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Capítulo 51: Sanando



Son las tres de la tarde. Stormy está sentada a mi lado en el banco largo de madera que tenemos en el porche. La calidez emana de ella, y su sonrisa resplandece más que el sol que entibia mis mejillas. Estoy tan agradecida de todo lo que me rodea, el simple hecho de estar viva, tener esta oportunidad de sanar y seguir adelante...

Nos sirvo otra taza de té de limón, se lo he preparado extra dulce, como a ella le encanta. Clover descansa su peluda cabezota en su regazo. La muy vendida, sabe distinguir lo bueno cuando lo tiene enfrente, no la culpo. Es más, la entiendo.

Tommy y Brisa están jugando a las escondidas entre los robles, y sus grititos también me dan alegría: suenan a hogar.

Le acabo de contar a mi mejor amiga todo. Sí, escucharon bien: todo. Sobre mi estadía en el hospital, el ala psiquiátrica, la chica sin nombre, mi tratamiento, mi medicación, y papá.

Ella asintió, tocó mi mano, suspiró, lagrimeó, y sonrío después con esos ojos de hada, acercándose cada vez más mientras el sol cruzaba el cielo.

—Esa ala es muy parecida a la que visito cuando voy a ver a Rafa —susurra, con una cascada de emociones derramándose de su mirada.

—Sí, lo sé. ¿Es mucho pedirte que me cuentes más de él?

—Claro que no, tontis. Rafa salió por la ventana de su dormitorio cuando tenía quince años porque según él la luna le había contado que el mundo se estaba volviendo plano. Dice que es así cómo se cayó por el borde y se golpeó la cabeza.

No sé qué decirle, así que tomo su mano entre las mías, pero es raro porque aparte de mis dedos también está sosteniendo medio muffin. Ambas nos reímos de mi patético intento fallido de consolarla, unidas como siempre, o mejor dicho, más que nunca.

—Me encantaría acompañarte cuando lo visites, amiga.

—Eso estaría muy genial.

Volvemos a reírnos, porque somos unas tontas cuando nos ponemos melancólicas, y su mirada me dice que todo va a estar bien. Mientras la observo terminar su muffin, caigo en la cuenta de lo poco que he estado allí para ella. Estuve tan ocupada tratando de mantenerme en una sola pieza, tratando de no perder la cabeza del todo...

Supongo que hay tiempo para arreglar eso, y muchas otras cosas más.

Sus ojos se clavan en los míos, asiento con la cabeza, y le doy una palmada en la cabeza a Clover que me lame la mano. Descanso mi sien sobre el hombro izquierdo de Stormy, ella coge su taza de té y la porcelana tiembla en sus manos.

Mi amiga es como un pájaro, de alas brillantes, esforzándose por volar, desesperada porque venga una brisa lo suficientemente fuerte para impulsarla más arriba, más lejos, a un mejor lugar.

Pienso volar con ella, acompañarla y apoyarla en todo lo que se proponga.

—¿Alba?

—¿Si?

—Te quiero, mi niña —me dice, dándome un suave empujón.

—Yo también te quiero, y mucho —le digo, tragando saliva con dificultad.

—Este mundo está lleno de milagros, amiga. De maravillosos milagros, y tú definitivamente eres uno de ellos. Tengo suerte de haberte encontrado.

—Y yo de tenerte en mi vida.

Ella se mueve a través del pequeño espacio que queda entre nosotras y me abraza. Es tan diminuta que la llevaría en mi bolsillo a todas partes como un talismán.

Más tarde esa noche, mucho después de que mi amiga se haya ido, y mi madre me haya arropado como en los viejos tiempos, papá viene a verme mientras duermo.

Puedo verlo con claridad en mi sueño, y hay un brillo pacífico alrededor de su figura como un enorme halo.

Cierra la distancia entre nosotros y se sienta junto a mi cama. Sus amables ojos, del mismo color que los míos, encuentran mi mirada, y sosteniendo mi mano me susurra hermosas palabras con esa cadencia que tanto amo.

—Hola, mi amor. ¿Quieres escuchar una historia?

Mi corazón se dispara, no tengo temor. Esta no es mi mente jugando una mala pasada. Estamos juntos en mi sueño, y por una vez puedo hablarle en voz alta.

—Claro, papi. Me encantaría —Le sonrío con adoración mientras él se aclara la garganta.

—Este es más un secreto que una historia. La raíz de la raíz. El capullo del capullo. ¿Estás lista para escucharla?

—Sabes bien que sí.

—Cuando naciste, abejita, pensé que iba a morir —Parpadea como en cámara lenta —. Quiero decir, te abracé, y pensé que podría morir de amor.

Se acerca, y pasa sus largos dedos por mi frente. Cierro mis ojos, y me concentro en lo mucho que extrañaba sus caricias.

—Eras tan pequeña, tan frágil. Mamá y yo sabíamos que haríamos cualquier cosa para mantenerte a salvo. Nos turnamos para cantarte canciones, y te vimos dormir en nuestros brazos.

Está caminando ahora...

—Recuerdo que pensé: voy a ser el mejor papá del mundo para ti. Caminaré, respiraré y viviré por y para ti.

Papá brilla ahora, y su voz es un murmullo.

—Siento mucho no haberme podido quedar por más tiempo a tu lado, mi abejita hermosa. Desearía poder explicártelo mejor, si hubiera una manera, pero tal vez no la haya. Aunque creo que puedo demostrártelo. El peso de todo el amor que te tengo, hija mía.

Se inclina hacia delante, y toma una piedra de mi mesita de luz, la que traje a casa de la reserva del lago McArthur en mi última aventura con River. La pone en mis manos... mis dedos mezclados con los suyos: somos fragmentos. Papá es una medida de amor. Me lleva la mano hacia arriba, y me indica que ponga la piedra en el medio de mi pecho. Hago exactamente eso, y la observo subir y bajar al compás de mi respiración.

—No vengas a buscarme, abejita —me suplica —. Mantente conectada a esta hermosa vida que tienes por delante. Vívela en todo su esplendor. Has sido tan valiente. Has sobrevivido a las aguas más profundas, y ahora es el momento de recordar tu camino de regreso a la orilla.

—Sí, papá. Lo haré. Por mí, por mamá, y por ti.

—¿Me lo prometes?

Asiento, sintiendo como el alivio me recorre el cuerpo, célula a célula.

—Construye recuerdos, abejita. Ponlos en tu corazón como esta roca. Deja que te arraiguen de nuevo a la felicidad que tanto te mereces. No te preocupes por mí. No es necesario. Aquí estoy y estaré siempre.

Llevo mis manos al pecho, y él coloca las suyas encima. Debajo de ambas está la roca, y también mi corazón, latiendo una nueva melodía.

bum bum, papá

bum bum, esperanza

—¿Papá?

—¿Sí? —responde ahora el recuerdo de mi padre.

—¿Me cuentas una historia de nuestro libro favorito?

—Puedo hacer eso, abejita. Claro que sí.

Me acuesto en la oscuridad, y lo escucho.

Su imagen se debilita, pero lo entiendo. Luego de unos momentos, también su voz comienza a desvanecerse. Ha dejado en mí sus mejores historias... Uniéndonos para siempre con un hilo rojo indestructible.

—Te amo, Alba —susurra —. Siempre lo he hecho y siempre lo haré.

—Lo sé, papá. Yo también. Tanto que no me dan las palabras para explicártelo.

—Estarás bien, mi abejita luchadora. Ambos lo estaremos...

Cuando me despierto, sus palabras aún resuenan en mis oídos, como ecos en mi corazón, y por una vez, en muchísimo tiempo, he dormido la noche entera. 







N/A

Ay, mis amores, ya vuelve nuestro nenito acuoso...

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