
Inglaterra
Inglaterra
Unos años más tarde
Elena Williams se bajó del carruaje de Beauxbatons acarreando la jaula Nefertari, su lechuza. Monsieur Philippe, el conductor del carruaje, abrió la puerta para ella y, muy amablemente, acarreó su baúl hasta la puerta de su casa.
-Merci beaucoup, monsieur Philippe -dijo Elena educadamente-. Au revoir et von voyage.
-Merci Mademoiselle -respondió el hombre inclinándose levemente y entrando de nuevo en el carruaje-. Au revoir.
Elena sonrió e hizo un último gesto de despedida al carruaje, en el que aún quedaban varias amigas suyas. Después, posó la jaula de la lechuza en el suelo y empezó a revolver en su bolso hasta que encontró las llaves y abrió la puerta.
Cogió todas sus cosas como buenamente pudo y entró hasta el salón. Y allí estaban sus padres y su hermano. Judie fue la primera en levantarse y correr a abrazar a su hija.
-Ma petite! -Sonrió, estrechando a Elena entre sus brazos-. Te hemos echado mucho de menos. ¿Cómo te ha ido por Beauxbatons? ¿Has conocido a alguien?
-Eh Judie, dala un respiro cariño -intervino Jacob-. Elena solo acaba de llegar.
Elena sonrió a su padre y corrió a abrazarle.
-Hola pequeña -sonrió su padre-. Te hemos echado mucho de menos por aquí.
-Yo también os he echado mucho de menos, papá.
Jacob sonrió, dio un último apretón a su hija y la dejó libre. Entonces, Elena se dirigió a Alaric y le abrazó muy fuerte.
-Hola hermanito. -Dijo con una sonrisa. Alaric y ella no se veían mucho, pero estaban muy unidos.
-Hola enana. ¿Qué tal en ese colegio tuyo? ¿Hay alguna chica que merezca la pena?
-Nunca cambiarás, ¿eh Alaric? -Resopló Elena-. De todos modos no te he encontrado nada… Ya puedes buscarte la vida solito, tato.
-Bueno chicos -sonrió Judie Williams-, vamos al comedor, ¿vale? Allí nos pondremos al día.
Todos asintieron y se dirigieron al comedor. Judie se había esmerado especialmente con la cena ese día, y había de todo. Incluso había encargado algo de comida china, que Elena y su padre adoraban.
Elena acababa de terminar su quinto curso en la Academia Beauxbatons, y había cumplido dieciséis años durante el curso, el día once de marzo.
Había cambiado mucho desde los once años, y ahora era toda una jovencita de metro setenta, era esbelta y grácil. Su piel era blanca, parecida al marfil, tenía una nariz recta y fina, labios rojizos, carnosos y sensuales. Su rostro era un óvalo perfecto salpicado por algunas pecas, y su mandíbula cuadrada denotaba su orgullo. Sus ojos eran grandes, verdes como esmeraldas, cautivadores e increíblemente hermosos. Tenía unas largas y tupidas pestañas, sobre las que sus cejas pelirrojas se arqueaban con elegancia. Su pelo también era pelirrojo, una cascada roja que caía casi hasta su cintura.
Elena era elegante, y todos sus movimientos tenían la gracia de una bailarina. Puede que el hecho de que Elena hubiera hecho ballet desde pequeña y que diera clases de danza en el colegio tuviera algo que ver.
Por fuera era todo dulzura, una rosa inglesa, pero por dentro había que temer la mezcla del carácter inglés de su padre y del francés de su madre.
Siempre había sido una muchacha inteligente y rápida, pero también podía ser muy sarcástica e hiriente cuando quería, y adoraba brillar y sobresalir. Era una de las mejores alumnas de la Academia Beauxbatons, y también una de las más populares. Sin embargo, debajo de su dulzura, Elena tenía un carácter de mil demonios, aunque con el paso de los años había aprendido a controlarse.
Ese año, Elena se había examinado de sus TIMOs, y esperaba con ansia la llegada de sus notas.
El tiempo también había pasado por Alaric, que había cumplido dieciocho años el día veintidós de enero. Alaric medía un metro setenta y ocho, tenía un cuerpo delgado y musculoso, de piel morena, pelo negro que le caía con gracia sobre la frente, y unos ojos negros que parecía que no tenían pupilas. Era definitivamente guapo, y las chicas se lo rifaban, pero él no estaba interesado en salir con ninguna de las chicas de su entorno. Alaric era descuidado, muy interesado por todo lo referente al mundo de los magos y además casi nunca se enfadaba. Adoraba la música y el deporte, ya que Alaric era muy activo. Y además era un excelente confidente para cualquiera, ya que era muy discreto.
Durante la cena, Elena habló a sus padres y a su hermano sobre su curso en Beauxbatons y los TIMOs, y ellos la contaron cosas sobre el mundo muggle y su familia y antiguos conocidos.
-Tenemos que daros una noticia muy importante. -Anunció Jacob cuando ya casi habían terminado de cenar.
-¿De que se trata? -Preguntó Alaric, intrigado.
-¿Acaso vamos a tener un hermanito o una hermanita? -Intervino Elena en tono burlón.
-Ya estaba yo echando de menos tus comentarios, Elena -sonrió su padre, resignadamente-, pero te diré que no. No vais a tener un hermano. La noticia es que el mes que viene nos mudamos a Londres.
Lo dijo como si nada, del mismo modo que habría anunciado a sus hijos que irían a comer fuera al día siguiente. Pero si el señor Williams pensaba que sus hijos se tomarían mejor la noticia solo por su tono indiferente estaba muy equivocado y conocía muy poco a sus hijos, en especial a la menor.
-¿¡CÓMO!? -Gritó Elena, casi derramando su vaso-. Espero que sea una broma.
Alaric, mucho más controlado que su hermana, no estalló, si no que se limitó a mirar a sus padres pidiendo explicaciones. De todos modos su calma era totalmente falsa, como se podía percibir en sus labios fruncidos.
-Lo siento, ma petite -respondió su padre sosegadamente-, pero no se trata de ninguna broma. Ya tenemos incluso pasajes de avión para irnos el día veinte de julio. Tenéis hasta el día diecisiete para embalar todo lo que queráis llevaros y arreglar todos los asuntos que tengáis pendientes.
-Pero, ¿y qué pasa conmigo? -Preguntó Elena, aún indignada y sin darse por vencida-. ¡No puedo dejar mi educación mágica a medias justo ahora que he hecho los TIMOs!
-No tendrás que dejar nada a medias Elena -repuso pacientemente su padre-. Hay un colegio de magia en Reino Unido, y podrás asistir allí. Creo que se llama Hogwarts.
Elena movió la cabeza con incredulidad. Por supuesto que conocía Hogwarts, uno de los colegios de magia más populares de Europa, pero no quería dar clase allí. Ella quería seguir en Beauxbatons, como siempre.
-¡Eso no tiene nada que ver papá! Yo no conozco a nadie en Hogwarts, mi vida entera está en Beauxbatons. No podéis pedirnos que cambiemos todo así por así, y menos sin darnos una explicación.
Alaric se había mantenido silencioso hasta el momento, pero consideró que ese sería el momento adecuado para intervenir.
-Elena tiene razón. Tenéis que darnos una explicación.
Jacob Williams suspiró y comenzó a hablar.
-Vamos a volver a Londres porque en realidad nunca debimos marcharnos.
-Eso no es una explicación. -Replicó Elena, tozuda.
-A eso iba querida, no seas impaciente -pidió su padre, y sus ojos suplicaban compasión, aunque sabía bien que no iba a obtenerla-. Hasta ahora he dirigido mi empresa a distancia y me ha ido bien, pero mis empleados me necesitan cerca y tu madre también puede trabajar en Londres. Y además, así podremos estar más cerca de mi familia, ya que cuando nos mudamos aquí lo hicimos porque tu madre echaba de menos a su familia. Tus abuelos, por desgracia, murieron el año pasado, y como tu madre era hija única ya no tiene familia cercana en Francia, yo en cambio tengo a mis padres en Londres, y mi hermana trabaja en Escocia. Y es bueno que vosotros también volváis a vuestras raíces. Tu madre era bastante feliz en Londres y volverá a serlo, pero yo jamás me he acostumbrado a Francia…
-¿Así que se trata de eso? -Interrumpió Elena-. Se trata de que tú no te has acostumbrado a Francia, y como solo estábamos aquí por los abuelos… Muerto el perro se acabó la rabia, ¿no? Quizá deberían haberse muerto antes y así no tendrías que haber vuelto de tu amada Inglaterra, me extraña que no bailaras en su funeral. ¿Y acaso te has parado a pensar en Alaric y en mí? Nosotros somos franceses, tenemos nuestra vida aquí, y yo al menos no quiero dejarlo todo porque a ti se te haya antojado volver a tú país.
-Elena, eso está siendo muy cruel por tu parte, yo… -Intentó decir su padre, pero Elena no le dio tiempo, ya que se levantó furiosa y, con toda la dignidad posible, se retiró a su cuarto.
Alaric se encogió de hombros, acostumbrado a las bruscas reacciones de su hermana, y también se retiró a su habitación.
Los niños Potter y Weasley también habían crecido, y ya no eran niños, si no adolescentes y jóvenes adultos.
Victoire Weasley tenía ya veintiún años, seguía siendo increíblemente hermosa y no había cambiado un ápice en los años que habían pasado, aunque trabajaba como medimaga, y en sus ratos libres era modelo mágica. Había vivido un par de años en París, pero al final había vuelto junto con su familia, y ahora mismo vivía de alquiler en un apartamento cerca de San Mungo junto con su novio Teddy.
Teddy tenía la misma edad de Victoire, y ambos vivían juntos, aunque sin decidirse a casarse aún. Al final, Teddy Lupin había seguido los pasos de su madre y era auror, y uno muy bueno además, aunque a veces era un poquito torpe. Quería muchísimo a Victoire, y tan solo estaba esperando al momento adecuado para pedirla que se casara con él. Victoire y Teddy vivían juntos, pero en realidad aún no habían terminado de emanciparse, y Victoire aún pasaba mucho tiempo con su familia en Shell Cottage, mientras que Teddy frecuentaba más el valle de Godric, dónde estaban los Potter, a los que consideraba su familia.
Dominique tenía dieciséis años y estaba a punto de comenzar su sexto año en Hogwarts. Cuando terminara Hogwarts deseaba dedicarse a algo relacionado con el mundo muggle, que tanto la apasionaba.
Nique seguía siendo libre y despreocupada, pendiente solo de su familia y sus amigos. Tenía unos cuantos pretendientes, pero ella no les hacía ni caso, lo que por otra parte hacía que la quisieran aún más. Disfrutaba con su modo de vida y era muy buena con la música: tocaba el piano, la guitarra, el arpa y la flauta travesera, y hablaba inglés y francés a la perfección, cosa que hacía sonreír a su madre. Al contrario que Victoire, Dominique no era muy femenina, aunque tampoco una marimacho.
Louis iba a cursar su quinto año en Hogwarts, y era uno de los chicos más populares de Hogwarts, con su pelo rubio, sus ojos azules y su actitud divertida a lo Bill Weasley. Las chicas le perseguían, y él hacía todo lo posible por evitarlas, ya que en quien él estaba realmente interesado en Tanya Jordan, una de sus compañeras de casa y capitana del equipo de quidditch de Ravenclaw. Sin embargo, Tanya parecía ser la única chica que no se interesaba en Louis Weasley, así que él redoblaba sus esfuerzos para conquistarla. Louis era un buen jugador de quidditch, y jugaba como guardián en el equipo de su casa. Era probable que consiguiera su sueño de jugar en el Puddlemore United, ya que varios equipos profesionales ya le habían echado el ojo al joven Weasley.
Molly Weasley II tenía veinte años y, al terminar Hogwarts, había hecho un curso de cocina. Ese mismo año había abierto una pastelería en Hogsmeade, con la ayuda de toda su familia. No solo vendía pasteles, si no que había habilitado una pequeña zona como cafetería en la que servía todo tipo de bebidas. Había decorado la tienda con ayuda de su hermana Lucy, y el resultado era realmente magnífico: todos en la familia habían colaborado un poco y la tienda era encantadora.
Molly era pequeñita, de pelo rojo muy vivo, ojos grises como una tormenta que podían resultar temibles si querían y un rostro pálido en el que cada vez había menos pecas. No había abandonado su ambición de ser directora de Hogwarts, y seguía estudiando encantamientos, su asignatura favorita, con la esperanza de poder llegar a enseñar en Hogwarts.
Lucy Weasley contaba con diecinueve añitos, y hacía uno se había independizado junto a Lorcan Scamander, su novio de Hogwarts. Lucy era alta, delgada, pálida, con el pelo negro como la noche oscura y los ojos grises como una tormenta. Seguía siendo una rebelde y hacía todo como ella misma quería, sin seguir las normas de nadie. Lorcan era todo lo contrario: rubio, de ojos azules, paciente y muy sensato. Sin embargo, quería a Lucy por encima de todo lo demás, y j untos habían comprado una casita en el valle de Godric. La habitación más grande de la casa era el estudio de Lucy, donde ella pintaba y hacía su trabajo y él la miraba embobado. Lorcan siempre había estado allí cuando Lucy le había necesitado, y ambos se comprendían y se compenetraban muy bien. Lucy trabajaba como artista, pintando casas de vez en cuando, pero sobre todo pintaba cuadros, cuadros preciosos que compraba hasta el mismo ministro de magia. Lorcan era el enviado especial de El Profeta. A ambos les iba bien, y la verdad era que se querían muchísimo, a pesar de las fuertes discusiones que a veces mantenían.
Fred Weasley II tenía diecinueve años también, y seguía siendo igual de parecido a su tocayo, y no había sido mucho más aplicado en los estudios, pero, gracias a la buena influencia de su madre, al menos terminó Hogwarts. Ahora trabajaba junto con su padre en Sortilegios Weasley, y había inventado algunos productos realmente buenos. Salía con Marie Wood, la hija de Oliver Wood, y como ambos eran apasionados del quidditch, la cosa les iba muy bien, aunque ninguno estaba preparado para nada serio, al menos todavía.
Roxanne tenía dieciocho años, y seguía siendo una joven morena de pelo negro muy rizado, aunque cada día que pasaba se veía más hermosa. No la faltaban admiradores, pero su único amor, al igual que había pasado con si tío Charlie, eran los dragones. Trabajaba en Gales, en una gran reserva de dragones al sur del país, y era una gran profesional. Sus padres no podrían estar más orgullosos de ella, y su hermano solía visitarla, ya que de paso podía ver a los dragones. Freddie y Roxanne siempre habían estado muy unidos, y la distancia no cambiaba eso, porque se seguían escribiendo casi todos los días contándose hasta las más pequeñas cosas.
Rose había terminado su quinto año con la determinación de ser auror, y esperaba con ansias los resultados de sus TIMOs para ver si podría conseguirlo, aunque nadie más en su entorno dudaba de que sería capaz, ya que Rose había heredado el cerebro de su madre. Rose era alta y delgada, y su pelo rojo como el fuego se había alisado con los años. Tenía los ojos azules y era una chica muy guapa. Rose siempre llevaba un corazón con el dibujo de una llave colgado al cuello, y la gente solía preguntarse por qué, o más bien por quien, lo llevaría. Solo ella tenía la respuesta a ese enigma.
Hugo tenía quince años y era un gran fan de los Chudley Cannons, aunque la suerte del equipo no había mejorado mucho con los años. Era guardián del equipo de Hufflepuff, pero también era tan vergonzoso como algún día lo fue su padre. Hugo había trabado una gran amistad con Melanie O'Brien y Louis Campbell, y se los conocía como un nuevo trío de oro, aunque con menos pasión por transgredir las reglas. Hugo seguía siendo como Ron, aunque una vez que le conocías, podías advertir en su rostro bastantes rasgos de Hermione, como la forma de los labios y el modo en que sus cejas se arqueaban.
A sus diecisiete primaveras, James Sirius Potter era el chico más codiciado de Hogwarts. Era alto, medía un metro ochenta, delgado, ancho de espaldas y musculoso, debido a los largos entrenamientos de quidditch. Tenía el pelo negro y desordenado como lo tenía su padre y lo había tenido su abuelo, y los mismos ojos color avellana que este había tenido, sumado a una encantadora sonrisa que traía locas a todas las chicas de Hogwarts con las que no estaba emparentado. Era capitán del equipo de quidditch de Gryffindor y un excelente cazador. James lo daba todo por sus seres queridos, y era un bromista increíble, aunque quizá era un poco arrogante en ocasiones. Su mayor sueño era ser auror.
Albus Severus tenía dieciséis años, medía un metro setenta y cuatro y era larguirucho y desgarbado, con el pelo negro siempre revuelto pese a los esfuerzos de su madre por domarlo, y los ojos verdes de su padre y su abuela brillaban como piedras preciosas en su rostro. Físicamente, Albus era idéntico a su padre, siempre lo había sido, y también se parecía mucho psicológicamente. Al igual que su padre, a Albus no le importaba meterse en líos y romper las normas si era necesario, y era muy bueno en Defensa Contra las Artes Oscuras. Lo único que no compartía con su padre era su amor por el quidditch, ya que Albus no era aficionado al deporte más popular entre los magos. Seguía siendo el que mejores notas sacaba de sus hermanos, ya que era el único que realmente se esforzaba. No tenía claro a qué quería dedicarse, pero la fabricación de varitas le llamaba mucho la atención.
Lily Luna Potter tenía quince años y era una joven muy hermosa, con unos cuantos pretendientes en Hogwarts, aunque todos temían a sus hermanos y primos, por lo que eran pocos los que conseguían reunir el valor para pedirla salir o dar una vuelta por Hogsmeade, siquiera. Lily era alta, esbelta y voluptuosa, con un rostro dulce y salpicado de pecas, de nariz respingona, ojos grandes color miel y una sonrisa encantadora. Era inteligente, y en Hogwarts traía de cabeza a Trelawney, porque ella era una auténtica vidente. Solía vestir de muchos colores, y amaba a los animales, sobre todo a su perrito Wenceslao Wolframio (nombre que tenía una larga historia). Pero no había que engañarse, Lily podía llegar a ser de temer si se metían con ella. Era la guardiana de Gryffindor, y nadie dudaba que era una de las mejores guardianas que el equipo había tenido.
Y esos eran los jóvenes Potter y Weasley. La vida les estaba llevando por distintos caminos, pero todos seguían amando a su familia y, estuvieran donde estuvieran, siempre regresaban a la Madriguera para celebrar la navidad y al menos unos días en verano.
El diecisiete de Junio se acercaba peligrosamente, y Elena tenía aún muchos asuntos que resolver. Uno de ellos, el más importante, era su cambio de colegio. Tenía que solucionar su transferencia de Beauxbatons a Hogwarts, y a día trece de Julio ya era hora de ponerse a ello.
Elena tomó un pergamino y una pluma y empezó a escribir a Olympe Maxime, la directora de Beauxbatons.
Estimada Madame Maxime,
Desde los once años he tenido el privilegio de estudiar en la Academia Beauxbatons para jóvenes magos y brujas. El año pasado he terminado mi quinto curso y me he examinado de mis TIMOs. Hasta ahora, he residido en París, pero mi situación ha cambiado, y por diversos motivos de índole personal he de trasladarme a Londres el próximo curso por un tiempo indefinido. Como no deseo abandonar mis estudios de brujería, ni tampoco he dejado de ambicionar dedicarme a la preparación de pociones, me gustaría continuar mis estudios de magia en el prestigioso Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, al que asisten los jóvenes magos y brujas del Reino Unido. Por tanto solicito el traslado de la Academia Beauxbatons al Colegio Hogwarts.
El motivo de esta carta es informar de mis intenciones de no cursar el próximo curso en Beauxbatons e informarme del procedimiento que he de seguir para solicitar una plaza en Hogwarts.
Muchas gracias por su atención.
Un saludo,
Elena Williams.
Elena dobló la carta y la selló con un poco de lacre, estampando su sello en el lacre, sello que ella misma había fabricado en su clase de preparación de amuletos. Era un procedimiento antiguo, pero en Beauxbatons se valoraban ese tipo de cosas. Ató la carta a la pata de su lechuza y Nefertari voló en dirección a su destino.
La chica suspiró, cerró la ventana y volvió a la tarea en la que estaba ocupada antes de empezar a escribir la carta: empaquetar todas sus cosas en cajas. Aún no sabía muy bien como sería su habitación en Londres, pues se había ido de allí cuando tenía siete años y apenas recordaba nada, así que había decidido llevarse todas sus cosas allí.
Estimada señorita Williams,
Es una lástima que no pueda continuar su educación mágica en nuestra Academia, pero comprendemos que debe tratarse de una circunstancia de fuerza mayor, y la despedimos con los mejores deseos.
Podrá continuar su educación mágica en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, dirigido por la excelsa Minerva McGonagall, que sin duda estará encantada de recibirla. Por nuestra parte, nosotros ya hemos dejado constancia de que el próximo curso no estudiará en la Academia Beauxbatons para jóvenes Magos y Brujas, y hemos hecho partícipes al ministerio. Las calificaciones de los TIMOs le serán enviadas en unos días, y en el Colegio Hogwarts recibirán una copia.
Nuestra recomendación es que escriba a Minerva McGonagall solicitando una plaza en la institución que ella dirige. La señora McGonagall la explicará todo cuanto necesita saber, y nosotros ya la hemos enviado una copia de su historial académico y las asignaturas que querría usted cursar el próximo año escolar, aunque en Hogwarts no se imparte preparación de amuletos, por lo cual no podrá continuar cursando esa asignatura, aunque su nivel es suficiente como para poder seguir estudiando y haciendo experimentos por su cuenta si tal es su deseo.
Que tenga un buen día,
Madame O.Maxime, excelentísima directora de la prestigiosa Academia Beauxbatons para jóvenes magos y brujas.
Esta fue la carta que Elena recibió al día siguiente de escribir a Madame Maxime, cuando ya casi había terminado de recoger todas sus cosas y de despedirse de las amigas que tenía en Beauxbatons. En cuanto terminó de leer la carta, se puso manos a la obra a escribir a la directora de Hogwarts.
Estimada directora McGonagall,
Mi nombre es Elena Williams, tengo dieciséis años y he cursado los cinco primeros años de mi educación mágica en la Academia Beauxbatons para jóvenes magos y brujas. Por diversos motivos de índole personal y familiar, he de mudarme a Londres en unos días, y me gustaría continuar con mi educación como bruja en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería que usted dirige.
Ya he comunicado mis intenciones a Madame Maxime, directora de la Academia de Beauxbatons, y ella se ha comprometido a enviarles una copia de mi historial académico, además de las asignaturas que me gustaría cursar el próximo año si es que mis TIMOs (de los cuales también les enviarán una copia) lo permiten. Por mi parte, me sentiría muy honrada de poder estudiar en una institución tan prestigiosa como lo es el Colegio Hogwarts, y le rogaría que me admitiera el curso siguiente para estudiar mi sexto año.
Muchas gracias por su atención.
Un saludo con mis mejores deseos,
Elena Williams.
Elena no entendía porque Maxime podía enviar el historial pero no podía hablar con McGonagall para que la admitiera. Era estresante, y ella no soportaba esos trámites horrorosos, pero no tenía otro remedio, no si quería continuar estudiando magia, así que esperó pacientemente la respuesta de McGonagall, que llegó al día siguiente por la mañana.
Estimada señorita Williams,
Como directora del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, estoy encantada de darle la bienvenida a Hogwarts. Su historial académico me llegó anoche, y lo he estado revisando. No puedo hacer otra cosa que darle la enhorabuena, tiene usted un historial excelente, señorita Williams, y lamento que no pueda usted seguir cursando la asignatura "preparación de amuletos", aunque según Madame Maxime, tiene usted un nivel lo bastante elevado como para seguir practicando por su cuenta, cosa que confío que siga haciendo, pues la preparación de amuletos es un noble arte que cada vez se practica menos.
Por lo demás, no tendrá ningún problema en cursar el resto de asignaturas en las que está interesada siempre que sus TIMOs lo permitan, cosa de la que no dudo, habiendo visto su historial académico.
Su carta a Hogwarts le llegará en unos días a su domicilio en Londres, y allí se explican la mayoría de los detalles que usted debe saber, aunque quedan unas cuantas cosas de las que considero oportuno informarla.
En primer lugar está el asunto de su material escolar. La lista se adjunta a la carta, pero en ella no se dice el lugar donde conseguir las cosas que se piden. Supongo que querrá usted comprar el material en Londres. Allí hay un lugar, el Callejón Diagón, donde están la mayoría de tiendas mágicas. Para acceder allí, diríjase a "El Caldero Chorreante", lugar cuya dirección añado al final de esta carta. Una vez allí, la señora Longbottom, propietaria del lugar, le indicará como acceder al callejón, y podrá efectuar sus compras.
Por otro lado, no sé si usted sabrá que en Hogwarts dividimos a nuestros alumnos en cuatro casas diferentes según las aptitudes que estos posean. Las cuatro casas se llaman Gryffindor, Ravenclaw, Hufflepuff y Slytherin. Generalmente asignamos a los alumnos el primer día de su primer año, pero usted no ha estudiado previamente con nosotros, así que será seleccionada el primer día, tras los alumnos de primer año. Mientras esté en Hogwarts, vivirá usted con los alumnos de su casa, serán como su familia en el colegio y la mayoría de sus amigos serán de su casa, dado que serán las personas con quien más tiempo pase, aunque también se relacionará con personas de otras casas, por supuesto. Una vez que sea seleccionada, los prefectos de su casa le informarán sobre todo cuanto deba saber, y algún prefecto la conducirá hasta Hogwarts, yo me encargaré de ello.
Según he leído en su historial, es usted una gran jugadora de quidditch, capitana del equipo de Beauxbatons. En Hogwarts cada casa tiene su propio equipo de quidditch, y solemos organizar una copa de quidditch anualmente. Si usted desea seguir jugando, le recomendaría que se presentase a las pruebas que se organizan a principios de curso.
Mientras espera a que comience el curso, mi recomendación es que lea sobre Hogwarts y sus cuatro casas, para estar más familiarizada con el que desde ahora será su colegio.
Espero que tenga un buen día,
Minerva McGonagall, directora del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.
Elena leyó la carta por segunda vez, para asimilar todo su contenido. Cuando terminó, hizo una bola con el pergamino y la lanzó a la papelera. Suspiró y encendió la tele. Ya era oficialmente alumna de Hogwarts. Y eso la deprimía, porque significaba que su vida había cambiado radicalmente, ya no se sentía viviendo en Francia, ahora se sentía en Londres. Estaba deprimida y estresada, y no sabía que hacer. Generalmente, cuando estaba en Beauxbatons y se sentía así, salía a volar un rato, pero ahora estaba entre muggles, y a ver como lo explicaba si alguien la veía sobre una escoba voladora.
Al final, encendió la tele y se puso a ver una película cutre de hora de la siesta, por hacer algo.
Desde que tenía once años, cuando dio su primera clase de vuelo, había estado claro que Elena tenía talento para el quidditch: estaba hecha para volar sobre una escoba. Era rápida y ligera, y volaba increíblemente bien, de forma rápida y segura, y podía hacer todas las acrobacias que quisiera. Era golpeadora para Beauxbatons, considerado el mejor equipo juvenil de Francia, y disfrutaba cada minuto que pasaba sobre su escoba. Además, dos años antes, sus padres la habían comprado la mejor escoba del mercado, superando hasta la aquel momento insuperable Saeta de Fuego, la Vuelo de Pegaso.
Los días pasaron enseguida, y el veinte de julio no tardó en llegar. Llegó demasiado deprisa, para gusto de Elena.
A las ocho de la mañana ya estaban saliendo en dirección al aeropuerto con dos maletas cada uno. El resto de sus cosas ya habían sido enviadas a Londres dos días antes, así que estarían esperándoles a su llegada.
Durante todo el viaje, Elena estuvo leyendo "Historia de Hogwarts", tomo que no habría leído en condiciones normales, pero que la estaba ayudando a saber muchas más cosas acerca del colegio al que ahora pertenecía.
Cuando llegaron a Londres, fueron a comer a un elegante restaurante, y después a ver la casa en la que ahora vivían.
El enfado de Elena se había ido aplacando a medida que iba comprendiendo las razones de sus padres, pero todo se le pasó definitivamente cuando vio la que en adelante sería su casa.
Se trataba de una gran casa a las afueras de Londres, moderna y de mil ochocientos metros cuadrados, motivo por el cual habían tenido que contratar servicio, pese a que Judie no las tenía todas consigo. Y Elena había dejado bien claro que no quería que nadie pisara su cuarto y desordenara sus cosas. O que las ordenara.
La casa tenía tres pisos, cada uno de seiscientos metros cuadrados más una torre de tres plantas y cien metros cuadrados por planta.
En cuanto la vio, Elena dejó claro que ella quería vivir en la torre.
Su padre rió al oírla.
-Bien -sonrió Jacob-, por mí encantado. La torre era el lugar donde solía vivir mi hermana, y si tu hermano no quiere la torre, entonces es toda tuya.
-Por mí que se la quede ella -comentó Alaric-, yo no tengo ningún interés en vivir ahí.
-¡Perfecto! -Exclamó Elena, y corrió a ver sus dominios.
