
Capítulo 5
Pasamos la mañana organizando todo para esa tarde. Hoy tenía lugar la fiesta de presentación de las nuevas alumnas. Se hacía en la sala de eventos que tenía el internado. Paula me pasó un jarrón con hortensias lilas, mis flores favoritas. Las coloqué sobre una pequeña mesa con aperitivos y estiré bien los manteles. Estaba bastante nerviosa; tenía la sensación de que algo iba a salir mal y con los días que llevaba estaba segura de que no era solo un mal presentimiento. Enseguida retomé mi tarea y olvido ese pensamiento. No podía ser negativa, todo saldría genial.
Vi llegar al subdirector con un portafolios. Me acerqué hacia él preguntándome que hacía aquí. Normalmente pasaba más de los alumnos de los últimos cursos. Me vio acercarme y note el alivio en su rostro al dar conmigo. Me estaba buscando.
—Señorita Marzolini, el director me ha mandado a comunicarle que tiene que finalizar esta... —dijo mientras estudiaba la sala buscando una palabra para describir lo que veía.
—Fiesta de presentación —le ayudé mientras intentaba leer algo en sus papeles.
—Tiene que finalizar antes de las ocho de la noche. Otros alumnos han reservado la sala a esa hora.
— ¿Cómo? —intenté asimilar lo que me acababa de decir—, llevamos organizando esta fiesta desde... siempre. ¿Cómo pretende que acabemos en menos de tres horas?
—Yo solo me limito a comunicarle lo que el señor director ha ordenado —dijo incómodo ante la situación.
—Por lo menos puede decirme quién ha reservado la sala —le supliqué con mi mejor cara de niña buena.
Sabía perfectamente que no me dirá nada, así que mientras ponía pucheros me acerque e intento volver a leer el horario que tenía delante de él. Furiosa volví a mi sitio mientras él se disculpaba y abandonaba la sala prácticamente corriendo.
— ¿Has llegado a leer algo? —me preguntó Sam cuando me aparto de las chicas. Asentí en silencio.
—Ha sido Bruno —le dije prácticamente en un susurro. Intenté controlar mis espasmos de furia y mis ganas de ir a matarlo. Miré nerviosa a las chicas a mis espaldas, estaban en grupos cotilleando y mirándome esperando que hablase— Escuchadme chicas, tengo una solución. Id todas a vuestras habitaciones y arreglaros, adelantaremos la fiesta a las tres.
Todas empiezaron a quejarse como locas. Aún no habíamos terminado de decorar y organizar todo, pero no podía permitir que Bruno volviese a arruinarlo. Nadie, absolutamente nadie, reservaba para los días que había eventos del comité. Me estaba retando.
—Ya habéis oído. ¿A qué esperáis? Que no tenemos tiempo —gritó Sam a mi lado y se lo agradecí con la mirada.
—Me las va a pagar —sentencié mientras me sentaba en una silla.
—Cuenta con nosotras —susurró Paula.
Las miré a ambas y empecé a pensar en un plan para esa noche. Bruno no tenía ni idea de con quien se había metido. Me tomé cinco pequeñas respiraciones para tomar el control. 1, 2, 3, 4... y 5. Me puse en píe y terminé de organizar todo. A mi lado, mis amigas hicieron lo mismo. Cuando terminamos nos dirigimos a los baños. Estaba hasta arriba de chicas y todas nos saludaban entusiasmadas. Fui corriendo al baño, llevaba demasiadas horas sin mear.
Tras arreglarme el pelo y maquillarme, cogí mi vestido amarillo suelto y ceñido a la cintura con un lazo de un color más claro y lo dejé sobre la cama. Vi mirar a Paula nerviosa su vestido y sonreí para mis adentros. Pensaba dárselo más tarde, pero no contaba con más tiempo. Rebusque debajo de mi cama y saque una gran caja blanca. Ambas me miraron con los ojos como platos.
—Pensaba dártelo más tarde, pero no puedo aguantarme las ganas —le dije a Paula. Ésta estaba de pie petrificada sin poder dar crédito a lo que veía Le cogí de la mano y la acerqué a su regalo—. Ábrelo, no tenemos toda la tarde, Pauli. —Ella asintió con la cara colorada y abrió la caja. Dentro de muchas telas se encentraba un vestido rosa con una sola manga y pedrerías en ella. Era ceñido en todo el cuerpo y llegaba hasta las rodillas. Paula sujetó el vestido con sus delicadas manos y lo acarició con suavidad, como si se fuese a romper.
