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Capítulo 24: Rompiendo esquemas



Creo que puedo asegurar que estoy viviendo el momento que más terror me causa. Cada ser humano tiene sus miedos, algunos los enfrentan, otros los evaden toda su vida. Sean racionales o no, nuestros temores son igualmente válidos. Nos paralizan, nos dejan sin aliento e incapaces de pensar con claridad.

El mío es el "no pertenecer", el "no ser parte de". Y sí, ya sé lo superficial que suena. Y sí, me avergüenza tener que admitirlo. Me acabo de enfrentar a todo mi grupo de amigos. No solo eso, grité a los cuatro vientos lo harto que me tenían, y no olvidemos como golpeé a Tadeo en la cara. Frente. A. Todo. El. Instituto.

«Bien hecho, River. Tremendo desastre armaste, pedazo de imbécil».

Montar un espectáculo para que todos vean como me siento, y qué cosas me llevan al límite, va en contra de mi educación y mis principios. Pero mandé todo eso al diablo en el segundo que escuché a Tadeo decirle esas ordinarieces. Cuando la vi retorcerse de incomodidad y vergüenza, algo en mí se rompió, creo que mi cordura...

Es increíble lo ciego que estuve todo este tiempo. Tenía tantas ganas de formar parte de un grupo de amigos "populares", que las líneas de lo que era correcto y lo que me convertía en un idiota total se volvieron borrosas. Todo lo que sé es que he estado viviendo una mentira y ni siquiera me di cuenta hasta que la conocí junto al lago Elsie.

Alba, con su cabello rebelde y ojos almendrados.

Alba, con su bicicleta amarilla y una corona de papel tan delicada como ella.

Alba, con un mundo de posibilidades en la curva de su sonrisa.

Y aquí estamos, atravesando la reja de entrada del instituto, con la adrenalina fluyendo en nuestras venas, y todo valió la pena. Ella corre a mi lado y no parece molesta.

El viento fresco alivia el ardor del corte en mi ceja, la verdad el dolor no me importa en lo absoluto. Lo único que siento es el contacto de su piel con la mía. Sostener la mano de Alba es como tener algo frágil y vibrante entre mis dedos. Como un colibrí o un latido. Es difícil de explicar sin sonar cursi, pero ustedes ya saben que hablar de ella me vuelve patéticamente romántico.

Lo hice sin pensarlo dos veces, y cuando sucedió supe que hacer: como si mi piel reconociera la suya. Y me pregunté cómo había pasado tanto tiempo sin hacerlo. Froté mi pulgar sobre sus nudillos, acariciándola, y fue íntimo y adictivo. Sus dedos temblaron bajo mi contacto, y su respiración se volvió entrecortada.

Estar con chicas y tocarlas no es nuevo para mí. Hace mucho tiempo, Lorna y yo tuvimos un fugaz romance... Fue en tercer año de liceo, cuando pensamos que podríamos ser algo más que amigos. Resulta que ni siquiera éramos eso para empezar. Creo que la lastimé, y de eso no me siento orgulloso. Intenté sentir cosas por ella, pero al final del día, fue solo sexo. Ella rompió conmigo y fue un verdadero alivio.

Puede que piensen que una mala experiencia no nos deja traumados, a los varones me refiero, ya que se supone que al ser hombres no experimentamos el romance de una forma tan intensa. Bueno, mis padres siempre fueron (muy a mi pesar por las ganas de vomitar que me dan cada vez que se besan, o se abrazan como adolescentes en la cocina) muy románticos. Crecí rodeado de amor, y luego de una serie de relaciones incómodas, realmente llegue a la conclusión de que había algo mal conmigo. Con ninguna logré sentirme a salvo como para charlar de cosas personales, o compartir más que unos breves momentos de hormonas enloquecidas.

La cuestión es que darle la mano a una de esas chicas, por ejemplo, no se sentía diferente a tomarle la mano a mi hermano cuando era pequeño y necesitaba cruzar la calle. O a mi abuela, cuando estaba recordando al abuelo... Ahora que lo pienso, esas veces eran menos embarazosas.

Con la última chica que salí, Beatriz, la primera vez que nos besamos fue un espanto: mi boca estaba seca, y mantuve los ojos abiertos no sé por qué condenada razón. Al acostarme con ella y no sentir nada, comencé a dudar de mi sexualidad. Quizás fuera gay, cosa que estaría más que bien, salvo que no me apetecía besarme o tener sexo con chicos... Al cabo de un tiempo, decidí que todo ese verso de estar enamorado, conejitos rosados, y mariposas en el estómago no era para mí.

«River, no estás programado para eso, hermano. Tu destino es vagar por el planeta tierra como una especie de cíborg infeliz, pero hormonado».

Me lo dije una y otra vez, tanto que comencé a creerlo.

Entonces apareció Alba, y entendí por qué mi piel no había reconocido a todas las demás: mi disco duro de robot no aceptaría un hardware nuevo si no reconociera el formato. Pero a ella la reconocí, a ella la deseé como a nadie más, porque intrínsecamente éramos hechos de la misma madera, cortes de una misma tela, el uno para el otro. 

Sí. Es eso, o tal vez estoy totalmente desquiciado y sufriendo de una embolia por el tremendo golpe que me dio Tadeo.






N/A

No pienso decir ni media palabra hasta que terminen de leer estos CUATRO capis que les traje en un ataque de locura y amor eterno.

Chuik de Choko 💋🍫 y risita cómplice


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