Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 13: Un concierto en la cocina







La maldita tormenta decide amainar para cuando mi ensopado cuerpo llega a los escalones principales de la puerta de entrada de mi casa. Todo es oscuridad: la negrura de la noche cae sobre el barrio como una manta mojada.

Lo menos que quiero en este momento, es hacer enojar a mi madre, así que entro de puntitas hacia el vestíbulo tratando de pasar desapercibida.

Déjenme contarles que se pone bastante intensa cuando me desaparezco por horas sin mandarle ningún mensaje de texto, o llamarla para decirle que estoy retrasada. Llamarla... sí, claro. Eso nunca va a suceder. ¿Qué no entienden los adultos que odiamos hablar con ellos por teléfono?

Hasta ahora todo va viento en popa, ya estoy dentro de casa. La humedad del césped me ayudó a cubrir mi tambaleante cojera, y por un segundo creo que voy a salir victoriosa.

Si me apuro escaleras arriba, voy a poder ducharme antes de enfrentarme al Kraken (o sea, mamá).

Incluso puedo llegar a hacerle creer que he estado en mi cuarto todo este tiempo, durmiendo la siesta después de la escuela. Suena perfecto ¿no?

Lo único que debo hacer, es evitar que ella me vea en este estado deplorable: con mi vestido sucio que huele a lago y emociones encontradas. No puede presenciar como mi cabello embarrado se me pega a la cara como una segunda piel peluda. Le daría un ataque. Seguro pensaría que su hija se convirtió en un poltergeist.

Mientras me dirijo escaleras arriba, las muy cretinas crujen bajo mi peso.

—¡Estoy gorda, qué novedad! Lo entiendo, ¿okay? ¿Ahora pueden hacerme el mismísimo favor de no delatarme?

Mi mirada se fija en el pomo de la puerta de mi cuarto. ¡Está tan cerca! Unos pocos pasos más y todo saldrá bien. Empujo una mano temblorosa hacia delante para agarrarlo. Mis dedos se afianzan en él casi como la actriz de la película Titanic se aferró a ese pedazo de puerta flotante. Y como ella, estoy congelada: necesito esa ducha caliente como un corazón necesita un latido.

Intento girar la perilla sin hacer ruido, y casi termino de abrir mi puerta cuando escucho el crujir de la madera unos pocos escalones debajo de donde estoy petrificada.

Mi estómago da un vuelco, y mi respiración se torna superficial.

Es ella.

Ella está aquí.

Como un sabueso, olfateó mi llegada y estoy condenada. Con los hombros caídos de la impotencia, me doy vuelta y enfrento mi inminente penitencia. Ni bien nuestras miradas se encuentran, sé que estoy en problemas.

Mamá se ve exhausta, más cansada de lo habitual. Me entristece verla así, sabiendo muy dentro mío, que si no soy cien por ciento culpable de su estado, estoy lo suficientemente cerca de serlo.

También se ve furiosa, tanto que las comisuras de su boca son una línea recta.

«Mierda. Eso es muy malo».

Parte de mí quiere huir, sabiendo que este escenario era muy probable.

—Alba, acompáñame a la cocina —me dice entre dientes girando en sus talones así sin más.

No me atrevo a contestarle, mucho menos a desobedecerla.

Cuando llego a la bendita cocina, la veo dando vueltas por la habitación, abriendo y cerrando las puertas de los armarios desvencijados, recogiendo cacerolas y ollas al azar, para luego volverlas a guardar con estruendo un segundo más tarde.

Mis hermanos parecen no estar en la casa, cosa por la cual estoy muy agradecida. Se vuelven pesados si ven que mamá me está rezongando. Quieren saberlo todo de cómo su hermana mayor metió la pata otra vez.

Un fuerte bufido se eleva por encima del ensordecedor concierto de ollas, platos y cubiertos que mi madre me está "regalando".

Si la conozco como creo que la conozco, estoy arruinada.

