
Capítulo 2.
Era casi la hora de cenar cuando entré al cuarto. Había pasado más de una hora dando vueltas por el patio, asimilando la llegada de Bruno. Había intentado pensar en soluciones; llamar a mi padre y rogarle que se lo llevase de aquí había sido mi primera opción, luego al entrar en razón, lo descarté. Empezaría otra guerra y no podía permitir que ocurriese aquí.
Me encontré con Paula acomodando sus libros en su estantería. Llevaba una cola alta y las gafas de pasta. Me senté con ella y la ayudé.
— ¿Dónde has estado? —preguntó sin dejar de sacar libros de la caja.
No quería mentirle, pero tampoco quería contarle todo lo que conllevaba decir la verdad.
—He estado dando un paseo.
Saqué un libro de la caja y lo puse justo detrás del que acababa de poner ella.
—No, no. Los pongo en orden de lectura. Este de aquí — agarró el libro que acababa de colocar y puso otro antes. Señaló el primero de todos—, es el primero que me voy a leer este trimestre, e iré uno a uno. Así es más fácil.
La miré asombrada: extrañaba sus rarezas. Le di un fuerte beso en la mejilla.
—Te he echado de menos —confesé.
Cuando mis padres peleaban, echaba de menos poder hablar con ellas de cualquier cosa y olvidar a mis padres. Paula siempre estaba dispuesta a escucharme, aun cuando sabía que no le contaba toda la verdad. Sam en cambio, siempre se enfadaba conmigo, porque decía que no confiaba en ella lo suficiente. Y no era que no confiase en ellas pero cuando no estaba en casa con mis padres, no me gustaba hablar de ellos. Me gustaba pensar que mientras nadie supiese lo desastroso que era su matrimonio, no se haría real.
Encontramos a Sam en la sala de ocio, junto al grupo. Como siempre estaban Derek, Jessica, Chris, Matt y.... ¿Bruno? Nos acercamos al grupo, y comencé a echar humo por las orejas. Se estaban riendo de alguna estupidez que estaba contando Bruno, y me entraron ganas de tirarme sobre él y matarlo. Había sustituido la americana por una camiseta ceñida gris, y se le marcaban todos los músculos de los brazos. No era la única que se había fijado en ese detalle; a su derecha estaban Sam y Jess babeando por el chico nuevo. Sentí ganas de vomitar al ver la cara de satisfacción de Bruno.
—Chicas, éste es Bruno Brachielli, acaba de llegar de Italia —anunció Jess cuando estábamos lo suficientemente cerca.
Bruno sonrió y yo le lancé una mirada amenazante. Note como apretaba la mandíbula para no estallar en risas. Odiaba lo arrogante que era.
—Encantada —dije falsamente. Abrió ligeramente los ojos sorprendido de que fingiese no conocerlo. Pero no pensaba darle más motivos para arruinarme la vida.
Paula se acercó a saludarlo, y todos le contaron de lo que estaban hablando. Sam se acercó a mí y me apartó del grupo.
— ¿Se puede saber qué te pasa? —Directa al grano, así era Sam.
—Nada, ¿por qué lo dices? —observé a Bruno a sus espaldas acercarse a susurrarle algo a Paula y como ésta se reía en su oreja. La escena me produjo nauseas.
— ¿No te estás dando cuenta? Parece que quieras matar a alguien. Nunca te había visto así —sonreí y centré mi atención en ella. Claro que nunca me había visto así, solo Bruno sacaba lo peor de mí. Y hoy se estaba luciendo.
—No me pasa nada, lo prometo —le dije con fingida serenidad y pareció quedarse contenta con mi respuesta.
—Sí no te pasa nada, ven a sentarte con nosotros. Matt me ha preguntado por ti. —La miré con los ojos abiertos como platos. Con todo el lío del imbécil, me había olvidado totalmente de Matt.
Me acerqué a los sofás y me senté al lado de él. Me sonrió al verme y yo le devolví el gesto. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y me sentí aliviada al ver su reacción. No podría soportar que me rechazase después del día que llevaba.
