Capítulo 6: Una corona de papel
Parece mentira. ¿Por qué tenía que terminar la clase justo cuando estaba por acercarme a ella? La rabia se apodera de mí, nublando mi visión.
Pasados unos segundos, caigo en la cuenta de que tengo mucho que explicarle a mi profesora que me mira como si este fuera mi último día en la tierra.
—¿River, podrías acercarte a mi escritorio antes de irte?
Por el tono de su voz, estoy por conocer un universo de dolor... Miss. Ortiz no tolera las malas palabras en su clase, ni los exabruptos: acabo de hacerle un cóctel con ambos.
Estoy tentado a fingir que no la he escuchado llamarme por encima del bullicio clásico de cuando los alumnos están saliendo al recreo, pero muy en el fondo conozco las consecuencias si eso sucediera.
Mi familia toma mis estudios muy en serio, y créanme que lo digo con total honestidad. Mi madre es la más exigente: dentro de su metro cincuenta y cinco de estatura y su complexión diminuta, se esconde una especie de Balrog escupe fuego. Cuando se enoja, le brillan los ojos con una intensidad casi demoníaca, y sus manos que parecen de niña, buscan algo para lanzarte: tiene una puntería que da miedo.
Si la llegaran a llamar del instituto para tener una reunión gracias al show que acabo de hacer, o peor, si me mandan a casa con una observación, me puedo ir despidiendo de mi moto por lo menos por dos meses.
Como ven, no tengo otra alternativa que terminar de guardar mi poemario, cuaderno, ansiedad y furia contenida bien en el fondo de mi mochila, y acercarme al bendito escritorio con paso indeciso.
—¿Quería hablar conmigo, profe? —Fantaseo con la posibilidad de que se trate de otra cosa, y no me haya escuchado, pero ella arquea una de sus finas cejas, y me da la mirada de la muerte. Mis ilusiones de salir de esta sin pena ni gloria se esfuman tan rápido como Alba lo hizo.
Me pregunto adónde se fue, o si siquiera sabe moverse por el instituto sin perderse de nuevo. Me la imagino entrando a varios salones antes de haber llegado al correcto, y siento como mis labios se tuercen en una leve sonrisa.
—¿Es que acaso te parece graciosa la escena que acabas de causar? River, esto puede llegar a tener consecuencias muy serias sobre tu promedio. Y ni que hablar que tengo que reportar a Dirección.
Se me cae el alma al piso. Me preparo para decirle adiós a mi motocicleta y a todo lo que me hace feliz... Tristemente, me doy cuenta de que son pocas cosas en realidad.
—Lo siento mucho, profe. No se repetirá. Fue muy desubicado de mi parte —Bajo la mirada, sintiendo el ardor de las lágrimas en mis ojos. Primero muerto antes que ponerme a llorar delante de una profesora.
—¿Puedo ser honesta? —Ella no espera mi contestación—. Te pediría que nunca dejes de hacer eso porque sé el motivo por el cual lo hiciste. Sin embargo, no puedo tener estudiantes gritándole malas palabras a otros, a pesar de que se lo merezcan...
—Si, claro. Yo...
—Eres un buen muchacho, River. Alguien que debe aparentar para no nadar contra la corriente. Pero tu nombre significa río, ¿o no es así? —me pregunta inclinándose como para decirme un secreto.
—Si, así es.
—Yo que tú, dejaba de lado las apariencias. Tarde o temprano, no vas a poder contener todo ese potencial natural que tienes para ser una excelente persona. Gracias por defender a esa pobre chica hoy.
—Alba... Su nombre es Alba —susurro.
—Si, Alba —me sonríe—. Bien, hagamos esto: los demás ya vieron que te llamé, y probablemente crean que has tenido el castigo merecido. Problema resuelto. La próxima vez que quieras poner a esa amiga tuya en vereda hazlo en el patio, o mándale una notita que con gusto haré la vista gorda. Ahora, fuera de mi salón antes que cambie de opinión.
Me quedo congelado unos segundos. Nunca pensé que una profesora pudiera importarle el bienestar de un alumno, más allá de lo obvio. Cuando estoy cruzando la puerta me doy vuelta para darle las gracias, pero ella solo asiente y continúa arreglando su escritorio.
—¿Qué mierda fue eso, River? —Lorna se me acerca con tanta velocidad que creo que me estaba esperando. Quizás me haya convertido en su nueva presa. Me importa un cuerno. Mis ojos no dejan de buscar a Alba por el corredor. Necesito saber que está bien.
«Cálmate, River. Hace dos segundos que la conoces. Ni que fuera tu novia», de solo pensarlo mi estómago se mueve como si estuviera lleno de mariposas. Listo, ya me he convertido en todo un ridículo...
—¡River! ¿Es que no piensas contestarme? —Me mira apretando esos labios rojos totalmente inapropiados. Sebastián los puede encontrar sexis, pero no funcionan conmigo.
—¿A qué te refieres, Lorna? —Me encojo de hombros, y le regalo una sonrisa torcida que funciona de maravilla.