—Ali, no puedo. Es demasiado —dijo admirando el vestido.
—Claro que puedes, me ha costado un montón decidirme por uno —le replique diciéndole que no tenía otra opción. Ella me miró con sus ojos brillantes y me dio un abrazo. Había merecido la pena mantenerlo en secreto estos días, a pesar de que me moría de ganas de dárselo. No soportaba como admiraba nuestros vestidos, incapaz de comprarse uno igual. Ahora ella resaltaría el triple que nosotras, y no podía estar más feliz por ello. Paula se lo merecía.
—Te quiero —me gritó mil veces mientras tocaba el vestido.
A nuestras espaldas, Sam miraba la escena. La observé y por un momento me pareció ver un poco de recelo en su mirada. Enseguida volvió en sí y celebró junto a Paula. Pero para ni no pasó desapercibida su mirada.
Me puse mi vestido y me calcé mis sandalias beige con poco tacón. Llevaba el pelo recogido en una cola que me caía a un lateral. Mientras terminaba de calzarme los zapatos recordé a Bruno anoche en las escaleras. Cuando lo vi así, llegué a pensar que él también estaba dolido por haberme perdido. Había sido tan estúpida al creer por un segundo que Bruno había cambiado. ¿Cómo podía ser tan ingenua?
Llegamos a la sala quince minutos antes de las tres y nos aseguramos que estaba todo en orden. Alguien tocó la puerta con tres golpes secos y me acerqué.
—Empieza a las tres... —comencé a decir segura de que era una alumna que se había equivocado de hora, cuando vi a Bruno apoyado sobre la puerta con una sola mano. Llevaba un vaquero oscuro y una camiseta blanca con cuello en pico. A través de la camiseta, podía apreciar el comienzo de sus tonificados pectorales.
—Quería pasar a desearte suerte —comentó risueño. Lo empujé y cerré la puerta tras de mí. Estábamos solos en el pasillo.
—Eres un estúpido —le gruñí enfadada. Observé que me estaba mirando seriamente con el ceño fruncido. Me alisé el vestido amarillo que me llegaba por encima de las rodillas y clavé mi mirada en él—, sé que has sido tú.
—No era mi intención joderte —dijo quitándole hierro al asunto mientras ponía cara de niño bueno—, no es mi culpa que ambos hayamos decidido hacer una fiesta el mismo día, reina.
Lo fulminé con la mirada.
—Sabías muy bien que hoy era la fiesta de presentación —le dije mientras daba pequeños golpes en su pecho enfurecida. Él no se inmutaba y se rio a carcajadas. Seguí empujándolo hasta que tocó la pared.
—No te recordaba tan salvaje, Less —soltó entre risas mientras ponía su mano en mi espalda baja y me acercaba más a él.
Estaba encerrada entre sus brazos. Noté su cálido aliento cuando dejó de reírse. Miré sus ojos azules más de cerca y un nudo se formó en mi garganta. Volví a dar golpes en vano intentando alejarme de su lado, cuando escuché que alguien tosía a mis espaldas. Me di la vuelta y vi a Matt, observándonos. Recuperé enseguida la compostura y me alisé el vestido al alejarme de Bruno, que había dejado de sujetarme.
—Hola, Matt —saludé nerviosa. Escuché como Bruno se seguía riendo por lo bajo a mis espaldas. Lo odiaba. Me acerque a mi novio y escuché "Sei in difficoltà" de la voz profunda de Bruno. Ignoré completamente su "estás en problemas" y me encaminé junto a mi novio. Eché aire por la boca cuando escuché los pasos del rubio alejarse.
—No me habías dicho que lo conocías, Alessandra —me recriminó enfadado una vez estábamos a solas. Nunca me llamaba por mi nombre completo. Intenté disimular mi cara de miedo.
—Bueno... yo... eh... —balbuceé buscando alguna excusa creíble.
—Lo he oído cuando te ha dicho que no te recordaba tan salvaje. ¿Estás teniendo algo con él, Less?
