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La familia Potter... y la Weasley

Que Nikolai y Tanya fuesen precisamente quienes se  encontraban detrás de la poción era algo que ninguno se esperaba. La misma Elena no se lo hubiera creído si no lo hubiese visto con sus propios ojos, y por tanto lo entendió perfectamente cuando al principio sus amigos dudaron.

-No tiene ni pies ni cabeza –suspiró Scorpius-, de verdad que no lo entiendo.

-Yo tampoco lo entiendo –Elena también suspiró y se echó hacia atrás en el sillón de cuero negro.

En cuanto ella y Nique por fin habían descubierto quién se ocultaba tras aquellas capas, inmediatamente habían reunido a todos sus amigos en la Sala de los Menesteres. Era una época complicada, puesto que el final del segundo trimestre estaba terminando y todos tenían mil cosas que hacer. Pero aún así, aquello superaba a todo lo demás en importancia, así que no habían dudado en poner toda clase de excusas: Scorpius no podía ir a la reunión del cercle porque le debía una redacción a McGonagall, Elena y Dominique habían tirado de la excusa universal de que tenían un fuerte dolor de ovarios para no ir al  entrenamiento de quidditch, a pesar de que se jugaban el partido contra Slytherin, Albus no iba a poder ayudar a Grace Longbottom en Defensa Contra las Artes Oscuras porque se había olvidado de un trabajo de Pociones y Rose simplemente había dejado para mejor momento el trabajo para subir nota de Historia de la Magia, lo cual en sí ya decía cuán importante era la cosa.

-Creo que ninguno lo entendemos en realidad –declaró Rose, y Albus asintió mientras daba un trago a su botellín de agua.

-Pero algo habrá que hacer –Elena se levantó, incapaz de quedarse quieta, y empezó a dar vueltas por la enorme habitación como si de un león enjaulado se tratase.

-Hasta ahí llegamos. El problema es qué –replicó Scorpius.

Dominique, que hasta el momento se había mantenido inusualmente callada, perdida en sus pensamientos mientras comía una tableta de chocolate con almendras, se incorporó de repente.

-Tenemos que neutralizarlos –dijo, con energía.

-Síp, pero el problema es cómo –respondió Albus-. Aunque a ti ya se te ha ocurrido algo, ¿me equivoco?

Ella negó con la cabeza.

-No. Es  que a ver, he estado pensando. Y si el objetivo de la poción es poder invocar o lo que sea a Grindelwalt tendrá que tener algo suyo, ¿no?

Todos miraron a Elena, la "experta" en pociones del grupo, que se había situado junto a la cristalera que siempre invocaban, y esta asintió lentamente.

-Bueno, sí. Pero no es tan sencillo y depende un poco de la poción. Igual esta no es de esas. Quiero decir, Grindelwalt lleva muerto muchísimo tiempo y ni siquiera se sabe exactamente qué fue de sus restos ni de sus pertenencias, ya que estamos, porque todo desapareció misteriosamente.

-Pero... ¿bastaría con algo que fuera cercano a él? No sé, como una medallita –continuó Nique.

Elena asintió.

-Bueno sí.

Los tres primos se miraron entre sí, y Elena y Scorpius también cruzaron una mirada preguntándose qué se habían perdido. Finalmente, al ver que nadie decía nada, fue el rubio quien formuló la pregunta del millón.

-¿Se puede saber qué no sabemos Elena y yo?

Rose tomó la palabra.

-Es nuestra tía Luna, Luna Scamander.

-Sí, la conozco.

-Yo no, es la madre de Lorcan y Lysander, ¿no? –Inquirió Elena, que sí que conocía a los gemelos de haberles visto alguna vez, sobre todo al segundo.

-Sí. Bueno, pues su padre y ella creían firmemente en la existencia de las Reliquias de la Muerte, con razón como se demostró después, pero eso no viene al caso. La cuestión es que siempre estuvieron muy orgullosos de tener entre sus posesiones un medallón con el famoso símbolo de las reliquias que en su día el mismo Grindelwalt había llevado.

Scorpius asintió de repente.

-¡Sí! Yo ya había oído eso en alguna parte –dijo-, lo que no sé es dónde...

-Probablemente en algún especial de El Quisquilloso –respondió Dominique con desinterés.

-Puede ser, pero no me lo creí. ¿Es que tiene algún fundamento?

Rose, que estaba a su lado, comenzó a acariciar su mano casi de modo inconsciente.

-Eso me temo. Incluso mi madre, que ya sabes que quiere un montón a Luna pero es muy escéptica con ella, le da crédito así que...

Scorpius apretó la mano de su novia.

-Así que tenemos un problema –concluyó.

Pero Elena, aún de pie, se cruzó de brazos y negó con la cabeza.

-Más bien lo que tenemos es una solución. Después de todo, no parece que vayan a tener un acceso rápido a ese colgante, ¿o sí?

Los demás lo pensaron durante un momento.

-Acceso inmediato no pero... La madre de Tanya es muy amiga de Luna, así que eso podría ser un problema.

-Sí, y también las dos van a ir a la boda de Teddy y mi hermana, nada bueno puede salir de ahí.

Elena suspiró y se apartó el pelo de la cara.

-Entiendo. Sí, seguramente esos dos no se hubieran arriesgado a poner todo esto en marcha sino pudieran completarlo. Pero nosotros tenemos algo a nuestro favor.

-¿El qué? –Inquirió Rose.

-Bueno, ellos no tienen ni idea de que sabemos lo que se traen entre manos, y además vamos a hacer todo lo posible porque no consigan ese colgante...

-¿Y si no es suficiente?

-Eso déjamelo a mí, tengo un plan.

Todos la miraron expectantes y Elena sonrió antes de volver a sentarse.

-Bueno, no os lo he contado antes porque el resto era más urgente, pero por lo que he observado la poción podría estar lista para un poco antes de que nos den las vacaciones de Pascua... Sí, sé que eso parece una mala noticia, pero puede que se vuelva en nuestro favor.

-Sorpréndenos –pidió Dominique, enarcando una ceja.

Y entonces Elena les contó su plan. Las pociones del tipo 7A negativo tenían una propiedad muy especial que se conocía como "letargo". Básicamente, si se mezclaban con la cantidad adecuada de Filtro de Muertos en Vida, la poción se quedaba en el mismo estado –sin madurar ni estropearse ni nada- durante un tiempo indefinido, hasta que se volvieran a añadir dos gotas de un antídoto especial. Durante este tiempo daba igual cualquier cosa que se añadiera a la poción, nada surtiría efecto, y la pelirroja estaba segura casi del todo de que aquel recurso era el que pretendían utilizar Tanya y Nikolai para que la poción no se echase a perder mientras ella conseguía el colgante de Grindelwalt.

-Así que cuando veamos que tienen la poción lista y en letargo, yo la despierto, añado el último ingrediente y luego la vuelvo a dormir... Y ya verás que sorpresa se llevan cuando despierten la poción y de repente se encuentren a... ¿A quién deberían encontrarse?

-A Rowena Ravenclaw, que seguro que ella les da una buena charla –sugirió Nique-, y además yo sé dónde encontrar algo suyo...

Los demás asintieron y Elena esbozó una sonrisa maliciosa.

-Excelente, entonces...

El segundo trimestre siempre era el más largo del curso escolar en Hogwarts, y para la mayoría de los alumnos se hacía eterno. Aquel año en concreto, debido al Torneo de los Tres Magos, a las actividades especiales y a los alumnos de otros países, se había hecho más ameno que de costumbre, pero aún así a principios de abril nadie podía esperar para disfrutar por fin de las vacaciones de Pascua.

Estas se hicieron de rogar, pero al final llegaron, y el jueves seis de abril a primera hora de la mañana, un pequeño grupo de estudiantes esperaba en la estación de trenes de Hogsmeade el expreso que los llevaría a Londres.

Eran pocos, muy pocos para el bullicio que otros años se montaba allí, pero esto resultaba comprensible puesto que, con motivo del Torneo de los Tres Magos, se habían organizado en Hogwarts muchas actividades y talleres especiales que nadie quería perderse. Así, los únicos que habían madrugado para volver a casa eran aquellos invitados a la boda de Teddy Lupin y Victoire Weasley  que aún no tenían edad suficiente para viajar por su cuenta.

Por un lado, ocupando los desvencijados bancos de la estación estaban todos los Potter y Weasley junto a Andrew, Jaime, Scorpius y Elena. En principio, las gemelas Longbottom iban a viajar junto a ellos, pero finalmente se decidieron por ir al día siguiente junto con su padre vía red Flu. Según Dominique había averiguado discretamente, Tanya Jordan viajaría con ellos. El ambiente general era silencioso: la noche anterior todos habían estado de fiesta para celebrar el comienzo  de las vacaciones y en su mayoría solo podían pensar en volver a la cama. Elena incluso se había quedado dormida sobre el hombro de James, quien la rodeaba con sus brazos mientras tarareaba suavemente una canción. A Rose y Scorpius, apoyados el uno en el otro, poco les faltaba para seguir el mismo camino, Lily Luna escuchaba música en bajito con los ojos cerrados, Andrew,  al igual que Albus, estaba enfrascado en la lectura y Jaime se había puesto a leer un suplemento deportivo de El Profeta. Los único que parecían tener energía eran Louis y Domique, quienes, sentados en un aparte, conversaban animadamente sobre distintos temas.

