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Hola, Isabella.

Después de darles de comer, los tres se encuentran en la mesa, ansiosos, nerviosos, pensativos.
—¿Quién irá primero?— Pregunta Saúl.
—Supongo que... — Responde David antes de ser interrumpido por Mario.
—Yo... yo iré primero.
—Esta bien.— Responde Mario.
Mario respira, se dirige a la puerta de Isabella y la abre lentamente, el rechinar de la puerta, los pasos, cada acontecimiento dentro del cuarto se siente denso por los nervios de Mario, estar frente a ella y sentarse en el piso, un silencio que resalta las respiraciones de cada uno, Mario alza su mano y acaricia la mejilla izquierda de Isabella, suspira una última vez y dice:
—Creí que estaría más nervioso, no mal entiendas, me comen los nervios, aún así, se que reconocerás mi voz pues fue lo último que escuchaste esa noche, lamento mucho haberte metido en esto... — Pasan algunos segundos y el rostro de Mario empieza a apagarse.— En verdad quería ser tu amigo... No me volviste a hablar por tu cuenta.— Su voz se resquebraja de poco en poco.— Te busqué por tu cumpleaños, necesitaba ayuda, necesitaba a alguien y si, tal vez no lo pedí de la mejor manera y tal vez mostre alguien quien no soy...— Isabella empieza a llorar, a lo que Mario solo seca las lágrimas que recorren su rostro.— Pero estaba desesperado, quería que me ayudaras y simplemente dejaste de contestar... te hablaba de vez en cuando pero las conversaciones no concluían... Cuando encontré donde trabajabas pasaba por ahí más seguido solo para saludarte... ja, tuvimos una conversación y diste un chiste muy tonto...— Dice Mario entre lágrimas y sonrisas.— Me encanto, tiempo después te vi con tu pareja y se ve que son tal para cual y estoy muy feliz de que alguien pueda ayudarte, amarte, cuidarte...— Mario rompe en llanto.— Te olvidaste de mi... ¿Por qué?... No se si esta bien o esta mal... Pero yo me siento mal... Nadie, nadie llena lo que tu eras para mi, las comparo y todas son tan mínimas a ti que parecen un chiste ante tu persona.— A partir de este momento Mario empieza a calmarse.— La única chica que posiblemente me ayudaría, desapareció, no tengo a nadie, solo a ellos que me ayudan, pero no tengo a nadie... He estado en muchas peleas, nunca he ido al hospital si te preocupa, pues aquella vez que te conté de una te preocupaste por mi y he sido cuidadoso con ellas... La vida sigue sin cansarme, sigo escribiendote, he dejado algunas cartas en el buzón pero al no ponerles nombre se que cualquiera las toma, ¿has leído alguna?, no importa, Mañana simplemente comeremos y te llevaré a casa, solo quería despedirme bien de ti... Mañana nos vemos.
Mario se levanta, recarga su cabeza en la puerta, deja que pase un tiempo en lo que sus ojos llorosos se "calman" voltea y al mirarla nota algo de intriga con melancolía, sabe que tras las dos reuniones ella se sentirá mejor, así que solo se despide y sale del cuarto. Al cerrar la puerta, se dirige a la mesa, nadie dice nada por un rato, hasta que Mario se acomoda en la silla y pregunta:
—¿Quién sigue?
—Yo.— Responde David.

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