Delta, II Parte, Especial 3K de Estrellitas
AVISO MUY SERIO:
ASCO MUCHO MÁS GRANDE.
Aquí vemos la transformación en delta, no me he cortado un pelo, decid hola a nuestro Lolito.
Nota: cuando vuestro sexto sentido os diga que algo va a empeorar, hacedle caso, y cuando creáis que eso es todo, os estaréis equivocando. Vamos, que leáis con cuidado, que esta parte da mucho más asco.
Los hombres se reían mientras se alejaban, uno más que el otro, no importaba cuanto gritase Lolito que dejaran al chaval, ni cuanto gritase que lo sacaran de esa jaula, no pasaría nada y si se le ocurría intentarlo probablemente solo empeoraría las cosas para aquel muchacho, apretó los dientes y miró con odio a quienes le enviaban una sonrisa, sin evitar soltar un grito de rabia cuando desaparecieron de su vista. Sabía que cualquier cosa que tramara ese hombre, era algo malo. Lolito era su blanco favorito, y aunque era el prodigio del jefe, capaz de realizar cualquier trabajo sucio que se le ordenase, aquel hombre siempre encontraba la excusa perfecta para joderlo, en más de un sentido, le encantaba abusar de él, y sobre todo, le encantaba decírselo al oído mientras lo violaba, le encantaba decirle lo bonita que era su piel, mientras lo acuchillaba, o lo bonito que era su canción de sirena, mientras lo hacía gritar de dolor. Era un maldito sádico.
Pero Lolito sabía que por mal que se portara, por mal que hiciera las cosas, él era el favorito del jefe, porque sus castigos no era tan crueles con Lolito, incluso de vez en cuando le premiaba con alguna caricia o algún caramelo que traía de otros mundos,su amo, gastaba cosas valiosas en él y le perdonaba cuando demostraba que era un inútil. Estar allí era la prueba. Haber demostrado piedad con uno de sus objetivos significaba recibir un tiro en la cabeza en el mismo instante en el que regresaras y Lolito solo tuvo que apretar los dientes mientras el hombre que había arreglado su metedura de pata se lo follaba delante de su amo, y aguantar cinco días en una jaula para perro, viendo cómo la gente era asesinada ante sus ojos. No era nada que no pudiera aguantar. Se lo merecía.
Aún intentaba convencerse de dejar de pensar en lo que le sucedería a ese chico cuando el cabrón de siempre volvió con una enorme sonrisa en la boca.
-Ven pececillo, vas a salir unos días antes, tenemos algo mejor para ti.
Lolito salió de la jaula desconfiando, pensando en que castigo tendría si saltaba sobre el y le arrancaba la yugular de un bocado, si su jefe se enfadaría tanto como para no volver a acariciarlo mientras saboreaba uno de sus caramelos, no, nada merecía perder al único hombre que le demostraba amor allí dentro. Se mantuvo en silencio, siendo conducido por unos pasillos que, pasara el tiempo que pasara, no llegaba a conocer del todo.
Empezó a escuchar gritos y lamentos y la habitación de donde venían parecía ser su destino, intentó detener sus pasos pero el hombre empezó a empujarlo, cuando quiso negarse, al reconocer la voz del muchacho de la otra jaula, el lacayo lo agarró con fuerza lastimándole el brazo y arrastrándolo dentro de la habitación, lo tiró como un desecho sobre la cama, donde el chico estaba siendo cruelmente sodomizado, con los brazos retorcidos y presos a su espalda y la cabeza aplastada contra el colchón. El joven alfa, olía aún peor, olía a cadáver, mientras sus ojos arrojaban lágrimas y miraban a Lolito con una expresión indescifrable. Para desgracia de Lolito, el hombre que lo había llevado hasta allí pensaba hacerle exactamente lo mismo a él.
Intentó resistirse, pero rápidamente le estampó la cabeza contra el colchón, asegurándose de que ambos jóvenes se miraban el uno al otro al tiempo que le arrancaba la ropa.
-¿No te alegras de ver a tu amorcito? -le babeó al oído mientras presionaba su miembro contra él, le embistió fuerte haciéndolo gritar- ¿No te alegras de salir de la jaula?
Los dos lacayos rieron.
Lolito sostuvo la mirada arruinada del chico, que libró una de sus manos del agarre para para buscar desesperado la mano del pelirrojo y sostenerla, resistiendo juntos los gritos de dolor mientras los hombres reían al verlo. cerraron los ojos, y apretaron sus manos hasta hacerse daño, mientras todo pasaba a su alrededor.
Las lágrimas se habían secado mucho antes que la sangre y el dolor de los golpes, y ambos chicos seguían tumbados boca abajo en la cama agarrados de la mano, mirándose el uno al otro, con miedo de moverse, con miedo de hacer algo que les recordara a los dos hombres que ellos seguían allí. Aquellos cabrones hablaban bajo fumándose tranquilamente un par de cigarros, así descansaban antes de turnarse otra vez sobre ellos y Lolito empezaba a temer el momento en el que terminasen ese cigarro en concreto, por palabras que había llegado a escuchar en la conversación. Agarró al chico con más fuerza y le envió una mirada de fuerza cuando vio que volvían.
-¿Y nos deja?
-Si, dice que así lo mismo se está más calmado.
-Pues hagámoslo.
Se dijeron el un al otro con una expresiones que le congelaron la sangre. Los agarraron a ambos del pelo, tirando para arrodillarlos el uno frente al otro, colocándose ellos detrás, masturbándose a espaldas de ellos, dejando babas por la piel y golpes si se atrevían a dejar de mirar al chico frente a él, ya apenas tuvieron fuerza para demostrar dolor cuando los penetraron al unísono entre risas. El cabrón hijo puta que sujetaba a Lolito se le acercó al oído como siempre, a susurrarle.
-Vamos pececito, abraza a tu cariñito.
Más que abrazarlo, se sujetó a él cuando los tiraron el uno frente al otro, sin tener cuidado de lo fuerte que empujaban en sus caderas el daño que hacían, era lo que querían. El otro hombre imitó con el chico la misma acción que tuvo con Lolito, mientras empujaba la boca del muchacho contra el cuello del pelirrojo, le oyó susurrar al oído del otro.
-Márcalo, y os dejaremos.
-¡No! ¡Para hijo puta!
Lolito intentó apartarse, golpear a quien le agarraba, pero fue agarrado dolorosamente del cabello para que se estuviera quieto, sus caderas dolieron aún más, sintió la sangre derramándose entre sus piernas y en lo único que pensaba, es que los dos eran alfas, no podía, no podía ser marcado. La habitación se llenó de cacofonías horribles, de gemidos y risas de sus torturadores, de los ánimos que susurraban como demonios, del coro de voces en su cabeza. Las risas estallaron horripilantes cuando el chico clavó sus dientes en el cuello de Lolito.
Todo lo que existía,se desvaneció ante él en un segundo, dejándolo a solas en la oscuridad de su mente, donde la voz del bastardo que lo violaba se hizo presente.
-Márcalo.
Ahora estaban de vuelta en sus jaulas, una frente a la otra, esta vez, separados varios metros. Los dos hombres habían tomado cómodos asientos entre medias, riendo y bebiendo, disfrutando de como los dos pequeños se retorcían, gritaban y morían poco a poco de dentro a fuera. Lolito no había llegado nunca a escuchar a su lobo, esta era la primera vez, siempre imaginó nunca poder oír las palabras de algo que se suponía que siempre lo acompañaría, sería razón de su felicidad o de su mayor desgracia, pero imaginaba palabras dentro de su cabeza, no gritos agónicos entre sus propios estertores. Su propio dolor lo hacía retorcerse, pero además podía sentir el vínculo crearse, y recibir el daño del otro chico en sus propias carnes. Ambos se bañaban en sudor, lágrimas, y el vómito de sus estómagos vacíos, intentando alcanzarse estirando los brazos fuera de las rejas, demasiado lejos, pero el vínculo, sentían el dolor del otro, el vínculo, la necesidad de consolarse, aunque fuera matándose el uno al otro.
-¿Y bien? ¿Cómo van los niños?
Los dos hombres se volvieron a mirar a su jefe, que apoyaba una mano en cada respaldo de sus sillas, sonriendo al ver el espectáculo.
-Ya ve, animándose a cada minuto -rieron.
-Cuando formen el vínculo, matadlo.
-Claro.
-Descuide jefe.
-Y no seáis blandos.
El dolor parecía no menguar nunca, los gritos de su lobo eran cada vez más tétricos, más espeluznantes, el olor a podrido que emanaba de él le escocía en los ojos y el que manaba de la otra mitad de su enlace le hacía desear la muerte. Poco a poco, el dolor fue desapareciendo, dejando sus cuerpos temblorosos tendidos en el suelo de las jaulas, mirándose el uno al otro en la distancia.
-Cómo te llamas -gesticuló el otro con sus labios.
-Lolito -lo dibujó con los labios con cuidado, para que el otro pudiera entenderlo, él sonrió y supo que había logrado leerle los labios- ¿tú?
-¡Hora de separar a los amorcitos!
Los hombres se pusieron en pie y uno abrió la jaula del chico sacándolo de ella y llevándoselo a rastras lejos, sin fuerzas para moverse lo más mínimo, mientras lo alejaban, Lolito hizo de todo para lograr seguirlo con la mirada, llegando a leer un nombre en sus labios, antes de que se convirtieran en la sonrisa más horrible que podría recordar jamás. El hijo de puta de siempre se apoyó en su jaula, burlándose.
-Esto te enseñará a ser más obediente, pececito.
No tenía fuerzas, apenas lograba sostener la cabeza en posición para poder verlo a él, cuando el primer golpe, directo al alma, le hizo desear la muerte, un golpe que recibió a través del vínculo, al que siguieron muchos más, sin parar, el dolor, el terror, la desolación, todo le bombardeaba a través de su enlace, cada segundo de la tortura, cada punzada de cada golpe o cortada, cuando los miembros fueron cortados, cuando la sangre dejó de circular, todo, a través de su alma, hasta el último aliento.
Luego, llegó la nada.
-Tío, apesta.
Las palabras llegaban de lejos, aunque sabía que estaba a su lado, un instinto nuevo, se había despertado en él, el mundo se sentía distinto.
-¿Que quieres? Ahora es un puto delta.
Rieron, la jaula fue sacudida entre gritos para que despertara de su trance y Lolito reaccionó, despacio, aún despertando en su nueva realidad, una en el que el dolor había terminado, dejándole un inmenso vacío en el alma. Extendió el cuello para mirarlos, la forma de hacerlo les cortó la respiración a ambos, su pelo zanahoria ondeando en el suelo, y aquellos ojos verdes, ahora más brillantes, destilando radiación tóxica.
-Pececito -le abrieron la jaula- vamos, sal pececito. Tenemos una sorpresa para ti, te va a gustar.
Le hablaban suave pero arrastrado, pero eso ya no asustaba a Lolito, que salió de la jaula de forma lenta y tranquila. Renacido, todo era nuevo, todo se sentía nuevo. las risas que en otro tiempo le habrían hecho encogerse y volverse un muñeco, ahora encendían un fuego que deseaba que ardiera descontrolado.
-¿Qué te pasa pececito? ¡Vamos! ¿No te emociona tu premio?
Dejó que sus ojos cayeran sobre ellos, su expresión tranquila cambió en décimas por una sonrisa enorme mostrando sus afilado dientes de tiburón bajo los destellantes ojos verdes.
El silencio era absoluto. Normalmente en aquel almacén siempre se oían lamentos y gritos, pero el silencio era total al extremo de que sus pasos se escuchaban amplificados. Había mandado a sus hombres en busca del híbrido de sirena y no habían vuelto. No les había dado permiso para usarlo y odiaba que lo contradijeran, aunque estaba deseando poder castigar a alguien, con el híbrido fuera de los trabajos, varios asuntos se le habían complicado demasiado. Si realmente esperaba una buena excusa, pero no tan buena como la que se fue encontrando según caminaba. Todas las jaulas, todas, goteaban sangre. Su interés crecía más y más hasta estar frente a la jaula de Lolito.
Y ahí estaba él, bajo el único haz de luz potente del almacén, sentado sobre los cadáveres de sus lacayos, su pelo cayendo por su rostro y su cuerpo como una cascada tranquila, su rostro y sus manos cubiertas de la sangre que goteaba el trozo de carne que masticaba, sus ojos verdes atravesándolo con una luz venenosa. Sonrió de oreja a oreja al ver a su amo, dejando relucir aquellos dientes de sirena que nunca se había atrevido a usar, hasta ahora.
Su amo sonrió, excitado por aquella imagen. Por fin tenía al monstruo que tanto había buscado entre los híbridos.
-Pececito -le dijo con el cariño de siempre- ¿Has terminado? -Lolito asintió tragando el último bocado, con una sonrisa que hubiera sido dulce e inocente de no estar empapada en sangre- Bien, lávate, tengo una sorpresa, y tienes que estar presentable.
Siempre se había perdido por aquellos pasillos, pero ahora era distinto, un sentido le decía por dónde ir, cómo moverse, quien estaba más adelante, qué camino debía seguir para encontrarse con su jefe. Se había lavado, tal como le había ordenado, pero nadie le había dado ropa, así que había robado una camiseta gris que le quedaba enorme, y caminaba descalzo, con el pelo mojado, pero ahora el mundo era otro, ya no le importaba, el frío se sentía delicioso, tanto como el olor a muerte que su amo despedía, sonrió feliz al encontrarlo, corriendo hacia él dichoso y ganándose una caricia en su cabeza.
-Buen chico, ven, entra.
Le abrió la puerta dejándolo entrar en una sala tremendamente oscura y totalmente vacía, en la pared del fondo una enorme cristalera retenía el agua oscura de aquella dimensión. El jefe entró con él cerrando la puerta detrás de ambos, mientras Lolito, en silencio miraba a todos lados sin entender nada.
Una sombra rápida dentro del agua captó su atención de depredador, observando con cuidado la oscura profundidad apenas iluminada. Una figura golpeó el cristal al chocase en su dirección, sus cabellos ondearon por todos lados, sus manos hicieron silbar el cristal, lo golpeó llamándole.
Las piernas de Lolito temblaron como gelatina y aun así corrió hasta la figura chocándose el también contra el cristal, uniendo las palmas de la mano una sobre otras. Su cabello rojo, sus ojos azules, su mirada de amor incondicional. Gritaba pero no la escuchaba, golpeaba el cristal con todas sus fuerza y el ruido era mínimo.
-¡Mamá!
Otra figura apareció rápidamente colándose entre ambos, más pequeña, más semejante a él, beso el cristal donde él estaba.
-Davi...
Se mordió el labio inferior y sorbió las lágrimas con fuerza. Ellas golpeaban el cristal intentando alcanzarlo, pero quien lo hizo fue el hombre a su espalda, poniendo sus manos sobre los hombros del joven.
-Te estabas portando bien pececito, de verdad que te estabas portando bien.
Oyó el sonido tan familiar de un cinturón siendo aflojado, pero no tenía tiempo para eso, su familia estaba ante él, su amo tomó el borde de la camisa que vestía, levantándola por encima de su trasero. Su madre golpeó el cristal con furia, mostrando unos afilados dientes como punzones al hombre que estaba tocando a su hijo, pero fue ignorada. El hombre tomó las caderas de Lolito y golpeó con fuerza. Su madre agarró a la pequeña llevándosela a la oscura profundidad de la pecera, desapareciendo.
Su amo hundió la nariz en su cuello, mordiendo sin clavar los dientes, penetrándolo sin cuidado contra el cristal, golpeándolo con fuerza contra él. Lolito apretó los dientes, su amo lo estaba tomando por primera vez y no estaba seguro de lo que debía sentir, se limitó a clavar los pies descalzos en el suelo haciendo fuerza, y a dejar sus manos en el cristal aguantando el peso de ambos, y las embestidas, recordando que debía gemir, aunque no fuera cierto, debía agradar, sobretodo a su amo. El aliento del hombre humedecía su oreja mientras no perdía de vista las oscuras aguas, donde reapareció su madre, amenazando incansable al hombre que la miraba riéndose de ella, que golpeaba el cristal incansable, gritaba con una voz que no los alcanzaba. Al verse ignorada, al verse inútil, unió sus manos a las de su hijo, y lo miró a los ojos con dulzura, intentando protegerlo en espíritu de lo que su cuerpo estaba sufriendo. Lolito la devolvió la mirada, derramando una solitaria gota de agua salada, deseando abrazarla, sentirla otra vez, esa fantasía que había creído imposible.
Su amo terminó dentro de él con un lago y sonoro gemido de satisfacción enterrándose lo más profundo en él. Besó el cuello de Lolito, llamando la atención de su madre sobre él, clavando con furia sus dientes en la parte sana del cuello de Lolito, haciéndolo gritar. Su madre estalló con rabia sobrenatural lanzándose contra el cristal y el hombre lo único que hizo, fue encender las luces con el mando remoto.
En ese momento la hermosa figura de su madre fue perfectamente visible, tanto como el primer arpón que la atravesó el vientre desde la espalda llenado las negras aguas de una nube de sangre. Lolito gritó desesperado y hubiera caído al suelo al ver el segundo arpón atravesando el cuerpo de su madre, de no haber estado sujeto por los brazos de aquel hombre que seguí besando su cuello.
-Te estabas portando bien, pececito -le murmuró al oído.
Vio el cuerpo de su madre desaparecer, arrastrado hacia la superficie.
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Avisados estabais, no me lloréis.
Todas las historias que intentan crear trauma con la vida pasada de Lolito son casi iguales, una familia abusiva, que lo vende, que lo prostituye, siempre es su propia familia, a mi eso no me da tanta pena como tener una familia jodidamente perfecta y que te la pasen por la picadora ante tus narices, así que está es mi versión de la infancia de Lolito. Que sepáis que el primer capítulo lo he reescrito seis veces a lo largo de las dos semanas pasadas y este capitulo lo he escrito en estas últimas horas, vamos, que sigo siendo un desastre de última hora. Va sin corrección.
No sé cómo de largo será el siguiente (ni lo he empezado), estará para antes de la publicación del capítulo 22 que será a las 00 de España, ya sabéis, pero el próximo cap del especial ya será más happy.
Besotes!
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