Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Epílogo I: Olor a Manzana


Sep babys, +18 time.



Un olor dulce de tortitas, caramelo y fresas.

Un suave tintineo de un plato dejado con sumo cuidado en una superficie, muy cerca.

Una cálida mano acariciando su frente, llevando el pelo sobre su cara hacia atrás.

Sus pasos alejándose.

Rubius abrió los ojos extrañando aquella caricia. Frente a él, en la pequeña mesa, un gran desayuno, fue lo primero que vio, y tuvo que parpadear para creérselo. Se sentó, intentando recordar donde estaba.

-Buenos días princeso.

Lo miró, el pelinegro apoyaba la espalda en la barra de la cocina, con un café en las manos del que tomaba sorbitos mientras lo miraba sonriendo. Impecable, perfecto, todo un dios griego como siempre era.

-Vegetta -su voz sonó ronca, de recién despertado.

Pasando la lengua sobre sus labios, con el olor del desayuno y las fresas tan apetecibles, por fin despertó lo suficiente como para recordar.

-¿Los demás?

-La mayoría en casa de Luzu.

-Me quedé dormido...

-Aun lo estas chiqui.

Rubius rio alcanzando el plato. Miró extrañando no ver las fresas que había olido, las buscó por toda la mesa, pero allí no había nada, solo un marcador destapado. Lo miró, parpadeó, se había quedado dormido...

-¡¡¡VEGETTA!!!

El pelinegro saltó alarmado, casi tirando el café.

-¡Por dios Rubius no me des esos sustos leches!

-¡Dime que no tengo una polla en la cara!

La expresión de Vegetta era de absoluto desconcierto, hasta que poco a poco una sonrisa traviesa se fue dibujando en su cara. Se rio con los labios fuertemente apretados, intentando aguantarse.

-No tienes una polla en la cara pero puedes te...

-¡VEGETTAAAA! -ahora sí que el de ojos morados estalló a carcajadas- Como esos hijos de puta me hayan pintando una polla en la cara les vuelo la casa.

Se levantó, caminando en busca de un espejo.

-Que no cabezón que no, no tienes una polla en la cara.

-¿Seguro? No me mientas Vegetitta -reparó en la ventana, los lobos jugaban en el jardín, se acercó y pudo verse reflejado en el vidrio, por fin se lo creyó, regresando a tomar el desayuno, pero esta vez, para llevarlo y sentarse en los taburetes de la cocina, junto a él- Muchas gracias Vege.

-De nada.

-¿Y las fresas? -Vegetta levantó una ceja mientras tragaba un pequeño sorbo de café- he olido fresas.

El pelinegro sonrió solo un poco, y Rubius hubiera jurado que hasta se había sonrojado.

-"Es que te gusta ser imbécil" -su oso le hizo preguntarse a sí mismo qué pasaba- "Venga, cómete las fresas, están a tu izquierda, a tu otra izquierda, la la orilla de la mesa" -sus ojos lo único que encontraron fueron las caderas de Vegetta, apoyadas con mucha sensualidad justo donde su oso le había guiado- "esas, ahora, cómete las fresas".

Rubius miró rápidamente al frente, a ningún sitio, solo fijamente al frente, sudando frío, repentinamente consciente de lo cerca que estaba Vegetta, cerca, demasiado cerca. Bebió de su café un largo y lento trago, solo por disimular lo colorado que se debía de haber puesto y el incómodo silencio que había aparecido. Mientras Vegetta, solo seguía aguantando la risa, echando un vistazo al chat del dispositivo.

-¿Todo bien? -preguntó tímido, intentando sacar un tema.

-Si, es Willy. Le pedí hace rato que viniera, y no ha contestado.

De su corazón salió despedido un calambre frío hasta las manos, bajó la vista al plato sobre la mesa, de repente, había dejado de tener hambre.

-¿Tenéis... algo que hacer?

Quiso sonar normal, pero hasta él se dio cuenta de que había sonado como un cachorro herido, se llamó imbécil a sí mismo antes que su propio oso, pero es que no quería irse, no quería dejar a Vegetta, quería quedarse, con él, con ellos. Tuvo que mirar de reojo al pelinegro porque no le contestaba, y encontró que él le hacía lo mismo acodado en la mesa, así que veloz, volvió a mirar al frente, fingiendo que no le habían cruzado miradas, fingiendo que todo era normal, bebió más café.

