Capítulo 12: Tormenta
Debería contarles que he muerto casi mil veces.
Okay, ya sé lo que están pensando...
«Alba no seas tan melodramática».
Está bien, tres entonces, ¿si? O quizás, debería contar este momento que estoy viviendo, (en el que claramente quiero que la arena me trague entera), como una cuarta vez.
Seguramente mi locura me condujo al fondo del lago, donde pensé que encontraría respuestas. Papá odió la idea, y entonces sucedió...
La trama dio un giro inesperado de ciento ochenta grados, y River terminó robándome del abrazo mojado del lago Elsie.
—Alba, ¿qué haces? ¡No vuelvas al agua! —me dijo.
El sonido de mi nombre en sus labios fue demasiado para mi pobre corazón, y como soy la definición misma de "desastre", en vez de mostrarle lo genuinamente agradecida que estaba ¿qué hice? Pues actuar como una reverenda idiota.
El calor de su cuerpo contra el mío mientras me sacaba del agua todavía está embebido en cada átomo de mi ser.
Sepan disculparme... me pongo poética cuando estoy nerviosa, y no solo eso, también suelo odiar a todos y a todo a mi alrededor si me siento vulnerable. Y este chico con su maldito nombre acuoso frente a mí, me está irritando de sobremanera.
River, con su mirada colmada de desasosiego, que me hace soñar que se preocupa por mí.
River, con sus jeans ensopados que le cuelgan de la cadera, permitiéndome ver esa V tan sensual, que todas mis terminaciones nerviosas vibran (sí, TODAS).
River, y sus manos de dedos largos y elegantes, los mismos que me tocaron en lugares que ningún chico me ha tocado antes. Y sí, ya sé que era necesario pasar su brazo por encima de mi pecho para evitar que me ahogara... ¡Pero igual! Mi mente tiene muy presente lo que sentí cuando su piel rozó la mía.
«Mierda, Alba... Di algo. No tiene que ser nada inteligente. Solo palabras. Algo».
—No preciso un niñero, ¿okay? Solo quiero recuperar mi bota en paz antes que se hunda —gruño, mientras él levanta las cejas en total sorpresa.
«Maldito seas, cualquier gesto que haces empeora mi respiración volviéndola errática».
Me observa agacharme y recuperar mi bota suicida (cosa que hace que mi trasero se vea del tamaño de Texas), y no dice una palabra. Eso me enfurece aún más.
—Y no soy una maldita damisela en apuros. Este es el siglo veinte, por si no te enteraste.
«Mierda. Mi boca sigue ladrándole estupideces».
River se mantiene allí parado, casi sin parpadear del asombro.
—¿Qué miras? ¿Por qué no vuelves con esos amigotes demoníacos que tienes, y le cuentas que rescataste a la gorda demente cuando en realidad deberías haberla dejado hundirse y hacerle un favor al mundo? ¿Eh? Dales más razones para que se burlen de mí, y no te molestes en fingir que te importo un bledo.
Su boca se abre y se cierra como si quisiera decir algo, pero en vez de eso, se me acerca y yo retrocedo un paso, soltando un gritito.
—¿Por qué le estás diciendo estas cosas tan horribles, abejita? Tú no eres así —La voz de mi padre logra detenerme en seco. Mi pecho se afloja con la certeza de que aún está a mi lado.
«No lo sé, papi».
Debería decirle la verdad: porque soy una catástrofe caminante, descontrolada y sin remedio. Pero me contengo porque no quiero que su voz se evapore.
Mi padre tiene razón, yo no soy así. Mi garganta está reseca, y estoy muy cansada. De todo. De tanto...
Querría decirle algo amable a River, pero las palabras no salen. Se me atoran en la garganta y se mezclan con mis ganas de llorar. Mis ojos arden, los fijo en el suelo mientras noto cómo sus zapatos están a milímetros de mis pies, uno calzado el otro con una media amarronada.
Me concentro con toda la fuerza de voluntad que me queda, en no llorar enfrente de él. Mis pulmones se llenan y se vacían con un ritmo que no logro decodificar. Los engranajes de mi mente se mueven dentro de mi cerebro extenuado. ¿Qué acaba de pasarme? ¿Qué sigo haciendo aquí?
El bosque se oscurece, como mi corazón. El lucero nace en el cielo, empujando lejos a la luz del día y a mi cordura. El eco de todos los agujeros negros me está consumiendo, y luego, así como así, mi cabeza se despeja, y comienzo a caminar dejándolo atrás.
Y él sigue sin decir palabra.
Ni. Una. Sola.
El chapoteo de la única bota que llevo puesta, rebota contra los troncos de los robles mientras me abro camino en el bosque. Ellos también me observan alejarme.
Hace frío. Mis dientes castañean, y las ramas de los árboles tiemblan de empatía cuando paso a trompicones junto a ellos. Los pájaros se abrazan en sus nidos y las estrellas chocan entre sí murmurando lo tonta que soy, lo idiota que fui y sigo siendo.
Levanto la vista nublada de lágrimas, y las veo desfilar en el cielo totalmente negro. El viento también me visita. Ruge furioso. Me insulta, se burla de mí con la misma crueldad que los amigos de River. Los relámpagos llegan en largos destellos eléctricos, y comienza a llover.
Y yo que pensé que no había nubes... Estaba equivocada. Siempre estoy equivocada. Sí.
El trueno se ríe de mí.
«Vete a la mierda, trueno».
Y es entonces que escucho algo más entre los latidos de la tormenta enfurecida. Es River. Está llamándome. Gritando mi nombre por encima de todo el condenado bosque.
Me doy la vuelta porque no puedo evitarlo. Mi corazón se encoge al verlo avanzando hacia mí con dificultad. Está tratando de abrirse paso a través del diluvio.
Agradezco los truenos que esconden mis sollozos, mientras trato de decirle que no se acerque.
—Está bien, River. Gracias. Déjame sola ¿si?
Mi voz se ahoga en el aguacero, pero creo que me oye porque se detiene con un millón de emociones encontradas desfilando por sus ojos tan profundos.
River dice algo, pero otro trueno me impide escucharlo. Ahora sí, mis sollozos me ganan, no puedo controlarlos más. Caen de mi pecho como latigazos.
Su mirada se torna dolorosa, su ceño se frunce, y sus manos se vuelven puños. Yo lo observo, congelada, tiritando pero sin poder moverme. Pienso en esta lluvia, que moja su piel, y estoy celosa de cómo lo acaricia mientras yo nunca tendré el coraje de hacerlo. Pienso en las ráfagas de viento, como ondulan su ropa y también las envidio. Están más cerca de él que yo.
Podría haber muerto hoy, si no hubiera sido por él.
Quizás lo hice.
Sí.
Debo estar muerta.
Lo estoy.
En infinitos universos. En ninguno de los cuales cabe la posibilidad de que "River y Alba" tengan sentido. No si quiero concentrarme en recuperar a mi padre... Es una cosa o la otra. No puedo dividir mi atención.
Entonces con toda certeza, estoy mayor y probablemente muerta.
Aquí y ahora. Mientras corro alejándome de él.
Cuando no miro hacia atrás.
Cuando mis ojos se inundan, y me disuelvo con cada paso que doy.
Muerta ahora y aquí. Sin espacio para nuevas posibilidades.
Ni siquiera uno milimétrico para dejar que las mariposas en mi estómago revoloteen en libertad.
N/A
¡Ay, los amo! Gracias por leer ambos capis <3
Hoy vimos a nuestra Alba abrumada. Pero les cuento un secreto... No creo que deje de ver a River.
¡Esto recién comienza!
Bueno me voy a cocinar milanesas porque muero de hambre jiji
Mañana otro capi con todo el cariño de mi corazón chocolatil.
Chuik de choko 💋🍫
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