— ¿Cómo llevas el día, nena? —me preguntó. Sentí en el cuello la mirada del resto del grupo, que disimulaban mal no estar escuchando.
—Ha sido horrible —le dije arrastrando las "o" y miré en dirección a Bruno, que no apartaba la vista. Lo ignoré completamente y me volqué del lado de Matt. Acaricié su brazo derecho mientras me acercaba a él—, hasta ahora.
—Eso me gusta más —parecía disfrutar del contacto y yo me llevé por la emoción del momento. Intenté analizar su rostro buscando algún indicio de lo que estaba pensando, pero no encontré nada—. Echaba de menos esos ojos.
Me sonrojé a escuchar su declaración. Ansiaba escuchar esas palabras esta mañana y aunque llegaban tarde, llegaban. Me sentí tan feliz que cuando se acercó para darme un beso no me di cuenta hasta que lo tuve pegado a mi boca. Disfruté del suave tacto de sus labios. No duró mucho, pero para mí lo significaba todo.
—Y también echaba de menos tus labios —susurró inclinándose detrás de mí, para que nadie pudiese verlo.
—Yo también te he echado de menos —confesé al momento que me daba un beso en el cuello y se me escapaba una risa.
Me abracé a él y por primera vez, sentí que volvía a formar parte de mi vida. Llevaba todo el verano con miedo a regresar a encontrarme con él por los últimos meses que pasamos juntos. Lo había notado ausente, distante conmigo. Ya parecía volver a ser el Matt del que me enamoré.
Nos quedamos un rato abrazados, hablando de las vacaciones. Del sol de España y todas las anécdotas que había pasado este verano con mi prima. Nos reíamos continuamente y no pude evitar preguntarme, que habría pasado para que hubiese cambiado su actitud.
—Siento interrumpir parejita. —Una voz hizo que aparté la mirada de Matt. Eran Paula y Sam—. Íbamos a ir a cenar las tres solas, ¿recuerdas?
—Ve a cenar con las niñas, cielo —dijo Matt cuando volví la mirada hacia él. Me dio de nuevo un beso—, podemos seguir con esto mañana. Tenemos muchas cosas de que hablar. — Asentí sonriendo.
Esa misma noche, ya las tres en la habitación, hablábamos de los chicos. Sam llevaba muchos años detrás de Chris, uno de los mejores amigos de Matt, pero al parecer tenía ojos para todas menos para ella. Era un mujeriego, pero también uno de mis amigos. Yo siempre la animé, diciéndole que seguramente la veía más como una amiga, pero ella se negaba a rendirse. Sin embargo, cuando le preguntamos por él, parecía no actuar como siempre.
—¿Sam, que bicho te ha picado? —preguntó Paula desde su cama; se estaba haciendo la pedicura.
—¡Escuchadme, Chicas! —Sam se levantó de la cama para llamar nuestra atención. Yo miré a Paula y ésta rodó su dedo sobre la cabeza, señalándome que también pensaba que estaba loca—, creo que me he enamorado.
Bufé.
—¿Se puede saber de quién?, ¿quién ha sido capaz de sacarte a Chris de la cabeza? Porque se merece un premio —bromeé yo mientras recogía mis pertenencias de aseo para ir a ducharme, ya que esta tarde fui la única en no hacerlo.
—¡Eso! ¡¿Quién?! —preguntó Paula mientras le lanzaba un cojín.
—El bombón de Bruno Brachielli. —Al oír ese nombre, se me cayó el champú al suelo. Me agaché inmediatamente para comprobar que seguía vivo y suspiré aliviada que ver que sí. Bruno. Otra vez su nombre. ¿Por qué será que no me sorprendía?
—¡Es un imbécil de mierda! —grité enfadada y al ver la expresión de Sam, me di cuenta de lo que acababa de soltar por la boca. Yo jamás decía ese tipo de palabras, jamás con mis amigas. Jamás allí.