-¿Qué ocurre chiqui?

-¡No me llames chiqui! -gritó tan repentino que Vegetta saltó en el sitio, aunque no muy impresionado, porque sonreía divertido, pero Rubius no podía evitarlo, ¿Cómo podía llamarlo así? Como si nada. No lo aguantaba, no podía aguantar que él y su voz le hicieran sentir especial cuando no lo era, cuando quien realmente ocupaba ese lugar, estaba de camino, para desplazarlo, y para olvidarlo.

-¿Rubius?

Ahí se dio cuenta de que se había quedado en silencio demasiado tiempo, mirando a la taza que estrangulaba en sus manos.

-Lo siento, yo... Willy y tú, querréis estar a solas.

Dicho esto, se tragó el alma y se puso en pie, pero Vegetta suspiró con mucha fuerza.

-¿A dónde crees que vas, cabezón?

-¡¿Qué?! -Rubius saltó presa del enfado encontrando los ojos fruncidos de Vegetta clavados de mal modo en él, pensaba gritarle, pero él se le volvió a adelantar.

-Después de estos días solo quería pasar tiempo con vosotros. Pensé que también os parecería buena idea.

-Si -Rubius miró al suelo- "pero no como estás pensando".

Ese pensamiento evitó cualquier otra palabra, Vegetta suspiró, sin entender al oso y Rubius lo miró peinarse hacia atrás el cabello, sus ojos pasearon por cada músculo del pelinegro que se marcaba delicioso con cada uno de sus más que sensuales movimientos.

-Entonces, ¿Esperamos a Willy juntos?

-"Esto me va a matar" Si, vale. "Pero quiero estar con vosotros."

Se quedó pensando, volviéndose a sentar en el taburete, sin decir mucho más, sin darse cuenta de que Vegetta, apoyado en la encimera, lo estudiaba seriamente. Por el rabillo del ojo vio que Vegetta se quitaba los guantes y los dejaba en la isla donde desayunaban. Poco a poco, como si él fuese un animal herido, Vegetta acercó la mano a su cabeza, lento pero decidido, haciendo que Rubius intentara poner un poco de distancia, pero llegando sin esfuerzo ninguno a acariciar una de sus orejitas.

Todo su cuerpo tembló al contacto, incluso se agachó sin él quererlo, pero su cuerpo no le obedecía, no con esas fresas saciándolo, no con esa increíble caricia que le llenaba la piel de mariposas.

-Vege... "No lo arruines imbécil, es nuestro omega" -Rubius se mordió con fuerza el labio, claro que quería eso, pero Vegetta no se daba cuenta de lo que estaba provocando.

-Sabes que puedes confiar en mi, ozito. ¿Vas a decirme que te pasa?

-Veg, para...

Su corazón iba a mil, cada milímetro de su piel se había vuelto extremadamente caliente, sensible, sentía la necesidad en sus labios de mojarlos, de arrastrarlos por toda la piel de olor a fresa, de clavar sus uñas en ese cuerpo y no dejarlo huir. Vegetta no tenía ni idea.

-"¿En serio crees que nuestro omega no sabe lo que hace?"

El olor de las fresas era muy dulce, con un gracioso toque picante. Vegetta dio un paso hacia él, no de cualquier forma, con todo su cuerpo. Su mano le acariciaba la oreja mejor de lo que nadie lo había hecho, corrientes eléctricas descargaban por todo su cuerpo, reuniéndose en cierta zona, quería huir, quería saltar sobre él.

-He estado a punto de perderlo todo -le dijo suave muy muy cerca-, así que ahora no voy a renunciar a ninguno. Sois míos -le susurró en la oreja.

Los ojos de Rubius se oscurecieron en una fracción de segundo al sentir como el olor de las fresas lo rodeaba completamente, casi podía sentirlo sujetando sus muñecas, acariciando su cuello y con la misma intensidad de sus pupilas, saltó del taburete tirándolo al suelo, encarándose al pelinegro, acorralándolo contra la cocina con su altura, pero Vegetta lo miraba directamente a los ojos, sonriendo triunfante, apoyando la espalda en la piedra. Rubius era alto, pero cuando su parte oso se hacía más presente, con esos fuertes resoplidos y la ausencia de timidez a la hora de mostrar los colmillos, su espalda y hombros se enderezaban y la altura del teñido resultaba intimidante, pero no a Vegetta, no a alguien que disfrutaba de clavar esos ojos morados en los suyos, retándolo.

-¿Todo bien... -su altura no le impresionaba, para él solo eran unos pocos centímetros, pero adoraba lo grande que se veía, deseaba... Vegetta sonrió ladino, se agarró a los bordes de la mesa, preparándose - ...chiqui?

Rubius resopló una vez más, dio un paso más que hizo que su pierna entrase entre las de Vegetta, el calor del cuerpo del pelinegro lo tocó y lo sintió arrasándolo, sus manos buscaron la cintura que deseaban, dibujándola con suavidad. Su cuerpo se pegó al de él, frotándose, sintiendo ambos corazones chocar, disfrutando de cada interminable segundo, de como Vegetta lo seguía mirando con esa sonrisa, inclinó la cabeza, acercando sus labios a los de él, poco a poco, y es que cada latido de espera, de duda, era una droga exquisita.

No lo aguantó más, sus labios buscaron desesperados comerse los del otro, que lo recibieron con la misma ansia suspirando jadeos de alivio y necesidad de vuelta, volviéndolo más hambriento, clavó las uñas en el trasero de Vegetta, levantándolo, haciéndolo abrir las piernas alrededor de él y subirlo a la encimera.

Un ruido del metal cayendo al suelo les interrumpió despertándolos del trance. Sus respiraciones eran fuertes, incontrolables, insuficientes, sus rostros brillaban con tonos cálidos, mirándose entre ellos, antes de mirar lo que habían tirado al suelo con el calentón. Todo el desayuno estaba esparcido y una fuente de plata había volcado a sus pies unas pequeñas y dulces manzanas, que daban las últimas vueltas por el suelo.

Se calmaron un poco perdidos en aquellas frutas, luego se miraron el uno al otro. Vegetta sonrió.

-¿Estamos pensando lo mismo?

-Ahora sí, Vegettita.

Era un buen día, se podría decir que uno de los más bonitos en Karmaland, aunque de Karmaland sólo quedase una verde llanura, en espera de los edificios que debían llenarla. De todas formas, el sol brillaba y daba una grata temperatura, el viento dejaba un aire limpio, y las nubes justas decoraban el cielo, un día perfecto.

Caminaban bajo la sombra del gran pasillo de árboles frutales que los guiaba hasta un imponente árbol, la discusión que les acompañó todo el trayecto desapareció al llegar a sus raíces, se miraron, se dieron permiso el uno al otro.

-¡¡Willy compañero!! ¡¡Sé que estás en casa abre la puerta o la tiro abajo!! -gritó el pelinegro riendo.

-¿Cómo sabes que está en casa?

-Es Willy. O está en casa, o con Fargan, o contigo.

Esa mirada de reojo que le lanzó Vegetta le hizo respirar casi atragantándose.

-"Lo sabe" -esta vez su oso no reía, que va, estaba si cabe más hambriento, ansioso por arrojarse encima del omega.

-¡¡Willy asqueroso!! ¡¡Voy a reventarte la puerta!!

La entrada frente a la que estaban se abrió por completo. Willy estaba ante ellos, con el pelo hecho un desastre y solo pantalones y una camisa rota en el hombro, con la que parecía haber dormido, o haberse revolcado, mostrando su piel perfecta sin marcas a través del roto. Un ronco gruñido sonó a su espalda según Willy apareció ante ellos.

-Tranquilo chiqui -le murmuró por lo bajo.

Rubius retrocedió, tomando una manzana de un árbol a su lado y dándole un fuerte bocado.

-Está reforzada Vegetta, y es ilegal -Willy se veía molesto.

Su tono era aburrido, fastidiado, pasó los ojos sobre Rubius y acto seguido se cruzó de brazos y tobillos, apoyando el hombro en el quicio de la puerta, sin intenciones de dejarlos pasar. Vegetta solo rio.

-¿No nos vas a invitar a entrar?

Los ojos de Willy se veían especialmente cerrados, desconfiando. Tampoco es que tuviera muchas ganas de presenciar ni soportar las broncas de ese matrimonio de abuelos tontos.

-¿Qué hacéis aquí?

-No contestabas al chat. Venimos a pasar tiempo contigo. ¡Te echábamos de menos Willy!

Vegetta avanzó con esa sonrisa traviesa suya, sin esperar invitación alguna, solo caminando, hizo que Willy se apartara y entró en el tronco del árbol.

-Vegetta... -protestó- estaba ocupado.

Rubius avanzó hacia el albino, lo hizo con cuidado, conocía muy bien los humores del beta y ese no era uno de los mejores, lo comprobó cuando al estar junto a él, Willy levantó la mirada, esos ojos rasgados llenos de sospecha y de una frase sin pronunciar:

-"Qué estáis tramando, ratas."

Rubius no pudo evitar sonreír al ver esa malvada mirada, pasando la suya por su apetecible cuello, perdiéndose en dónde tenía que estar su intento de marca. Que la hubiera quitado no le molestó tanto como creyó, por el contrario, el aire en sus pulmones empezó a quemarlo con el impulso irrefrenable de clavar una vez más los dientes sobre esa piel tan perfecta y volver a disfrutar aquel maravilloso instante, de los gemidos, del cuerpo de su beta cayendo en sus brazos, entregándose. Willy se dio la vuelta rápido para ir tras Vegetta y él tuvo que desahogarse con otro mordisco a aquella manzana, mientras veía aquel fino cuerpo alejarse, sin dejar de pensar en lo lindo que se veía entre sus manos, desnudo, gimiendo, rogando, y es que algo, desde que Willy abrió la puerta, le había hecho querer lanzarse a besar esa piel con detenimiento, y no solo eran los gruñidos de su tonto oso.

-¡Vegetta!

Willy se apresuró a alcanzar al pelinegro, que revolvía todo lo que veía, huyó hacía él más como una excusa para apartarse de Rubius, pues toda su piel había dolido con un escalofrío al haberle oído resoplar con esa mirada hambrienta sobre él. El alfa idiota. Willy cerró de golpe el cofre que Vegetta inspeccionaba.

-No hay nada ilegal, Vegetta, deja de revolver.

-Que gruñon estás hoy... -dejó caer la mirada sobre la camiseta rota, que olía más a Rubius que la ropa que el oso llevaba puesta en ese momento, y casi, casi consigue disimular otro aroma.

-Será porque dos bobos han venido a molestar cuando estaba descansando.

-¿No dijiste que estabas ocupado chiqui? -se burló Vegetta con su sonrisilla logrando una mala mirada de Willy, que se cruzó de brazos sin darse cuenta de que se había sonrojado. Vegetta miró a Rubius, para comprobar si él había notado lo mismo, y a juzgar por lo nervioso que se veía el alfa, no tuvo duda ninguna- Rubius y yo pensábamos ir a buscar meteoritos, ¿Te apuntas?

-No.

Siguió ahí parado, mal mirándole, de brazos cruzados.

-Bueno, siempre podemos hacer algo.

-Estoy ocupado Vegetta.

-¿Sabes qué otra cosa es más difícil de ver que un meteorito, Willy? -el albino apretó los labios haciéndose ver más molesto- Un beta en celo.

La sonrisa picarona que Vegetta puso en ese momento, directa a él, le desarmó.

-Vegettaaa -intentó sonar amenazante.

Él se le adelantó, tomando suavemente su rostro con las dos manos, juntando sus frentes, sonriendo, sin dejar de aproximar sus cuerpos poco a poco.

-¿Te lo dije, no? Te echamos de menos Willy, hemos venido por ti -le susurró suave y sugerente.

A un lado Rubius dejaba la manzana mordida sobre el cofre y esa misma mano se posaba en su cintura haciéndole notar sus negras uñas en la piel. Vegetta le sostenía el rostro y al devolverle la mirada esas galaxias moradas lo estaban devorando, sentía el cuerpo de Rubius ardiendo a su espalda, y la otra mano del oso posarse al otro lado de su cadera, esta vez, buscando ir bajo la camisa. La respiración del oso, como fuego exhalado por una bestia, rompía sobre su nuca, volviendo increíblemente sensible todo su cuerpo, a la espera, dándole una idea de lo cerca que estaba la boca del alfa, y en ese momento, Vegetta, lentamente, sin despegar los ojos de los de él, hincó una rodilla en el suelo.

-Relájate chiqui, estás con nosotros.

Los labios de Rubius se posaron sobre su hombro y no pudo detener el suspiro que escapó travieso de su boca, abierta por las palabras que no tuvo tiempo a pronunciar, su cuerpo se tensó, se arqueó y el oso lo tomó con fuerza pegándolo a su pecho con un suave gruñido de satisfacción, casi otro gemido de alivio. Rubius levantó su camisa, con una caricia que subía por su abdomen hasta su pecho. Los labios de Vegetta se posaron cerca de su ombligo, provocando que todo su cuerpo doliera, que contuviera la respiración, sus manos despertando la piel de su abdomen con unas cosquillas cálidas que hicieron volar todas las mariposas de su cuerpo.

La mano del alfa encontró el duro botón cerca de su corazón y lo pellizcó jugando con tan dulce caramelo, lamía el delicioso sabor de esa piel en su precioso cuello, besando de vez en cuando para sentirlo entre sus labios, alimentándose con cada jadeo del sorprendido albino que le hacía ver como la presa más deseable de todas. Le sujetó fuerte la cadera al escuchar el tintineo de sus pantalones desabrochándose y cayendo, no le dejaría moverse, no mientras Vegetta y él conseguían esos hermosos gemidos, esos tiernos temblores en su cuerpo, solo con sus lenguas. Rubius sonrió complacido por lo obediente del cuerpo del testarudo albino.

-¿Estás bien Willy?

Le susurró a su oído con voz suave mientras sus dedos se colaban bajo el pantalón, ayudando a bajar su ropa, muy lentamente, y el beta solo pudo asentir con la cabeza un par de veces, totalmente perdido en sus brazos, sonrió aún más, y él también se arrodilló a su espalda.

Willy se llevó la mano a la frente, intentando entender como aquello se había disparado de esa forma, no lo entendía, su celo no era como el de un omega, su celo solo era un día molesto de entre tantos cientos y ni siquiera tenía feromonas que lo delataran. Pero todo aquello, era lo que má deseaba, superaba incluso a sus sueños, lo necesitaba, apretó los labios para prohibirse estropearlo, y se rindió, respiró hondo y las feromonas de quienes tenía a sus pies incendiaron su cuerpo haciéndole gemir con fuerza hacia sus adentros.

-Relájate -le volvió a reñir dulcemente Vegetta, y sus ojos volvieron a cruzarse, unos maravillados y deseosos morados, y unos verdes suplicantes y llenos de brillo.

Los besos de Vegetta fueron bajando con ternura por la v de su estómago a la vez que sus manos le acariciaban con detenimiento sobre la ropa interior, haciendo de su respiración un desastre y de sus nervios un destrozo. Vegetta sonreía a Willy que apenas se atrevía a dejar la mirada sobre él, aún menos cuando las manos del pelinegro encerraron fuertemente su dureza y lo llevaron al cielo entre suspiros. Rubius pasó sus manos desde las rodillas, subiendo hasta su trasero, apretando las nalgas de golpe, levantando y separando, haciendo que Willy casi perdiera el equilibrio, maravillándose por la confusión del albino.

Rubius y Vegetta cruzaron miradas y sonrisas lascivas mientras Willy apenas sabía tenerse en pie.

-Estas tan duro ya, ¿Qué pensabas hacer tú solo?

Willy bajó la mirada para mal contestar, pero se quedó bloqueado, en la forma en la que Vegetta presentaba su lengua entre los labios, ofreciéndosela a él. El pelinegro lamió el glande sin apartar sus ojos de los verdes, pasando la punta de la lengua de forma traviesa para tomar un poco del presemen, Willy perdió la cabeza, y en ese momento exacto, otra lengua rodó demandante en su entrada provocándole un grito de placer y desahogo, Vegetta tomó todo su miembro con la boca, chupando, sorbiendo sin contenerse, queriendo más reacciones del albino.

Willy apoyó su mano como pudo en la pared cercana, intentando sostenerse aunque el alfa detrás suyo, abriéndolo, hacía muy bien ese trabajo, tanto como volver locas a las mariposas de su cuerpo, creando descargas y un calor abrasador en el que quería morir. Pronto se volvió imposible contener los jadeos, solo respirar, soportar lo que sentía, le hacía querer suplicar, rendirse a los dos hombres arrodillados ante él, los necesitaba dentro, necesitaba quemarse, necesitaba que lo quemaran que lo rompieran.