Soy consciente de cómo me veo, y ella también. Me escanea de cabeza a los pies, sus ojos gélidos de furia contenida. Seguro huele el hedor nauseabundo de mi vestido sucio.

Con su visión de águila, registra que estoy agarrando mi estúpida bota suicida como un jodido trofeo de guerra. También se da cuenta de que voy descalza de un pie.

Veo mi rostro reflejado en el extractor metálico sobre la cocina y su cabeza, y me quiero morir.

Me veo peor que nunca. Mis mejillas están grisáceas de mugre y miedo. Tengo terror de que pueda leer mis pensamientos en este momento. Quien sabe, todo es posible con ella. Quizás haya desarrollado la capacidad de leer mi mente.

Ella no puede enterarse de que intenté... Espera... no. No lo intenté, ¿verdad?

—¿Trataste de suicidarte, Alba? ¿De verdad fuiste tan imbécil? —parecen decir las ollas con cada uno de los golpes  que les da mi madre al meterlas al lavavajillas.

Avanzo unos pasos hacia la mesada, pero estoy cojeando, cosa que la enfurece aún más.

Sí, adivinaron bien: he caminado desde el lago Elsie hasta mi casa usando una sola bota. Y sí, ahora me doy cuenta de lo extremadamente estúpido que fue hacerlo.

¿Cómo es que me cae la ficha recién y no antes? Porque mamá no deja de mirar a su hija como si estuviera rota. Con cada suspiro suyo, se me cae más el alma al piso.

—Alba, ¿dónde diablos te habías metido? ¡Me tenías muy preocupada! ¿Qué clase de adolescente se olvida de su celular en su casa?

—Mamá, deja que te expli...

—Todos los que conozco y atiendo en el hospital viven pegados a esa cosa. La única que no lo usa es mi hija. Que ironía, ¿no?

—Ma... —Pero no me escucha.

Ni siquiera se da cuenta de que Tommy y Brisa aparecen sutilmente en el umbral de la puerta. Mierda, yo pensaba que no estaban. Esto va de mal en peor.

Los ojos de Tommy se abren de par en par al escuchar a mamá gritar a pleno pulmón. Brisa también parece asustada, con su muñeca despeinada colgando de su mano regordeta. Se llama Susana, su muñequita. Está a medio peinar, señal de que dejó lo que estaba haciendo por venir a escucharlo todo, la muy sinvergüenza.

—Mamá... —Le hago muecas con la esperanza de que lea la expresión de advertencia en mis ojos, pero todo es inútil. Está cegada de rabia.

—¡No me trates de convencer haciéndote la linda conmigo, señorita! Estás de mierda hasta el cuello ¿lo entiendes?

Un segundo después, Tommy comienza a saltar por toda la cocina, bamboleando sus bracitos enloquecido de un ataque de risa.

—¡Mami dijo "mierda"! ¡Mami dijo "mierda"! ¡Mami dijo "mierda"!

Mi madre palidece y tartamudea, —¿C-Cuánto hace que llevan escuchando a escondidas?

Las risitas explotan por todas partes, y luego Brisa se une a la canción de Tommy.

—Mierdita, mierda, de las mierdas que tiene Alba en el cuello —Canta sin parar al son de una tonada sin sentido. Sus ojos brillan de picardía y descaro. Desfilando junto a ella, mi hermano empieza a hacer sonido de gases lo que aumenta el volumen de las risotadas de Brisa.

Clover ladra, alentada por el ajetreo a su alrededor. Mamá está lívida. Distraída por el alboroto y para no pisarle la cola a mi perra, se tambalea hacia atrás, golpeando el codo con fuerza contra el fregadero.

Una nueva ronda de palabrotas salen de su boca seguida de más canciones vulgares. La miro dirigirse hacia la heladera murmurando que no hay nada de comer, que sus hijos parece que tienen inodoros por bocas de las palabrotas que usan, y que su hija mayor se ha unido al lado oscuro. Y ¿qué hizo para merecer esto?

