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Epílogo II: Olor a Manzana



+18 sigue.


No se dio cuenta de cómo exactamente había acabado allí, no hasta que recuperó el aliento y se sintió cómodamente dejado sobre su deshecha y desastrosa cama. Solo vio a Rubius quitarse su ropa de rodillas sobre él, sin perderlo de vista, con una respiración tan agitada y una mirada tan cargada de hambre, que Willy volvió en sí.

-Necesito tomar agua -dijo apresurado, sentándose para levantarse.

Pero Vegetta lo detuvo subiéndose de rodillas al colchón y empujándolo de vuelta a la cama. Acercó su boca a la suya, invadiéndolo con su lengua y el jugo de la manzana que masticaba. El beso dominante y exigente, obligándolo a quedarse tumbado, devolviéndole el calor al cuerpo con la perfecta falta de oxígeno. Willy se agarraba a las colchas desesperado por todo el fuego que sentía, ardiendo al escuchar al oso resoplar como una bestia, excitado y muy cerca de ellos. Se sentía observado, apresado, solo podía rogar por más mientras su cuerpo temblaba a la espera, se derretía imaginando esos ojos sobre él, con la lengua de Vegetta jugando en su boca.

Rubius le abrió las piernas separando sus rodillas, dejándolo tan expuesto que soltó un ansioso gemido que Vegetta saboreó de sus labios y atacó aún más hambriento. Quería que su amor de toda la vida le ahogase, quería que el guardián de sus pecados, el de esos ojos que miraban su cuerpo expuesto lo lamiese, que su mano volviera a invadirlo dentro, que lo llenase de todas las formas posibles, sentirlos por todo su cuerpo, lo quería todo y ahora.

Un suave beso sobre sus labios, tierno, y adornado con una sonrisa de esos ojos morados, una caricia dulce levantando su barbilla hasta aquella mirada, fue como se despidió uno de los mejores besos de su vida. Y aunque por fin pudo respirar gruñó por necesitar más de ello, provocando que la sonrisa de Vegetta creciera, tanto como su ego, y sin embargo otra mano reemplazó la de Vegetta en su mandíbula, una que le sujetó con fuerza, clavando las uñas en la piel obligándolo a mirarlo antes de besarlo con la misma fuerza, dejándolo sin aire, cumpliendo sus sueños con caricias por todo su cuerpo.

Separaron sus bocas terminando el beso que los ahogaba, con los labios brillantes y sonrosados, y un fino hilo de saliva que seguía enlazándolos, recuperando el aire perdiéndose en la mirada cariñosa del oso y temblando por la mano que se deslizaba a lo largo de todo su cuerpo, amaba que lo mirase así, que lo acariciara con esa intención tan perversa. Vegetta se robó la atención del oso sosteniéndolo del cabello, robándole un beso delante de Willy, que él saboreó como si los labios que se rozaban delante suyo estuvieran recorriendo su propia piel, con esas lenguas por todo su cuerpo.

Un suspiro delató sus pensamientos, y los ojos amatistas a la vez que los marrones y verdes lo encontraron con la suavidad con la que se estaban besando. Vegetta alcanzó su cuello, acariciándole los labios con el pulgar antes de inclinarse y hacerlo con sus propios labios, tocándolo con su lengua y haciéndose a un lado un segundo antes de que Rubius lo repitiera, consiguiendo otra vez ese maravilloso sonido de la garganta del albino, para luego volverlo aún más loco cuando los dos lamieron sus labios y besaron su boca, juntos.

Ni siquiera en sus sueños tuvo algo como eso. Se agarró a ellos, tomando ese beso con todo de él, porque ahora sabía que era estar completo, y no quería dejarlos ir, no mientras su corazón palpitara de esa forma, mientras su piel los reclamará, mientras su cuerpo los necesitaba.

