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32: ¿Lo sabes?

                        

                

Tenía que hacer algo con aquel olor agrio que venía del piso de arriba, lo estaba destrozando de una forma que no podía soportar, quería poder agarrarse a alguien en un abrazo que no le dejase respirar para no echarse a llorar como estaban haciendo la mayoría de sus compañeros, pero no era justo dejar el papel de pilar de fuerza solo a Luzu y Auron, así que subió las escaleras, haría lo que fuera por Rubius.

El alfa estaba en frente de su ventanal, con la cabeza inclinada y las manos temblorosas sujetando el papel que miraba. Willy quiso quemar esa foto, quemar la casa entera, todo Karmaland, si ello podía eliminar el recuerdo de esa imagen en su cabeza, lo haría, pero ahora todo su ser le gritaba que se centrara en apagar el fuego que ardía frente a él. Delicadamente, intentando no asustar al cachorrito herido, dejó una mano en su hombro, y con la otra, lentamente, apartó las manos del oso hasta llevar la foto que sostenían, a un lugar fuera de su vista.

-Rubius...

El alfa lo miró, contenía las lágrimas con gran esfuerzo, sus ojos enrojecidos, sus orejas gachas carentes de vida, lo abrazó como si Willy fuera su tabla de náufrago y empezó a hipar débilmente, aún resistiéndose. Willy respondió al abrazo con otro, usando el calor del oso para curarse el dolor que le hacía querer enloquecer.

-Vegetta...

Apretó más a Willy entre sus brazos mirando a la nada, sin poder continuar la frase, respirando fuerte entre dientes para sostener las lágrimas, que de todas formas mojaron sus mejillas. Hubo un silencio, demasiado largo.

-No... no hay sangre Rubius -la voz de Willy sonó rasposa, pero el oso le escuchó con más atención de la que nunca usó- No lo ha marcado, solo están jugando con nosotros.

La seriedad, la seguridad con la que hablaba, hizo que Rubius quisiera mirarlo a la cara, necesitaba ver sus ojos poniendo orden a su mundo, esos ojos verdes que eran como mirar la vida del prado más hermoso del mundo.

-Es verdad, no hay sangre.

-Si le hicieran algo a Vegetta... si les hacen daño a Vegetta o a Mangel, saben que no nos detendremos. Los buscaremos sea donde sea, los borraremos de la historia, los haremos sufrir de formas que nadie conoce, reduciremos todo lo que aman a cenizas. Inventaremos nuevas formas de tortura si es necesario, pero nos vengaremos. Por eso, no se atreven a hacerle daño a Vegetta, ni le harán daño a Mangel.

Aquello sacó una triste y forzada sonrisa en el oso.

-Hacen bien en tenernos miedo ¿eh?

Willy asintió sonriendo, incluso en esa situación, él era capaz de sonreír como siempre.

-Son un montón de parguelitas.

Limpiando con el pulgar las lágrimas que cruzaban el rostro de Rubius sus miradas se cruzaron, se sonrieron tranquilizándose el uno al otro, entonces Rubius lo miró totalmente serio y decidido.

-Voy a matarlos a todos y a cada uno de ellos Willy.

-Lo haremos juntos, somos la Hermandad Oscura Rub.

Le sonrió con aquella enorme sonrisa que escondía el verde de sus ojos, en esa expresión tan angelical como maléfica y Rubius lo besó, dejó que sus labios besaran los de él con todas las ganas y la necesidad que se había guardado, apresando para él la nuca del albino, enredando el sedoso pelo con aquella maravillosa suavidad corriendo entre sus dedos, sus cálidos labios abriéndole paso a su lengua, respirando los jadeos del otro con tal de no separarse, saboreando milímetro a milímetro la piel de sus labios, aferrándose más al abrazo que los estaba salvando. Cuando Willy lo agarró con fuerza de la sudadera empujándolo hacia él, yendo más profundo en su boca, más intenso, el alfa rugió y mostró los dientes interrumpiendo el beso un segundo para golpear al beta contra el cristal, acorralándolo y devorándose mutuamente con el mismo hambre, recuperando el olor a café recién tostado en la casa.

Necesitaron volver a respirar, y lo hicieron enredados en ese fuerte abrazo, escondiendo su rostro en el cuello del otro, refugiándose de un mundo en ruinas.

Notó con inmenso placer que Willy le abrazaba aún más fuerte y respondió con la misma necesidad, oliendo la piel de su cuello, en el mismo sitio en el que sus dientes seguían marcados. Aquel recuerdo hizo que ambos se quedasen quietos, como estatuas, envueltos en pura tensión.

Rubius pensó en besar su piel y hundir dulcemente sus dientes en él, creyendo percibir el permiso en el beta, todo su cuerpo voló en placer con la sola idea de oír a Willy gemir al colocar su marca y por un momento, por un instante, casi lo hace. Lo detuvo el darse cuenta de lo fuerte que Willy se abrazaba, y su emoción cayó en picado al entender el dolor que el beta debía estar sintiendo, intentando ser fuerte para él, cuando su alma gemela estaba demasiado lejos. Y él como un imbécil, pensando en marcar un cuello que, algún día, tendría la marca de Vegetta. ¿En qué momento se le ocurrió pensar que podría ser parte de ellos dos?

ÉL ERA DE VEGETTA.

-Willy... lo encontraremos. Veg está bien, es Vegetta.

-... Si.

Willy se dio por vencido en ese mismo instante.

Durante ese abrazo pensó en lo que sentiría si Rubius hincase los colmillos y atravesara su piel, su cuerpo se tensó eufórico y dejó su cuello a merced del alfa. Sabiendo perfectamente lo que este pensaba, apretó más sus manos agarrándose a él, esperando, dispuesto a ser marcado. Pudiera ser que no fuera una situación bonita o romántica, ni el mejor momento, pero lo deseaba, lo necesitaba, y entonces notó al oso arrepentirse y le escuchó hablar de Vegetta. Si es que no podía ser más bocazas, estaba claro que la marca que Rubius quería hacer, jamás estaría en su cuello. ¿En qué momento pensó en ser correspondido por alguno de ellos? Por los dos. Rubius nunca lo marcaría.

ÉL ERA DE VEGETTA.

Se miraron a los ojos, respirando una especie de paz nerviosa y dolorida. Una mano acarició el cuello contrario, se aproximaron tanto el uno al otro, que sus frentes casi se rozaban, mirando tímidamente los labios que demandaban ser atendidos.

Quería a quien tenía enfrente, entre sus brazos, tanto como amaba a aquel que hacía que su alma doliera por su ausencia. Amando tanto a quienes dividían su corazón y a la vez lo completaron, no podía ser de otra forma, lo sacrificaría todo de ser necesario para verlos juntos, riendo y completándose, se sacrificaría a sí mismo, porque la persona que tenía frente a él,

ERA DE VEGETTA.

Suavemente, conociendo lo prohibido de lo que estaba haciendo, unió sus labios a los del otro en lo que sabía que sería una última vez, una caricia lenta, más que inocente, donde uno buscaba dejar en los labios del otro todo lo que sentía por él, para despedirse del sentimiento en el que se ahogaba.

-¡Nieves!

La voz en grito de Alexby desde abajo, los puso sobre aviso. Rompieron la magia justo segundos antes de que la chica terminase de subir las escaleras.

-¡Nieves!

Rubius corrió hasta ella abrazándola emocionado. Willy sonrió, la expresión de Rubius, como sanado solo con verla, fue suficiente para sentir algo de alivio.

-¿Dónde te habías metido? ¡Estaba empezando a preocuparme! ¡Ay mi niña Nieves!

Ella sonrió por el abrazo de oso y el feliz zarandeo.

-Estaba en nuestra casa. Escuché en el pueblo que algo malo ha pasado ¿Estás bien osito?

Ella lo miraba con tanto amor, tanto cariño, acariciando el rostro del oso de una forma tan dulce, que era normal que el alfa estuviera embobado en ella, feliz y risueño.

-Ci.

Esa dulce sonrisa de Nieves... Una descarga golpeó a Willy al recordar. Una avalancha de ideas, dudas, casualidades... No existen las casualidades, ¿Verdad, Vegetta?

-¡Nieves! -interrumpió Willy- ¿Mucho trabajo en Karmaland? Casi no te hemos visto el pelo.

Sonreir, pensar, calcular, prever. Ningún movimiento podía ser en falso. No debía sospechar, que él lo sabía. Necesitaba estar al lado de Rubius.

-¡Si! Época de cosecha -una niña adorable.

Su último encuentro con ella. Su ausencia cuando nunca antes se separaba de Rubius, pasase lo que pasase. El hielo donde perdieron a Mangel. Ella podía esconder bien al demonio, pero para el señor del mal, ningún demonio era invisible.

Casual, no debía de verse como algo premeditado, un gesto en apariencia inocente, levantó su mano hasta el hombro de Rubius, palmeándolo como lo haría cualquier amigo, pero al hacerlo, la ropa que cubría su cuello cayó hacia el brazo, despejando brevemente el mordisco del alfa en su cuello.

Los ojos azules de Nieves se volvieron tan fríos como oscuro quedó su rostro. Oh si. Ahí estaba el demonio que Willy buscaba.

-¡Nieves mi niña! ¿Tas bien? ¿Te traigo agua? ¡Ay mi niña que se me puso mala!

Ella sonrió a su osito, calmando las nerviosas manos que querían cuidarla, ajeno a todo.

-Estoy bien, osito. No es nada.

-Ven, vamos, tienes que comer algo mi niña.

Rubius se la llevó escaleras abajo mientras una guerra de miradas silenciosa, juzgando intenciones y pensamientos, estallaba entre ella y el albino.

Buuuueno, he estado pensando si aclarar una cosa o no en este capítulo, y al final lo voy ha hacer jijiji. ¿veis que hay una parte que esta ajustada hacia la izquierda? Si no os habéis dado cuenta, no dice quien está pensando lo que pone en esos párrafos, pues bien, si queréis podéis volver a leerla, veréis como da igual si ponéis a Rubius o a Willy como narradores de esos párrafos, sigue teniendo sentido,  ¿por que? Por que es algo que lo dos están pensando, si, piensan lo mismo, son bobos. Ya podéis iniciar la lloración tesoros míos.

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