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Prefacio

Es raro que un muerto se esté tranquilo, su cuerpo todavía está lleno de todas las pasiones y ambiciones que no logró satisfacer en vida y el frío logra preservarlos incluso por siglos. Están llenos de tanta energía que el cementerio es más bien un manicomio, y si a los viejos nadie los quiere, a los muertos menos.

Los viejos, los muertos, los minusválidos, todos son sacos de lástima que a nadie le interesa voltear a ver, así que esa cárcel de locos está llena de personas que lo entienden. Su pasatiempo favorito es sentarse en una vieja lápida y escuchar una historia perdida, si tiene suerte alguna vez eso logrará salvarlo de su propia condena.

Aparte de él, pocos están muy interesados en el pasado; sí hay caras conocidas de allá afuera pero sus visitas son escasas. Siempre que alguien viene seguido significa que acaba de perder a un ser querido pero normalmente pierde ese hábito después de una semana, es muy cansado lidiar con los vestigios de la que solía ser una persona cuerda. Por suerte él siempre está ahí, al acecho de un nuevo amigo; sin embargo, parece que esta vez será de un vivo.

Ese pobre chico lleva ahí toda la tarde, sin probar un bocado, pero su difunto no lo deja ir. Es tanta su insistencia que está sacándole la chamarra con sus jaloneos, un intento de homicidio muy efectivo si vives en medio de la puta Antártida. Hace 5 minutos que Nick se había convertido en una bola de excusas y disculpas al que claramente le partía el corazón ver a su amigo de esa manera, y él no puede hacer otra cosa que ver la escena; tratar de intervenir con su condición sólo empeoraría las cosas, pero tampoco es capaz de voltear la cara e ignorar lo que está pasando. Ya habría muerto muchas veces de no ser por la ayuda de la gente, así que decide devolverle el favor a alguien más, claro que no de la manera convencional.

Una gran sombra se acerca a espaldas de Nick, claramente es una persona grande sosteniendo una vara. Los celadores no son personas muy pacientes ni mucho menos amables, pero a Nick no se le ocurre otra cosa excepto defender a Román.

— Por favor no le haga nada, yo era el que lo estaba molestando pero le prometo que no haremos más alboroto. ¡Puedo darle dinero! —sin dirigirle la mirada ni esperar una respuesta ya está excavando en sus bolsillos, pero es apartado sin clemencia.

— "Aquí yace mi gran amor, mi compañero y mi esposo, Román" —aquellas palabras inscritas en su lápida brillan al ser nombradas y el chico que antes pataleaba como un verdadero niño, cae totalmente vencido.

— ¡No! ¡¿Qué fue lo que le hizo?! —se agacha para agitar el pecho de Román, esperando una respuesta, pero es incapaz de reaccionar.

— Las lápidas no sólo son un homenaje, están hechizadas. Despertará en unas horas pero será mejor que ya te vayas, podría llegar un celador.

— No debiste haber hecho eso, estaba a punto de convencerlo —asevera con ojos amenazantes, él se limita a golpear el suelo con su bastón, ese sonido llama la atención de Nick; por eso lo había confundido con un celador, siempre cargan una vara para someter a los muertos.

Por su parte, con un suspiro le deja un espacio a la respuesta cortante que estaba por darle y quebrarse un poquito la cabeza.

— No, no era así, ahora que ha pasado a otra vida será necio y egoísta, pero tú tienes una vida que atender y si no entiende razones entonces es eso o que seas su esclavo.

— Él siempre ha sido así —confiesa con una pequeña sonrisa digna que si acabara de contarle una anécdota de la infancia y su mirada agachada se empaña de nostalgia y melancolía.

— ¿Cómo?¿Como un niño berrinchudo?

— Sí —su brutalidad le arranca una risa, eso le contagia el humor.

— Me llamo Shawn, si necesitas algo yo siempre estoy aquí, creo que más que en mi casa.

— Yo soy Nick y lamento tu pérdida.

— No, yo debería de decir eso, es una verdadera tragedia y perdóname si no fui muy ortodoxo —él, que no está visitando a nadie, acaba de recibir condolencias mientras que al otro, cuya historia desgarradora estuvo en todos los periódicos, ya hasta lo había empujado. A veces le enfurecía mucho cómo utilizaban las noticias para esparcir información vergonzosa y dolorosa de los demás en vez de dejar espacio a la reflexión, a lo que realmente es importante.

— Fuiste cien veces más ortodoxo de lo que hubiera sido un celador, gracias.

— No, claro que no, eres el hijo del alcalde, una queja tuya y se quedan sin honorarios.

— Él ni siquiera me ve como su hijo —un aire de tristeza acompaña la oración, Shawn se apura a cambiar de tema, el cementerio está por cerrar así que le pide que salgan.

Antes de irse Nick carga a Román y lo coloca cuidadosamente en su tumba, una vitrina que hace visible toda la belleza que aún conserva. Se toma el tiempo de abrochar los botones de su gabardina, acomodarle el cabello y enderezarlo, ni siquiera puede verle la cara desde su lugar pero salta a la vista el amor que todavía le tiene cuando se despide con un beso en su frente.

Igual que los árboles, huecos y sin una sola hoja verde o seca que presumir, las personas que duermen bajo su sombra han marchitado hace tiempo, pero el reflejo de los faroles sobre aquellos ataúdes de cristal da la impresión de que son nada más y nada menos que una pila de joyas de plata y diamantes. El viento aulla furioso, sacudiendo las rejas que defienden al pueblo de San Tofriaso de los muertos vivientes y también a los frágiles huesos de Shawn.

La gruesa capa de nieve a sus pies queda marcada por las huellas de unas botas con picos y un bastón, esa imagen despierta la curiosidad de Nick.

— Oye Shawn, no me respondas si no quieres, es solo que siempre estás lastimado y, como hijo del alcalde tengo cierta influencia... digo, puedo ayudarte a denunciar si acaso alguien se está sobrepasando contigo o...

— Oh, no, no, tengo huesos quebradizos así que soy muy propenso a moretones y fracturas —confiesa con una sonrisa chueca, denotando incomodidad pero también resiliencia—. Si alguien me golpeara probablemente ya estaría internado, pero gracias.

Atraviesan el arco de fierro del panteón y se despiden, por alguna razón Shawn piensa que esa será la última vez que vuelvan a hablarse, o eso hasta que Nick le dice "nos vemos mañana", y esa simple frase terminaría repitiéndose una y otra y otra y otra vez, pero ya nada sería lo mismo para ninguno de los dos después de ese primer encuentro.

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