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«Oligos»

Blanco, eso era todo lo que podía ver. El techo sobre sobre sus ojos, las paredes a ambos lados de su cabeza. Todo era blanco. Su cuerpo parecía una masa cansada y JiMin se encontró a sí mismo demasiado lánguido para si quiera intentarlo. Suspiró y respiró lentamente, cerrando los ojos antes de volver a mirar hacia el techo. Bajo su cuerpo todo se mantenía suave, un asiento mullido que no le disgustaban en absoluto y que se permitió tocar con las palmas de ambas manos.

—Has despertado.

JiMin se incorporó en el sofá como un resorte, su cabeza rebotó en el asiento como el resto de su cuerpo y casi dolió ante el gesto. Frente a sus ojos había un hombre. Un hombre con rostro conocido, mirada suave y sonrisa jovial. El cabello era un poco más corto que la última vez que lo vió y los ojos oscuros y hermosos permanecían igual de brillantes.JiMin se encontró a sí mismo con los labios apretados y los ojos llorosos con una sensación de profunda emoción embargando su alma. Su pecho se apretó, dolió y ardió con las lágrimas luchaban por ser derramadas.

—JungKook —susurró con la garganta apretada. Él estaba cansado y con su mente hecha un desastre y las sensaciones ardiendo en su piel. JiMin recuerda. Oh, él lo hace.

El despertar en ese sótano, las sensaciones y al monstruo. A esa cosa asquerosa que lo había perseguido. Pero ahora estaba en una habitación tranquila y con JungKook frente a sus ojos. Nada dolía y todo olía bien.

—Dios. Es tan bueno verte. Tuve un sueño muy extraño. Yo...

Las palabras de JiMin se detuvieron en el acto, abruptas y seguidas de un intensa e inesperada lluvia de emociones. O más bien, conocidos e insoportables. JiMin intentó moverse, levantarse y caminar lejos del sofá de cuero negro. No pudo. Él  levantó la vista hacia JungKook, lento y lloroso. Su cuerpo temblaba como una hoja al viento, como un ser dulce y pequeño que ha sido lanzado al frío.

—Por favor —La voz de JiMin era apenas un halo de súplica. Ahí, rígido y con la mirada en su acompañante, moviendo la cabeza y comprendiendo que al parecer nada había sido una simple pesadilla.

—¿Cómo puede ser posible que siempre caigas en el mismo juego? —preguntó JungKook con una sonrisa amplia y descarada en su atractivo rostro. JiMin pestañeó e intentó respirar—. Eres tan inocente, mi querido JiMin.

—Por favor, JungKook.

JungKook negó.

—No, eso no funcionará. Estás aquí por un motivo —dijo con rostro sereno desde su asiento, una butaca de cuero.— Porque yo te escogí y te daré el honor de ser parte de mí. De hacerme un ser completo y hermoso—sonrió—. Perfecto.

JiMin pestañeó oyendo cada palabra, con la impotencia roendo sus entrañas ante su imposibilitada huída. Apretó los labios, era como si su cuerpo estuviera bajo una parálisis. Él miró una vez más a JungKook, abriendo y cerrando la boca un par de veces, con la cabeza zumbando y lágrimas en sus mejillas.

—¿Qué...? ¿Qué quieres decir?

JungKook cruzó las piernas, una encima de la otra y se encogió de hombros.

—Ya lo sabes, JiMin —susurró con un toque divertido, paseando la punta de sus dedos por el brazo de la butaca. Él miró a JiMin como si fuera la cosa más hermosa y perfecta que jamás podría haber existido— ¿Aún me amas y sigo siendo el hombre más hermoso del mundo para ti?

JiMin pestañeó intentando que las lágrimas no le nublaran la vista. Tales palabras habían sido una confesión hecha desde el corazón y totalmente cierta. Porque para él, JungKook lo había sido. No solo por su físico sino por ser el hombre dulce que tanto lo había cuidado y JiMin había querido durante seis meses.

JiMin vió a JungKook levantarse de su asiento y caminar por la habitación. El hombre se pasaba los dedos entre las hebras castañas y casi parecía enamorado de sí mismo.

—¿Quieres saber un secreto? —preguntó deteniéndose detrás de la butaca. —Para verme así tuve que hacer algunos sacrificios —suspiró dramático y feliz al respecto— Dale las gracias a JungKook. Al verdadero—movió la cabeza a ambos lados, ladeada y suave como si pensara en algo—. El hombre fue una presa interesante. Luchó como una bestia. Me divertí bastante con él. Era un niño malo y yo lo salvé.

JiMin chilló al verlo acercarse. El aliento de JungKook golpeó su rostro.JiMin tembló, la sensación de la lengua húmeda sobre su mejilla le provocó repulsión y al mismo tiempo calentó su piel. Era desagradable, asqueroso y se sintió un completo fracaso ante ello. Y pensar que tantas veces dejó reposar su cuerpo junto a este monstruo en la misma cama, intercambiando palabras dulces y sentimientos. Ese mismo ser que ahora lo hacía temblar de miedo, que lo tenía totalmente aterrada y envuelto en una espiral infernal y desagradable. Su cuerpo tembló y un jadeo salió de sus labios. JungKook apretó sus muslos y lamió los delgados labios del chico con suavidad, dejando caer la nariz en su cuello, oliendo su piel.

—¿Ves? Así es cómo se cuando están listos —susurró—. Esa necesidad es el síntoma que anhelo ver cada día que paso junto a mis presas. Una vez se manifiesta, es la sensación más dulce.

—¿Qué harás conmigo?

—Lo mismo que hice con cada uno de los anteriores —dijo y se alejó lo suficiente para ver el rostro de su presa—. Pero eso ya lo sabes, JiMin. Tú los viste. La hermosa y perfecta piel que cuelga del techo en la cabaña.

La imagen golpeó la mente cansada de JiMin, haciéndolo volver al momento exacto en que era arrastrado por el suelo. En el techo habían cuerpos, pura piel sin vida que colgaba artísticamente desde ganchos. JiMin gritó con los oídos zumbando y la desesperación bombeando a través de sus venas. La respiración errática llegó acompañada de lágrimas y la ya conocida parálisis.

—Oh, no te sientas mal. Cariño, no llores. Eso arruirá tu piel, salen arrugas y no queremos eso, ¿verdad?

JiMin no recuerda haber hecho algo malo en su vida. Por todo lo bueno, él ayudaba a los niños a tener un mejor futuro y encerraba a los malos en las prisiones. ¿En qué se había equivocado?El rostro de JungKook se volvió un poco difuso y la sensación de los dedos del hombre sobre sus mejillas mientras limpiaba sus lágrimas era fría, casi como la de un muerto, incluso si el toque anterior de su lengua era cálido.

JiMin apretó la mandíbula e intentó respirar.

—¿Qué eres? —preguntó y JungKook frunció el ceño.

—Eso es algo complicado de explicar. Honestamente a estas alturas ni yo estoy muy seguro. Pero algo sí se —sonrió, amplio y malévolo—. Ustedes nos crearon.

—¿Qué?

—Los humanos son los responsables de nuestra existencia —agregó JungKook y se dejó caer en la butaca.— Claro que algunos dirán que no y culparán a algún demonio perverso u otras entidades—suspiró como si el simple hecho le provocara dolores de cabeza—. Los humanos pecan con facilidad pero les es demasiado difícil asumir culpas.

—Eso no tiene sentido —susurró JiMin—. Tú nos matas.

—La primera vez que abrí los ojos al mundo ya habían muchos como yo caminando por ahí. Devorando almas —dijo JungKook—. Almas impuras e incompletas que necesitaban ser apreciadas. Los Oligos estamos incompletos, nunca logramos estar satisfechos y sentimos esta descarada sensación de nunca tener suficiente. Todas diferentes pero reales. Justo como ustedes.

JiMin escuchó atentamente.

—Amor, dinero, felicidad o belleza. No importa cuánto tengan, nunca será suficiente. Siempre irán a por más —se encogió de hombros exento de culpa.— Somos iguales, JiMin. Yo necesito almas para alimentarme y pieles para verme hermoso. Tomo lo que necesito y listo. Los demás que se lo arreglen como puedan, ¿verdad? Así funciona la humanidad, cariño. Siempre lo ha hecho.

Eso sonaba tan humano, tan decadente y asqueroso que a JiMin le dieron ganas de vomitar.

—No todos somos así —refutó el chico con voz baja y ronca, como si eso fuera suficiente para hacerlo sentir mejor consigo mismo. JungKook asintió.

—Lo sé.

JiMin tragó el nudo en su garganta y respiró hondo.

—¿Por qué yo? —preguntó con verdadera curiosidad y miedo de la respuesta—. No hecho nada malo.

—Tienes razón. Me sentí muy mal al elegirte —la expresión de JungKook casi parecía real y exudaba la pena que ni en sueños sentía— Pero tú olvidaste algo importante, JiMin. Eres un ser incompleto y yo estoy aquí para devolverte esa parte de ti y convertirte en la presa perfecta de la que me alimentaré. Débil y susceptible.

JiMin tragó en seco y tembló ligeramente ante las palabras de JungKook.

—¿De qué hablas?

JungKook se acercó y acarició su mejilla.

—¿Y si mejor te lo muestro?

JiMin cayó hacia atrás, el sofá se renovó a sí mismo y la habitación blanca cambió rápidamente ante sus ojos. Entonces, él estaba acostado y al moverse su cuerpo respondió correctamente, solo para encontrarse nuevamente atado, en la mesa de metal del cuarto asqueroso y oscuro.

Estaba de vuelta en la cabaña.

JiMin tiró de las tiras en sus tobillos y muñecas sin importarle el dolor o el escozor que esto le provocaba. Gritó al sentir los pasos y el rostro sonriente de JungKook junto al propio, lamiendo su mejilla antes de alejarse.JiMin gritó una vez más, pataleó y la aparente calma inducida por la parálisis se fue muy lejos. Él estaba listo para luchar, para maldecir y suplicar todo lo que quiera necesario.

—Por favor, déjame ir. No le diré nadie. Guardaré el secreto hasta la tumba. Lo prometo.

—Igual nadie te creerá. No es como existieran más testigos además de tí, ¿verdad? —La voz de JungKook era baja, perversa y divertida. JiMin siguió pataleando siendo nuevamente paralizado— Ahora no podrás cerrar los ojos.

JiMin sintió el metal del espéculo ocular en cada ojo, dejando sus orbes totalmente abiertos, cosa que no hacía más que volverlo desesperadamente loco. El pinchazo a ambos costados de su cuello lo hizo chillar y entonces, el rostro de JungKook desapareció.

«No, no,» gritó su mente. Era la bestia, con esa sonrisa asquerosa y babeante en el rostro.

—Comencemos.

El cuerpo de JiMin se arqueó doloroso, como el gimnasta más que entrenado y listo para los olímpico. Su mente vibró y todo se apagó mientras era devorado por el dolor. De la nada, una luz brillante golpeó a lo lejos y su mente respondió al llamado.

«Maldito, hijo de perra. ¡Ven aquí, Park JiMin! Es hora de jugar.»

La voz era masculina y exudaba maldad. JiMin se encontró engarrotado y con ganas de encogerse. Se hizo una bolita pequeña y rezó para no ser encontrado.Su cabeza dolió como si lo hubieran golpeado contra la pared una y otra vez.

«Cariño, vamos. Tienes trabajo que hacer,» esta vez era la voz de una mujer. Ella era alta y delgada y sus dientes eran asquerosos. JiMin no la recuerda, no sabe quién es y la sensación de su mano en su hombro le generaba nauseas. Frente a ambos, un hombre. Un viejo que sonrió y se levantó del único y destartalado sofá en el sillón una vez la mujer se fue. «Se bueno, bebé»

JiMin gritó, un alarido lleno de nada más que dolor. Las venas en su cuello a la vista y las manos extendida sobre la mesa de metal.

«¡Aquí estás!» la voz del hombre se sentía un poco más cercana desde bajo la cama. JiMin fue arrastrado fuera por una mano gorda y pálida. «¡Ya no podrás escapar!»

JiMin abrió la boca ante el primer impacto, un puño directo a su abdomen que lo dejó sin aire. Entonces, llegó otro, otro y otro, hasta que la sangre brotaba de todos los lugares posibles y solo sentía dolor. Jadeó intentando respirar, con la mente volviendo a la habitación húmeda del sótano. Temblando y llorando mientras su mente colapsaba en aquella mesa de metal.

—Te lo dije. Debías recordar —susurró JungKook en su forma humana desde la esquina. JiMin jadeaba y parecía a punto de un colapso de nervioso. Su cuerpo tenso se aflojó y se volvió regio en cuestión de segundos bajo la luz de la precaria luz de la habitación—. Ahora, eres un ser completo. Tu pasado, presente y futuro siendo parte de un todo.

Y entonces, JiMin gritó con los ojos abiertos y forzados, su cuerpo colapsando y su mente devorado por el miedo, la incertidumbre y el dolor.JungKook se acercó, admirando la hermosa crisis y la belleza de un alma completa. Todo gracias a él y sus buenas intenciones. Sus dedos cambiaron lentamente, garras largas y afiladas que rasgaron los pantalones de JiMin y jugaron con la pálida piel de sus muslos.

—El amor y el deseo son emociones deliciosas, JiMin —dijo paseando una garra sobre la suave piel, dejando un hilo de sangre—. Pero nada se compara con el miedo. Es mi emoción favorita. Me hace sentir tan vivo, cariño.

JungKook corto magistralmente un pequeño trozo de piel. Una que él admiró totalmente y olió como si fuera un platillo exquisito. Él la devoró, degustó y disfrutó, pasando su lengua por el sitio.

—Perfecto —susurró JungKook, nadando en una espiral de satisfacción.

JiMin sintió como de la nada su cuerpo se relaja, podía respirar y todo dolía menos. Sus ojos abiertos miraron directo al techo, a un pequeño hueco a través del cual se veía el cielo y caía una gota de agua.

JiMin quería morir.

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