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ᴏɴᴇ sʜᴏᴛ

La noche había caído sobre la ciudad desolada, y la única luz que iluminaba el camino era la de la luna, pálida y distante. Las calles, antes llenas de vida, ahora solo albergaban escombros y sombras. Los ecos de la vida que una vez existió se habían desvanecido, reemplazados por el silencio y el ocasional gruñido de una criatura que alguna vez fue humana.

Jimin y Jungkook corrían por esas calles, sus respiraciones entrecortadas y sus corazones latiendo al unísono. Habían estado juntos desde que el apocalipsis comenzó, dos almas unidas en la lucha por sobrevivir. Habían visto caer a amigos y extraños por igual, pero siempre habían logrado mantenerse a salvo el uno al otro.

Esa noche, sin embargo, algo era diferente. Habían oído rumores de una posible evacuación en un punto seguro al otro lado de la ciudad. Era una oportunidad única, una última esperanza en un mundo donde la esperanza era escasa. Pero llegar allí no sería fácil. Las calles estaban infestadas de zombis, criaturas grotescas y despiadadas que no conocían más deseo que el de devorar a los vivos.

—Jungkook, no te detengas —gritó Jimin, mirando hacia atrás para asegurarse de que su compañero lo seguía.

Jungkook asintió, esforzándose por mantenerse a su lado. Había algo en los ojos de Jimin, una determinación férrea que siempre había admirado. A pesar del caos y el miedo, Jimin nunca había perdido la fe. Jungkook no podía permitirse perderlo, no cuando Jimin era la única razón por la que seguía luchando.

Llegaron a un edificio medio derrumbado, un lugar que había sido su refugio temporal. Se refugiaron en el interior, respirando con dificultad mientras se recostaban contra las paredes. El sonido de los zombis afuera era ensordecedor, pero al menos por ahora, estaban a salvo.

—¿Crees que realmente hay un refugio? —preguntó Jungkook en voz baja, rompiendo el silencio.

Jimin lo miró, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de cansancio y esperanza.

—Tenemos que creerlo, Jungkook. Si no lo hacemos, no queda nada. —Tomó la mano de Jungkook y la apretó con fuerza—. Vamos a salir de esto juntos.

Jungkook asintió, sintiendo el peso de esas palabras. Juntos. Era la promesa que se habían hecho desde el principio, cuando todo esto había comenzado. Pero en el fondo, algo le decía que no todo saldría como esperaban.

El amanecer estaba a solo unas horas de distancia, y con él, su única oportunidad de llegar al punto de evacuación. No podían permitirse descansar más. Con determinación renovada, se prepararon para salir de nuevo.

El camino fue largo y peligroso. Los zombis parecían multiplicarse a medida que avanzaban, sus manos podridas estirándose para atraparlos. Pero Jimin y Jungkook lucharon con todo lo que tenían, sus cuerpos moviéndose en perfecta sincronía. Cada zombi que caía bajo su ataque era una victoria, pero también un recordatorio de lo cerca que estaban del peligro.

Finalmente, llegaron a un puente que conectaba con el otro lado de la ciudad. Desde allí, podían ver el edificio donde, según los rumores, se estaba llevando a cabo la evacuación. Pero el puente estaba lleno de zombis, una masa inquietante de cuerpos que se arrastraban y gemían.

—Tenemos que cruzar —dijo Jimin, su voz firme a pesar del miedo evidente en sus ojos.

—Es una locura, nos matarán —replicó Jungkook, su corazón martilleando en su pecho.

—No tenemos otra opción. —Jimin miró a Jungkook, una mezcla de tristeza y resolución en su expresión—. Yo iré primero, intentaré distraerlos. Tú cruza en cuanto veas una oportunidad.

Jungkook negó con la cabeza, el pánico apoderándose de él.

—No, Jimin, no puedo dejar que hagas eso. No puedo perderte.

Jimin lo tomó por los hombros, obligándolo a mirarlo a los ojos.

—Jungkook, escucha. Si uno de nosotros puede llegar al otro lado, entonces todavía hay esperanza. Te prometo que nos reuniremos de nuevo. Pero necesito que seas fuerte, que sobrevivas por los dos.

Las lágrimas se acumularon en los ojos de Jungkook, pero asintió, incapaz de hablar. Jimin le dio un beso rápido en los labios, un gesto que decía todo lo que las palabras no podían expresar, y luego se giró hacia el puente.

Jungkook observó, su corazón desgarrado, mientras Jimin corría hacia los zombis, atrayendo su atención con gritos y movimientos rápidos. Los zombis se abalanzaron sobre él, dándole a Jungkook la oportunidad que necesitaba para cruzar.

Jungkook corrió, su corazón latiendo con desesperación mientras esquivaba los brazos podridos que intentaban atraparlo. No se permitió mirar hacia atrás, no podía soportar ver lo que sabía que estaba sucediendo.

Cuando llegó al otro lado, se detuvo, jadeando por el esfuerzo. Se giró, buscando a Jimin entre la multitud de zombis. Pero lo que vio lo hizo caer de rodillas. Jimin estaba rodeado, su cuerpo apenas visible bajo la horda de criaturas que lo devoraban.

—¡Jimin! —gritó Jungkook, su voz rota por el dolor.

Jimin levantó la mirada, sus ojos encontrando los de Jungkook por última vez. Había dolor en ellos, pero también una paz extraña, como si Jimin hubiera aceptado su destino.

—Sobrevive... por los dos... —murmuró Jimin, antes de que su voz se apagara para siempre.

Jungkook cayó al suelo, las lágrimas corriendo por su rostro. Había perdido a Jimin, la única persona que le había dado un propósito en este mundo destruido. Pero las palabras de Jimin resonaban en su mente. Tenía que sobrevivir, tenía que seguir adelante, por él y por Jimin.

Con una última mirada al lugar donde Jimin había caído, Jungkook se levantó y caminó hacia el edificio de evacuación. Cada paso era doloroso, pero lo dio con la certeza de que Jimin estaría con él, en su corazón, para siempre.

Jungkook avanzaba con la mirada fija en el edificio que representaba su última esperanza. Cada paso que daba era pesado, como si estuviera arrastrando un peso invisible tras de sí. El dolor en su pecho era insoportable, pero no podía permitirse detenerse. Jimin había dado su vida para que él tuviera una oportunidad, y no iba a desperdiciarla.

El edificio estaba fuertemente custodiado por soldados armados, que vigilaban cada movimiento en los alrededores. Cuando Jungkook se acercó, lo detuvieron inmediatamente, apuntándole con sus armas.

—¡Alto! ¿Estás infectado? —preguntó uno de los soldados, su voz autoritaria.

Jungkook negó con la cabeza, su voz quebrada cuando respondió.

—No... no estoy infectado. Solo... solo quiero entrar.

El soldado lo examinó con desconfianza, pero al ver la desesperación y el agotamiento en los ojos de Jungkook, hizo un gesto para que bajaran las armas.

—Déjalo pasar. —El soldado lo miró con seriedad—. Si mientes, no sobrevivirás mucho tiempo aquí dentro.

Jungkook asintió sin decir una palabra y cruzó las puertas del edificio. Por dentro, el lugar era un caos organizado. Había personas por todas partes, algunas heridas, otras cuidando a los más débiles. Todos compartían la misma expresión de agotamiento y desesperanza.

Se dejó caer en una de las paredes, el dolor emocional finalmente rompiendo su fachada de resistencia. Las lágrimas caían sin control, sus sollozos ahogados en el ruido del refugio.

A su lado, una mujer mayor se sentó, ofreciéndole una botella de agua. Sus manos temblaban mientras se la daba, y Jungkook la aceptó, sintiéndose agradecido por la simple amabilidad.

—Perdí a mi esposo ayer —dijo la mujer con voz tranquila, como si el dolor hubiera dejado de ser un extraño para ella—. Estábamos juntos desde que todo comenzó. No sé cómo seguir sin él, pero aquí estoy.

Jungkook la miró, encontrando en sus ojos el reflejo de su propio dolor. No dijo nada, pero el silencio entre ellos hablaba de un entendimiento mutuo. Ambos habían perdido a alguien, y ambos seguían luchando, aunque no estuvieran seguros de por qué.

Pasaron varios días en el refugio. Jungkook se mantuvo en silencio, ayudando en lo que podía, pero su mente siempre volvía a Jimin. Cada noche, cuando se acostaba en su pequeño rincón, cerraba los ojos y podía verlo, sonriendo, animándolo a seguir adelante.

Había un plan para evacuar a los sobrevivientes a una zona segura en las montañas. Los rumores decían que allí no había zombis, que era un lugar protegido por el ejército. Pero el camino sería peligroso, y no todos estaban seguros de que sobrevivirían.

Cuando llegó el día de la evacuación, Jungkook se unió al grupo sin dudarlo. No tenía miedo a lo que pudiera venir; había hecho una promesa a Jimin, y la cumpliría.

El convoy se movía lentamente por las carreteras, siempre en alerta. El ruido del motor parecía atraer a los zombis, y más de una vez tuvieron que detenerse para enfrentarse a una horda que se acercaba. Cada vez que esto sucedía, Jungkook se lanzaba al combate con una furia silenciosa, como si su vida dependiera de ello, y en cierto modo, así era. Cada zombi que derribaba era un paso más cerca de honrar la memoria de Jimin.

Finalmente, después de días de viaje, el convoy llegó a las montañas. El paisaje cambió abruptamente, pasando de la desolación urbana a la serenidad de la naturaleza. Era casi surrealista, como si hubieran cruzado a otro mundo.

El refugio estaba ubicado en lo profundo de un valle, rodeado de altas montañas que ofrecían protección natural. Cuando Jungkook vio las cabañas y los soldados patrullando, sintió una chispa de esperanza. Tal vez, solo tal vez, podrían encontrar un nuevo comienzo allí.

Una vez dentro del refugio, Jungkook se mantuvo apartado, como lo había hecho en el refugio anterior. La vida continuaba, y aunque había seguridad y alimento, nada podía llenar el vacío que sentía en su corazón.

Una tarde, mientras estaba sentado en una roca mirando las montañas, una joven se acercó a él. Su cabello era tan oscuro como el de Jimin, y por un momento, Jungkook sintió una punzada en el pecho.

—He escuchado sobre lo que hiciste en el camino aquí —dijo ella, su voz suave pero firme—. Eres fuerte, y eso es algo que necesitamos aquí.

Jungkook asintió, sin saber qué responder.

—También he oído que perdiste a alguien importante —continuó ella, sentándose a su lado—. Todos hemos perdido a alguien, pero eso no significa que debamos rendirnos. Mi hermano fue mordido, y tuve que... —Su voz se quebró, y ella se quedó en silencio por un momento antes de recomponerse—. Pero aquí estamos, y debemos seguir adelante, por ellos.

Jungkook la miró, viendo el dolor y la determinación en sus ojos. Era la misma que había visto en los ojos de Jimin. Sintió una extraña conexión con esta desconocida, como si ambos estuvieran unidos por la misma tragedia.

—Lo haré —dijo finalmente Jungkook, su voz apenas un susurro—. Seguiré adelante por Jimin.

Ella sonrió, una sonrisa triste pero sincera.

—Y yo lo haré por mi hermano.

Jungkook sabía que nunca olvidaría a Jimin, que su pérdida siempre estaría con él. Pero también sabía que no podía dejar que eso lo consumiera. Tenía una vida por delante, una vida que Jimin le había dado con su sacrificio.

En el refugio, poco a poco, Jungkook comenzó a encontrar su lugar. Se unió a los equipos de patrulla, ayudó a construir nuevas defensas, y se convirtió en una figura respetada entre los supervivientes. Con el tiempo, la herida en su corazón comenzó a sanar, aunque nunca desapareció del todo.

Las noches seguían siendo difíciles. A veces, cuando todo estaba en silencio, podía jurar que sentía la presencia de Jimin a su lado, como si lo estuviera cuidando. Esos momentos lo llenaban de una mezcla de tristeza y consuelo, recordándole que no estaba solo, incluso en su dolor.

Finalmente, Jungkook entendió lo que Jimin había querido decirle en sus últimos momentos. Sobrevivir no era solo una cuestión de vivir un día más; era una forma de honrar a los que habían perdido, de llevar su memoria en cada acción, en cada decisión.

Y así, mientras las montañas protegían su nuevo hogar, Jungkook juró que viviría cada día por Jimin, llevando su memoria en su corazón mientras enfrentaba el futuro incierto que les aguardaba a todos.















The End

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