— ¿Por qué dices que eso? —inquirió Paula y yo no sabía dónde meterme—, ¿acaso sabes algo de él que nosotras no sepamos?
Las miré a las dos y me di cuenta de que no tenía como salir de esta. Tomé aire.
—Lo conozco de oída. En Italia todas hablan de lo estúpido que es, así que asumo que lo es. —Sonreí satisfecha por cómo me las había apañado para salir. No mentí del todo. Todos los veranos cuando volvía del internado, y me juntaba con mis antiguas amigas, me contaban cosas de Bruno. Cosas cómo que había aprovechado su tiempo en tirarse a todas las mujeres que podía, incluida mi amiga con la que ya no me hablaba. Ambas se miran pensativas—. Voy a ducharme chicas.
Salí casi corriendo hacia el baño de las chicas. A esta hora el internado se encontraba casi en silencio, solo unas pocas personas se hallaban fuera de sus habitaciones, y yo me sentí encantada cuando entré al baño y lo encontré completamente vacío. Saqué las cosas para el baño y me metí en la ducha. El agua caliente me quemaba la piel, e intenté borrar el mal rato que me había hecho pasar Bruno, y me centré en Matt.
Unos minutos más tarde salí de la ducha y me sequé con la toalla el pelo y el cuerpo. Cuando acabé, busqué mi pijama para cambiarme y me di cuenta que con las prisas había olvidado cogerlo. Resoplé, vencida.
Cuando llegué al pasillo que daba a las habitaciones de las chicas por segunda vez en el día volví a tropezar con algo. Y esta vez se me cayó la bolsa de aseo al suelo, provocando un sonido en el silencioso pasillo. Miré a los alrededores y me tranquilicé al no ver a ningún vigilante. Cuando levanté la vista del suelo, observé a Bruno agachado ayudándome a recoger mis pertenencias. Le quité bruscamente el jabón de las manos y le miré furiosa.
—Vamos a tener que dejar de encontrarnos así —dijo juguetón en voz baja. Lo fulminé con la mirada—, es solo una broma Less, relájate.
Sentí una pequeña punzada al oírlo decir mi nombre.
— ¿Qué haces aquí? No puedes estar en las habitaciones de las chicas —le recordé. Por mucho que fuese nuevo, conocía muy bien las reglas.
Se levantó y me cedió la mano derecha para ayudarme a levantarme. Acepté su ayuda resignada. Una vez de pie, me percaté que lo único que me cubría era una toalla, que tapaba solo la mitad de mis muslos. Pude sentir su mirada, y me ruboricé. Nunca había compartido un momento tan íntimo con un chico, y me escocía que fuese con él. Los segundos pasaban y su mirada no se apartaba de mi cuerpo; pude verle tragar saliva más de una vez. Y mi corazón era lo único que escuchaba. Tenía que tranquilizarme.
—Quería hablar contigo —rompió el silencio mirándome a los ojos por primera vez.
—¿Y bien? —dije con indiferencia. No era el mejor momento para mantener una conversación con la persona que más odiaba en este mundo. Bruno se rascó la cabeza, dudoso. Y pude ver en su mirada que no sabía cómo empezar a hablar.
— ¿Podemos ir a hablar a otro sitio? —preguntó mirando a su alrededor incómodo.
No podía hablar con él. Ni siquiera debería estar aquí de pie enfrente de él; mi padre me mataría si supiese lo que estaba haciendo. Se me agotó la paciencia. Negué con un lento movimiento de cabeza.
—Yo no tengo nada de qué hablar contigo, Bruno —le respondí de mala la gana—, así que dime lo que tengas que decirme, mueve tu culo de ahí y déjame ir a mi habitación. Espero despertarme mañana y ver que todo ha sido una pesadilla.
— ¿Sabes, Less? venía a intentar llegar a un acuerdo, pero yo también puedo jugar a tu juego... —Sus ojos se clavaron en mi mirada, y me mordí el labio inferior nerviosa.