Rubius levantó sus piernas colocando las rodillas en sus hombros y Willy cerró los ojos, amando la fuerza de aquellas manos de duras uñas, su fuerte respiración, el calor que despedía, el olor del alfa entrando en él sometiéndolo, el olor del omega seduciéndolo. Sus manos apretaron aún más las sábanas cuando sintió los dedos de Rubius abriéndolo con un exigente deseo. Vegetta lo acomodaba sobre sus piernas, apartando con dulzura el pelo de su cara, cubriéndolo de besos, sonriendo cada vez más satisfecho con cada gemido que dejaba salir, con cada sacudida de su cuerpo.

El oso respiraba cada vez más fuerte, cada vez más bestial e impaciente, retiró los dedos de su interior y se movió nervioso, Willy supo lo que venía, el olor del alfa cada vez más penetrante, sus fuertes manos masajearon su trasero abriéndolo y Vegetta acercó los labios a los de él, Willy le ofreció su boca son deseo de ser tomada mientras el alfa se preparaba, pero ninguno de los dos dio el paso, hasta un latido después, rompiéndolo en pedazos, Rubius lo llenó de una estocada y con un rugido, Vegetta tomó su boca y su cuello haciendo presos todos sus gemidos.

Sus lenguas jugaban a perseguirse, la dominante mano de Vegetta le hizo temblar y arquearse al jugar con sus pezones, y el pelinegro rompió el beso con una sonrisa traviesa escurriendo la caricia por su cintura, intercambiando miradas con Rubius, que saboreaba el suave masaje de esa mano tanto como el calor del cuerpo que lo apretaba, tan cálido, tan suave y resbaladizo, felicitándose ambos por cada vez que el roce de sus pieles conseguía que Willy temblara y gimiera como nunca habían visto, tan desnudo, tan sonrojado, tan suyo. Vegetta se arrodilló a su lado, para poder alcanzar los labios de Rubius, con un beso de caricias y sus lenguas siendo vagas protagonistas, provocando más el hambre del alfa que se hizo más duro, más grande dentro de él, que clavó las uñas en las caderas que sostenía y golpeó fuerte dentro del pálido cuerpo, y la mano de Vegetta de súbito masajeando su dureza con rapidez y sin compasión.

Willy gritó, su cuerpo se arqueó buscando más contacto de ambos, sintiendo su boca vacía, necesitando algo que la llenara tanto como Rubius, con esa fuerza, ese ímpetu, lo necesitaba en todo su cuerpo, y como leyendo sus pensamientos, una mano de Vegeta acarició sus mejillas, antes de invadir a la fuerza su boca con dos dedos, dando vigorosas estocadas, al ritmo que el alfa marcaba las suyas. Willy abrió los ojos solo para ver la erótica escena que lo ahogaba de placer, amando y envidiando la imagen de sus dos amores compartiendo un intenso beso, y el aroma de las fresas dulces bañadas por el espeso chocolate, un aroma con el que gustaba de llenar sus pulmones con cada jadeo al cielo, con cada estocada.

Vegetta detuvo a Rubius tomando una de las piernas de Willy, girando al albino para ponerlo de lado, mirando hacia él, dejándole respirar y ofreciéndole un par de caricias, como siempre, apartando el blanco pelo de su frente para poder observar su rostro rendido a la lujuria, sus ojos se cruzaron y él le sonrió. Rubius se agachó para besar su sien, y ahí, repitiendo la caricia de Vegetta con los mechones de su pelo, le susurró suave al oído, mientras su vista seguía fija en los ojos afilados de Vegetta.

-¿Quieres a Vegetta verdad? -Willy miraba al pelinegro con una expresión de ruego, de cariño, de súplica de no ser abandonado por la persona a la que estaba mirando, que le pareció tan tierno por parte del frío y despiadado Willy, que no pudo evitar una enorme sonrisa de victoria, entró en él hasta el fondo, haciéndole gemir, y dios como amó ese momento- ¿Por qué no se lo demuestras? -pegó sus labios a su oído, lamiendo su oreja un instante, para susurrarle mucho más bajo- Con esa dulce boca.

