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23: Ramitas secas

                                

RAMITAS.

Eso era lo que veía cada vez que se miraba las manos, unas débiles y secas ramitas. Nada en comparación con las fuertes manos que la trajeron a la vida juntando bolas de nieve, unas manos hermosas de largos dedos enrojecidos por el frío. Ante ella un hermoso rostro con una sonrisa de mil estrellas, por las que escapaban grandes nubes de calor, unos ojos donde el más vivo verde jugueteaba con el marrón, unas orejas peludas agitándose entre el pelo blanco con lindas raíces marrones, y una nariz tan roja como sus manos.

-¡¡Nieves!!

Aquella voz, llena de alegría, la dio vida en aquel momento, una vida que ningún otro golem podría tener. Sonrió, aunque verla hacerlo no fuera bello.

Sus días como montonera de nieve pasaban pendientes de aquel chico de pelo blanco y sonrisa vivaz. Cualquiera que hiciera daño al que era el sol de su existencia, recibía un certero bolazo de nieve, aun si ello significaba arrancárselo de sus propias entrañas.

-¡Ole mi niñaaaa! -le oía gritar cuando hacía blanco, especialmente a alguno de los héroes que venían a molestarlo.

Y ese grito de alegría era lo más bonito para ella. No la importaba que opinasen de su aspecto, ¿Si tenía que llevar una calabaza para tapar su horrible rostro deforme? Que importaba, su alma vibraba y crecía con cada risa de su creador, no había nada más valioso para ella. Su feo aspecto era irrelevante, él es su mundo, lo único que importa. Lo amaba.

Recordaba haberse perdido en la oscuridad, durante días, semanas, sin saber cómo ni por qué. Los zombies no dejaban de acosarla pero ella luchaba, los esqueletos hundían sus flechas en su nieve, pero ella los derribaba, todo por volver con su razón para existir, que sabía que vendría, pues sin él, ella no tenía razón ninguna para pelear, así que si ella seguía luchando,

ÉL, VOLVERÍA.

Y así fue, sin más, en algún momento como hubiera sido cualquier otro, por fin lo vio ante ella, observándola sorprendido. Cuando la encontró y corrió hacia ella gritando, llorando, lo hubiera dado todo por decirle que ella lloraba con él.

-¿Has estado aquí todo este tiempo? ¿Tu sola? ¡Ole mi Nieves mi niña guerrera! Volvamos a casa.

A CASA.

Unas manos se la ofrecieron un día, puras y etéreas, los Dioses se la llevaron. Con los ojos cerrados, ascendió hacia ellos, y al volver abrirlos, lo que vio de ella misma ya no eran ramitas secas. Eran pequeñas, finas, hermosas manos de doncella. Pero...

Estaba sola. Sentía el frío. Su vientre dolía. Algo aleteaba en su interior, nervioso y asustado, enfermándola de algo que jamás había sentido.

MIEDO.

Horas, días pasaron, y ese aleteo agónico fue causante de algo mayor que la colisión de estrellas, alegría. La alegría que sintió cuando esos ojos verdes volvieron hasta ella, la sonrieron, la dijeron lo bonita que era. Las manos que la habían creado sostuvieron las suyas y por fin pudo sentir su calor. Aquella boca, que sonreía, que agotado exhalaba aire a bocanadas, pronunció lo que más deseaba "A casa mi niña, mi Nieves" y por fin pudo responder con una sonrisa que no fue rechazada:

SI.

Los días pasaban.
-¡¡¡Que no te metas con mi señoraaaa!!!

Uno tras otro.
-¡¡Vegettaaaaa que es lenta no idiotaaaa!!

Conocía a gente.
-¡¡Fargan alejate de mi Nieves rata asquerosa!!

Pero solo él.
-A ver Nieves... Ruuu-biiii-uuus.
-Uuubi... ¡Osito!"

¿Por qué todo aquello la hacía reír? ¿Por qué era feliz viendo a su osito protegerla? Oh, eso fue lo primero que aprendió como humana, a sentir un total, absoluto e incondicional amor. Si, ella amaba a Rubius, porque no había nada sin él, no existiría sin él, no viviría sin él, no amaría sin él, no tendría un corazón palpitando en su pecho sin él. Era feliz.

-¡Willy! Ven que te presento Nieves.

Era un árbol tan gigantesco que casi cae de espaldas al levantar la cabeza para intentar ver la copa, pero Rubius la sostuvo a tiempo llevándola hasta una puerta. Todo era nuevo y maravilloso para ella, así que no la costó sonreír al pálido muchacho que abrió...¿Una puerta en un árbol?

-¡Pero Rubius tú por mi humilde casa!

-Eeeey. Quería presentarte, los demás ya la conocen, esta es Nieves, ¡NIEVES! ES-TE ES WIIIIIILLY. ES UN AMIGOOOOO. WIIII-LY.

-Wiiiiiiii-ly.

-¡MUY BIEN NIEVES!

-Eh.... ¿Rubius? ¿Que haces?

-Es que verás, ella es Nieves...

Rubius repetía por octava vez su historia, de cómo los dioses la habían transformado y de cómo empezaba a aprender sobre el mundo.

Ella miraba a su alrededor, maravillada por absolutamente todo, por los colores, los aromas, los sonidos del ambiente,mientras su mano inconscientemente se entrelazó con la de su osito, siempre dispuesto a sostenerla, envolviéndola en su suave calor.

-Esta bien... ¡Pero entrad! Puedo enseñarte la planta de arriba, acabo de terminarla, ¿Queréis unas galletas? Me las han dado en el pueblo.

-¡NIEVES! ¿QUI-E-RES UUUUNAS GALLETAS? COMER -Rubius gesticulaba tan exagerado que incluso ella lo notaba, sonreía, muerta de adoración por él.

-¿Enserio es tan tonta Rub?

-¡Que no es tonta! ¡Solo es un poco lenta!

Willy lo miraba extraño, a la vez que le ofrecía a Nieves un vaso de leche, sin embargo, ella solo tenía ojos para Rubius, mirándolo con adoración y timidez mientras su osito gesticulaba para que mordiera y masticara una de las galletas. Ella feliz, lo hizo. Eran deliciosas, pero su osito aún más. Al final Willy no tuvo más remedio que reírse por las payasadas del alfa que explicaba a Nieves como debía comerse la leche y las galletas. Incluso agradeció que llamasen a su puerta, por que la energía del oso empezaba a volverle loco.

-¡¡¡Willyyyyyyyyyy!! -Fargan entró seguido de Mangel y Lolito- ¿Qué es lo que tienes ahí arriba ratón?

-¡Ah! Un trampolín en la altura máxima, iba a enseñárselo a Rubius ahora ¿Queréis probarlo?

-¿Se puede saltar desde ahí? ¿A dónde?

-A la pecera...

Nieves oía la conversación lejana, porque todo desapareció, su pecho dolía por una horrorosa presión, el aire no llegaba a sus pulmones, se sentía morir por la mirada de aquel chico de gafas, que siempre la había inquietado, la intimidaba más incluso que los mismos Dioses, sentía llegar de él algo que la volvía pequeña y cobarde. Cuando él la miraba, los colores desaparecían, los sonidos se amortiguaban, y Rubius... bueno, él apagaba ese odio cuando le prestaba su atención, así que cuando su osito fue a saludarlo, Nieves pudo respirar, a salvo.

Fue a tomar una galleta más cuando algo atrapó su atención. Las puertas de los muebles de la cocina de Willy, empezaron a abrirse solas, algunas se cerraban con portazos, los objetos caían, flotaban o eran lanzados. Fue ahí cuando el silencio de los chicos vino de súbito y las luces comenzaron a encenderse y apagarse.

Willy resopló a la nada cruzándose de brazos.

-¿Otra vez?

-¡¡¿Cómo que otra vez Willy?!! ¡¡Tienes un fantasma en casa!! ¡¡¿Por qué no has dicho nada mamón?!!

-Rubius...

-Shhh calla calla Willy, déjalo -se rió Fargan secundado por la enorme sonrisa de Lolito.

Las cosas extrañas se sucedían por toda la planta, Rubius corría detrás de todos los sucesos, intentando exorcizar al espíritu travieso, cuando el ente empezó a darle golpes y a arrojarle cosas a él.

Al principio Nieves se asustó al ver como un par de cazuelas estuvieron a punto de acertar en la cabeza de su osito, pero ya estaba acostumbrada a ver a esos chicos sobreactuar, a ver a Fargan correr por todos lados imitando a Rubius y a Lolito meter cizaña. Willy seguía en pie, de brazos cruzados, riéndose de Rubius, y Mangel... el corazón se le saltó a la garganta, estaba con ella, mirándola, tomando una de sus galletas.

Rezó, porque no pudo apartar la mirada de él, el miedo la paralizaba, quería esconderse detrás de Rubius, encontrar la salvación en sus brazos, hacerse pequeña e invisible, huir. Sintió unas fuertes manos rodeando delicadamente su cintura, bajándola de la silla, apartándola de allí. Su osito estaba lejos, gritando y agitándose enfadado con la nada y ella caminaba, llevada por una fuerza invisible, hacia donde estaba Willy. Este, sin apenas moverse, abrió la puerta a su lado dejándola pasar a ella y a ese algo que la tomaba de la mano y la se llevó a través del ascensor, y del resto de puertas abiertas, hacia el exterior.

Bajo el cielo Nieves rió, lo hizo porque estaba a salvo, lo hizo para acompañar a la risa traviesa que se la llevaba lejos, lo hizo porque sabía que estaba segura, porque Vegetta, disfrutaba de asustar a Rubius llevándosela lejos para mostrarle cosas que hacían enfadar al oso. Vegetta se puso la armadura y por fin pudo verlo, le devolvió la sonrisa a esa mirada amatista traviesa.

-¡¿NIEVES?! ¡¡¡¡¡VEGETTAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!

El grito de Rubius los hizo reír a ambos, corriendo alrededor del árbol de Willy huyendo del oso que había sacado la espada, por lo que Vegetta la soltó y se desequipó para retomar su invisibilidad, volviendo a producirse esa batalla absurda de Rubius contra la nada, que reía y se burlaba.

Todos reían. Todos se reían de él y con él, lo animaban a matar a Vegetta, a veces lo animaban simplemente a hacer más el ridículo. Eran una familia, la familia de su osito. Y él irradiaba felicidad, ella, admiración de esa felicidad. Pero esa felicidad no era suya, ella no era capaz de provocar algo así en su osito, aquella felicidad,

LE PERTENECÍA A VEGETTA.

Los días se volvieron más tristes con ese otro significado, con esa verdad. Poco a poco su osito pasaba más y más tiempo con el de los ojos morados, poco a poco las promesas de Rubius, plasmadas en un anillo, dejaron de brillar de la misma forma en la que ese oro se apagaba.

SE QUEDABA SOLA.

Hasta aquel día, tras varios de soledad, solo compartida con los zombies al otro lado de los cristales del aquel frío hogar, cuando las puertas de casa se abrieron. Acudió emocionada a recibir al sol de su vida, pero allí solo estaba la mirada gris, opacada tras el humo de un cigarro. No hubo palabras, no hubo gestos, ni expresiones que delataran el por qué de que su vientre doliera, el por qué se fué su respiración, el por qué sintió su abdomen cálido y frío a la vez, por qué dejó de sentir.

Cayó al suelo, oyó gritos fuera de la casa mientras Mangel simplemente se iba.

Cerró los ojos.

Una voz que adoraba la llamaba intentando recuperarla de la oscuridad, abrió los ojos y su osito estaba allí, sosteniéndola, con los ojos llenos de lágrimas. Al menos pudo ser feliz una última vez, tocar con la yema de sus dedos el rostro de su amor y alimentarse del calor de su piel, antes de olvidarlo, pronunciando su más valioso secreto en el último instante, algo que había guardado para ella, para él.

-Rubius...

Rubius lloró aquella noche, rodeado de escarcha, abrazado a un panzón muñeco de nieve, que lo consolaba abrazándolo con un par de ramitas secas.

Y aún así él cuido de su cuerpo rechoncho y frío, con toda esperanza perdida, aunque para ella él era cada vez más borroso, diluyéndose en sus memorias de hielo, desapareciendo, él siguió a su lado. Fue la fe en que él la amaba, a pesar de todo, a pesar de lo que ella hubiera creído, lo que evitó que su corazón se disolviera en la nieve de sus entrañas.

Ya solo a veces podía escucharlo, gritándola que era su niña, que no se preocupara, que todo estaría bien, que volvería, y por algún motivo también escuchaba gritos de "¡¡Cuidao con el agua Nieves!!"

En el centro de una dolorosa luz, se la presentó una figura borrosa e indefinida, que la tomó de las ramitas secas y al instante estas se tornaron hermosas manos de doncella, sostenidas por aquel ser oscuro, que con una gentileza diabólica, colocó en su mano un anillo, uno que era el suyo. Un sonido profundo y abismal, se hizo palabra en su corazón.

Yo Mawu, acepto esta ofrenda.

Sus ojos se abrieron una vez más, y Rubius corría hacia ella, tropezándose en el suelo, lleno de lágrimas, abrazándola aún más fuerte que la primera vez, aún más feliz. Ella le sonrió, le respondió, le consoló, y le dio las gracias, por estar siempre ahí, por siempre volver a ella. Hasta que él se lo robaba.

PERO YA NUNCA MÁS.

Ahora, en aquel lejano lugar perdido de la mano de los Dioses, él estaba de rodillas ante ella, con los brazos extendidos, encadenados a las negras paredes, completamente humillado, derrotado.

No así la mirada amatista, ardiente de ira que levantó hacia ella, mientras Nieves mostraba sostenido en sus pequeñas manos, el cristal de sus Dioses corrompido por la oscuridad.

RUBIUS, VOLVERÍA A ELLA, COMO SIEMPRE.

Que tal??? Jiji. Una hora antes de tiempo si, me aburro!

Os quiero, besotes!

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