Se me parte la cabeza en dos. El ruido a mi alrededor me invade, me asfixia peor que el agua del lago: desde el chirrido que hace la suela de mi bota mojada contra los tablones del piso, hasta las gotas que caen de mi espalda sucia. Necesito un poco de silencio para ordenar mis pensamientos divagantes y poder poner cara de: mírame-mamá-soy-una-adolescente-totalmente-promedio-para-nada-rota. 

Intento nuevamente hacer las paces con ella.

—Perdí la noción del tiempo estudiando, ma. Estaba en la biblioteca. Te prometo que no volverá a pasar. En serio. Perdón, mami —le digo con un abrazo tranquilizador. Trato de no ensuciarla mientras apoyo mi cabeza en su hombro.

Cuando el abrazo termina y me alejo, ella tira suavemente del ruedo de mi vestido con una mueca.

—Alba...

—Y disculpa por mojar el piso, sé cuánto te esfuerzas para que esté perfecto. Sucede que me agarró la tormenta de regreso.

Mamá resopla, pero pasa su mano por mi frente despejando de un mechón sucio.

—¿Y dónde está tu bicicleta? —me pregunta con voz más calmada.

—La dejé en la escuela. Pensé que sería peligroso andar en ella bajo la lluvia torrencial.

Me gano una pequeña sonrisa de aprobación, pero justo cuando pienso que lo peor ya pasó, escucho a mis hermanos cuchicheando sobre cómo me parezco a la novia del monstruo del lago Ness.

—Alba solo lleva puesta una bota, mamita —dice Brisa poniendo cara de perrito mojado.

—Si, mi amor. Lo sé —le contesta mi madre besándole la cabeza.

—¿Tu codito está bien? —le pregunta Tommy, dándole besos en el brazo mientras ambos se acurrucan uno a cada lado de ella.

—Si cariño, estoy muy bien —Ella los abraza, olvidando todas las malas palabras y demás—. Vamos a pedir pizza esta noche, con mucho queso como les gusta, ¿si?

Las palabras de mamá funcionan mejor que un truco de magia. Mis hermanos salen chillando con alergia mientras suben a lavarse las manos.

Es tan fácil hacerlos felices. Es tan hermoso verlos despreocupados, viviendo al máximo cada segundo, con esperanza de muchos más por venir.

Ojalá pudiera volver atrás el reloj, y ser pequeña como ellos, a un tiempo donde no estaba dañada... Donde papá manejaba a la pizzería, y volvía con helado de postre.

La casa se queda silenciosa, y a pesar de todos mis esfuerzos, dejo escapar un suspiro entrecortado. Encuentro los ojos llorosos de mi madre y vuelvo a abrazarla. Ella sonríe y asiente.

—Me voy a dar un baño, ¿de acuerdo? —Intento levantar las comisuras de mi boca para que me vea sonreír también.

—¿Quieres que te lave el vestido para mañana? —me pregunta, su voz apenas un susurro.

Reconozco el esfuerzo que está haciendo. Agradezco la tregua.

—Sería genial, sí. Gracias, mami.

Le doy la espalda, y subo las escaleras de dos en dos.

Así no tengo que fingir más.

Así no tengo que seguir mintiéndole.

Ni lastimándola.

Así, mi máscara de normalidad (esa que uso muy a menudo cuando el mundo se me viene encima) no se me va a caer haciéndose añicos contra las tablas tan pulidas del piso de su cocina.

No quiero astillarlas con mis fragmentos.

No quiero arruinar su brillo.

Son el orgullo de mamá.






N/A

Pobre Alba, no pudo salirse con la suya. ¡Y esos hermanitos son todo un poema!

¿Cuándo tendrá noticias de River?

Pacienciaaaaaaa... jiji

¡Los quiero!

Nos vemos mañana ¿si?

Chuik de choko 💋🍫

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro