La promesa
-Me pasaría el día así, pelirroja -susurró James contra los labios de Elena-, pero mis padres van a llegar en breves a buscarnos a mis hermanos y a mí.
Ella volvió a besarle, mordisqueando suavemente su labio inferior en una dulce tortura.
-¿Pero no iban a venir la semana que viene? -Inquirió ella, apartándose el pelo de la cara.
-En principio sí, pero mi madre se ha enterado de que hay rebajas en una tienda de Hogsmeade donde, según ella, seguro que encontramos algo, así que vienen hoy.
-Mm, es posible que Albus me haya comentado algo, sí. Admito que no he estado prestando mucha atención últimamente -confesó, con una sonrisita.
James rió y la abrazó.
-Si te soy sincero, yo tampoco.
Después de hacer las paces la tarde anterior apenas se habían separado, y lo cierto es que ninguno de los dos quería hacerlo, pero no era una buena idea hacer esperar a Ginny Potter, y mucho menos darla plantón.
James se levantó de la cama, donde había estado abrazado a su pelirroja, y caminó hacia su baúl en busca de una sudadera que ponerse. Elena se estiró, con una enorme sonrisa de felicidad, y le observó mientras volvía a encogerse y se deslizaba bajo el edredón, friolera como era.
-Bueno Jimmy, ya puedes enseñarme el traje que elijas, ¿eh?
-Por supuesto -respondió él, poniéndose la sudadera y sentándose en el borde de la cama-. ¿Y tú? ¿Ya sabes que vas a llevar?
Elena le miró, con los ojos verdes ligeramente entornados-
-Ah, ¿pero que lo de ir a la boda va enserio? -Preguntó, frunciendo el ceño.
Y es que le había dado algunas vueltas al tema últimamente, pero finalmente había decidido que aquello había sido una especie de broma extraña y que ella no tendría nada que hacer en aquella boda en la que, por otra parte, apenas iba a conocer a nadie.
-Por supuesto que sí. Te dije que me ibas a acompañar a esa boda y lo mantengo, pelirroja.
-¡Pero si no voy a conocer a nadie!
-Conoces a mis hermanos, a todos los primos que tengo en Hogwarts, a Lysander Scamander, a Molly, a Teddy… Yo no diría precisamente que no conoces a nadie.
-Ni siquiera conozco a la novia -objetó Elena, poniendo los ojos en blanco ante la insistencia de James.
-Bueno, pero conoces a su hermana. Además, le caerás bien. Victoire es muy sociable, se lleva bien con todo el mundo. Siempre y cuando no empieces a hacer chistes de rubias, claro, pero no creo que sea el caso -dijo James, llevándose la mano a la barbilla mientras sonreía con diversión, recordando las cosas que su primera mayor solía hacer a aquellos que se metían con las rubias.
Elena suspiró y negó con la cabeza.
-Sigue sin parecerme plan, que quieres que te diga. Eso de colarme en una boda así por así…
-¡Pero es que no te ibas a colar! -Exclamó James, poniendo los ojos en blanco-. ¡Irías conmigo, lógicamente!
Sin embargo, el chico vio en sus ojos que no estaba ni mucho menos cerca de convencerla, así que decidió que era mejor desviar la atención hacia otro tema.
-De todos modos, si lo que te preocupa es no conocer a nadie -continuó él, sonriendo pícaramente-, yo te presento a mis padres encantados.
Sus palabras tuvieron exactamente el efecto que él había previsto y buscado. Elena abrió mucho los ojos, sus mejillas se sonrojaron ligeramente y se mordió el interior de la mejilla.
-Pero, pero, eso es una locura -dijo, con el marcado acento francés que le salía sin querer cuando estaba nerviosa-, una estupidez. ¿Tus padres? Ni…
James acarició su mejilla y la guiñó un ojo.
-¿Qué pasa pelirroja? ¿Tienes miedo de conocer a los suegros?
-¿Suegros? ¿Eso no es una palabra un poco…?
-Suegros -confirmó James, depositando un suave beso sobre sus labios-. No sé si te lo había comentado, pero a partir de ahora tú eres mi chica.
-¿Tuya? ¿No es un poco demasiado posesivo eso?
-Hay demasiada competencia como para dejar alguna duda -respondió James, y mordisqueó su cuello-. Así que yo hoy se lo digo y... ¿te viene bien la semana que viene para conocer a mis padres?
-¡Yo no he dicho sí!
-El domingo, sin duda.
-¡James! -Protestó Elena, frunciendo el ceño y cruzándose de brazos.
El aludido rió suavemente y comenzó a besar su cuello. La pelirroja intentó resistirse, pero, ¿a quién no le perdían los besos en el cuello? Y más cuando era James Potter quien los daba.
-Como te he dicho me pasaría así todo el día -dijo él contra su cuello-, pero me esperan.
-Menuda agenda, Potter.
-Ya ves tú -rió, y se levantó, pasándose una mano por el pelo, aunque en aquellas circunstancias era imposible desordenarlo aún más.
Elena también se levantó de un salto de la cama, y al verse reflejada en un espejo se dijo que su pelo también era misión imposible, así que lo recogió rápidamente en una coleta.
-Me parece que yo voy a ir a ver a Alec.
-Es un buen tío, dale las gracias de mi parte…
-Lo haré. Si no le mato antes -rió Elena, y lo besó antes de irse.
Cris Avery entró en la Sala Común de Slytherin con aire triunfal, sosteniendo entre sus manos un cromo de la colección de las Ranas de Chocolate como si fuera lo más precioso del mundo. Se dejó caer pesadamente en un sillón tapizado al lado de otro en el que su mejor amiga, Margot, estaba leyendo la novela de Alejandro Dumas que llevaba su nombre: La reina Margot.
-¡Margot! ¡Margot! ¡Que lo tengo! -Exclamó, con extrema felicidad.
La aludida levantó los ojos del libro.
-A ver, a ver, que todavía no estoy sorda, no hace falta que me grites… ¿Qué ha pasado?
Cris ni siquiera frunció el ceño, como hubiera sido su costumbre, sino que le puso el cromo delante de las narices.
-Mira esto.
Picada por la curiosidad, Margot dejó su libro en una mesa baja cercana y examinó de cerca la tarjetita que su amiga le tendía. Al contrario que en el resto de los cromos, la parte trasera de este era dorada y de color azul intenso, en líneas que se entrelazaban hasta formar la runa antigua que representaba a la magia. Encima de estas letras, en gruesas letras negras ponía:
CRISTINA AVERY "LA PRINCESA DE SLYTHERIN"
Maga sangre limpia hija de un mago británico y una bruja española, quedó huérfana a muy temprana edad y fue acogida por sus padrinos, Draco Malfoy y esposa.
Actualmente, cursa su séptimo año en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería con una media de Excelente y aspira a entrar en la facultad de Medimagia.
Por la parte delantera, el cromo presentaba los mismos colores, aunque en unos tonos algo más intensos, y el pequeño retrato mostraba a Cris tal y como se había arreglado para el Baile de Navidad.
Y aunque Margot, al contrario de casi todas las personas que tenían la más mínima relación con el Mundo Mágico, siempre se había negado taxativamente a coleccionar aquellos cromos -a hacer ninguna colección de ese tipo, de hecho-, incluso ella reconoció el que tenía en sus manos en aquel momento: era el cromo de diamante.
Solo se fabricaba un cromo de diamante cada año, con lo que era casi imposible de conseguir, y era tan preciado porque cuando su dueño lo tenía, bastaba con que pronunciase su nombre completo seguido por una sencilla fórmula mágica para que en el cromo apareciese un retrato suyo y una breve biografía que cambiaba a través del tiempo. Cris llevaba desde los tres años obsesionada con tenerlo, y ahora que por fin lo tenía, probablemente se pasaría semanas hablando del tema. No es como si Margot fuera a reprochárselo, por otra parte. No después de la temporada que ella misma tuvo cuando se proclamó campeona de ajedrez mágico del Reino Unido, en la categoría infantil. Pero realmente ese era un tema que prefería no mencionar demasiado.
-Bueno, ¿qué te parece? -Preguntó al fin Cris, sonriendo de oreja a oreja como rara vez hacía.
Margot observó el cromo con ojo crítico durante un momento más.
-Pues que creo que te han hecho photoshop en el retrato. Mínimo, mínimo, te han quitado ojeras…
-Idiota… -gruñó Cris, mirándola mal, aunque enseguida volvió a sonreír.
-Venga, venga, que es broma -respondió la otra, riendo-. Pues qué quieres que te diga, si ya sabes que a mí esto de los cromos me parece una pérdida de tiempo…
-Sosa.
-Bah. De todos modos me alegro, ya sabes. En realidad este mola, lo que pasa es que no le veo el punto a…
-Sí, sí, Margot. Ya me has contado muchas veces tu punto de vista -cortó Cris, poniendo los ojos en blanco.
La aludida se echó a reír.
-Sí. Supongo que lo he hecho. Por cierto, siento cortarte el momento de euforia, pero ¿tienes todos los ingredientes que nos ha pedido Shanatan para el trabajo? Porque es que solo me salen veintisiete propiedades de las veintiocho de la…
Cris abrió mucho los ojos, alarmada.
-¿Qué trabajo? Pero si ahora estamos con la chorrada esa por parejas…
-Ya, pero aún así el último día nos dijo que teníamos que presentar una relación de ingredientes básicos en pociones de curación, ¿no te acuerdas?
-Mierda, es verdad, algo me suena… ¿Y era para mañana?
-Da gracias de que no, porque no sabes lo que lleva hacerlo -respondió Margot, estirándose en el sillón-. Tenemos de plazo hasta dentro de dos semanas.
-¡Ah, bueno! -Cris abandonó su postura tensa y se recostó también, estirando su cuello hasta que triscó-. Mira que ya te vale, me había preocupado y todo…
-Sí bueno, aún así yo que tú iría poniéndome, porque los pocos tréboles de cinco hojas que hay ahora mismo en Hogwarts están junto al lago, y como todos vayamos allí se van a acabar.
-Hum, pues tendría que ir a buscar un par de ellos…
-Sí, deberías hacerlo. Y rezar porque no se te hayan adelantado los de Ravenclaw, que ya sabes que a estas cosas van en manada
-Cierto, mejor voy a ir cuanto antes. ¿Te importa llevar el cromo a mi cuarto? No, ¿verdad? ¡Nos vemos en un rato!
Y se marchó a toda prisa, antes de que Margot pudiera protestar.
Justo en las orillas del Lago Negro se encontraba Jaime Travers, arrodillado en el suelo buscando algo casi con desesperación. De vez en cuando suspiraba con evidente frustración, y echaba ojeadas a su libro de Pociones Avanzadas, que tenía abierto a su lado.
En una situación como aquella, cualquier persona hubiera resultado ridícula hasta el punto de que hubiera tenido a un grupito de personas sin demasiada vida propia riéndose a su alrededor; pero se trataba de Jaime, y él resultaba condenada e injustamente atractivo en esa tesitura, y lo raro es que no tuviera una corte de admiradoras babeando a su alrededor e intentando ayudarle, aunque el tipo de favores que ofrecerían no fueran demasiado encaminado hacia las pociones, si no más bien tuvieran que ver con la anatomía…
También es cierto que la tarde estaba nublada, amenazando a lluvia, y nadie se había arriesgado a salir, sino que se habían quedado en sus respectivas salas comunes o, una minoría, estudiando en la Biblioteca.
Solo aquellos que tenían verdadera necesidad estaban fuera, y eso se reducía a dos nombres: Cristina Avery y Jaime Travers, que además estaban en busca de lo mismo.
Para cuando la slytherin llegó a la orilla del lago, tuvo que pararse un momento para coger aire, porque había hecho todo el camino desde su Sala Común hasta allí corriendo a toda prisa y sentía que iba a morir de cansancio, aunque era un cansancio bueno, como el que sentía después de un buen partido de quidditch, y además el haber encontrado el cromo de diamante le había proporcionado una energía extra con la que se sentía encantada.
Cualquier otro día, Cris hubiera fruncido el ceño al ver a Travers en la postura en que estaba y, con malas pulgas, le hubiera preguntado si no podía actuar como una persona normal por una vez en lugar de estar llamando siempre la atención.
En cambio, ese en concreto, no hizo más que agrandar su sonrisa y echarse a reír sonoramente.
Jaime casi se cae al oírla, pero por suerte llevaba jugando al quidditch casi desde antes de saber andar y tenía un equilibrio excelente y consiguió apoyarse en las manos justo a tiempo.
Una vez estuvo seguro de que no iba a caerse, el chico levantó la vista y clavó sus tormentosos ojos en Cris, riendo como una niña, con las mejillas sonrojadas y todo el pelo revuelto. Jaime enarcó las cejas y la observó durante un rato, hasta que pudo volver a hablar.
-Por Merlín Travers, ¿se puede saber que te ven las tías en este castillo? -Dijo Cris, luchando para no seguir riendo-. Si es que pareces el viejo elfo doméstico de mi tío Draco cuando le da por salir a pasear por el jardín y se pone a buscar hormigas…
-Vete a la mierda Avery -replicó Jaime, mirándola con resentimiento-, no estoy de humor. Además, habría que verte a ti mirando qué puñetero trébol es el que quiere el amargado de Shanatan. Yo por lo menos gusto a la gente. ¿Puedes decir tú lo mismo?
Cris enarcó una ceja, sin dejar de sonreír. Ella era la princesa de Slytherin, ¿acaso se creía un estúpido como Jaime Travers que iba a poder hacerla daño con cualquier cosa que dijera? Mucho tendrían que cambiar las cosas para que eso sucediera. Muchísimo.
Despacio y con elegancia, Cris se acercó a él y se agachó a su lado, mirándolo intensamente con sus ojos oscuros.
-Oh, pobrecito Travers -dijo en voz baja y ligeramente burlona-. No eres capaz de encontrar un simple trébol e intentas pagarlo conmigo, ¿no? Pues de poco te va a servir.
Jaime apartó la mirada algo avergonzado, pues en el fondo Cris tenía razón. Ese no era para nada su estilo, pero estaba frustrado porque llevaba cerca de quince minutos allí y seguía como al principio. Claro que aún tenía algo de orgullo y no pensaba disculparse, porque, por otra parte, eso tampoco le serviría de mucho con Cristina Avery, que ni quería ni esperaba una disculpa.
La chica echó una rápida ojeada a los tréboles que se extendían a su alrededor y finalmente arrancó uno con maneras de experta y, sin apenas mirarlo, se lo tendió a Jaime.
-Trébol de cinco hojas de Indochina, traído a Inglaterra por los magos en viajar allí -informó, como si se tratara de lo más obvio del mundo. Aunque claro, teniendo en cuenta el enorme invernadero que tenían en la Mansión Malfoy con todo tipo de plantas traídas de los lugares más recónditos del mundo, para ella lo era.
-¿Y cómo estás tan segura? -Preguntó Jaime, resistiéndose a creer que él llevara tanto tiempo intentando identificar aquel hierbajo en cuestión y que a ella apenas hubiese necesitado treinta segundos.
-Pues porque tiene el borde de un tono de verde bastante más claro que el centro, ¿es que no lo ves? -Cris resopló ante tanta inutilidad-. De verdad, ¡si está clarísimo!
Él observó el trébol durante unos segundos más hasta quedar convencido, cuando una amplia sonrisa se extendió por su rostro. Era increíble lo rápido que podía cambiar de humor ese chico, aunque claro, era sobrino de Alastor Moody, así que tenía sentido. Era algo así como una característica familiar.
-Vaya, muchas gracias, Cris -dijo, guardando el trébol con cuidado.
-Un momento Travers, ¿se puede saber quién te ha dado permiso para tomarte tantas confianzas conmigo?
-Es que entre nosotros ya hay confianza, ¿no?
-Pues no -contestó ella, a bocajarro.
Jaime puso los ojos en blanco un momento y cogió uno de los rizos de ella entre sus dedos.
-Venga, venga, Cris -dijo, con su mejor voz de seductor-. Tienes que admitir que yo te gusto, aunque sea un poco. Negarlo no te lleva a ninguna parte.
-¡¿Pero qué estás diciendo?! -Cris apartó la mano de Jaime con malos modos y lo miró, con el entrecejo fruncido-. En serio, siempre he pensado que McGonagall debería ser más estricta con lo de no permitir las drogas en Hogwarts, qué vergüenza…
-¿Me acabas de llamar drogadicto?
-Sí -Cris asintió-. Y no he hecho más que empezar, pedazo de…
-De acuerdo, Cris. Tú te lo has ganado. Voy a hacer algo que muchos en Hogwarts llevan tiempo deseando…
-¡Que no me llames Cris!
Jaime la ignoró y se levantó de un salto. Antes de que la chica pudiera reaccionar, ya la había cogido en brazos y la lanzó al agua, aprovechando que estaban en una zona en la que cubría lo suficiente y sabía que era una buena nadadora.
Sin embargo, no contó con que Cris también jugaba al quidditch y tenía unos reflejos tan buenos como los suyos propios, así que en el último momento la chica lo agarró por la sudadera y los dos cayeron juntos al agua.
Teniendo en cuenta la época del año, el tiempo se estaba portando muy bien, pero no dejaba de ser marzo y Escocia, y el agua del Lago Negro estaba completamente helada. Cris fue la primera en sacar la cabeza y escupir el agua que había tragado, y de inmediato empezó a soltar maldiciones, que fueron lo primero que Jaime oyó cuando, poco después, él también sacó la cabeza. La slytherin lo agarró entonces por el pecho de la camias otra vez y se acercó a él hasta casi juntar sus frentes.
-¡Tú! ¡Pedazo de estúpido! ¡Gryffindor tenías que ser! ¿Es que acaso no puedes pensar una sola vez en tu vida?
Jaime sonrió irónicamente y la atrajo hacia sí. Y aunque el primer impulso de Cris fue apartarse, no lo hizo, porque teniendo en cuenta que el agua del lago estaba helada, el cuerpo de Jaime era una agradable fuente de calor.
-En realidad -explicó el chico-, sí que estaba todo pensado. Todo excepto que tú me tiraras al agua.
-¡Pues ya me dirás tú qué esperabas que hiciera, pedazo de idiota!
-Ciertamente, siempre encuentras el modo de sorprenderme… -Susurró Jaime, y rodeó su estrecha cintura con los brazos, aproximándola aún más a su pecho.
-Salgamos de aquí y ya ajustaremos cuentas, Travers -masculló Cris, revolviéndose inquieta.
Él asintió, pues también empezaba a temblar de frío, y los dos nadaron hacia la orilla. El viento les golpeaba y tenían incluso más frío que antes, pero eso no contuvo a Cris, que empezó a gritar de nuevo, declarando lo estúpido que le parecía Jaime y que el Ministerio de la Magia debería darle una pensión vitalicia por el grado de gilipollez que llevaba encima.
Sin embargo, paró bruscamente al comprobar que él no la escuchaba y estaba como ido, y entonces se dio cuenta de que lo único a lo que Jaime estaba prestando atención en aquel preciso instante era a su sujetador, que se transparentaba a través de la camiseta mojada. Enfadada, le dio una colleja y se giró, tapándose como mejor pudo.
-¡Oye! -Jaime se frotó el lugar donde le había dado-. En serio, no hace falta que me pegues, si no fueras provocando…
-Mira, no te voy ni a contestar a eso -masculló ella, frunciendo los labios.
Jaime sacudió la cabeza y recogió sus cosas del lugar en el que las había dejado antes. Por suerte, su chaqueta seguí allí, seca y calentita. Volvió a acercarse a Cris y le echó la chaqueta sobre los hombros, demostrando que, en el fondo, las lecciones de su madre sobre ser un caballero habían servido de algo.
Cris se arrebujó en la chaqueta, excesivamente grande para ella, y giró la cabeza.
-No pienso darte las gracias después de lo de antes -declaró, y salió andando en dirección al castillo.
Después de pasarse por su habitación, donde se dio una buena ducha y se cambió de ropa, Jaime decidió pasarse por las cocinas, ya que aquella noche no tenía ganas de ir al Gran Comedor para la cena.
Tal y como Fred Weasley les había enseñado a James y a él cuando estaban en primero, hizo cosquillas a la pera pintada en el bodegón y a continuación entró. Nada más hacerlo, varios elfos domésticos se acercaron a él y le preguntaron solícitamente qué deseaba. Él no pudo evitar sonreír, porque le encantaba cómo los elfos domésticos le trataban a cuerpo de rey, y les pidió algunos de sus platos favoritos.
-Enseguida lo tendremos preparado todo -dijo el elfo que era el jefe de cocinas, con su vocecita chillona, y lo tomó de la mano-, de momento si quiere puede esperar en la zona en que nosotros comemos…
Jaime, que pasaba por allí a menudo, asintió y se dirigió a la pequeña habitación adjunta, en la que había una mesa rodeada de sillas tamaño elfo doméstico y una barra de desayuno con tres taburetes azules en los que sí que podría sentarse.
Nunca en siete años había coincidido con nadie en las cocinas, pero había una primera vez para todo, visto estaba. Porque cuando entró en la habitación, Jaime vio que Margot Greengrass estaba sentada en uno de los taburetes con las piernas cruzadas, mientras pelaba una mandarina con sus largos dedos.
-Primero Cris y ahora la amiga -masculló, mientras se acercaba y se sentaba en otro de los taburetes.
Margot levantó la vista y fijó sus ojos negros en él, mientras se llevaba un gajo de la mandarina a la boca.
-Cuantas confianzas, ¿no?
-Bah, nos conocemos de toda la vida.
-Pues cualquiera lo diría, porque yo me he pasado toda la vida con ella y todavía me llamas "la amiga". Esa no es la manera, ¿eh? Las amigas tenemos el poder de destrozar una relación, que lo sepas.
Jaime enarcó una ceja, sorprendido de que Margot Greengrass hablara con él en tan buenos términos cuando sabía que nunca había sido precisamente santo de su devoción.
-¿Y este buen humor, Margot? ¿Es que Louis te ha dado una alegría al cuerpo?
-Yo soy alérgica a las comadrejas, me dan una urticaria…
-Eso dices ahora.
Ella entornó los ojos y se comió otro gajo. Finalmente, cuando hubo terminado, habló:
-Para tu información te diré que Cris no está muy interesada en El señor de los Anillos, casi mejor si la pones Las ventajas de ser un marginado, la gustará más.
-Pero, ¿se puede saber de qué me estás hablando?
-Vaya, ya no hay caballeros como los de antes… ¿Ni siquiera recuerdas tus promesas?
-Ni siquiera sé de qué demonios me hablas.
Margot se encogió de hombros.
-Pues haz memoria. En fin, Wekkie ya debe haber preparado los brownies que le encargué, me voy.
-¿Me vas a dejar así?
-Um, sí, creo que sí -Margot se levantó con elegancia de la silla y lo miró-. Deberías pedir unas avellanas, dicen que son buenas para la memoria.
Y se fue, balanceando suavemente sus caderas. Jaime se preguntó qué tenían las Slytherin con las salidas dramáticas… No lograba entenderlas.
Para cuando Jaime volvió a su habitación, con la comida que los elfos le habían dado entre las manos, Andrew ya había debido bajar a cenar, pero James estaba allí, tumbado sobre su cama con las manos detrás de la cabeza.
-Hombre, pero si está aquí nuestro modelo -río Jaime al verlo-. ¿Qué tal ha ido la búsqueda de vestido, Ceni?
James también se rió y le lanzó uno de los cojines, que su amigo esquivó sin problemas.
-Te lo digo en serio, no me vuelvas a comparar con Cenicienta o esa -advirtió el mayor de los Potter, aunque la sonrisa en su rostro hizo la amenaza más bien poco efectiva-. Y para tu información, ha sido absolutamente horrible. Mi madre me ha obligado a probarme cuatro trajes, y lo peor es que eran casi iguales. Ah, por no hablar del estúpido tono de la camisa, la corbata y el maldito pañuelo bordado que me obligan a llevar.
-¿Un pañuelo bordado? Tío, eso se pasa -Jaime soltó una sonora carcajada.
-Ni lo menciones por favor. Ni lo menciones. Y ten la decencia de alimentar a tu mejor amigo con todas esas cosas ricas que seguramente acabes de gorronear de las cocinas.
-Ah, no. Es posible que seas mi mejor amigo, pero la comida es sagrada, con eso no se juega.
-¡Venga ya, tío! Ten un poco de piedad, que he sufrido un trauma muy grave hoy.
Jaime fingió pensárselo durante un momento, hasta que al final se quitó los zapatos, se acomodó en la cama de James y puso el paquete de comida entre los dos.
-Venga, pero solo porque eres tú.
-De verdad Jaimito, pero qué cosas me dices -respondió el otro chico, con la voz en falsete.
-Soy un romántico, lo sé. Pero lo cierto es que necesito tu ayuda.
-Raro me parece -resopló James-. Bueno, dime.
Jaime evaluó los bocadillos y cogió uno de jamón con tomate y aceite, al que dio unos cuantos mordiscos antes de empezar a hablar.
Mientras los dos cenaban, el rubio contó a su mejor amigo todo lo que le había pasado con Cris aquel día, además de la enigmática conversación que acababa de mantener con Margot.
Cuando terminó, James engulló un pastelillo de miel antes de decir:
-Joder menuda memoria tiene esa tía.
-Un momento, ¿tú sabes de qué hablaba Greengrass? -Jaime frunció el ceño, preguntándose interiormente si él era el único tonto que no se enteraba de la película.
-Algo me suena, sí -admitió su amigo con una sonrisilla traviesa.
-No me digas que vas a dejarme así.
-Bueno es que si Margot no te lo ha dicho tendrá sus motivos, y ¿quién soy yo para decir que no son válidos?
-¿Argumentos del tipo de que es un poco zorra y le gusta tener con la intriga a todo el mundo?
-Ey, no hables así de mi futura prima-protestó James, aunque enseguida perdió la máscara de seriedad y estalló en carcajadas ante la descripción.
-Pobre Louis, no sabe dónde se mete... Pero no me cambies de tema, Potter.
-Bueno, Travers se nos pone serio.
-¡James!
-¡Jaime! -lo imitó el aludido, con la voz más aguda que pudo poner-. A ver, ¿tú te acuerdas de la primera fiesta de Charlotte Greengrass a la que te llevaron?
-No... Seguramente fue un coñazo, como todos los años, pero ahora será importante y todo.
-Más o menos; tú haz memoria de esos tiempos en los que eras joven y aún tenías arreglo.
-Venga tío, échame un cable.
James negó con la cabeza al tiempo que se comía un pastelillo más.
-Si hombre, encima que tú no me habías contado ni que te gusta Avery...
-¿Se te ha ocurrido pensar que es porque no me gusta Avery?
-¿Y entonces para qué quieres saberlo?
El rubio resopló indignado.
-Pues también es verdad -y a continuación cambió bruscamente de tema para empezar a comentar lo ajustada que estaba yendo la liga de quidditch ese año después de que el Puddlemore United hubiera perdido los dos últimos partidos.
Tengo la sensación de que realmente nunca he sabido lo que quiero hasta que me he dado cuenta de que era a la portadora de una larga melena pelirroja y dueña de brillantes ojos castaños.
No sé cómo se me dan estas cosas Lily, pero por favor espérame y espera a que pueda hablar contigo, porque ahora mismo tu imagen es la que me guía.
LYSANDER
-¿Por qué lo escribiste? -Inquirió Lily, mostrándole la carta que la había enviado.
Lysander se encogió de hombros. Esta vez ambos estaban sentados en el Invernadreo 15, a la sombra de un árbol que la mismísima profesora Sprout había plantado allí cuando aún era una estudiante de Hogwarts.
-Porque quería hacerlo. Necesitaba decirte lo que sentía, Lily.
-¿Y no podrías haberlo hecho de una forma algo más.... clara?
Lysander sonrió.
-No -dijo simplemente.
Lily se apartó el pelo de la cara y lo miró, mordiéndose el interior de la mejilla.
-¿Y entonces como esperas que te entienda, Lysander Scamander?
-¿Qué tal pasando tiempo conmigo?
-No es una mala opción, pero me temo que no la veo demasiado factible. Teniendo en cuenta que tú trabajas en Londres, yo estoy estudiando aquí y demás…
-Eso déjamelo a mí. Te espero el sábado en las Tres Escobas después del partido de quidditch. ¿Estarás ahí?
Lily vaciló un momento, pero finalmente asintió.
-Allí estaré -prometió.
Apenas tengo tiempo, pero muchísimas gracias por leer y estar aquí, espero que os guste el cap. A partir de ahora, por cierto, procuraré actualizar los sábados o los domingos, porque me resulta más cómodo :)
Un besazo,
AngelaLannister
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