—Entre tú y yo jamás va a haber un acuerdo. Y te aconsejo que te largues de mi territorio. Pero si quieres jugar, juguemos —amenacé mientras levantaba la cabeza, y lo miraba fijamente, segura de mi misma.
Bufó.
—¿Por qué no les has contado que me conoces? —Me sorprendió su cambio de tema y lo miré incrédula. Agaché la cabeza rendida, y observé nuestros pies. Sus zapatillas negras hacían contraste con las mías rosas.
No había admitido que lo conocía desde antes, porque no estaba dispuesta a dejar que mi pasado volviese a invadir mi vida. Hacía muchos años que para mí Bruno dejó de existir.
—Porque no te conozco —le gruñí harta sin apartar la mirada.
Me dolían las palabras. Me dolían por la pequeña Less que aún recordaba cómo sonreía a su lado. Hacía mucho que dejé de saber quién era, y ni siquiera estaba segura de haber llegado a conocerlo. El chico que conocí no me hubiese hecho todo lo que él me había hecho. Eliminé cualquier tipo de recuerdo de mi cabeza, y comencé a alejarme de él. Una mano tiró de mi cuerpo y me volví a encontrar a su lado. No tenía fuerzas para seguir esta conversación. Aparté su mano con fuerza, pero el volvió a sostenerla.
—Déjame en paz, Bruno. No sé a dónde quieres llegar, pero no tengo ganas de seguir con esto. Olvida completamente quien soy, olvida que existo, así a lo mejor podemos seguir sin matarnos vivos.
Me acercó más a él, y aunque luché con todas mis fuerzas para alejarme, me lo impidió. Sentí su aliento mentolado en la cara, y no pude evitar fijarme en sus labios. Sus manos presionaban mis brazos y me cansé de luchar.
— ¿Es eso lo que de verdad quieres? —susurró dulcemente, y sus palabras me afectaron más de lo que me gustaría. Cuando sus ojos azules se encontraron con los míos, me perdí en su mirada y sonrió; curvó sus gruesos labios en una sonrisa, que me contagió a hacerlo como él. Luché por no permitir que tuviese ese control sobre mí—, ¿de verdad quieres que te olvide?
Su mano derecha acarició mi mejilla y automáticamente entrecerré los ojos por el tacto de su mano sobre mi piel. Entonces se apartó de mí y me dejó atónita. Empexzó a reírse en voz alta. Se reía de verdad, sin importarle nada. Y yo me sentí como una estúpida por permitirle hacer conmigo lo que quería. Un fuerte calor subió desde mis entrañas y entonces mi mano sobre su rostro hizo que su risa desapareciera. Sentía mi mano ardiendo y maldije no tener más fuerza. Bruno me miraba con los ojos como platos, pero su sonrisa no había desaparecido de su cara. Cretino.
—No vuelvas a tocarme —arrastré cada palabra con todo el odio acumulado que guardaba en mi interior.
—Eres tú la que hace unos segundos babeaba en mis manos —dijo inocentemente.
—¡Olvídame! —le grité y me fui a mi cuarto. Cada paso que daba podía romper el suelo bajo mis pies.
— Questo è solo l'inizio, principessa. —"Esto es solo el inicio, princesa" le escuché decir en italiano antes de que desapareciera totalmente de mi vista. No soportaba que me hablase en italiano. Era como si tuviésemos algo en común, un secreto, un pasado... no lo soportaba.
Entré a la habitación con las lágrimas quemándome los ojos. La habitación estaba totalmente a oscuras y la única luz que entraba era el reflejo de la luna por la ventana. Sentía como se me encogía el corazón, e intenté callar mis sollozos. Lo último que necesitaba en estos momentos era despertar a mis amigas.
Me acurruqué en la cama y di vía libre a mis lágrimas. Lloré por todo, por todos los recuerdos que me quemaban el alma; lloré por el odio, y por como Bruno se había reído de mi hacía unos minutos. Lloré y lloré hasta que el sueño me atrapó.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro