18: Desde el acantilado
+18 BDSM
Super pequeña aparición de terror/gore (?)
El olor del mar se intensificó con fuerza, igual que la mirada verde de Lolito, fijándose en los ojos de Mangel. El pelirrojo escaló por su cuerpo, robándole con dos dedos el asqueroso cigarro de los labios, de esos labios que quería para él, y solo para él. Arrojó el pitillo al fregadero con un simple gesto de los dedos, sabiendo que Mangel odiaba que le quitase el tabaco, pero era eso mismo lo que a Lolito le encantaba, esa mirada de Mangel reclamándole un precio por semejante falta.
-¿Nuestra... cama? -le sonreía con esa sonrisa de la que solo él era capaz- ¿En que estas pensando, mi niña?
Mangel lo tomó de la cintura, el olor de la montaña se hizo fuerte, fría y llena de ozono, el olor de la lluvia cosquilleaba en el fondo de la garganta, como advertencia al peligro que estaba provocando. El violento mar se estrellaba gustoso contra la alta montaña.
Se colgó de sus hombros, balanceándose sin dejar de clavar los ojos en los de Mangel, entonando de lo más profundo de él una canción sin letra, que hablaba de promesas de amor y placer, deseo desbordado, una canción como un golpe de mar, que te sacude al alcanzarte, pasa sobre ti ahogándote, y retrocede arrastrándote al más inmenso abismo de sus profundas aguas.
Rozó con sus labios la oreja de Mangel, entonando su hechizo en un susurro que resonaba en todo el lugar y ensordecía todo lo demás. Mangel, suspiró, relajó sus hombros, caía en su hechizo, y sonrió complacido. Acarició su lóbulo con la húmeda punta de su lengua obteniendo un gemido de Mangel, lo cual le hizo sonreír más, mostrando su afilada dentadura un segundo antes de clavar sus dientes en la oreja. Mangel gritó un gruñido encogiéndose, recriminándole con una mirada furiosa, a la que el pelirrojo respondió con una sonrisa sádica aún mayor, mostrando sus dientes de tiburón, manchados con unas gotitas de su sangre. Se perdió en los ojos verdes brillante, maravillado por el embrujo de las notas de la canción.
Mangel intentó callar esa tonada tapando la boca de Lolito con un repentino beso, pero la canción seguía dentro de él, en su cabeza, en su piel, atándolo, atrayéndolo tan irremediablemente hechizado, que no se daba cuenta del ansia con el que Lolito le estaba arrancando la ropa, empujándolo hacia el sofá, comiéndoselo con un beso que cada vez era más salvaje. Pellizcaba los labios de Mangel con los suyos, tiraba y mordía con delicadeza, un beso nacido del más profundo y loco deseo, con el que dos almas no dicen quererse ni necesitarse, se gritan por consumirse la una a la otra, un beso que era una batalla que arrastraba al alfa hacia el hambre con la que se devoraban el uno al otro.
Lolito arrojó a Mangel sobre el sofá, saltando sobre él como una fiera sobre su captura. Se alzó sobre sus piernas, desprendiéndose de su camisa de cuadros mientras lo miraba con aquel deseo de fiera salvaje. Sus cabellos rojos despeinados alrededor de su rostro y su trenza deshecha cayeron cual ríos de sangre sobre su piel desnuda, una bestia sobre su presa, expirando puro calor a través de esos dientes capaces de hacerlo pedazos. Se inclinaba sobre él, cantando esa melodía hipnótica, deslizando sus manos por su torso, acariciando cada músculo con las yemas de sus dedos, inclinándose para besarlo con pausa y devoción esta vez, su lengua buscó la de él, exigiendo encontrarse en sus bocas, volviendo a la fuerza y la locura con la que su cuerpo rozó el del otro.
Mangel no podía evitar contemplar a su niña dando rienda suelta a su mitad bestia, tan loco, tan posesivo y desquiciado, tan hermosamente salvaje. Dejaba los ojos bien abiertos para disfrutar de Lolito exigiendo a la fuerza ser besado, y él dándole lo mínimo para seguir alimentando su hambre, disfrutando se su sabor y de como se desesperaba por desnudarlo, sin él hacer nada más que mirar su frenesí, dejándose mecer por esa corriente que evocaba el aroma de su niña.
Y es que ver algo tan salvaje perdiendo la cordura sobre él, por él, lo hacían arder, ser capaz de crear esa desesperación, esa locura, en un ser tan mágico y sensual como el híbrido, creado para el puro placer, el deseo y la admiración que estaban presentes en cada nota de la canción de su niña.
SU SIRENA.
Irradiaba peligro, por cada poro de su piel, por aquellos ojos de destellos verdes, quizá la última luz que vieran sus víctimas. Por que Mangel lo sabía, y lo había disfrutado, había disfrutado de los charcos de sangre, de las vísceras regando el suelo, de la visión de cada cadáver degollado bajo Lolito, entre sus piernas, igual que él ahora, pero Mangel, nunca sería una de sus víctimas. Él había marcado a esos pobres inocentes con un coqueteo, con una mirada, que había prendido los celos de su niña, y Lolito, no es paciente, pero si retorcido.
En la noche, cantaría su canción, atrayendo al inocente hacia la oscuridad de un callejón, saltaría sobre él que solo vería el destello del cuchillo antes de hundirse en la carne, una y otra vez, haciendo crecer esa sonrisa afilada con cada incursión de la hoja en el cuerpo, hasta llover sangre, regodeándose en los rostros de desesperación, en los gritos y en la lágrimas suplicantes de los infelices. Si alzaban una mano para protegerse, él clavaba los dientes, amputaba los dedos para escupirlos, si no le miraban con suficiente terror, clavaba sus dedos en los ojos hasta explotarlos, por que le gustaba que vieran como enredaba tripas las de sus víctimas entre sus manos, mostrando orgulloso su hallazgo a aquel que fuera a morir en sus manos. Porque Lolito, se tomaba tiempo para torturar, no, para disfrutar del terror, del pánico más absoluto y del dolor más despreciable, que se merecía todo aquel que quisiera robarle a su niña.
Y qué visión más hermosa tomaba la luna, cuando Lolito, salpicado en sangre, arrodillado en la noche sobre la muerte, solo sus ojos centelleaban en las sombras que huían de tan sádica criatura, iluminándolo en la negrura, sin luz ninguna, mientras engullía algo apetitoso de los restos de quien había agonizado bajo él, con la más horrible de las expresiones de terror, esculpida para siempre en sus cadavéricos rostros.
SU MONSTRUO, SU NIÑA.
Pero para Mangel, las manos de Lolito se movían con adoración, sostenían su rostro y así besarlo con demasiada hambre, moviéndose sobre él, respirando sobre él, demasiado excitado, demasiado necesitado para detenerse. Sus respiraciones se aceleraban, sus alientos cada vez más ardientes, sus bocas más húmedas, sus corazones latiendo cada vez más y más fuerte. Su fiera niña, era hermosa. Solo él podía complacer al delta, y solo aquel delta podía complacer a su alfa.
ADORABA PODER SOMETER A ESA BESTIA.
Lo tomó por las muñecas, sentándose en el sofá con Lolo sobre sus piernas, y le entregó lo que buscaba. Besó su boca con fuerza y deseo, sujetándolo con dureza por la nuca, su trenza enredada entre sus dedos cual correa, tirando de ella para exponer su dulce cuello, devolviéndole por fin los apretones de sus labios, tomando su lengua con la de él, calmando al diablo, invocando a uno aún peor.
Su mano se surfeó en la sensual curva del arco de su delgada cintura, atrapando a la insaciable sirena solo para él. Su sangre hirvió con el roce de sus endurecidos cuerpos y las últimas prendas de ropa desaparecieron en segundos. Capturó las manos de Lolito y ató con exagerada fuerza sus finas muñecas, usando la bandana de su frente, mientras el pelirrojo lo miraba atentamente, jadeante y deseoso de experimentar todos los deseos de Mangel.
El alfa se tumbó sobre él, inmovilizándolo con su peso, fijando la mirada en la otra, y con una inocente caricia con la palma de la mano, cubrió la boca y nariz de Lolito impidiéndole respirar. Se aguantaron la mirada fijamente, desafiándose el uno al otro, y Mangel mantuvo esa imperturbable mirada aún cuando Lolito comenzó a arquear su cuerpo buscando aire, entonces Mangel solo sonrió y besó con demasiada ternura su mejilla, su mandíbula, una y otra vez. Mientras Lolito se retorcía asfixiándose, él lo seguía ignorando, besando con entretenimiento su cuello extendido, en el intento de liberarse y respirar.
Apretó aún más fuerte, apresándolo sin opciones, haciéndose un hueco a la fuerza entre las piernas de Lolito. Él se retorcía buscando aliento, gritaba, alzaba la canción que en vez de hablar de deseo suplicaba clemencia, pero el alfa se acostó sobre él, aplastando su cuerpo, torturando sus doloridos pulmones y besar su clavícula, dejando una línea de tranquilos besos, lentas caricias de sus labios, con los que él se entretenía, amando con detenimiento la piel que besaba. Subió esos desesperantemente lentos besos, hasta el nacimiento del pelo rojo, y allí, sin importar las quejas que gemía el delta en agonía de su axfisia, murmurar de forma aún más lenta.
-Cinco.
El sonido de la voz de Mangel le hizo darse cuenta de lo que pretendía.
-Cuatro.
Transcurría un siglo entre cada una de sus palabras.
-Tres.
Sus pulmones consumieron todo el oxígeno, llenándose de veneno que necesitaba exhalar, necesitaba respirar.
-Dos.
Colapsaba, se estaba perdiendo, y lo único que sentía era a Mangel y el tacto de su mano. Él estaba dispuesto a morir por ese placer.
-Deja de cantar mi niña.
No hubo un "uno". Lo sustituyó por un beso, lento e intenso, aún sin permitirle tomar aire, le ofreció el suyo propio, y Lolito lo tomó, respirándolo sólo a él, ahogándose si no le daba su aliento. Poco a poco la canción fue cediendo, en la misma medida que se ralentizaba el tiempo a su alrededor, se detenía, encerrándolos en su mutua existencia como si fuera la única, hundiéndose en un mar de absoluto silencio, roto por el murmullo de una sola respiración conjunta.
MORIRÍA POR ÉL, PORQUE NO SE LO PERMITIRÍA.
Sus labios se separaron tan despacio que Lolito tardó en darse cuenta de que debía volver a respirar por sí solo, hiperventilando desesperado durante el corto tiempo que le fue dado, hasta que su alfa volvió a impedir su respiración con la palma de su mano. Lolito fijó sus ojos verdes en los grises con una clara súplica. Mangel sintió que la boca se le hacía agua, esa bestia, estaba ahora a su merced bajo su cuerpo, rogando por respirar.
La mano libre de Mangel nadó en el interior del delicado muslo de Lolito, ascendiendo y movió su cuerpo sobre él, dando una larga caricia sin prisa, rozando todo su cuerpo con el suyo, amándolo. Pero la falta de aire apagaban sus sentidos al borde de la pérdida de conocimiento.
-Cinco.
La mano llegó a la entrepierna, donde la caricia y la falta de oxígeno se unieron para llevarlo muy lejos, a la primera vez que vio a ese hombre, una ilusión tan vivida que las lágrimas escaparon de sus ojos.
-Cuatro.
Rozó su entrepierna con la de él, su mano subía y bajaba en la erección con el mismo vaivén que su cuerpo. Quería respirar, necesitaba respirar porque el toque de Mangel lo estaba ahogando más que la axfisia, tendido bajo él, sin posibilidad de defenderse, necesitaba el aire que le exigía el roce de los dedos de Mangel en su parte más sensible, sintiendo incluso la humedad de su propio presemen, lo sentía todo, mientras sus pulmones intentaban expandirse en el vacío.
-Tres.
Estaba irremediablemente perdido.
-Dos.
En Mangel.
Lo liberó. Respiró largo y fuerte, rindiéndose al alfa y a sus deseos de dominación. Mangel lo ayudó a arrodillarse frente a él, porque el pelirrojo estaba agotado, como si de una muñeca se tratase, se dejaba hacer. Le sostuvo sus manos atadas besando sus dedos, lo acercó a él y dejó que reposase su espalda contra su pecho. Acarició cada curva del pequeño y sensual cuerpo de Lolito, asegurándose de que sentía cada cosquilla, disfrutando cada suspiro y con cariño, levantó su barbilla sosteniendo su cuello bien extendido, besando su mandíbula, atrapando en su boca los jadeos asfixiados del delta, apartando delicado los pelos rojos que caían en mechones desordenados sobre sus hombros y espalda, mojándose en el sudor de su cuerpo. Memorizaba cada recoveco de piel, besando ahí donde aparecían los temblores, guardando para él cada gemido que el delta enviaba al cielo con el alivio de poder respirar.
Lolito sentía como la dureza de Mangel se rozaba contra su trasero cada vez que se movía para acariciarlo, besar su hombro o el nacimiento de su cuello. Suspiró cuando Mangel lo atrajo aún más hacia él, levantándolo para dejar su entrada dispuesta ante su erección, cerrando los ojos para visualizar a través del sonido cuando Mangel sacó el bote de lubricante de entre los cojines del sofá vertiéndolo en su mano.
En su mente se veía tan delicioso como la espera, que llegó a su fin con una caricia de los dedos de Mangel en su entrada. Mordió su labio arqueándose, levantando su culo para él, mientras él besaba su espalda y masajeaba su entrada introduciendo las yemas de los dedos en él. Empujó con su cuerpo uniéndolo a él de un golpe, separó sus muslos y entró en él sin querer contenerse.
Saboreó centímetro a centímetro su dureza penetrándolo con una tranquilidad casi amorosa, lo sujetaba con fuerza las caderas y de la barbilla, y él no podía reprimir los gritos entre jadeos, cerraba los ojos saboreando cada estocada violenta de su alfa, que se alejaba de él hasta casi salirse, para regresar con un duro golpe entrando en él como nadie nunca lo hizo.
Mangel disfrutaba del sabor de de su niña, del tacto hirviente de la piel que rodeaba su miembro. Lolito suplicaba entre desastrosos gemidos, pidiéndole más fuerza, más rápido. Le tiró de la trenza, para extender su hermoso cuello, lo agarró con fuerza, con su mano bajo la mandíbula. Atrajo el pequeño cuerpo hacia él con un golpe aún más fuerte, entró más profundo, levantando sus caderas en duras embestidas que casi hacen desmayar a Lolito de placer al golpear tan esperado punto, llegando a él una vez y otra, con fuerza, con necesidad.
El cielo cada vez más cerca, cada vez más lejos, lleno de los hermosos gemidos que escapaban de la boca de Mangel, su cuerpo se tensó llevado de la firme mano de su alfa y de sus duras y certeras estocadas. Mangel cerró la garra sobre su cuello, apretó cortando el aire, sintiendo su pulso hacerse lento, su necesidad de volver a respirar, el repentino miedo, la repentina excitación. Con su otra mano le masturvó rápido, sintiendo la necesidad de correrse con él, de sentirlo apretándose para él.
Rápido, duro, su cuerpo le pertenecía a Mangel, una fuerte mano lo ahorcaba, y la otra le daba el placer más maravilloso, mientras era tomado de la forma más abrasadora. Veía llegar poco a poco, más fuerte e intenso de lo que jamás sintió, solo oía la salvaje respiración de su alfa en su oído, quería gritar por que estaba por todo su cuerpo, y los dos lo hicieron en el silencio de la falta de aliento.
Sin aire, ciego, no solo sintió el cielo también lo vio cuando el último fuerte golpe de las caderas de Mangel acertó como nunca, llenándolo de calor en su interior y extendiendo el orgasmo por todo su cuerpo, durante tanto tiempo que creyó estar muriendo de placer. El alfa lo abrazó fuerte mientras su mano lo ahorcaba y se hundía una vez más en él, reclamándolo. Muriendo en vida al no poder clavar sus dientes en su hermoso hombro, lleno de viejas cicatrices. Aún no.
Lolito pudo tomar aire y su cuerpo tembló, cayó para servirle a Mangel de lugar de reposo, aun perdido en las contracciones del placer y de las alucinaciones de la asfixia, donde una vez más pudo ver a Mangel aquella primera vez cuando supo de un vistazo que le pertenecía, y es que Lolito moriría por él.
LOLITO MORIRÍA PARA ÉL.
El olor sereno y limpio de la montaña rompía su propio aroma a mar embravecido, las olas estrellándose sobre sus rocas. Océano y montaña, contrapuestos que se unen para crear un gran acantilado, desde el que arrojarse, unidos, siempre alaíssimo.
Espero que os haya gustado el cap de presentación de Lolo como híbrido de sirena, algo que ya insinué en otro cap y que es algo muy popular dentro del fandom. No terminé de conectar con este capítulo pero aquí estoy, publicándolo igual, no miento si digo que esta es la versión 5.3 de esta maldita cosa.
Las singularidades de Lolito son, a parte de la dentadura de tiburón, que todos sus dientes son puntiagudos, si señores, canta como una sirena, atrae, encanta, hipnotiza... es un poder bastante cheto a ver lo que sale de ahí.
Olor de Mangel: montaña, un olor frío y fresco, a tierra y petricor (tierra mojada por la lluvia). Huele a ozono si se altera (el olor de antes de una tormenta, metalico y como electrico) y si, cuando se enfada la montaña arde, como curiosidad, es el alfa que más apesta a quemado cuando se enfada.
Olor de Lolo: océano, el olor de la salitre, las algas y de la arena. Cuando se enfada o disgusta, huele a agua estancada, incluso podrida, como ya apareció en un cap anterior. Lolito es un delta, se supone que su olor de alfa está arruinado así que no pensaba en ponerle un olor especialmente agradable. Además es un olor que le pega, por ser la sirenita y por vivir en la playa jejeje.
¿¿Seré algún día tan guarra de contar por qué mi Lolo es un delta?? mmmmmmmm...
Jijijijijijijiji
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