cubro mis ojos con la mano para poder verlo mejor debido al sol. Lo veo fijarse en mi cuerpo más de lo normal, y enseguida sacude su pelo húmedo—. ¿Por qué no bajamos a la ciudad?  No puedo seguir encerrado en casa.

Pasamos la mañana de tiendas por el centro de la ciudad. Ni el placer que me daba comprarme tacones nuevos consigue alegrame lo más mínimo. Hace demasiado calor, así que después de unos minutos, acabamos refugiándonos en las tiendas con aire acondicionado. Es otra cosa de las que echo de menos de Inglaterra; allí el calor es menos sofocante. Cuando llega la hora de almorzar empezamos a debatir sobre dónde comer. Estamos caminando por el paso de cebra cuando un grupo enorme de fotógrafos y reporteros irrumpe nuestro paso.

—Me había olvidado de lo pesados que son —susurra Bruno en mi oreja mientras me sujeta de las cinturas apartándome de ellos. Intento sonreír a su comentario, pero toda mi atención está puesta sobre sus manos sobre mi piel. Siento una corriente quemándome allí donde me toca y sin ser demasiado bruta, aparto sus manos. Se centra en mí un segundo, cayendo en lo que ha pasado. Tuerce una mueca.

—Bruno, ¿Es verdad que tus padres van a divorciarse? —pregunta un chico pelirrojo con el micro casi en la boca de él. Bruno echa humo por las orejas. Al ver que no respondemos sigue con sus preguntas.

— ¿No tenéis nada mejor que hacer? —les reprocho apartando con una manotazo los micrófonos y las cámaras.

— ¿Y qué podéis decirnos sobre el hecho de que sois hermanos? ¿Son ciertos los rumores? —Bruno y yo compartimos una mirada de cansancio. Pongo los ojos en blanco, y sigo avanzando en busca del coche de Bruno.

Alguno de ellos golpea más de la cuenta a Bruno, que enseguida se tira encima de él. Agarro con fuerza su brazo e intento tranquilizarlo con la mirada. Es increíble como consiguen enterarse de todo. Si no teníamos suficiente ahora encima teníamos que soportar a la prensa rosa sobre nosotros. Intento hacer oído sordo a sus divulgaciones, y me cuelo deprisa en el Audi de Bruno. Arranca, y salimos disparados lejos de todo el alboroto. Una vez en la carretera, respiro aliviada.

— ¿Cómo narices se han enterado? —Grita irritado Bruno dando golpes al volante.

—No lo sé, pero no nos dejarán en paz.

Se pasa las manos por la cara, antes de arrancar cuando el semáforo se pone en verde.

—Esto es otro de los motivos por lo que quiero irme.

Se hace el silencio. Enciendo la radio y alzo las piernas sobre el salpicadero mientras me dejo perder con la música y el viento que entra por la ventana.

—Podrías venirte a Nueva York conmigo... —rompe el silencio. Aparto la mirada de la carretera para fijarme en él. Está centrado en conducir, pero me mira unos segundos para ver mi reacción.

— ¿Cómo?

—Eso. Vente conmigo. Siempre puedes estudiar allí, o trabajar. Lo que sea —suelta ansioso—. Podemos escapar juntos de todo esto.

—No creo que sea buena idea...

— ¿Por qué no?

—Somos hermanos, Bruno. ¿Enserio quieres que vaya contigo?—le recuerdo. Lo veo apretar los labios. Me tiembla la voz cuando añado—, ¿Qué harás cuando quieras salir con otras chicas?

Sonríe de algún chiste que no entiendo.

—Olvidémonos de eso.

Me hundo en el asiento. Estos meses hemos intentado evitar el tema, pero cuando nos deprimíamos pensando en el tema el siempre bromeaba con escapar de todos y vivir nuestra historia pasando de todo. Suena interesante, pero ambos sabemos que no es más que una ilusión.

—Bruno... —le regaño. Sonríe sacando su lengua y veo su hoyuelo. Me mira, perdidos en sus pensamientos. Sube el volumen de la música y se pone a cantar todo el camino.

Después de unos cuantos minutos, detiene la canción y se queda en silencio muy serio.

—Vente conmigo.

—Ya lo hemos hablado, es mala idea.

—Sé como suena, y también se que te he dicho que necesitaba espacio. Pero piénsalo por un momento —detiene el coche en el primer sitio libre que ve y se gira para mirarme fijamente—. Quizás sea la mejor manera de hacernos una idea de esta nueva relación. No estoy preparado para alejarme tanto de ti...

—¿Lo estás diciendo en serio?

—¡Si! Aun tenemos tiempo para organizarlo todo... podremos estudiar. Estoy seguro que tienes unos cuantos ahorros en el banco, podemos alquilarnos un piso, independizarnos y empezar de cero. Nuestros padres nos han arrebatado muchos años, y es la oportunidad de vivir esta etapa juntos.

—¿Qué pasará con lo que sentimos? Al subirnos a un avión eso no va a desaparecer, Bruno. Y, ¿compartir piso? ¿estás de broma?

—Vale, nada de vivir juntos. Tienes razón con eso. Less, yo no voy a dejar de quererte. Aunque estemos a miles de kilómetros, o vivamos puerta con puerta.  Quizás ... —hace una pausa y mira al frente. Los coches siguen pasando deprisa por nuestro lado, y las voces de los peatones caminando por la acera inunda todo. Es un día hermoso de verano, y todos parecen disfrutar de su tarde de compras. Tomo aire al asimilar sus palabras—, quizás cuando te vea rehacer tu vida, pueda entender mi nuevo papel como tu hermano. Pero no quiero renunciar a estar en ella; ya hemos estado mucho tiempo lejos, y no quiero volver a ello.

Me hundo en el asiento y me cubro la cabeza con las manos. ¿Vivir en Nueva York con Bruno? No era el plan que tenía previsto, pero en cuanto las palabras han salido de su boca me he sentido aliviada. Antes de pensarlo con el razonamiento por delante, me inclino hacía su lado y agrego:

—Está bien.

Sonríe ampliamente y me agarra con fuerza de las manos.

—¿Nos vamos a Nueva York sirenita?

Me rió a carcajadas y me dejo llevar cuando arranca el motor dirección a nuestra urbanización. Nueva York con mi nuevo hermano, al que amo con todo mi corazón y al que tengo que arrancarme por narices de mis pensamientos. ¿Estábamos cometiendo un error dejándonos llevar por nuestros sentimientos? Estaba claro que sí, que sería una locura... pero ya no había marcha atrás. ¡Nos vamos a Nueva York!

Fin


***

Y esto es todo... ¿O no? ¿Queréis más? ;)


****ACTUALIZACIÓN 2019:

Hola queridos lectores, necesito vuestra opinión...

¿Os apuntáis a una segunda parte con las aventuras de estos dos en Nueva York?

Segunda parte, ¿si o no?

Sígueme en Instagram y déjame saber que opinas.

¡No me quedan palabras!

Hoy más que nunca...

#BRUNLESS





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