—Claro que no —escupí enseguida y decidó contar la verdad antes de que pensase algo peor—. Él es el hijo de un antiguo amigo de mi padre —confesé con la mitad de la historia. Me miró pensativo unos segundos y se rascó nervioso la nuca.
—Seguro que no habéis tenido nada, ¿no? —preguntó mirándome fijamente y yo asentí en silencio. Esperé que no se hubiera dado cuenta de que le había mentido—. Está bien, nena. Me ha parecido raro veros así de... juntos, pero si dices que solo es un antiguo amigo, te creo. No entiendo por qué no me lo habías contado antes.
Dios, ayúdame.
—No somos amigos. Y no te lo he contado por qué no quiero que nadie más lo sepa, Matt. Nuestros padres han tenido muchos problemas y si mi padre descubre que él también estudia aquí...— le dije nerviosa —, tienes que prometerme que no se lo dirás a nadie
—Te lo prometo —me susurró antes de darme un beso corto.
La fiesta transcurrió con éxito. Presentamos a todas las nuevas alumnas y escuchamos su discurso frente al comité. Ambas recitaron un pequeño discurso sobre su vida, sus hobbies y su árbol familiar. Todas parecían quedarse encantadas con la decoración y con la elección de comida. Cuando acabó, las alumnas del primer curso abandonan la sala y las que pertenecemos al comité nos quedamos estudiado las fichas de cada una de ellas. Solo podrían entran cinco de trece. Al acercarse las ocho, todas me felicitaron por la pequeña fiesta y hablaron entusiasmadas sobre la próxima.
Llegamos a nuestra habitación gritando y dando saltos, emocionadas por lo bien que había salido todo al final.
—¿Has oído como hablaban de la fiesta de Bruno? —preguntó Sam mientras se recostaba en su cama. Intenté sacarme el pendiente con una mano. Sentía que desde que entré al internado, su nombre era lo que más oía. Asentí y tomé asiento en el sillón junto al ventanal—. Tiene buena pinta. Por lo visto, ha logrado introducir alcohol sin que le pillen en seguridad.
— ¿Me estas queriendo decir que quieres ir? —le pregunté mirando por la ventana el inmenso bosque. Entonces se me ocurrió una idea para acabar con Bruno—. ¿Sabéis que? Creo que será buena idea que vayamos.
Ambas me miraron sorprendidas.
— ¿Qué estás tramando? —pregunta Paula desde el vestidor. Se estaba observando en el espejo, fascinada con el vestido. Le quedaba mucho mejor de lo que esperaba. Paula no era de llevar ropa muy ceñida, pero ese vestido realza sus curvas. Curvas que ni yo sabía que tenía. Estaba hermosa y muy sensual.
—Él ha intentado arruinar nuestra fiesta, creo que lo justo es que nosotras hagamos lo mismo —les aclaré poniéndome de píe—. No puedo ir a la fiesta así vestida, voy a cambiarme.
— ¿En serio vamos a ir? —preguntó Sam.
—Claro, me las va a pagar —abrí mi armario y busqué algo más apropiado para la noche.
Sam también comenzó a quitarse su vestido celeste suelto con flores y se puso un vestido gris hasta las rodillas con escote en barco. Yo moví las perchas y me decidí por un vestido ceñido negro. El escote cuadrado que tenía me hacía unos pechos más bonitos. Busqué entre la ropa interior un sujetador más acorde. Paula decidió seguir con su vestido, pero se cambió sus bajas sandalias por unos tacones más altos. Yo me puse mis zapatos negros de diez centímetros atados al tobillo con unas tiras plateadas.
— ¿Cómo piensas entrar? —preguntó Sam ya vestida.
Solté mi recogido y agité mi cabello en el aire. Cogí un cepillo y me encrespé un poco, intentado obtener más volumen.
—Nos dejará entrar.
Se nos permitía organizar fiestas en la sala grande siempre y cuando reservásemos con el director y él diese el visto bueno. Al fin y al cabo, pertenecíamos a la élite y teníamos que prepararnos a asistir a fiestas. Por supuesto, era muy difícil que el director diese el visto bueno tan fácil. Normalmente pedía una justificación y un consentimiento por escrito de que no romperíamos las reglas; no alcohol, no drogas, no peleas, y nada de sexo. Supuse que el padre de Bruno había tenido mucho que ver. Eso era jugar sucio, pero los Brachielli no sabían jugar de otra manera.
En cuanto Sam me dijo que Bruno había conseguido alcohol para la fiesta, vi mi clara oportunidad de arruinarle su dichosa noche. Y a lo mejor, con suerte, conseguía que lo expulsasen. Sonreí al pensar en su cara al ser descubierto. Era un plan genial.
Llegamos a la sala y me sorprendió al ver un montón de gente entrar. En la entrada estaba Bruno recibiendo a los alumnos con una sonrisa enorme. Cuando nos vio ensanchó aún más su estúpida sonrisa. Miró a mis amigas con cara de pervertido.
—Vaya, no esperaba veros hoy aquí. Podéis pasar. —Les abrió la puerta.
Ambas se encaminan a entrar y cuando pasé por su lado, me cruzó el brazo sobre mi cuerpo, impidiéndome seguir. Mis amigas me miraron y les hice una seña con la mano para que entrasen tranquilas. Me di la vuelta y clavé mi mirada en él. Esa noche, pensaba usar todas mis armas contra Bruno. Me acerqué y me deslicé la falda del vestido llamando su atención. Me estudió con cuidado y se centró en mis piernas. Todos los tíos eran iguales.
— ¿Necesitas algo, preciosa?
—Esperaba que me dejases pasar —arrastré las palabras con suavidad mientras acariciaba su hombro.
Llevaba un pantalón negro con una camisa azul marino, y los botones abiertos; le cubría una americana oscura. Su perfume varonil me inundó y admití que olía de maravilla. Se lo estaba pasando bien viéndome de esa manera. Lo pude ver en su mirada.
—Solo con una condición —dijo al fin juguetón
— ¿Cuál? —le seguí el juego. Una noche, solo tenía que aguantarlo una noche. Mañana estaría muy lejos de aquí.
—Primero tienes que aceptar.
— ¿Cómo quieres que acepte si no se lo que es?
—Lo sabrás en su debido momento, reina del baile —hizp énfasis en lo último. Lo miré pensativa. Tratándose de Bruno no podía ser nada bueno. Aun así, acepté su trato y junté mis manos con la suyas. Sentí una corriente cuando lo toqué y las separé inmediatamente. Él observó su mano unos segundos antes de dejarme pasar.
Una vez dentro me asombró lo distinto que se encontraba la sala a esta mañana. Me encaminé entre los grupos de alumnos que había y busco a mis amigas. Las encontré junto a Jessica al lado de los altavoces de música. Varias personas se encontraban bailando. Vaya espectáculo; nunca se había montado este tipo de fiestas en el internado, parecía una discoteca barata. Mis amigas celebraron mi triunfo al entrar y nos pusimos a cotillear sobre las demás.
Pasó un largo tiempo y me sorprendí al pasármelo bien. En la mesa central había un montón de aperitivos que llevé a mi boca sin control. La música que sonaba me animó un poco a bailar. Cuando vi a Bruno mirarme por el rabillo del ojo, fingí pasármelo genial para que no sospechase de mis verdaderas intenciones. Me acerqué nuevamente a la mesa y sonreí al descubrir un pequeño trozo de Lemon Pie, era mi postre favorito cuando pequeña. Lo cogí y le di un pequeño bocado. ¡Dios! Estaba mucho mejor de lo que recordaba.
— ¿Te gusta? —me preguntó Bruno a mis espaldas.
—Ajá —asentí mientras dejaba una fuente con ponche sobre la mesa. Contenía un líquido rosado en su interior.
— ¿Quieres probar? —me ofreció sirviéndome un poco en un vaso.
— ¿Qué es? —pregunté cogiendo el vaso entre mis manos. Esperaba que fuese algo con mucho alcohol.
—Elixir prohibido —me susurró en la oreja y se alejó dejándome sola.
Me lo bebí todo de un buche e intenté no escupirlo. Joder que si tenía alcohol; me ardía la garganta, pero cuando la mezcla llegaba a mi estómago me recorría una sensación agradable. No era de beber mucho, pero tenía que reconocer que estaba muy bueno. Me serví otro vaso y observé como Bruno alzaba una ceja mirándome desde la otra punta de la sala.
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