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Olass

El pequeño príncipe se encontraba llorando sentado en el suelo en un rincón de su habitación, ya había caído el anochecer y de tanto dolor y miedo el pequeño Legolas no había encendido ninguna vela por lo tanto la habitación tenía un ambiente aterrador mezclado con la nostalgia debido a los quejidos y sollozos que salían de los labios del príncipe. En otra ocasión él hubiera encendido más de 3 velas y después asomarse debajo de su cama con su espada de madera para asegurarse de que no había nada que lo asustara por la noche, entonces más tarde su madre hubiera entrado por la puerta para apagar la mayoría de las velas y cantarle hasta que se quedara dormido; pero no esa noche.

Lo único en lo que podía pensar esa noche era en una cosa: muerte. Aquello que los elfos no conocían con familiaridad, un destino que ellos no estaban obligados a seguir y algo que sin duda no tenía que conocer a su corta edad.

Unos días antes, su padre había salido junto con muchos más elfos, llevaba una hermosa armadura y Legolas soñaba con un día ser tan valiente y excelente guerrero como su padre, él en compañía de su madre lo habían despedido en las puertas del castillo, su padre lo cargo y dejo un fuerte beso en su rosada mejilla para que después el Rey tomara a su esposa de la cintura atrayéndola, formando de esta manera un pequeño abrazo en donde Legolas quedaba en medio de sus padres. Legolas nunca olvidaría la manera en la que el frío y poderoso Rey Thranduil miraba a su madre, con un amor infinito y verdadero, acompañado de una sonrisa sincera y prometiendo amarla por siempre con el gesto más puro y honesto que existe, un beso.

-Prométeme que vas a volver, que volverás con nosotros - dijo la Reina acariciando con una mano la mejilla del Rey y con la otra tomando la mano libre del Rey para después colocarla sobre su vientre.

La sorpresa y el asombro inundaron el rostro del Monarca y entre balbuceos pronunció - ¿Por qué no me dijiste antes?- ahora una sonrisa mucho más grande y brillante adornaba el rostro del Rey mientras la Reina soltaba pequeñas lágrimas de felicidad.

-Hace poco lo supe, y no encontré un momento más adecuado que este, porque ahora tengo la seguridad de que volverás conmigo- dijo la Reina con una gran sonrisa pero con un poco de nostalgia en su mirada

Legolas rodeo el cuello de su padre y escondiendo su pequeña cabeza en el hueco de su cuello aspirando el aroma de su padre, Thranduil abrazo a su pequeño hijo mientas le sonreía a su esposa, ese momento era perfecto, un momento que termino con dos personas susurrando palabras de amor y una silueta desapareciendo a lo lejos seguido de miles, de un ejército.

Pero el pequeño Legolas nunca iba a olvidar lo que había transcurrido horas antes, desde que su padre se había ido él había estado un tanto receloso con su madre y no quería pasar ni un momento lejos de ella por lo cual se había quedado a dormir con ella, era la misma rutina; despertarse, bañarse juntos y alistarse, desayunar juntos, que su madre atendiera los asuntos del reino mientras él jugaba con sus muñecos de madera, jugar un rato juntos, que su madre le leyera algún libro o le cantara para después volver a su habitación.

Todo parecía ir bien esa mañana, ambos se encontraban en la habitación de la Reina leyendo un libro, al parecer no había asuntos de importancia en el reino que necesitaran de su atención y habían decidido no salir de sus aposentos ese día, el sonido de un cuerno retumbo en las paredes del palacio haciendo que ambos se sobresaltaran, estaban atacando el castillo.

Thranduil no sabía cómo había caído en una trampa tan baja como esa, al llegar a Dol Guldur se encontró con una cantidad muy reducida de orcos, muy pocos en realidad, entonces fue ahí cuando comprendió cual era el verdadero propósito del enemigo, dejar desprotegida su fortaleza con el Rey fuera de ella acompañado de todo su ejército, en ese momento un inmenso frio invadió el cuerpo del elfo pensando en el destino que tendría su familia si él no llegaba a tiempo.

Ruinas...

Eso era todo lo que Thranduil podía ver a su alrededor, había llegado demasiado tarde, muros estaban destrozados y sangre derramada era lo que más lo consternaba, rápidamente se dirigió a las habitaciones Reales en busca de su esposa e hijo matando a cualquier orco que se le cruzara en su camino, ellos debían de estar bien.

Su ejército se había encargado de matar a todos los orcos que se encontraban en el castillo sin embargo, los sobrevivientes eran pocos sus llantos y lamentos eran todo lo que resonaba en los muros y la habitación de la Reina no era una excepción.

La escena que encontró el Rey solo ocasiono que una herida se instalara en su corazón, una herida de la cual jamás se sanaría. Todos los muebles de la habitación estaban destrozados en el suelo, pero en lo único que podía pensar era en el cuerpo inerte de su esposa rodeado de un charco de sangre y justamente en el vientre donde cargaba a su segundo hijo se encontraba una herida, Thranduil se dejó caer de rodillas cerca del cuerpo de su amada tomándole de las mejillas para ver sus ojos pero todo lo que encontró fue una mirada vacía, su amada, su alma gemela se había ido dejándolo solo por una eternidad.

El grito de dolor que salió de los labios del Rey se escuchó por todo el castillo, incluso algunos dicen que incluso las criaturas del bosque lo escucharon y sintieron su dolor.

- Meleth nîn... he vuelto, he regresado a tu lado pero tú te has marchado- Thranduil sollozaba en el pecho de su esposa mientras acariciaba el vientre de su esposa, donde descansaba su hijo, un hijo que jamás nacería.

De pronto Thranduil escuchó un sollozo, un sollozo infantil al que no le había tomado atención antes, entonces fue ahí cuando se percató de que su pequeño hijo estaba acurrucado a un lado de su madre aferrándose a su brazo y ocultando su cabecita entre el cuerpo de su madre y el suelo, su ropa estaba manchada de sangre, sangre de la cual no era propietario.

-Legolas...- la voz del Rey salió como un susurro pero el nombrado logro escucharlo, un escalofrió sacudió el pequeño cuerpo del príncipe cuando la mano de su padre le acaricio su espalda.- Tranquilo hijo mío soy yo- Legolas giro su cabeza saliendo se su escondite para ver a su padre, sus ojos se llenaban de lágrimas mientras extendía sus brazos a su dirección.

- Ada, Naneth no despierta- dijo el príncipe mientras lloraba aferrándose a su padre en un abrazo -Le dije que si despertaba yo iba a portarme bien y practicar mucho con mi arco para ser el mejor arquero de Arda, pero no regresa.- gruesas lagrimas se deslizaban por las mejillas del Monarca mientras estrechaba entre sus brazos con mayor fuerza a su hijo.

- Lo sé Olass nîn, Naneth se ha ido...- un sollozo se escapó de los labios del pequeño príncipe mientras su padre le acariciaba el cabello. -Pero yo no me he ido Olass- hablo con voz entrecortada -... y ahora estamos solos, pero yo cuidaré de ti y no existirá ninguna otra persona en Arda que te amé más de lo que yo lo hago y tu madre te seguirá amando desde las estancias de Mandos...

Y desde ese día el arco del Príncipe del Bosque Negro nunca ha errado.





* Meleth nîn - Amor mío

* Ada - Papá

* Naneth - Madre

* Olass nîn - Hojita mía

*Olass - Hojita

Querída _SoughtNahomy_

Realmente disfrute mucho escribiendo esta historia y espero que tu disfrutes leerla, te deseo una feliz Navidad junto a tu familia y amigos y que tengas un próspero Año Nuevo en el que todas tus metas y propósitos se cumplan. Espero que te guste este pequeño detalle, Besos.

Los personajes mostrados a continuación en el siguiente One-shot pertenecen al escritor J.R.R. Tolkien. Este escrito participa en el tercer concurso de @RDTMTolkien ~Emisarios~.

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