37: La ironía de Karmaland
Nieves miraba a Alexby, que seguía totalmente concentrado en su trabajo sobre los cristales que le habían dejado. Ella intentó acercarse tímidamente, jugueteando con sus dedos como una niña inocente.
-Mmmmmm.
-No te preocupes Nieves, volverán enseguida.
Alexby ni levantó la mirada de los dispositivos, incluso en su hacer, se le veía frustrado y enfadado, pagándolo con golpes y dejes bruscos sobre los cristales.
-¡Si!
Sonó feliz y confiada, tanto que Alexby esta vez si que levantó la mirada para sonreírla, incluso rió levemente al ver su rostro de niña inocente. Intentando parecer algo más relajado, continuó con su trabajo, pulsando sobre un teclado cual espejismo, parcialmente borrado, devorado por la corrupción.
Nieves caminó hacia las ventanas tras Alexby, mirando al horizonte y suspirando, esperó unos minutos, unos minutos que sabía que harían que todos los chicos estuvieran demasiado lejos,
DEMASIADO LEJOS PARA ALEXBY.
Se giró de nuevo hacia él, esta vez ella estaba a su espalda y él no la prestaba la más mínima atención, enfrascado en su trabajo. Extendió la mano para alcanzar su hombro, lentamente, dudando. Los planes eran los planes, y en ellos había otro objetivo antes del pequeño guerrero, otro objetivo que, ahora mismo, deseaba ver caer lo más pronto posible, pero, ¿cómo dejar pasar esa oportunidad? Tener al ingeniero de los dioses delante de ella, con la guardia baja, y
SOLO.
Las puntas de sus dedos destellaron un formidable brillo que solo el hielo y los diamantes podían ofrecer, acercándose más y más al hombro del muchacho, tan cerca, su mano comenzó a congelarse en expectativa de alcanzar a su confiado objetivo con su magia latente esperando dispararse y un intenso gruñido desde el fondo la hizo encogerse y romper la magia. Alexby casi tiró el cristal de su mano del susto al escucharlo. El gigantesco lobo plateado se había levantado en el otro extremo de la habitación, encorvado, como una bestia sanguinaria, los miraba con los ojos brillantes y los enormes dientes bien visibles, avanzando muy lento hacia ellos, moviendo su enorme zarpa con lentitud hasta posarla en el suelo, y luego la otra, acercándose.
Alexby se puso en pie con precaución de no hacer nada brusco, cubriendo a Nieves con su brazo para llevarla tras de él y alejarse los dos del lobo, en ese momento, otro gruñido más bajo, se hizo oír detrás de Lobo Plateado. Coringa se levantaba, casi tan amenazante como el gigantesco lobo, pero este, en vez de fijarse en Alexby y Nieves, amenazaba hacia el exterior de la vivienda.
-¿Qué ocurre? ¡Así sin más! Nieves, son los lobos de Rubius, ¿No puedes hacer nada?
Ella negó nerviosa con la cabeza, agarrando los hombros del guerrero para esconderse. Y en el instante siguiente, un golpe tras otro sobre sus cabezas, las pocas luces de la habitación reventaron por flechas que Alexby consiguió ver con la última de las luces. Coringa salió disparado hacia el exterior de donde venían las flechas y el lobo blanco saltó sobre ellos en medio de la oscuridad.
Alexby tomó a tiempo una silla para encerrar la mandíbula del lobo entre las patas, casi quedando tanto el como Nieves sepultados bajo su cuerpo, evitando a duras penas que las dentelladas que la bestia lanzaba alcanzaran a Nieves. Un horrible quejido desde fuera les hizo saber que Coringa había caído y al mirar en aquella dirección, empujados por el intenso instinto de alarma, vieron dibujarse una figura enteramente negra, de ojos rojos y enormes colmillos, que caminaba hacia ellos, con un arco en la mano.
Alexby sintió la adrenalina arrollando por sus venas en el mismo instante en el que el de la máscara de ojos infernales levantó el arco, apuntando directamente a la cabeza de Nieves. Rompió la madera de la silla apresurándose a clavar la estaca obtenida en la cara del lobo, haciendo que el monstruoso animal retrocediera, justo en el momento en el que el arco del enmascarado conseguía la tensión necesaria para soltar la flecha, agarró la mano de Nieves apartándola sin problemas, echando a correr con ella por la puerta principal de la casa, lanzándose con desesperación hacia el agua.
El impacto con el lago fue demasiado real, si es que aún le quedaban dudas de vivir en una pesadilla. Contó de manera agonizante cada segundo que le costó regresar a la superficie y volver a respirar con una enorme bocanada de aire.
-¡¡Nieves!! ¡¡NIEVES!!
Miró nervioso por todos lados sin encontrarla, hasta que un chapoteo a unos metros tras él le dieron la pista. Ella intentaba mantenerse a flote desesperadamente, no sabía nadar, Alexby al verlo nadó lo más rápido que pudo hasta agarrarla, arrastrándola hasta dejarla sujeta a una de las balsas de pesca de Rubius.
-¿Estás bien?
La pequeña aún tosía agua pero asintió ante la urgencia en la voz de Alexby. El guerrero miró hacia arriba, a tiempo de ver una flecha incendiaria dirigiéndose hacia ellos. Rápidamente, más por instinto que por reflejo, levantó la tapa del cofre de la barca dándoles un escudo en el que impactó una flecha, luego otra, y seguido una tercera. Al no oír más golpes Alexby miró hacia arriba, por entre las flechas clavadas en la tapa del cofre, todas incrustadas con una perfecta trayectoria hacia Nieves.
El enmascarado seguía en la isla, Alexby rezaba para que se lanzara al agua tras ellos, así tendría una oportunidad de luchar con él incluso sin armadura y desarmado. Chistó entre dientes y maldijo. Todo su equipo había quedado en casa de Rubius, todo, y aquel individuo de negro los miraba fijamente, planeando, hasta que lo perdió de vista.
-¡Nieves! -rápidamente tiró el cofre de la barca al agua agarrando a Nieves del brazo y levantándola sobre el agua- ¡Sube rápido!
La ayudó a entrar en la barquita y él subió tras ella, apresurándose a tomar los remos para alcanzar la orilla más cercana a Karmaland.
-¡Agáchate Nieves!
Nieves estaba totalmente perdida, asustada, se hizo una bola dentro de la balsa, teniendo que apoyar la cabeza sobre el vientre de Alexby a causa del pequeño espacio del que disponían, cerró los ojos con fuerza agarrándose al héroe que, con toda la ironía de la que disponían las tierras del karma, ahora la protegía a ella.
Alexby remaba con todas sus fuerzas, fija su vista en la próxima orilla, mientras los pensamientos en su cabeza se movían tan violentamente como los remos. Había reconocido el traje, joder que sí, más aún después de ver el de Fargan a centímetros de él. Una parte se aliviaba de poder asegurar que ese no era el traje del búho, mientras que la otra parte era una bola de demolición balanceándose entre la idea de que uno de sus compañeros estaba intentando matar a Nieves, y la idea de cual de sus compañeros podía ser el desgraciado, y por qué.
Cada palada sobre el agua era un tramo menos hacia una idea nueva. Primero, por qué Vegetta, una pala se hundió en el agua avanzando, luego Mangel, una palada más cerca, ahora Nieves, un arco más de las palas. ¿Qué tenían en común? el cansancio le sacó una fuerte respiración, y con ello la respuesta: Rubius. Todos eran objetivos románticos de Rubius. Se aseguró de que su propio cuerpo cubría a la pequeña de cabellos cobrizos, y miró detrás un segundo. Pudo ver al enmascarado corriendo por la orilla intentando alcanzarlos, ellos casi llegaban, estaban suficientemente lejos de él.
Sacó a Nieves de la barca de un puro tirón y echó a correr obligando a la joven a seguir su ritmo, pudiera o no. Podían ver la casa de Willy a su izquierda, pero recordando las torretas lo descartó como opción, así que corrió hacia el norte para evitarlas, su objetivo, era la casa de Fargan. El búho había desactivado las torretas para él, le había dado el código para que pudiera entrar, y allí, no solo podría dejar a Nieves en la casa más segura de todo Karmaland, también tendría acceso a armas y armaduras, aunque no se quitaba la idea de la cabeza de que pudiera ser que Fargan, también dejase la entrada a sus hermanos oscuros a su casa. En ese caso estaba jodido, pero debía arriesgarse, como mínimo, por las armaduras.
Notó Nieves bacilar en la carrera, agotada.
-¡Nieves no pares!
-Nos... e...está... alcan...zando.
Alexby miró brevemente hacia atrás, viendo la velocidad con la que se movía la silueta negra. Armadura chetada, pensó apretando los dientes, recordando otra vez la armadura de Fargan, velocidad, visión nocturna...
-¡¡Y QUÉ MÁAAAS!!
Él y su manía de andar en tanga, solo tenía que haber conservado su traje chetado de policía para poder enfrentarse a él. ¿A quien? ¿Quien de los sospechosos de ser un oscuro era ese tío? ¿Quién puede tener tanta obsesión con Rubius? ¿Quien de todos era capaz de esa habilidad?
MIERDA... WILLY.
Su animó se vio renovado por un aluvión de ira. Ojalá poder reventarlo allí mismo. Se volvió una vez más sin dejar de correr.
-¡¡¡WILLYYYYYYY!!
Voy sacando las palomitas para vuestros comentarios, os quieeeeeerooooo
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