Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 23: La pelea



Aquí está todo: sucediendo. Aquí estoy yo: devuelta en mi cuerpo. A prepo.

Una chica ladra una risa putrefacta que huele peor que la bolsa de tampones que todavía se encuentra dentro de mi casillero.

Abro mis ojos, y mi cuerpo se balancea hacia delante y hacia atrás... Las lágrimas caen en cascada por mi rostro contorsionado por el shock. Estoy de regreso pero no del todo.

Clic. Parpadeo. Mis huesos se sienten pesados, extraños.

Clic. Estoy dentro de una piel improvisada, mirando con ojos que son una construcción, respirando oxígeno con pulmones que están a un paso de colapsar.

Que raro es tener un cuerpo cuando no estoy aquí. Que extraño estar adentro cuando estoy afuera.

Lorna y sus amigas salen del vestuario y se dirigen a las duchas, hablan de volver a maquillarse.

¿Qué era eso? Ah, sí. Esa cosa que se pone en tu cara, eso que te hace bonita. Pero yo no soy como ellas. Ni siquiera sé si tengo cara.

Clic. Salen de las duchas y yo entro.

Clic. Me paro desnuda en el cubículo, y lloro hasta que mi cuerpo se fragmenta en mil pedazos.

Soy tan diminuta que me vierto en el desagüe, por dentro de las tuberías: me estoy derramando.

Me castañean los dientes. ¿Cuánto tiempo hace que estoy bajo esta ducha de agua helada? Cierro el grifo, y me seco el cuerpo como puedo: el temblor en mis manos me lo pone bien difícil.

Me pongo mi vestido, el suéter, el resto de mi ropa, y salgo del gimnasio. En vez de caminar, me tambaleo, mis rodillas no cooperan.

Cuando llego a la cafetería, observo como los alumnos entran y salen: son criaturas extrañas, se mueven con facilidad.

Me quedo ahí plantada, escuchando la voz de Lorna mientras me insulta, tiene muchos sobrenombres nuevos para mí. Sus palabras vienen en oleadas que chocan contra mi piel:

perra sucia

reina de los tampones usados

bicho raro

gordinfla desquiciada

Sollozo de verdad ahora, ya no me quedan más fuerzas para pelear por mí. Tengo tanta agua acumulada que inunda cada rincón. El lago Elsie sigue dentro mío, corriendo por mis venas, nunca se fue del todo porque debería haberme llevado esa tarde. Agua dentro, agua afuera. Cierro los ojos con fuerza, y deseo que esto termine pronto. El aire frío se mezcla con mis lágrimas. Tiritando, repito la misma frase una y otra vez como un mantra: no soy una de ellos.

Si muero, seré libre al fin. Si mi corazón deja de latir, podré escaparme al cielo y dejarlos atrás.

Mientras se ríen de mí.

Mientras se burlan de mi rareza.

Mientras festejan mi dolor.

La sensación de querer irme me golpea, como una bofetada en mi rostro empapado. No puedo detener la negrura antes de que llegue a dominarme por completo. Los pensamientos son ensordecedores.

Si estás segura de que no eres una de ellas, ¿para qué quedarte?

Date prisa, haz algo al respecto.

Vamos, Alba.

Ven.

Y yo quiero escuchar, quiero seguir los consejos de ese vacío tan sabio, porque estoy tan agotada. Entonces sucede: hay algo que me ata, y no me deja escapar. Aún tengo el sabor fresco de algo que me hizo sonreír en una tarde soleada. ¿Qué era? Tengo el eco de eso que me hizo sonrojarme y querer estar viva. No sé dónde está ese recuerdo, no puedo alcanzarlo. Todo es tan confuso, tan difícil.

Mi mente gira sin control, el suelo se vuelve arena movediza, mi única salvación es recordar.

«Papá, no puedo más...»

«¿Es esto lo que quieres? ¿Que ya no esté aquí?»

«¿Cómo es donde tú estás?»

«¿Es lindo? ¿Es seguro?»

«¿Es mejor? ¿Lo es?»

Espero a que me conteste, pero no es mi padre el que habla. Él no está aquí. Son ellos, esas chicas y sus otros amigos.

—¿Por qué no te largas de una buena vez, gordinfla? Incomodas —dice Lorna.