Pero ellos no eran los únicos que esperaban en la estación. Y es que Cris Avery, Margot Greengrass y Oliver Wood Jr también habían madrugado para viajar a Londres. Los tres slytherins estaban sentados en el carruaje guiado por thestrals que los había llevado hasta allí; Margot en el suelo del mismo junto a la portezuela y los otros dos apoyados en los escalones.

El chico, con una camiseta del Puddlemore United y una gorra negra hacia atrás, estaba contando una historia aparentemente muy divertida, puesto que Cris no dejaba de reír a carcajadas. La chica, con el pelo recogido en una coleta y una camiseta de la Juventus de quidditch, lucía unas grandes ojeras prueba de que en Slytherin también había habido fiesta la noche anterior, como bien apreció Jaime una vez terminó con su suplemento deportivo.

No era él el único que no podía apartar su mirada de aquel grupo, puesto que a Louis Weasley le sucedía lo mismo... Salvo que el objeto de su atracción era Margot. Observó que la chica parecía más pálida de lo habitual, y apostó porque ella también tenía unas buenas ojeras, aunque no podía averiguarlo, porque cubría sus bonitos ojos negros con unas grandes gafas de sol. Al igual que sus amigos ella también llevaba una camiseta de quidditch, que al principio Louis no supo identificar pero que finalmente reconoció como del Real Madrid Quidditch.

A las ocho en punto, el Expreso Hogwarts llegó a la estación, y James despertó a Elena sacudiendo suavemente su hombro. La pelirroja bostezó y se frotó los ojos, haciéndolo sonreír.

-¿Ya está aquí el tren? –Inquirió, mientras se estiraba.

-Sí, acaba de llegar. Ve entrando, anda, que yo te llevo el baúl.

Elena sonrió y depositó un suave beso  en sus labios.

-Merci –dijo, levantándose-. Y por cierto, eres la mejor almohada que he probado.

-Un placer serlo, señorita –respondió el chico, guiñando un ojo.

Los de Sltyherin rápidamente se metieron en su vagón habitual mientra que el resto ocuparon el que estaba destinado a los prefectos, ya que nadie les reprendería por estar allí.

Siguieron dormitando en la misma tesitura que cuando estaban en la estación de trenes durante un buen rato hasta que, cerca de las diez y media, la cosa comenzó a animarse. Jaime pareció salir de un trance y despejarse y empezó  a gastar bromas a todo el mundo.

-Yo voto  por jugar al póquer –sugirió el Merodeador rubio, propuesta que fue rápidamente aceptada por los otros dos.

-Ey es una buena idea –secundó también Louis.

-Una gran idea... Pero yo no sé jugar –objetó Elena.

-Ni yo –añadieron Lily Luna y Rose a la vez.

-Bueno, a ti ya  te enseño yo pelirroja –dijo James, pasando un brazo por la cintura de esta.

-Entonces hecho.

Rose y Lily se pusieron entonces con Jaime y Andrew, que eran los otros dos que mejor sabían jugar, y comenzó la partida.

-¡¡Ganamos!! –Gritó Elena un buen rato después, emocionada, abrazando a James.

-Ya te dije que conmigo ibas a ganar, pelirroja –replicó este, muy sonriente.

-Pura potra –dijo Andrew, haciendo una mueca.

-Y eso cuando no hayáis hecho trampas –añadió Jaime-, a ver esas mangas, a ver.

La francesa les sacó la lengua y luego besó a James.

-Así me gusta Jimmy, que me enseñes cosas de provecho –rió cuando se separaron-, dentro de poco seré yo la que te desplume.

-Eso habrá que verlo...

Se vieron interrumpidos por la señora del carrito, que pasaba por allí ofreciendo los típicos snacks y a la que compraron un poco de todo.

-Oh mierda, se nos ha olvidado coger empanada... Con lo que a mí me gusta –se lamentó Dominique.

-Es verdad, está realmente buena –asintió Hugo, al que en realidad le gustaba todo.

-Pues ya sabes hermanita, solo tienes que levantarte y salir a comprar uno –dijo Louis, sonriendo mientras comía una rana de chocolate.

Nique puso carita de pena.

-Pero es que a mí no me apetece levantarme... Y tú estás más cerca de la puerta...

-Ah no, ni hablar.

-Venga, tato... Hazlo por mí anda.

Si había  dos expertas en poner cara de pena para que nadie fuera capaz de negarlas nada, esas eran Dominique y Victoire Weasley, que llevaban años practicando juntas para perfeccionar su técnica. Cualquiera diría que, después de tanto tiempo, Louis ya sería inmune, pero seguía cayendo como lo había hecho siempre.

A  regañadientes, se levantó, cogió el dinero que su hermana le tendía y salió del compartimento.

En cuanto vio pasar a la señora del carrito, Margot salió al pasillo en busca de manzanas caramelizadas para ella y chocolate con leche para Cris. Además, cogió una bolsa de grageas de todos los sabores para compartir con Oliver, que estaba profundamente dormido.

Estaba pagando a la señora cuando sintió que unas fuertes manos se apoyaban en su cintura. Solo podían ser dos personas, y Oliver estaba dentro del compartimento dulcemente dormido.

-Hola preciosa –susurraron en su oído, y ella sonrió, porque efectivamente era Louis Weasley.

Se guardó el cambio en el bolsillo, cogió la bolsa que le tendía la señora del carrito y entonces por fin se giró, hasta quedar cara a cara con él.

-Hola Weasley –respondió, sonriendo de medio lado.

Él le levantó las gafas de sol y se las colocó sobre la cabeza, y se quedó un minuto observando sus brillantes ojos negros. Ninguno de los dos notó como la señora del carrito se escabullía discretamente, sonriendo de manera comprensiva.

-Mucha fiesta anoche, ¿eh? –Comentó Louis, fijándose en las ojeras de ella.

-Por supuesto, ¿acaso creías que en Slytherin no nos lo pasamos bien? –Margot enarcó una ceja.

-Espero que un día me enseñes cómo lo hacéis...

-A lo mejor. Si te portas bien.

-Lo tendré en cuenta... Así que el Real Madrid, ¿eh? –Dijo, en referencia a la camiseta.

-Por supuesto, somos el mejor equipo.

-Eso es discutible.

-¿Te recuerdo la paliza que le dimos a tu Puddlemore?

-Eso no fue más que un partido...

-Ya, claro, típica excusa. Pero tranquilo,  que el próximo partido es el martes y entones ya lo comprobaremos.

Louis ni siquiera se creía lo bien que estaba yendo todo con Margot últimamente, casi sobre ruedas. Sin embargo, sabía que ella siempre encontraba el modo de salirse de la tangente y desconcertarlo, así que tenía que ir con pies de plomo. Aún así, en algún momento tendrían que avanzar... Y Louis pensó que aquel era uno tan bueno como cualquier otro.

-Tal vez podríamos comprobarlo juntos, ¿no?

La acercó un poco más a él y Margot pasó las manos por detrás de su cuello, aún sujetando la bolsa.

-Bueno, el partido es a las siete así que  digamos que... ¿nos vemos el martes a las seis y media? –Propuso ella.

El chico apenas se creía su buena suerte.

-¿Y digamos en tu casa? –Continuó Margot.

-Creo el lunes vuelvo a Shell Cottage así que puedes buscarme ahí.

-Entonces el martes a las seis y media me tienes en tu chimenea.

-Te estaré esperando. Cambiando de tema, me concederás algún baile en la boda de mi hermana, ¿no?

Margot sonrió.

-Tampoco es cosa de abusar, Weasley.

Antes de que él pudiera decir nada, le dio un beso en la mejilla, se zafó de su agarre y volvió a entrar en el compartimento de Slytherin.

Louis se  encaminó entonces hacia el suyo propio, sin acordarse de la empanada ni por asomo y contento como nunca.

Llegaron a King's Cross  a las cuatro, cansados por el viaje pese a no haber hecho nada.

Harry y Ginny Potter esperaban ahí hablando con Hermione, Ron y Billl Weasley. Junto a ellos pero ligeramente apartadas, Daphne Greengrass cotilleaba con Fleur acerca de una compañera de trabajo.

Pero todas las conversaciones cesaron cuando la antigua locomotora se paró y las puertas se abrieron. Los chicos bajaron arrastrando sus pesados baúles, pero enseguida los soltaron y corrieron a abrazar a sus padres y familiares.

Elena fue la única que se quedó un poco rezagada, al no conocer a la gente, pero Albus la agarró del brazo y Ginny Potter enseguida la envolvió en un abrazo de oso como a una más de la familia.

-Elena, encanto, un placer volver a verte –dijo, sonriendo abiertamente-. Mis hijos me han escrito mucho sobre ti.

-¡Mamá! –Protestó James, poniéndose rojo.

Ginny se rió y le dijo algo que Elena no alcanzó a oír porque el señor Potter también la había abrazado.

-En realidad te menciona en todas sus cartas –susurró Harry en su oído, y ella también se sonrojó.

La mujer de enmarañado pelo castaño a la que Elena había reconocido como la madre de Rose y Hugo se adelantó y pegó cariñosamente al señor Potter.

-Harry, en serio, ¿no vas a aprender nunca? La pobre chica se ha puesto roja...

-Auch Herms, eso ha dolido...

-Qué exagerado eres –la mujer sonrió y sacudió la cabeza y se volvió hacia Elena-, por cierto, encantada, soy Hermione Weasley, la madre de Rose, es un placer.

-Un placer, señora Weasley –respondió Elena educadamente, y la dio dos besos mientras la abrazaba.

-Es mutuo, pero mejor llámame Hermione, después de todo eres muy buena amiga de mi hija y además como no lo hagas te vas a hacer un lío en esta familia...

Elena rió y asintió. El hombre pelirrojo a su lado, que tenía los mimos ojos que Rose, dio un paso al frente entonces.

-Vamos no la acapares Mione –sonrió, apartando suavemente a su mujer y abrazando a la chica-. Yo soy Ron, pero como eres la novia de mi ahijado favorito también puedes llamarme tío.

Elena se puso aún más roja, y Ron se echó a reír.

La madre de Rose tiró entonces de su marido para que fueran a saludar a Scorpius, y Elena quedó frente a Dominique y Louis y los que debían ser sus padres: un hombre de estatura media, pelo rojo –menuda sorpresa allí- hasta los hombros, sonrisa agradable y aspecto guay pese a que ya no era exactamente joven y una bonita mujer de cabello rubio platino.

-C'est un vrai plaisir de te connaître[1]–dijo la mujer, plantándole dos besos-. Je suis Fleur Weasley et il est mon mari Bill.

Elena sonrió  al oír a alguien hablar su lengua materna con fluidez de nuevo.

-Je suis contente de vous connaître aussi, madame Weasley[2].

-Fleur –corrigió esta, sonriente, y Elena sintió.

-Y también es un placer, Bill.

El aludido iba a decir algo, pero Ginny apareció entonces.

-Ya habrá  tiempo de hablar y conocerse mañana en La Madriguera, ahora estamos todos muy cansados y además no es el lugar...

-Es verdad, canija, cuando tienes razón hay que dártela –convino Bill, y ella le sacó la lengua.

Todos se despidieron, riendo al ver como Ron fruncía el ceño cuando Scorpius le daba un inocente beso en la mejilla a Rose antes de irse con su tía Daphne, Cris y Margot, aunque Hermione lo reprendió en silencio.

Al fin, Elena se encontró en el coche rojo de los Potter, muchísimo más amplio por dentro de lo que parecía por fuera, ya que cabían a la perfección los señores Potter, Albus, Lily Luna, James, Jaime, Andrew –estos dos también se quedarían con ellos en el Valle de Godric ya que sus familias no podían ir a la boda- y ella.

Elena apoyó la cabeza en el hombro de James.

-Y bueno, ¿qué  te ha parecido mi familia? –Preguntó el chico.

-Encantadores... Y sigo preguntándome a quién habrás salido tú –respondió Elena, besando su mejilla.

-Ya te dije que al mejor de todos. Y ya verás como te lo demuestro.

Ella sonrió.

-Me lo creo, pero aún así lo estoy deseando.



[1] Es un verdadero placer conocerte. Yo soy Fleur Weasley y este es mi marido  Bill

[2] Yo también estoy contenta de conocerla, señora Weasley.



¡Hola! Bueno hoy sí que tengo poquísimo tiempo pero llevo toda la tarde trabajando para poder subir el capítulo a tiempo y de verdad espero que os guste. A los que queréis más de Jaime y Cris solo os diré que pronto se compensará... Y sí que sí me tengo que ir, un besote a todos.

AngelaLannister

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