Rubius se puso en pie, alimentándose de cada glorioso gemido del albino, pasó una mano cruzándola por su pecho para sostenerlo para Vegetta, encontrando un botón que parecía esperarlo con ansias haciendo que Willy se retorciera en un gemido, mientras la otra mano emprendía camino entre la línea de su trasero, con la yema de su dedo buscando muy lentamente el lugar que su lengua había consentido, entrando sin esfuerzo, recibiendo un grito de placer que le supo a gloria, jadeando sobre el cuello de Willy, extasiado.

Apretó al albino con fuerza, toda la que pudo, atrapándolo, marcando la piel de su cuello con besos sediento de ella y de todos los sonidos que escapaban de sus labios, buscando con su dedo una fantasía que Willy nunca le había permitido, pero de la que ahora era incapaz de resistirse perdido en todas las descargas que lo tensaban y los gemidos que Vegetta le provocaba paseando la lengua por su vena marcada, por la forma perfecta de su glande, y cuando el travieso pelinegro volvió a tomar la erección en el calor de su boca, Rubius encontró lo que buscaba, Las rodillas de Willy fallaron, su respiración escapó de él, su gemido fue el más hermoso que nunca escuchó. Sonrió.

-¿Aquí? -le susurró al oído sonriente, victorioso, rascando los dientes en su cuello mientras volvía a presionar ese dulce punto y Willy dejó escapar un gemido tan dulce que Vegetta tomó más del albino haciéndole tragar aire como si fuese un resucitado.

-Más.

El corazón de Rubius palpitó con tanta fuerza como lo hizo su excitación y las mariposas de su cuerpo, rápido, sin pensar, añadió un dedo más, insistiendo en su punto dulce. Willy respiraba jadeos de placer, sus piernas temblaban de la estimulación en su interior, su cuerpo era la cuerda de un arco antes de dispararse.

-Vegetta, más fuerte -gruñó el oso con todo su ego de alfa.

Los labios y la lengua de Vegetta presionaron tanto que Willy terminó por agarrar el pelo negro entre sus dedos con fuerza, queriendo empujar las caderas contra él, pero no le dejaban, estaba tan bien sujeto que eso le excitó aún más, totalmente a merced de ellos.

La boca de Vegetta se sentía perfecta, le exigía que terminase dentro de ese calor con esas caricias que tiraban de él, y era lo que más deseaba porque los dedos del oso no dejaban de sobre estimularlo hasta el punto de doler de placer. Lo sentía en todo su cuerpo, sus lágrimas caían, su cuerpo se sentía invencible, en las nubes, jamás había estado tan al límite. En la piel bajo el brazo de Rubius, en las manos de Vegetta, se tensaba a punto de terminar, cuando ese aliento en su cuello, le hizo dejar caer la cabeza y ofrecerlo todo al alfa.

-Rub...

Rubius rugió alto y fuerte, excitando a Vegetta que gimió en su erección matando de éxtasis, los dedos se golpearon exigentes en el lugar exacto y no pudo contenerse, un grito escapó a su voluntad con todo de él, terminó en la boca de Vegetta, apretándose alrededor de los dedos del alfa quien gruñía bajo de hambre al notar los maravillosos espasmos de placer, sus piernas le fallaron por completo, temblaban, no podían sostenerlo mientras su cuerpo aún sufría un largo orgasmo y Rubius lo apretaba contra él con fuerza egoísta para no caerlo, mientras su voz ahogada y entrecortada por los jadeos era lo único que llenaba la habitación, bajo esas dos miradas fijas, maravillados en contemplar lo hermoso que se veía, roto, exhausto, rojo y dulce, cubierto de lágrimas.

Vegetta se puso en pie, sonriendo, tomando la manzana mordida de Rubius, y dando un buen mordisco justo en frente de la cara somnolienta y sonrosada de Willy. Rubius frotaba su nariz en el cuello del albino, saboreando el olor que llegaba hasta él, cargándolo de improviso a lo princesa.

-Me lo llevo a la cama Vegetta -fue más un gruñido entre palabras.

-Te sigo chiqui.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro