
Querida Amiga.
Salí de casa y fui al parque donde solía ver a quien le hablé a noche, ya era tarde por alguna razón, eso significa que he estado perdiendo el tiempo en el control, justo como antes de colapsar, cuando la tristeza era agobiante los días pasaban de ser eternos a breves y en ocasiones se repetían, es horrible esta sensación de no tener el control de tu vida. Me senté en aquella banca que daba directo al lago donde solía pasar el rato hablando de lo bien que me iba mientras ella estaba, del como sentía, que al final todo tenía sentido y que era todo lo que siempre había querido, esperé algunos minutos mientras veía las aves del lago hacer sus cosas, a ella le gustaban los patos y recordar aquello me hizo después de dar una pequeña sonrisa, sentirme mal pues ahora que estoy aquí y no se cuanto tiempo ha pasado, creo que no volverá. Esta desesperación creciente hace que empiece a angustiarme pues si mi amiga no viene no tendré a nadie que me apoye en esto, empiezo a mirar alrededor, no es un parque concurrido pero tampoco es que no haya nadie, pero mi amiga no viene, lo que hace que me desilusioné y piense que ella no vendrá, entiendo que no debía desaparecer de manera tan abrupta, pero no podía controlarlo, solo un día me desmaye y me quedé dormido, solo se eso y ahora, lo he perdido todo.
Me quedo mirando mis pies y el suelo, sin nada que rescatar es posible que lleve aquí algún par de horas, una desidia inmensa me empieza a invadir hasta que la tristeza domina sobre aquel deseo de no sentir, cierro los ojos, derramo una lágrima y al abrirlos mi amiga esta a mi lado, la abrazo y suelto una carcajada melancólica, Bella así se llama, una chica delgada, usa lentes y detrás de ellos se encuentran unos ojos que te transmiten una armonía que incita el calmarte, su cabello largo y negro, simplemente es tal y como la recuerdo.
—Perdón por desaparecer, no sabía que lo haría, en verdad no sabia...— Deje de abrazarla y la mire a los ojos.
—No te preocupes ¿Dónde estabas?
—Nisiquiera yo lo sé ¿Cuanto tiempo pasó desde que me fui?
—No mucho.
—Uf, no se si sentirme aliviado o triste.
—Descuida, no quieres comer algo, debes tener hambre.
—Si, vamos.
Salimos del parque, ella siempre ha sido sumamente tranquila, alguien que siempre me escucharía, comprensiva, mi mejor amiga.
—¿Dónde quieres comer?— Ella me pregunta.
—¿Dónde sea?
—Esa fonda de la esquina, nunca he comido ahí.
—Esta bien.
Al entrar todo parece agradable, como aquel suspiro que marca el final de un llanto, aquí los colores son cálidos, las paredes son de color caramelo con contornos marrones, algunos detalles como cuadros o dibujos adornan las paredes, Bella y yo nos sentamos en una mesa pegada a la pared derecha mientras hablamos:
—Y ¿Qué es de ti? ¿Cómo has estado?— Pregunto.
—Empece a estudiar una ingeniería en la universidad, hice un negocio y bueno, no mucho en realidad.
—Me alegro por ti.—El Mesero llega a pedir nuestra orden.
—Amm... Señor... Señor ¿que va a ordenar?
—Bueno, yo quiero...— Reviso el menú.— un mole de olla y tú.
—Amm, creo que una orden de tostadas estará bien.
—Ok entonces será un mole de olla y una orden de tostadas.
—Si caballero.— El mesero se va y nosotros empezamos a hablar.
—Oye, te vi triste en el parque ¿Que paso? ¿Tienes algo?
—Aún no estoy listo para hablar de eso.
—No te preocupes, ya lo estarás.
—Sí.
Pasado un breve momento llega el mesero con nuestra orden.
—Aquí tiene su pedido señor.
—Si, gracias.
—Bueno, provecho.
Ambos comimos, hablábamos de cualquier cosa, algún chiste, lo que sea, es agradable estar, el tiempo con ella fue en picada, de lento a rápido en si. En la fonda cuando terminamos ella me regaló lo último de sus tostadas, pagamos, dejamos un poco de propina, salimos al otro parque con columpios, es agradable volver a encontrarte con alguien que te agrada bastante, estábamos muy felices, riendo en cada momento, tal vez por eso la gente nos ve raro, por un momento me olvide de todo mi sufrimiento, fui a dejarla a su casa, el sol se había metido pero la luna parecía brillar más de lo habitual, se abrió la puerta y ahora estaba en mi casa.
Ni la luz de la calle ni la de la luna entraban al salón, esta casa parecía estar inmersa en una obscuridad profunda, cerré la puerta y active el interruptor, David estaba en aquel sillón esperando a que entrara solo para decir:
—Que Bonita ilusión ¿Verdad?
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