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Capítulo 5: El poema




Segundo día de clases, y de más está decir, que si falto al instituto como ayer, y mi madre se entera, me puedo dar por muerto. Balanceo mis piernas fuera de mi incómoda cama de una plaza mientras sopeso mis opciones.

Opción uno: podría caminar al infierno ese, lo cual significaría un montón de tiempo para mí mismo, además de hacer ejercicio que no estaría nada mal. Otro pro sería sacarme a mis amigos de encima y no tener que escucharlos burlarse de la cara que puse cuando apareció esa chica en el lago.

No he podido dejar de pensar en ella, en la forma que caminó por delante de nosotros con su pelo largo enmarañado y un millón de secretos cuidadosamente escondidos en el verde de sus ojos almendrados.

Cabizbajo, descarto esta primera opción debido a su evidente gran contra: un mínimo de diez mensajes de texto de mis amigos; que no van a rendirse y continuarán arruinándome la vida con una lluvia de emojis ilustrando mi reacción al verla.

Opción dos: podría despertar a mi madre y pedirle que me lleve, pero eso no solo sería estúpido, sino suicida. Ella no sabe manejar, o mejor dicho muy poco. Digamos que planeo sobrevivir la adolescencia, o sea que: gracias ma, pero no gracias. ¿Gran contra, no?

Opción tres: podría llamar a mi padre, que se fue en un viaje de negocios a Francia... solo para decirle "hola". JA.

Opción cuatro: fingir que estoy enfermo. Ya me veo jugando "Minecraft" toda la tarde luego de haber silenciado mi celular. Pero si no voy, jamás podré confirmar un comentario que me hizo Tadeo al pasar... Aparentemente la vio en nuestro instituto, el lunes por la mañana, caminando perdida por los corredores segundos antes de que nos rateáramos todos en patota.

Entonces mi corazón se detiene, recordando algo más que agregó casi como al pasar.

—La muy idiota estaba parada en la mitad del camino, y me la llevé puesta. Cayó de costado y todo —Tadeo se rió como si lastimarla fuera gracioso.

En ese momento, como en muchos otros, (y no, no me siento nada orgulloso de esto que voy a revelarles), preferí callarme la boca y seguirle la corriente, riendo falsamente, pero riendo igual.

Lo sé. Soy un pedazo de mierda. Siento que la conozco, y que debería haber estado ahí para ayudarla a levantarse.

Me imagino extendiendo mi mano, tomando la suya... ¿Cómo se sentirá tocarla? Su piel es tan pálida, a diferencia de la mía levemente morena... Me gusta el contraste de nuestras diferencias. Y aunque puede que no la vuelva a ver, sé que parte de mí la seguirá buscando entre la gente.

La bocina de la camioneta de Tadeo suena en la entrada de mi casa. Me cuelgo la mochila al hombro y con paso desganado me uno al grupo. Al saludarlos, noto como Lorna se está pintando los labios de rojo carmesí mientras Micaela le sostiene un espejito de bolsillo. Ambas se carcajean de Sebastián que aúlla como lobo.

—¡Si bebé, el rojo me pone cachondo!

Mi estómago se revuelve. Un trago de bilis, y un suspiro interminable más tarde, me subo a la condenada camioneta... #elpeorviajedetuvida

Nuestra profesora de Literatura Inglesa, Miss. Ortiz, está parada delante de la clase como una maldita garza: con la punta de su zapato de taco aguja negro, se rasca la parte de atrás de su rodilla derecha. ¿Cómo hace para mantener el equilibrio con tanta facilidad? Un misterio realmente.

Hablando de misterios no resueltos aquí les va otro: el porqué elegí esta materia como parte de mis clases avanzadas.

—¡Atención, clase! Hoy vamos a leer un poema de Plath —La determinación en su mirada es evidente mientras la clase se llena de quejidos y reproches—. Miren, no me importa cuanto se quejen. Conmigo van a aprender sobre la vida de esta maravillosa mujer que no solo es una verdadera artista, sino que sus temáticas son de gran importancia. Y si no les parece bien, entonces allí está la puerta. ¿Quedó claro?

Nadie se mueve, sabemos lo que nos conviene.

—Abran sus libros en la página treinta y cuatro. El poema se llama Vadeando el a —La puerta se abre interrumpiendo a la profesora. Todas las miradas caen sobre la recién llegada, incluso la mía. Entonces sucede: mi corazón se salta un latido y se hunde en mi pecho... Es ella.

Ella, y su horrible vestido turquesa.

Ella, y su indomable cabello largo.

Ella, con sus lentes color sangre que hacen que sus ojos verdes sean enormes...

Parece una visión, allí delante de nosotros, en completa inmovilidad. Noto su mochila abultada que aparenta excesivamente pesada. ¿Será que sigue llevando ese libro que tenía cuando la vi por primera vez?

—Mil disculpas por la interrupción. Me costó un poco encontrar el salón —dice ruborizándose.

A pesar de su aparente timidez, su voz es desafiante, me toma por sorpresa y quiero quedarme allí sentado mirándola para siempre. Mierda.

Nuestra profesora la mira fijamente por unos segundos, como sopesando si llamarle la atención, o no.

—Debes ser mi nueva alumna —le dice mientras consulta su agenda—. Alba Gray. Sí. Leí tus calificaciones: son excelentes, te felicito.

—Gordita y nerda. Un verdadero cliché caminante —susurra una voz femenina detrás de mi asiento. Sé a quién le pertenece esa voz viperina, de la misma forma que sé que está más que feliz de tener una nueva víctima para acosar de la forma más cruel y despiadada.