El delicioso y pecaminoso deleite en su rostro mientras me habla hace que me duela cada milímetro de mi piel.

—Sí, mueve tu culo gordo, Alba. Apestas un poco, y todas sabemos a qué —agrega Micaela.

Su comentario logra que el resto de las chicas se rían por lo bajo.

—Tal vez estarías más cómoda sentada allí junto a esos árboles —agrega Teresa con desdén.

—Chicas, ¿me pueden ayudar a elegir que canción poner en el celular? —dice una voz masculina. Es Tadeo. Sí, ese es su nombre. Es el mismo que casi me pasa por arriba el primer día que llegué al instituto. Uno de los amigos de River.

¡River!

Algo dentro mío se enciende, y veo todo con claridad. Mis ojos se vuelven rendijas que irradian una rabia tan profunda que todo lo que me rodea se tiñe de carmesí.

Me doy cuenta de que me han rodeado, como si yo fuera una especie de animal salvaje, ahí afuera, al aire libre.

Doy pasos hacia atrás, desafiando a cada uno de ellos, y cuando finalmente les doy la espalda lo veo... Está mirando fijo hacia delante. Esos ojos azules infinitos que tanto me gustan, están en llamas. Esas manos de dedos largos y masculinos, las mismas que se entrelazaron en mi ropa rozando mi piel mientras me sacaba del agua, ahora están apretadas en puños tan cerrados que sus nudillos parecen pequeñas montañas blancas. Todo su cuerpo está en tensión. Su pecho sube y baja irregularmente. Su pelo está enmarañado. Y esa boca de labios carnosos, ahora está apretada en una fina línea.

Juro que nunca vi nada más hermoso...

Y lo entiendo todo: él es mi recuerdo. Él es la parte del puzzle que me faltaba colocar. Es el chico de nombre acuoso que me dijo entre mensajes y emoticones que sería mejor que me quedara.

—River, está bien. No pasa nada —murmuro, entrelazando mi mirada con la suya.

Él cierra sus ojos, suspira y niega con la cabeza. Frunciendo el ceño, tira su mochila al piso y se quita la campera negra.

—Oye —le digo alarmada—. ¿Qué estás haciendo?

—Estoy poniéndole fin a esta mierda. Estoy harto de verlos tratarte mal. Se acabó —escupe mientras los taladra con la mirada. Sus fosas nasales están dilatadas, y cuando sus amigos lo escuchan, todas las risas cesan repentinamente.

—¡No! Vamos, no seas así. No vale la pena. En serio.

—Tú vales la pena, Alba. Tú vales todo —dice ferozmente, sin apartar la mirada del resto.

Quiero tirar de él, pero me da vergüenza tocarlo. No siento que tenga autoridad para hacerlo. Soy una madeja de nervios y no sé qué hacer.

—Son unos hijos de perra. Ya no aguanto más verlos atacarte sin razón.

Su voz se quiebra atormentada. Es como si quisiera disculparse por todo lo que he sufrido y no puedo creer que me quiera defender. Mis mejillas se entibian bajo la magnitud de su mirada. Su espalda ancha se cuadra, gira su cabeza unos centímetros como pidiéndome permiso.

—Está bien —digo una vez más—. Por favor, vayamos a clase. ¿Si?

Le regalo una sonrisa tímida, la mejor que me nace bajo este aluvión de emociones encontradas. Él asiente cansinamente. Me inclino para recoger su mochila y su abrigo, y es ahí cuando escucho la voz de Tadeo.

—¡Así, así, bebota! Muéstrame ese culo tan redondito y tan rico.

Ahogo un jadeo, y entonces cuando subo la vista me doy cuenta de que River se ha ido.

Desesperada me vuelvo y la escena delante de mí me deja sin aliento.

River sale disparado, y se le tira encima a Tadeo. Lo embiste con tanta fuerza que su amigo se golpea la espalda salvajemente contra una de las mesas de la cafetería. Lo agarra de la solapa y lo sacude como si fuera un muñeco de trapo.

Algunos estudiantes gritan: ¡Pelea! Mientras todos corren a ver.

La voz de River resuena como un trueno, grave y violenta.

—¡Estoy tan podrido de tu puta boca y de todas tus idioteces!