—Bueno... es que me gritaste delante de todos en Literatura... —Odio su tonito suplicante, como si esperase que la abrazara o algo así. Se me acerca y toca mi cabello. Enreda uno de mis rulos en sus dedos para luego deslizar una de sus uñas por mi mejilla. No la soporto un segundo más, así que decido mentirle y sacármela de encima.
—Ah, sí. Es que estaba escuchando una canción de Green Day, y todas esas risotadas no me dejaban disfrutarla. Disculpa, fue un poco demasiado. Me pasé —La miro con ojos de cachorro triste y ella se ríe encantada.
—¿Qué canción era, bebé?
—"Basket Case" —Lorna no sabe mucho inglés, y no se da cuenta de que el nombre significa "alguien que está demente" o sea como ella. En realidad la canción que estaba escuchando era "She", pero no quise compartir nada de mí con ella. Ni ahora, ni nunca.
—¿Está tan buena como yo? —me pregunta, tratando de seducirme. Sería tan fácil acostarme con Lorna... precisamente por eso, no me interesa en lo más mínimo.
—En realidad, está mejor —Piensa que bromeo, y se carcajea mientras yo aprovecho a caminar más rápido y dejarla atrás.
—Estas ciega ¿o qué? —Una voz retumba a mi derecha. Es Micaela. Acaba de chocar contra Alba que parece estar deseando irse por la puerta principal.
«¿Adónde vas? ¿No tienes más clases?»
Como me suele suceder cuando me pongo nervioso, el pecho se me contrae, y me cuesta respirar. Soy un estúpido. Ella ni siquiera me registra, y la verdad es que no quiero más drama en mi vida: ya tengo suficiente con mis visitas al médico, y las medicinas que no puedo dejar de tomar si quiero seguir viviendo con normalidad.
Alba es demasiado compleja... Todo en ella me intoxica, me descoloca, y me lleva a hacer cosas como las de hoy. Cosas que pueden costar mucho más que una mala nota o una sanción.
No hay chance de que podamos ser amigos ella y yo. Sebastián, Tadeo y el resto jamás lo permitirían. Quiero gritar, romper cosas, salir corriendo... no sé. Me siento un completo cobarde.
—¿Dónde están esos anteojos espantosos cuando más los necesitas, tontita? —Sebastián con su enorme espalda la atemoriza. Se le acerca con deleite pasivo-agresivo. Todo mi cuerpo se tensa.
«¡Apártate de ella, Sebastián! Ahora».
—Lo siento, no me di cuenta. De verdad no estaba prestando atención por donde iba —contesta Alba con voz calmada.
—Claramente, querida. La próxima vez hazlo, así nos ahorras el mal momento de tener que hablarte ¿quieres? —le escupe Teresa mientras los demás se mueren de la risa.
Creo que mis muelas se van a partir si sigo apretando la mandíbula con tanta fuerza. Toda esta situación es enfermiza. No está bien.
«Date la vuelta, Alba... Por favor, sigue tu camino y no los escuches más».
Intento no mirarla. Con manos temblorosas, jugueteo con el cable de mis auriculares, tratando y fallando de ignorar el ácido que quema mi garganta. Me doy asco. ¿Qué mierda me pasa? ¿Por qué no puedo enfrentarlos? Si mi padre estuviera aquí, viendo esta situación tan horrenda, me diría que actuara como un hombre y les pusiera en su lugar. Él es cien veces mejor persona que yo... Mil veces más valiente.
Los observo esperar a que Alba diga algo más, relamiéndose como depredadores salvajes antes de devorar carne fresca, pero ella se mantiene inmutable. Ni una sola palabra más sale de su boca.
Parada allí, delante de ellos, parecería que va a echarse a llorar, pero sus ojos son desafiantes. Su mentón en alto como el primer día que la vi.
Mis ojos encuentran los de ella nuevamente, parece querer hablarme: abre y cierra su boca mientras yo me desarmo bajo su mirada de fuego.
Luego, como en cámara lenta, nos da la espalda, y sigue su camino.
Lorna, que se ha unido al grupo, la observa alejarse, chasquea su lengua, y toma a Sebastián del brazo. Todos los siguen rumbo al comedor para el almuerzo.
Es en ese momento que la veo: una corona de papel arrugada, tirada en el piso. Es de Alba, no tengo dudas al respecto. Me acerco y la levanto con cuidado. Parece imposible, pero huele a coco y miel: como su cabello.
Corro al patio de entrada con la esperanza de verla, pero ya se ha ido.
Algo en mí sabe a dónde se dirige. Casi la veo hamacándose con su pelo rebelde enmarañado flotando en todas direcciones.
Debería ir con los demás a almorzar.
Tengo clases toda la tarde.
Sí, eso es.
Camino con el peso de la culpa hacia la puerta de entrada.
Entro en la cafetería.
Mi grupo me saluda con la mano como si nada: hasta me han guardado un asiento.
Los miro sin verlos.
Me doy media vuelta, y me largo del puto instituto.
N/A
Espero que no se hayan enojado mucho con River.
¿Qué esconde detrás de esos ojos azules infinitos?
Mañana sale otro capi por que los adoro.
Chuik de choko 💋
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