No debería hacerlo, pero mis ojos encuentran los de Alba, y por una fracción de segundo, puedo jurar que su mirada me quema. La mía baja cobardemente hacia sus tensos hombros. ¡Dios, tiene unos pechos tan perfectos! Sus curvas son deliciosas, quiero quitarle ese vestido y cubrir toda su aterciopelada piel de besos.

«Respira, River. No seas tan pervertido».

Clavo la vista en mi banco, como si mi lápiz fuera la cosa más interesante del planeta, mientras trato de pensar en algo que calme mi erección.

«Video de gatitos. Eso es... miles de ridículos gatitos bailando tango».

—Bienvenida, Alba. Toma asiento, por favor —Miss. Ortiz le señala un banco bastante cerca del mío. Cuando pasa por mi lado, sus largas pestañas se mueven con rapidez. La brisa que se cuela por la ventana me trae un dejo de su champú y me da un vuelco el corazón.

Parte de mí quiere deshacerse de ella y de lo que me provoca. Me coloco los auriculares y los disimulo con la capucha de mi buzo, subo el volumen al máximo, pero ni siquiera Green Day me ayuda a olvidarme de la cadencia de su voz.

—Hoy nos toca leer un poema de Sylvia Plath llamado "Vadeando el agua", ¿lo conoces? —le pregunta la profesora.

—Si —responde ella, su voz apenas un susurro.

Sin darme cuenta he bajado el volumen para volverla a oír.

—Excelente. ¿Podrías comenzar con la lectura, entonces? Página treinta y cuatro. Lee las primeras líneas, y yo te diré cuándo detenerte, ¿si?

Alba parece sorprendida, se queda allí como muda, mirando fijamente a la profesora como si estuviera bromeando. Miss. Ortiz no tiene sentido del humor cuando se trata de recitar poemas. Pasados unos segundos incómodos, comienza a leer.

—Lago negro, barca negra, dos negras figuras recortadas, de papel.

Es en ese mismo segundo, que el maldito planeta se detiene. No existe ni rotación ni traslación. Nada se mueve salvo sus carnosos labios. Hasta Lorna y su séquito la escuchan fingiendo desinterés.

El sol conspira con ella: le regala sus mejores rayos que hacen brillar su cabello mientras con unas manos apenas temblorosas se lo acomoda detrás de sus delicadas orejas. Está absorta en lo que en un principio me pareció lectura, pero resulta ser recitación. Sus ojos almendrados se liberan de la página y vuelan al cielo despejado...

—¿Adónde van los árboles negros que abrevan aquí?

Su boca se mueve en perfecta sintonía con cada línea. Su voz ahoga mi mente con imágenes maravillosas. Sus palabras son olas que me hunden y me devuelven a la superficie deseando otra bocanada del perfume que desprenden algunos mechones rebeldes que ocultan parte de su rostro ovalado.

—El remo agita una infinidad de mundos fríos —la escucho decir mientras me sumerjo nuevamente.

—El espíritu de lo oscuro habita en nosotros, late en los peces.

Dios mío, ella es poesía pura... ¿Cómo es que nadie lo nota?

—¿No te ciega la inexpresividad de estas sirenas? —continúa, sus ojos fijos en algún lugar que solo ella parece ver...

—Ese es el silencio de las almas atónitas —culmina. Toda la clase está en silencio. Nuestra profesora jamás la interrumpió.

—Hermoso, Alba —le dice con un tinte de admiración en su voz—. Espero que nos acompañes todo el año.

Ella solo asiente, como si lo que acabara de hacer no fuera importante. Yo jamás había visto a alguien recitar de la forma en que Alba lo hizo. Me doy cuenta de que todo este tiempo he tenido mis manos tan apretadas en los bolsillos de mi jean, que me duelen los nudillos del esfuerzo y la tensión.

—¡Ay, por favor! Claramente lo único que sabe hacer es leer y memorizar. Yo si me viera así, seguro tendría todo el tiempo del mundo para comerme las páginas de cuanto libro me pusieran por delante. ¡Literalmente! ¿Verdad, chicas? —Lorna tiene tanto odio por Alba, tanto rencor infundado que sus viscosas palabras arruinan el momento. Algunos se carcajean por lo bajo mientras ella se regodea de placer.

—¿Verdad que tengo razón? —La escucho escupir una risotada siniestra y enfermiza y entonces sucede.

—¡Cierra tu puta boca, Lorna! —Las palabras se me escapan antes de pensarlo mejor. El peso de veinticuatro pares de ojos cae sobre mis hombros. Los ignoro a todos. Busco los de ella.

Mientras nos miramos, su ceño se frunce. Se lame el labio inferior. Con el corazón en la boca, galopando alocado, siento como mis piernas se levantan por voluntad propia. Creo que la profesora me está regañando. Poco me importa.

Ella cierra el libro con velocidad y cautela. El tiempo parece detenerse y cuando por fin empiezo a caminar hacia ella, suena el timbre de salida y desaparece entre un mar de cuerpos que bloquean mi campo visual.

Podría jurar que vi lágrimas en sus ojos antes que todo se fuese al cuerno...








N/A

Ay...¡los quiero demasiado!

No tengo palabras para expresarles toda la gratitud y alegría que sus comentarios, votos y apoyo tienen en este corazoncito ansioso.

Este capi me gustó mucho. ¿Y a ustedes?

¿Que piensan de River?

Voy a ir a cenar milanesas y después creo q tengo una barrita de choco a medio terminar jiji

La vida me sonríe ^u^ gracias al choco y sobretodo a ustedes mis amores <33

Chuik 💋 Noda

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