La torre era un edificio circular de piedra, enorme. El piso más bajo era de piedra desnuda, aunque una parte de la pared era de cristal. Esa planta estaba ocupada en su mayoría por una gran piscina de agua caliente rodeada por un par de tumbonas dobles y el techo estaba decorado imitando el cielo nocturno. La pared de cristal daba al jardín privado de la torre, que estaba separado del jardín principal por un pequeño bosquecillo. El jardín de la torre contaba con un pequeño lago cubierto de nenúfares, un césped perfectamente cuidado y unas cuantas florecillas, tanto silvestres como plantadas por el jardinero.
El primer piso estaba pintado de un color verde pálido con plantas trepadoras dibujadas a color oro viejo. El suelo era de piedra, y las paredes circulares estaban cubiertas de estanterías, en su mayoría vacías, aunque no todas. En el centro de la sala había una gran mesa de roble, y cerca de una de las ventanas estaba la mesa de dibujo de Elena. Parece ser que Jacob ya había previsto que su hija querría quedarse con la torre.
El tercer piso era el que sería el dormitorio de Elena. Era una gran habitación con el suelo cubierto de alfombras y las paredes pintadas de color negro con estrellitas pintadas. Las paredes estaban iluminadas por pequeños candelabros, y del alto techo colgaba una hermosa araña de cristal. La habitación solo tenía un gran ventanal que daba a una terraza desde la que se dominaban los jardines.
Frente la terraza había una gran cama de dos por dos (el sueño de Elena desde siempre), cubierta por un edredón de color azul marino con rosas bordadas.
Junto a la cama había dos pequeñas mesillas de cedro, y cerca de estas un gran armario de la misma madera, y cerca de la puerta de entrada había otra que conducía al baño. Volviendo a la habitación, no tenía mucho más, a pesar de ser enorme. Una televisión, una mesita y dos sofás y un pequeño escritorio.
Por el momento, Elena se sentía como en un sueño, aunque no acababa de considerar la torre como suya. Supuso que la cosa cambiaría cuando tuviera sus cosas colocadas.
No tenían casi ningún mueble todavía, así que esa noche encargaron una pizza y cenaron en la mesa de la cocina.
-La torre es el edificio más antiguo -explicó Jacob en un determinado momento-, es la única parte de la casa que sobrevivió al incendio.
-¿El incendio? ¿Qué incendio? -Preguntó su esposa muy interesada.
-Hubo un incendio en casa cuando yo tenía dieciocho años. Toda la casa se destruyó y hubo que reconstruirla. Pero la torre se salvó.
-¿Y cómo es que se salvó? -Preguntó Alaric, interesadísimo.
-Creo que yo puedo responder a eso -intervino Elena-. Si no me equivoco, la torre se salvó porque nuestra tía vivía allí. Ella era mayor que papá entonces, tendría diecinueve años, y la mayoría de edad mágica es a los diecisiete, momento a partir del cual ya se puede hacer magia libremente, siempre que sea con precaución para que los muggles no os enteréis. Al entrar en la torre he detectado poderosos conjuros de protección, que posiblemente nuestra tía colocó ahí. Eso debió proteger la torre.
Todos asintieron asimilando la información, información que incluso su padre ignoraba. Pero tampoco dieron muchas vueltas al asunto y siguieron conversando sobre otras cosas sin importancia.
Tras la cena, Elena subió hasta su habitación, con la desesperada necesidad de darse una ducha. Se duchó rápidamente con agua hirviendo y salió del baño envuelta en un albornoz. En un armarito había unas cuantas copas, y Elena lo había llenado con algunas bebidas. Se sirvió zumo de melocotón y salió a la terraza. Se apoyó en la barandilla y bebió lentamente.
Casi se había terminado el zumo cuando vio a una lechuza que se acercaba rápidamente. El animalito llegó enseguida y Elena cogió la carta. Sin embargo, antes de abrirla volvió a la habitación y se sirvió un refresco. De vuelta a la terraza, se sentó en una de las sillas metálicas frente a la mesa del mismo material y abrió la carta.
Título Indispensable de Magia Ordinaria (TIMO)
EXTRAORDINARIO (E)
SUPERA LAS EXPECTATIVAS (S)
ACEPTABLE (A)
INSATISFACTORIO (I)
DESASTROSO (D)
TROLL (T)
Calificaciones de la señorita Elena Williams.
Runas Antiguas E
Aritmancia S
Astronomía S
Cuidado de criaturas mágicas S
Encantamientos E
Arte E
Arte muggle E
Defensa contra las artes oscuras E
Herbología E
Historia de la Magia A
Pociones E
Transformaciones E
Preparación de amuletos E
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