Tadeo se ríe con nerviosismo, con el miedo escondido detrás de sus retinas.

—¿Es broma? ¿Acaso no la ves? Con ese vestido corto y esas curvas. Está rogando que la manoseen. ¡Me lo está restregando!

Tadeo empuja hacia atrás, tratando de sacarse a River de encima, pero él se mantiene firme, como un roble en medio de un huracán. No cede.

—¿Qué carajos acabas de decir? ¿Acaso no te escuchas, pedazo de mierda?

—¡Quítate de encima de mí, bro! Te lo advierto —gruñe Tadeo.

—Eu, ¡basta ya! —Sebastián intenta entrometerse, pero llega demasiado tarde.

Tadeo lanza un puñetazo a la cara de River, que lo esquiva con facilidad golpeándolo en la boca. Toda la multitud vitorea y Lorna grita.

Tadeo salta hacia delante enardecido, y choca contra River una vez más, balanceando sus puños. Como no puede golpearlo, le pega una patada en las costillas justo cuando River estaba por enderezarse. Él lo toma del pelo, levantándole la cabeza mientras su amigo parece escupirle el rostro. Veo horrorizada como River se limpia los ojos, y es entonces que Tadeo aprovecha para golpearle el costado de la cara con un codazo.

Creo que podría estar viéndolo morir, así que corro para interponerme entre ellos, pero Lorna ya está allí. Entonces, Sebastián ayudado por uno de los mozos de la cafetería, finalmente los separan.

River jadea y agacha la cabeza, sus rulos azabaches brillan bajo la luz del sol. Tadeo se cubre la boca con su mano derecha, pero por debajo le corre un hilo de sangre que gotea las baldosas del patio.

—¡Por Dios, River! Creo que me arrancaste un diente —gimotea.

River levanta la vista y entonces veo que tiene un corte sobre la ceja izquierda. Él también está sangrando profusamente.

Y pese a todo, aún no cede. Se tambalea hacia delante y Sebastián casi no puede con él.

—Deja... a mi novia... en paz.

Sus palabras quedan colgadas en el silencio ominoso. Salen de su boca con tanta determinación que todo el maldito planeta se detiene a escuchar. Más jadeos y susurros se extienden a través de la multitud, y la indignación tuerce el rostro de Lorna.

«¿Dijo lo que yo creo que dijo? ¿Me llamó su novia enfrente de todos?»

«Respira, Alba. Que no se note que estás a punto de desmayarte».

—¿Tu qué? Yo... Mierda, es que no sabía. N-no sabía que era tu novia —farfulla Tadeo con la sangre derramándose de su boca.

«Somos dos».

¿Qué acaba de suceder? ¿Acaso se volvió loco? Acaba de firmar su sentencia de muerte social. Nunca debería haberme defendido, poniendo a todo el grupo en contra.

—Maldita sea, Tadeo. No debería ser esa la razón por la cual te contengas de decirle cosas tan asquerosas. No está bien. Ninguno de ustedes tiene derecho a tratarla así.

Mientras habla, se pone colorado, pero no deja que eso lo detenga. Levanta el mentón con orgullo, mientras escanea la multitud buscándome.

Tadeo tuerce el rostro con una mezcla de incredulidad y dolor.

—Importa —dice—. Eres mi amigo. No sabía que ella era tu novia— repite.

La acusación flota en el aire. River se agarra las rodillas, jadeando. Su rostro se torna gris. Niega con la cabeza mientras unas gotas de sangre ruedan por su mejilla.

—Bueno, ahora ya sabes. Listo.

Se acercan adultos con caras enojadas y muchas ganas de suspender a todos los que tengan enfrente. La multitud se dispersa, y yo aún no sé qué hacer con mis pensamientos erráticos y sus cosas. Las aprieto con fuerza como si eso me salvara de mi misma.

No sé cómo sentirme.

¿Debería estar emocionada de que me haya llamado su novia? Tampoco me dio ninguna opción. Lo que me preocupa es que no lo dijo felizmente. Lo dijo con la cabeza gacha y chorreando sangre.

¿Debería preocuparme del golpe que recibió? Siempre que mis hermanos se pelean a los piñazos, mi madre les grita que no se den en la cabeza.

A ver... Yo, ¿su novia?