Vegetta observó todo intrigado con una ceja levantada. Willy se levantó sobre su codo con torpeza, pues Rubius aún tenía una de sus piernas levantada para someterlo, y bajo la mirada atenta del pelinegro, tomó su duro miembro, haciéndole soltar un suspiro de sorpresa. Rubius no podía dejar de mirar el rostro de Vegetta, tan asombrado como colorado, esperaba en cualquier momento oír también su dulce voz llenando la habitación junto con la de Willy, empujó una vez más dentro del albino, consiguiendo un hermoso sonido de su garganta. Y cómo adoró ver la forma en la que Vegetta apretó los labios conteniéndose, con los ojos cerrados con fuerza, la barbilla levantada a las alturas y su pecho subiendo y bajando con vértigo, cuando la boca de Willy lo tomó en su interior.

Cómo evitar que su cuerpo reaccionara, si siempre había deseado tener a Willy lamiéndolo, y ahora que lo tenía, era mucho mejor, mucho más cálido, húmedo y placentero que cualquier de sus fantasías. Su lengua, aunque primeriza, lo acarició de tal manera que casi termina en ese momento, dentro de ese absorbente paraíso. Agarró el pelo blanco, empujándose más dentro de esa boca, dando su mayor esfuerzo en contener toda la excitación que había estado sin atender todo ese tiempo, y lanzó un suspiro de agradecimiento, de sentir la garganta de Willy calentarlo, humedeciéndolo, vibrando con los gemidos más dulces que había escuchado nunca.

Abrió los ojos, mirando de reojo a Rubius, que lo había estado mirando a él con una sonrisa de largos dientes de depredador, a punto de devorarlos a ambos. El oso penetraba a Willy, relamiéndose los labios por lo que había conseguido, acercó su rostro al de Vegetta, haciendo más profundas sus embestidas, haciendo que Willy alzara la voz extasiado.

-Aprovecha el bug Vegettita -le sonrió con malicia antes de devorarlo con un beso.

Vegetta se sintió a punto de explotar, apretó a Willy contra él, y su otra mano sostuvo la nuca del alfa para tener un beso más profundo. Willy disfrutó del sabor de Vegetta, del tacto de su calor en su lengua, de cómo crecía en su interior y le demandaba más sin miramientos, clavó los dedos en las piernas de Vegetta al sentir como aumentaba su dureza, como palpitaba dentro de él, levantó los ojos para tener esa hermosa imagen de nuevo, notando como Vegetta intentaba mirarlo de reojo sin romper el beso con Rubius. Vegetta, colorado, derretido en jadeos que se esparcían en el habitación, que el oso devoraba mientras a él lo acariciaba con cada golpe de sus caderas, rozando ese punto tan maravilloso que hacía que su cuerpo se convirtiera en una hoguera, en una montaña de dinamita a punto de explotar.

Rubius tomaba lo que quería de ambos, y como lo quería. Su omega, tan salvaje y poderoso, ahora tan sumiso y lleno de deseo por él, su beta, tan caótico y frío, derretido a sus pies, entregándose a él por completo. Era un alfa, su alfa. Rugió sobre los labios de su dulce Vegetta, besando ese temblor, ese gemido, el orgasmo que le provocó, feliz de como el pelinegro lo sujetaba contra su boca necesitando de alguna forma terminar en él. Aquello le abrasó su interior y de un solo golpe, profundo, fuerte, se aseguró de tocar en el pálido cuerpo ese lugar que sus dedos habían encontrado. Willy tembló, gimiendo alto y fuerte, con la esencia de Vegetta en su lengua, sintiendo una inmensa oleada de el calor llenar su interior, derramándose dentro de él con fuerza, las uñas del oso empujándolo hacía él, un golpe, otro hasta que su cuerpo no lo soportó y se desvaneció con un orgasmo que lo recorrió hasta la punta de los pies.

El oso rugía, largo y suave, casi un ronroneo constante, acariciando el blanco cuerpo que se acomodaba a descansar, besando los labios que suspiraban aún sobre los suyos, los jadeos eran el otro sonido de la habitación. Su cuerpo se estremecía por las oleadas del orgasmo, sentía su respiración salir de la boca ardiendo sobre su piel sensibilizada, no solo su piel, su cuerpo entero lo estaba sintiendo todo, y Vegetta no le dio un solo segundo, lo tomó entre sus brazos, apoyando su espalda sobre su fuerte pecho, abrazándolo con caricias, besando su cuello y hombros.

Rubius acunó su rostro para besar con dulzura sus labios entre jadeos más calmados, un beso cariñoso, amable, como los de Vegetta, que lo llenaban de cosquillas y lo hacían sentirse amado. La mano de Vegetta se juntó a la de Rubius sobre su cuello, cálidas y suaves, bajaron por su cuerpo trazando un camino de fuego que le hacía suspirar a cada centímetro, los labios de Rubius seguían posándose una y otra vez sobre los suyos, mientras sus ojos se clavaban en él. Los dientes de Vegetta arañaban sugerentes su cuello enviando un escalofrío por su espalda que el pelinegro curaba con un suave roce de su lengua.

-Ve... Veg.

-Shhh chiqui.

Rubius y Vegetta intercambiaron sonrisas, al ver como el albino, con las mejillas sonrosadas, las lágrimas recorriendo su piel, una sonrisa escondida en sus labios que al pronunciar aquel nombre dejaron ver dos pequeños pero incipientes colmillos de lobezno. Lo adoraron, tanto como el aroma que flotaba a su alrededor, excitándolos.

Las manos de los dos tomaron su miembro, despertándolo con una suavidad increíble, con paciencia, sin dejar de darle esos besos que le robaban el aliento, podía sentir como la dureza de Vegetta se clavaba en su trasero, y eso le estaba prendiendo. Los ojos de Rubius sobre él, mientras le daba cada beso o usaba su lengua sobre sus labios, era casi tan excitante como esas manos que lo sostenían, como la mano que clavaba sus uñas en su trasero masajeándolo, o como las manos que se movían en su miembro, tocándolo, esparciendo la humedad de su punta por todo el glande.

Los brazos de Vegetta lo apretaron casi ahogándose cuando entró en él, con suavidad pero tan duro que sintió como lo penetraba, como sus pieles rozaban y su cuerpo se apretaba recibiéndolo. Vegetta suspiró una nube de calor y deseo sobre la piel de su hombro, sus feromonas se hicieron tan intensas que el alfa respondió compitiendo con las de él, rugiendo, apartando los labios de los de Willy para dejar los dientes en otro hombro, donde había estado su pequeña marca, todo su cuerpo se estremeció al recordar el dulce dolor, la punzada, lo bien que se sintió.

Rubius y Vegetta soltaron su palpitante erección, mirándose la mano empapada.

-Eso ha sido rápido -celebró Rubius con media sonrisa.

-Culpa tuya cabezón -Vegetta jadeaba sobre él, y ahora, que reposaba la frente sobre su espalda, se daba cuenta del calor que lo llenaba, y de cómo Vegetta también temblaba-, lo has llenado todo de feromonas.

-Mira quien habla.

Se burló Rubius, atrayendo al pelinegro por encima del hombro de Willy para besarlo violentamente, Willy podía oirlo gemir ahogado en su oreja, mientras Vegetta lo apretaba y lo embestía un par de veces más. Se dejaron caer en la cama, acurrucándose bajo la mirada lasciva del alfa, orgulloso de su trabajo.

Vegetta buscó el rostro de Willy con la mano, uniendo sus frentes mientras calmaban sus respiraciones.

-No hagas caso al tontito. ¿Tú cómo estás?

Willy asintió, intentó sonreír, fijando la mirada en los orbes violetas, no quería mirar al alfa, no a ese alfa que le ponía la piel de gallina, que hacía que su cuerpo se doblegara solo con un movimiento de sus tiernas orejas o un fuerte gruñido.

-Bien, Vegetta.

Él le sonrió, le besó de vuelta, al mismo tiempo que Rubius se inclinaba sobre el cuello del omega y respiraba de su piel ese olor a fresas. Vegetta se tensó, se arqueó igual de sensible que su propio cuerpo, temblando bajo el gruñido del alfa que amenazaba con marcarlo, temblando con otro pequeño orgasmo, solo con eso, el alfa lo sabía, y sonreía victorioso mirando a Willy como si él fuera su siguiente presa, así que Rubius pasó el brazo sobre el cuerpo de Vegetta para acercarse a Willy.

Willy quiso encogerse, esconderse en el cuerpo del omega que jadeaba a su lado, pero su cuerpo recibió al alfa presentándole su cuello, por culpa de todas esas feromonas que lo bañaban, esas fresas casi hechas mermelada, ese chocolate alejado del café fuerte y amargo. Rubius deslizaba la nariz por todo su cuello, sentía como le respiraba, y eso le encantaba, hacía a su corazón palpitar, no por la marca, si no por sentirse unido a Rubius, de la misma forma que él cada vez que llenaba sus pulmones con el chocolate o las fresas.

Pero la realidad era otra, ¿no? Él solo era un beta.

-Rub -apretó los labios, era el momento de despertar, de decir la verdad y afrontarla- déjalo alfa, no soy un omega, yo no huelo a nada.

Vegetta fue el primero en reír, con esa risa pilla de cuando hace una travesura y quiere confesarla, Rubius fue el segundo, apartándose a mitad de carcajada.

-¿Bobo o qué? ¿Crees que soy tan inútil que no puedo oler a mis destinados?

Los ojos de Willy se abrieron de par en par sin entender nada, Vegetta simplemente le plantó un pico en los labios antes de seguir riendo.

-Anda cabezón, que cosas tienes. Hueles delicioso, ahora más que nunca -dijo dejándole un beso en el cuello.

-¿Qué? Que...

-Hueles a fresco -susurró Vegetta sobre su cuello, dejando otro beso.

Rubius pasó a su espalda, para abrazarlo y oler mejor desde la nuca del albino, imitó a Vegetta dejando otro beso justo al inicio de su blanco cabello.

-Al rocío de la mañana -le susurró a su espalda inhalando sobre su piel.

-Hueles como todos esos árboles a tu puerta.

-Llenos de vida -Rubius lo abrazó, aliviado de poder tenerlo entre sus brazos, vivo.

Willy se estiró, intentando apartar el rostro de Vegetta, para que no viera sus intenciones de llorar allí mismo, grabadas a fuego en su alma las palabras de Rubius llamándolo destinado, y pudo ver allí, al lado de su cama, sobre la mesita de noche, una manzana mordida hasta quedar el corazón descubierto, la misma manzana que Rubius y Vegetta se habían turnado a devorar.

-Lleváis todo el día... -no solo el día, Willy cayó en la cuenta, continuamente, los había visto comer esa fruta, lo recordaba, porque deseó que Rubius lo mordiera de esa forma, porque deseaba compartir lo que los labios de Vegetta saboreaban delante de él- comiendo manzanas...

Vegetta y Rubius rieron sobre su piel.

-Al fin te diste cuenta tontito.

-Los dos oléis a compota -se burló Rubius- me estáis matando de hambre a mi pobre oso.

-Dile que puede comerme cuando quiera chiqui.

El alfa rugió, y Willy se encogió entre los brazos de ambos, dejándose envolver por su alma gemela, por su destinado, y se echó a reír, en el calor de sus pieles, en el aroma de la felicidad.

Pensó que todo había acabado, que era una despedida, y solo acababa de comenzar.

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