Debe de ser la adrenalina del momento, o claramente una señal que va a sufrir de un derrame cerebral y terminar en coma.

«Basta de ser tan borde, Alba. Por el amor de todo lo que es bueno. Déjate de taradeces».

Debo confesarles otra cosa. Y puede que después que lo sepan me tilden de superficial.

¿Está mal que me preocupe mucho más la cara de River que el diente de Tadeo? Ya sé que eso es más grave, pero su amigo puede lidiar con eso: ir al dentista y pegarlo. Yo que sé. Pero el rostro de mi chico acuoso es una obra de arte. Nada ni nadie debería arruinarlo. Es tan bello que duele.

Me imagino curándole la herida, mis manos rozando su rostro, mi boca a milímetros de la suya. Mi cuerpo se estremece de ganas de tocarlo. Estoy tan ensimismada que no me doy cuenta de que River está caminando hacia mí. Lo atrapo mirándome a los ojos con una mezcla de orgullo y algo más profundo que no puedo nombrar. Mi pulso se enloquece, y mis dudas desaparecen. Mi torbellino se disipa y todo a mi alrededor es multicolor.

—Hola —Se sonroja, y me regala una sonrisa torcida. Le causa gracia ese saludo tan tonto. Como si no supiéramos decirnos algo más interesante. Como si no hubiéramos compartido miles de palabras en esos mensajes de texto que fueron realmente épicos.

—Hola —le contesto, porque es gracioso, lindo y es lo que quiero decirle. Además, porque ambos somos unos tontos cuando estamos frente a frente.

Se acerca un poco más, tan cerca que siento el calor de su respiración entrecortada. Mis ojos captan la agudeza de su mandíbula, lo elegante que es. Hasta esa cicatriz en la barbilla le queda sexi. Sus ojos tormentosos me devoran, centímetro a centímetro, y muerdo mi labio inferior desesperada porque me bese. Segundos más tarde tengo terror de que lo haga.

«¿Qué demonios pasa contigo, Alba? Aparte de ser un desastre caminante ahora eres una montaña rusa emocional. Genial».

—¿Estás bien? —pregunta como si yo fuera la que estuviera sangrando y no él.

—Claro. Oye —balbuceo, devolviéndole sus cosas—. ¿Cuándo pensabas decirme que eras un superhéroe?

No sé por qué digo semejante tardadez, supongo que de los nervios que me da tenerlo tan cerca. Mi comentario lo toma por sorpresa, pero le causa gracia.

—¿Lo dices porque acabo de salvar la reputación de una damisela en apuros?

—Bueno, de damisela tengo poco... —Me retuerzo con vergüenza.

—Mentirosa. Lo tienes todo, Alba.

Trago con dificultad, y él se acerca otro milímetro. Escucharlo decir mi nombre es demasiado para mi pobre corazón.

—Deberíamos ir a clase ¿no? —Sueno tan poco convencida que doy lástima.

—¿De verdad quieres eso? —River es más alto que yo, y tengo que levantar la mirada para contestarle.

—Y-yo...

—Vamos, no seas cobarde —Su voz es ronca y sensual. Me empuja suavemente y ese mínimo contacto envía descargas eléctricas por mi columna vertebral—. ¿Qué quieres hacer realmente?

Algo en mí cambia, es como si no me importara más nada que tenerlo frente a mí, ni siquiera sé si los demás alumnos siguen en el patio o si la tierra misma se está por partir en dos.

Anhelo estar con él. A solas. Animarme a dejarme llevar.

—Quiero irme de acá —susurro, entrecortadamente.

—Entonces vamos —murmura, deslizando sus largos dedos entre los míos, aprisionando mi mano con delicadeza y empujando mi cuerpo hacia delante.

Salimos corriendo por la reja del instituto, entre risas sin mirar atrás, mientras mi alma estalla de alegría y mis miedos se desintegran.

Mientras me invaden un millón de emociones por segundo, y el resto de la escena se desarrolla en rapsódica cámara lenta. 






N/A

Es oficial, estos dos van a terminar con la poca estabilidad emocional que me queda. 

¡Son demasiado lindos juntos! 

Y esto es solo el comienzo...

Espero que les haya gustado el capi. 

Chuik de choko 💋🍫

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro