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Hogwarts... Y Beauxbatons

Los Williams vivían en una elegante casa a las afueras de París. Se habían mudado cuatro años atrás desde Londres, lugar del que era originario el señor Williams. 

La señora Williams había estudiado filología inglesa, motivo por el cual había viajado a Londres un tiempo para perfeccionar su inglés. Fue allí donde conoció a su marido, que era un importante empresario. Lo suyo fue amor a primera vista, y dos meses después se casaron, a pesar de que la familia de ella no las tenía todas consigo. Habían vivido diez años en Londres, pero la señora Williams echaba de menos su patria, así que, cuatro años atrás, los Williams se habían trasladado a París, donde ella trabajaba como interiorista y él dirigía su empresa a distancia.

Los Williams tenían dos hijos: Alaric Williams, un chico de trece años alto, de pelo negro como la tinta y ojos negros y exóticos, como una noche veraniega en el desierto. Era delgado y algo musculoso, de piel morena, labios carnosos y sonrisa franca. Alaric era honesto, divertido, deportista y algo sobre protector con los suyos, sobre todo con su hermana menor: Elena Williams.

Elena tenía once años, era más bien bajita y esbelta. Sin embargo, eso y los labios carnosos eran todos los parecidos que compartía con su hermano. Era pelirroja, pero su pelo no era de ese color zanahoria que tenían muchos pelirrojos. No, Elena tenía una preciosa melena  que le caía en suaves ondas hasta la mitad de la espalda, su piel era blanca como la leche y sus ojos eran grandes y verdes como esmeraldas, increíblemente hermosos. Elena era inteligente, ocurrente, divertida, amigable y no muy deportista, aunque acostumbraba a salir a correr todas las tardes. 

Alaric amaba la música más que nada en el mundo, y cada vez que necesitaba calmarse,  cogía su guitarra o se sentaba frente al piano y tocaba alguna canción, sobre todo Imagine, de John Lennon, o si no se dedicaba a su segundo pasatiempo favorito: el boxeo. 

Elena tenía un gran talento artístico, y podía dibujar cualquier cosa. Siempre que quería no pensar en nada, cogía su cuaderno de dibujo y empezaba a dibujar lo primero que venía a su mente: desde su casa hasta una tableta de chocolate. Si no tenía a mano material de dibujo, cosa en extremo rara, nadaba o veía alguna película antigua. El principal defecto de esta pelirroja era su temperamento: cuando se enfadaba solía romper lo más cercano a ella, cosa que desesperaba a su padre y a su hermano, pero que su madre comprendía muy bien, ya que ella era igual.

Era una fresca mañana de Julio, y todo era tranquilo en la casa de los Williams. Jacob Williams, un hombre de pelo negro, ojos color chocolate, tez blanca y muy atractivo a pesar de tener ya cuarenta y tantos años, trabajaba en su estudio, concentrado en los balances de su empresa.

En la cocina, su esposa Judie estaba preparando la comida. Tenía treinta y ocho años, era de estatura media, pelo rubio y ojos azules como el cielo a mediodía. Esbelta y voluptuosa, de sonrisa fácil e inteligencia aguda, era muy francesa, y quería a su familia por encima de todo lo demás.

Los hijos del matrimonio estaban en sus respectivas habitaciones. Alaric dormía en el segundo piso, en una habitación de color azul intenso. La habitación tenía tres grandes ventanales y era muy luminosa, aunque bastante sencilla. Solo tenía un par de lámparas, un armario, una cama enorme, dos mesillas, un escritorio, dos estanterías y dos guitarras: una acústica y otra eléctrica. Todo estaba muy pulcro y ordenado, y en un rincón había una pequeña puerta que daba al baño particular del chico. 

El chico estaba sentado en la cama tocando "We are the Champions" con su guitarra. Tenía los ojos cerrados y una expresión entre soñadora y concentrada. Alaric movía su cuerpo al ritmo de la música, y las notas de la guitarra llenaban todo el segundo piso. A los pies de su cama, Napoleón, su bulldog inglés, estaba tumbado en su camita, escuchando tocar a su dueño.

La más joven de la familia, Elena, llegaba en ese momento a casa, con el pelo rojo recogido en una coleta, un pantaloncito azul muy corto, un top blanco, deportivas blancas y azules y los cascos puestos. Durante el curso escolar acostumbraba a correr por las tardes, pero en verano prefería hacerlo por las mañanas. Ese domingo había estado corriendo una hora y media, y se sentía muy relajada. Lo único que quería en ese momento era una ducha fresca y un batido de frutas.

Iba a entrar a casa cuando se dio cuenta de que no llevaba las llaves encima, así que llamó al timbre. Mientras esperaba a que alguien abriera la puerta, se fijó en que había correo en el buzón, así que lo abrió, aunque no esperaba que ninguna de las cartas fuese para ella, Elena tenía pocos amigos, y estos nunca la escribían cartas. 

Había cuatro cartas: una para su madre de una ONG a la que patrocinaba generosamente, dos del banco y una cuarta a su nombre. Elena abrió el sobre, intrigada, y su contenido la dejó completamente anonadada.

Judie abrió unos minutos después. Había oído el timbre y había supuesto que su despistada hija menor se habría olvidado las llaves, cosa que pasaba a menudo, pero no había podido ir antes porque estaba dando los últimos toques al postre que tomarían ese día, y nadie más había abierto porque en ese momento su esposo estaba completamente absorto con los balances de su empresa, y Alaric estaba en su habitación tocando la guitarra, con lo que posiblemente ni siquiera se habría enterado de que llamaban al timbre.                                                                                                                      Cuando Judie abrió la puerta se encontró a Elena con una carta abierta en la mano y cara de sorpresa total.

-¿Qué es esto, mamá? -Preguntó Elena a su madre, mostrándole la carta.

El tiempo era maravilloso en La Madriguera, y todos los niños Potter y Weasley andaban por el jardín, dedicados a las más diversas actividades: Dominique, Roxanne, Louis y Lily estaban desgnomizando el jardín, Fred y Albus experimentaban con nuevos productos de sortilegios Weasley, James y Hugo jugaban al quidditch, Victoire y su novio, Teddy Lupin, hablaban en un rincón sobre el próximo curso en Hogwarts, Rose estaba leyendo un libro muggle, Molly estaba haciendo una pulsera con hilos de colores y Lucy los dibujaba a todos. Era una clásica mañana de verano, y todos estaban felices disfrutando del verano, aunque muchos esperaban con ansias la llegada de septiembre para ir a Hogwarts.

En el interior de la casa, todos los adultos estaban en la cocina, también dedicados a diferentes actividades.

Fleur, Audrey y Molly Weasley estaban preparando la comida, y Harry y Ginny estaban poniendo la mesa. George y Ron estaban charlando acerca de la liga quidditch, y Hermione y  Bill hablaban sobre un problema con los gnomos de Gringotts. Charlie, por su parte, estaba contando a Arthur, Percy y Angelina como habían capturado a un enorme dragón que estaba causando grandes problemas en Rumania

-Me pregunto cuando llegarán las cartas de Hogwarts de los chicos -comentó Ginny a su marido-. Este año se están retrasando, y Albus y Rose están muy impacientes ya.

-Es treinta de julio Ginny, todavía queda mucho verano por delante -respondió Harry con una sonrisa-. Es normal que estén algo impacientes, es su primer año.

-Tienes razón, todavía me acuerdo de lo nerviosa que estaba yo el verano que cumplí los once años -recordó Ginny, con expresión soñadora-. Cada día se me hacía eterno esperando a que al fin llegara mi carta.

-Creo que a todos nos pasó eso -comentó Bill-, pero ya tendrán Hogwarts para hartarse. Después de todo, van a pasar siete años ahí.

-Eso es cierto -asintió Harry-, pero en lo que respecta a Hogwarts nunca es demasiado. Yo todavía hecho de menos estudiar allí.

-Yo también -dijo Charlie, que había interrumpido su relato para unirse a la conversación-. Sobre todo los partidos de quidditch.

-A mi me pasa lo mismo -admitió Angelina, acercándose a su marido, George-. Aquellos épicos partidos contra Slytherin... ¿Os acordáis?

-Sí, esos sí que eran buenos tiempos -asintió George-, aún recuerdo aquel partido en el que Malfoy tenía la snitch frente a él y no se dio ni cuenta... 

-Es verdad -recordó Ron-, la cara que puso cuando Harry se la arrebató frente a sus narices fue totalmente épica.

-Nuestros tiempos eran aún mejores -intervino Bill-. ¿Verdad que sí Charlie? 

-Y que lo digas hermano -asintió Charlie con una gran sonrisa-, jamás olvidaré todos esos partidos de quidditch contra Karen Smith. Aquella chica llegó al colegio sin tener ni idea de lo que era el quidditch y acabó siendo una jugadora increíble.

Harry, Ron, Fred, Angelina, Ginny,  Bill y Charlie continuaron hablando de sus recuerdos en Hogwarts cuando jugaban en el equipo de Gryffindor. Entre tanto, Audrey se había acercado a Percy, y en esos momentos hablaba con él acerca de las vacaciones románticas en París que habían planeado para la semana siguiente. 

Hermione se había acercado a Molly y a Fleur y las tres estaban dando los últimos toques a la comida mientras hablaban en susurros sobre la fiesta de cumpleaños de Harry al día siguiente.

Entre tanto, Arthur Weasley se había acercado a la ventana y observaba a sus nietos. Todos eran muy diferentes entre sí, pero formaban una gran piña, y Molly él los querían muchísimo, y les encantaba que pasaran con ellos casi todas las navidades y los veranos.

Victoire Weasley era el vivo retrato de su madre: alta, rubia, con unos ojazos azules y hermosa hasta decir basta. A pesar de lo que pudiera parecer, era muy inteligente, estaba en Ravenclaw y sus calificaciones eran excelentes. Había roto muchos corazones en Hogwarts hasta que al fin empezó a salir con Teddy Lupin.

Teddy era como otro nieto para él. Gryffindor a tope, tenía, como Victoire, dieciséis años recién cumplidos, y estaba a punto de iniciar su sexto año en Hogwarts. Desde que sus abuelos murieran, Teddy se había mudado a vivir con los Potter, aunque últimamente pasaba mucho tiempo en Shell Cottage con Victoire. Teddy era muy abierto, divertido y cordial. Se parecía muchísimo a su madre, y como ella era metamorfomago, por lo que su pelo solía ser azul. También tenía algo del gen de hombre-lobo de su padre, y era un muchacho encantador.

Por otro lado estaba Dominique. Dominique era tirando a bajita, de pelo rojo y ojos verdes como su padre. Era muy guapa, pero a ella no la importaba lo más mínimo, y al contrario que su hermana, ella nunca se preocupaba por la moda, si no que solía ponerse lo primero que pillaba. Dominique tenía once años, iba a comenzar su primer curso en Hogwarts y, al igual que su abuelo, era una apasionada por todo lo muggle, motivo por el cual solía pasar mucho tiempo con su abuelo, y también con Harry y Hermione, que se habían criado entre muggles.

Y Louis, el pequeño de los hijos de Bill y Fleur. Tenía diez años, y las chicas ya solían perseguirlo por su escuela. Por fuera era como su madre, pero su carácter era idéntico al de Bill. Iría a Hogwarts al año siguiente, y esperaba entrar al equipo de quidditch como guardián cuando tuviera la edad, ya que el quidditch era su mayor afición y era un gran fan del Puddlemore United, y también de la selección irlandesa de quidditch.

Molly Weasley tenía el pelo rojo que caracterizaba a todos los Weasley, pero había heredado los ojos grises de su madre, así como su rostro en forma de corazón. En aspecto, Molly era una extraña mezcla de Percy y Audrey Weasley, pero en carácter no se parecía a ninguno de los dos, aunque era Hufflepuff, como lo había sido su madre. Molly Weasley II acababa de cumplir 15 años, y se moría por empezar su quinto año en Hogwarts. La primogénita de Percy y Audrey tenía mucho en común con su abuela: adoraba cocinar (de hecho, las cocinas eran su lugar favorito de todo Hogwarts) y también tejer. Adoraba todo lo hecho a mano, en realidad. También se parecía mucho a su tía Hermione, ya que adoraba los libros y su sueño era ser directora de Hogwarts algún día. Arthur no dudaba que lo sería, y que algún día su retrato estaría junto al de Albus Dumbledore y todos los demás directores de Hogwarts.

Lucy Weasley era una rebelde. Se parecía mucho a su madre: el mismo pelo negro, los mismos ojos grises y la misma belleza cautivadora, con algo que las hacía parecer un peligro. La diferencia era que Audrey no era ningún peligro. Su hija menor, sí. Lucy hacía las cosas a su manera, y no solía respetar las normas. Tenía catorce años, así que iba a empezar su cuarto curso, y ya había sido castigada en varias ocasiones por pegar a otros alumnos, principalmente en defensa de su familia. Lucy traía loco a Percy. Había sorprendido a toda la familia quedando en Slytherin, y era muy buena jugando al quidditch: se había ganado a pulso ser cazadora del equipo de su casa. Además, tenía un increíble talento para el dibujo: podía dibujar cualquier cosa, y desde pequeñita solo había necesitado una hoja en blanco y un lápiz para entretenerse.

Fred Weasley II era el hijo mayor de George y Angelina, y era tan parecido a su tocayo que casi dolía verle. Era idéntico a su difunto tío, y por tanto a su padre, tanto física como psicológicamente, ya que era un bromista nato, y la primera persona que realmente hizo sonreír a su padre tras la muerte de su hermano. Era Gryffindor totalmente, tenía catorce años y ya traía de cabeza a sus profesores, cosa que, por supuesto, encantaba a su padre. Cada vez que Arthur y Molly lo veían no podían evitar recordar al hijo que habían perdido en la batalla de Hogwarts. Estaba muy interesado en sortilegios Weasley, y a veces hasta ayudaba a su padre a desarrollar nuevos productos para la tienda. Todos en la familia le querían muchísimo, a pesar de las bromas de las que ninguno podía librarse.                                                                                                       Roxanne había heredado la piel morena de su madre, y también su cabello negro y rizado, aunque tenía los ojos de George. Era Hufflepuff, y golpeadora en el equipo de quidditch de su casa. También era muy bromista, aunque no tanto como su hermano y su padre, gracias a Dios había heredado algo de la cabeza bien amueblada de Angelina. Su pasión eran las criaturas mágicas, motivo por el cual su tío favorito siempre había sido Charlie, y a sus trece años ya estaba decidida a dedicar su vida a los dragones.

Rose, la hija mayor de Ron y Hermione, se parecía mucho a su madre, pero era pelirroja como su padre (aunque su pelo era igual de rebelde que el de su madre), y también había heredado los ojos azules de Ronald. Cumpliría los años el veintidós de agosto, así que iría a Hogwarts ese mismo año, y ya no podía esperar. Rosie había heredado el cerebro de su madre, aunque amaba el quidditch tanto como Ron. Rose era la niña de los ojos de su padre, y siempre le hacía sonreír. Ya se sabía Historia de Hogwarts de memoria, y Hermione estaba muy orgullosa de su hija. Ron también, pero por lo buena que era su hija jugando al quidditch

Hugo tenía los ojos de Hermione, pero por lo demás había salido idéntico a su padre. Y no solo en aspecto, Hugo era idéntico a su padre en todo lo demás. Incluso tenía la misma afición de su padre por la comida y por decir "maldita sea". Tenía diez años, así que no podría ir a Hogwarts hasta el año siguiente, lo cual le parecía demasiado tiempo, pero nada podía hacer, así que mientras esperaba no podía hacer más que leer todos los libros sobre Hogwarts que encontraba.

James Potter era el favorito de Arthur, aunque nunca lo demostraba. Arthur había estado feliz cuando Ginny, su niña, y Harry, que era como otro hijo para él, se habían casado, y más aún cuando le dijeron que iban a tener un hijo. James era idéntico a su abuelo paterno, del que había recibido su nombre, salvo porque él no llevaba gafas. Por lo demás era igual: los mimos ojos color avellana, el mismo pelo negro y rebelde, la misma constitución física... Incluso era muy travieso e inteligente, aunque no le preocuparan lo más mínimo sus notas. Iba a empezar su segundo año en Hogwarts y ya era realmente popular entre las chicas, y hacía sonreír a todos. Además compartía con Dominique su fascinación por los trastos muggles, así que pasaba casi todo el tiempo que podía con su abuelo, que le adoraba.

Albus era el más parecido a Harry de todos sus hijos, y el único que había heredado los ojos de Lily Potter, motivo por el cual era especial para Harry, aunque él no mostraba preferencias entre sus hijos. Albus era el que mejores notas sacaba de todos los Potter, no porque fuera más inteligente que sus hermanos, si no porque era el único que se tomaba en serio la escuela. Había nacido el trece de Febrero, y aquel sería su primer año en Hogwarts. No se le daba mal del todo el quidditch, pero prefería los deportes muggles, como el tenis y la natación.

Por último, la pequeña Lily era idéntica a su madre: tenía el mismo cabello pelirrojo Weasley y los mismos ojos color chocolate de su madre y su abuela. Tenía diez años y todavía la faltaba uno para ir a Hogwarts. Era una excelente jugadora de quidditch, y le gustaba especialmente el puesto de guardiana. A Lily le gustaban todos los colores, y también era una gran amante de los animales, por lo que a menudo se llevaba animalitos salvajes que adoptaba a casa.

Elena leyó la carta por décima vez, esta vez en voz alta para su familia.                        

Estimada señorita Williams:                                                                                                     La ACADEMIA BEAUXBATONS para jóvenes magos y brujas se complace en anunciarle que ha sido usted admitida para cursar primer año en nuestra escuela.

Le rogamos que, en caso de que decida no asistir, nos lo haga saber antes del martes de la semana próxima. El lunes, madame Broussard, una de las profesoras de nuestro centro, irá a su domicilio para resolver todas las dudas que usted y su familia puedan tener. A continuación, incluimos el listado de asignaturas que cursará y el material escolar que habrá de comprar si decide estudiar en nuestro centro.

Que tenga un buen día,

Madame O.Maxime, excelentísima directora de la prestigiosa Academia Beauxbatons para jóvenes magos y brujas.

LISTA DE ASIGNATURAS                                                                        

ENCANTAMIENTOS

TRANSFORMACIONES

HISTORIA DE LA MAGIA

MAGIA DE MANOS

DANZA Y DECORO

POCIONES

HERBOLOGÍA 

ASTRONOMÍA

DEFENSA CONTRA LAS ARTES OSCURAS

VUELO

FABRICACIÓN DE AMULETOS

MATERIAL ESCOLAR

CUATRO TÚNICAS DE DIARIO

UNA TÚNICA DE GALA O VESTIDO ELEGANTE

DOS SOMBREROS DE PUNTA

UNA CAPA AZUL CON CIERRE PLATEADO

UNA VARITA

GUANTES BLANCOS DE PIEL DE DRAGÓN

UN CALDERO DE PELTRE

UN JUEGO DE CAMPOLLAS DE CRISTAL

INGREDIENTES BÁSICOS PARA POCIONES

UN JUEGO DE METALES Y GEMAS PARA PREPARAR AMULETOS

ZAPATILLAS DE BAILE

ADEMÁS DE LOS LIBROS DE TEXTO, QUE SE INCLUYEN EN OTRA HOJA APARTE.

Los alumnos pueden llevar una mascota, y si lo desean pueden tener su propia escoba para las clases de vuelo, pero no podrán participar en los partidos de quidditch hasta su segundo años por motivos de seguridad.

Hubo un minuto de silencio cuando Elena terminó de leer la carta, que finalmente ella misma rompió.

-Bueno, ¿y cómo se supone que tengo que reaccionar ante esto?

-Yo más bien preguntaría a quién se le ha ocurrido la broma... Porque hay que reconocer que la idea es buena. -Respondió Alaric, mientras acariciaba a Napoleón.

-¿No habrá sido idea tuya?

-No ha sido idea suya -intervino el señor Williams-. No se trata de ninguna broma.

-Querido, ¿estás seguro? -Preguntó esta vez la señora Williams-. Tiene toda la pinta de ser una broma de algún gracioso...

-Sé que parece raro, pero no es ninguna broma. De hecho, hace tiempo que pensaba que esto podría ocurrir. No pasó con Alaric, pero le ha tocado a Elena.

-¿A que te refieres?

-Me refiero a que mi hermana, al igual que Elena, también era bruja.

Todos miraban atónitos al señor Williams, sin saber que decir, así que el continuó explicando la historia de su hermana: Eileen Williams, la primera bruja de la familia... pero no la última, por lo visto.

-Entonces, ¿de verdad soy una bruja? -Preguntó Elena cuando su padre terminó de narrar la historia.

-Eso parece, sí.

-¿Y por qué ella es bruja y yo no? -Intervino Alaric, frunciendo el ceño.

-Supongo que por el mismo motivo por el que tu tía es bruja y yo no. No tengo ni idea, Alaric.

-Pues vaya.

Todos se quedaron un momento en silencio. Judie y Elena seguían intentando asimilar toda la información, Alaric estaba algo molesto y Jacob andaba sumido en sus recuerdos.

-La pregunta ahora -dijo al fin Judie-, es qué vamos a hacer.

-Eso es decisión de Elena. -Respondió Jacob, mirando a su hija menor.

-Pues... No lo sé -suspiró Elena-. Mañana es lunes, así que lo mejor va a ser esperar a que venga esa tal madame Broussard y a ver que nos dice.

-Sabia decisión, mi niña -aprobó su madre-. Ahora será mejor que cada uno vuelva a lo que fuera a hacer.

La habitación de Elena ocupaba todo el tercer piso, y era una buhardilla. El techo inclinado estaba cubierto de dibujos hechos por ella, y las paredes estaban pintadas de morado. En el punto donde el techo era más bajo, había una ventana, y bajo la ventana estaba colocada su enorme cama. Cerca de la cama había un gran armario empotrado y un tocador. Pegado a una pared, había un gran sofá en forma de L, y al otro lado había una gran ventana con una repisa interior donde sentarse. También había una estantería, un escritorio de madera, sobre el cual había un portátil y una puertecita que conducía al baño. El resto de la habitación estaba ocupada por una gran mesa donde había muchas carpetas llenas con dibujos, varios blocs, ceras, pinturas de madera, rotuladores, acuarelas... Además de eso, había un caballete y una mini cadena. 

Aquel era el refugio secreto de Elena, el lugar al que huía siempre que necesitaba pensar. En ese momento estaba sentada junto a la ventana con un bloc, dibujando rosas por toda la hoja.

Había propuesto esperar hasta el día siguiente para decidir si iría Beauxbatons, pero ella ya había tomado una decisión desde que supo que todo aquello no era una broma. Iría a Beauxbatons. Sin embargo, aún tenía sus dudas. Irse significaría dejar atrás todo lo que conocía. Abandonar a sus amigos.

Elena suspiró y siguió dibujando. En ese momento no quería pensar en nada, el día siguiente iba a ser uno de los más importantes de su vida.

Todos los Potter y Weasley estaban en el Callejón Diagon con sus padres para comprar todo el material necesario para el próximo curso en Hogwarts.

Los adultos se habían ido a comprar los libros de texto en Flourish y Blotts, y los más jóvenes estaban repartidos por todo el Callejón comprando otras cosas.

Victoire, Dominique y Molly estaban en Madame Malkin comprando túnicas, James, Freddie y Louis admiraban la tienda de artículos para el quidditch, Rose compraba artículos para pociones, Lucy y Roxanne había ido a Ollivander's para comprar un kit de  mantenimiento de varitas, Hugo estaba tomando un helado y Albus entraba a la tienda de mascotas junto con su padre.

-¿Sabes ya lo que vas a escoger, Albus? -Preguntó Harry a su hijo.

-No sabría decirte -respondió Albus, mientras observaba los animales expuestos-. Sé que no quiero un sapo, no son mi estilo pero por lo demás no sé que elegir. ¿Cuál fue  tu primera mascota?

-Una lechuza. Hagrid me la regaló por mi undécimo cumpleaños. Se llamaba Hedwig… Y era blanca como la nieve. Murió debido a una maldición de un mortífago que en realidad iba para mí. Hedwig me salvó la vida. -Los ojos de Harry se  nublaron al recordar a su lechuza, y también el  día en que murió.

-Vaya papá -murmuró Albus-, no sabía nada, no quería… -Sus padres y tíos les habían contado la historia de la guerra a él y a sus primos y hermanos, pero Harry nunca le había hablado de su lechuza.

-No te preocupes hijo, no pasa nada -dijo Harry con una sonrisa-. Ya sé lo que voy a comprarte, además. Una lechuza blanca, ¿qué te parece?

-Es estupendo papá -dijo Albus con una gran sonrisa-. ¿Qué te parece esa?

Albus señalaba a una gran lechuza blanca, increíblemente parecida a Hedwig.

-Ideal.

Dos minutos después, Harry y su hijo salían de la tienda de animales. Albus llevaba una gran jaula con una lechuza blanca entre los brazos.

-¿Cómo piensas llamar a tu lechuza? -Preguntó Harry mientras acariciaba la cabeza de la lechuza.

-Pues… había pensado en llamarla Hedwig II, si no te importa, claro.

Harry sonrió y  abrazó a su hijo mediano.

-Por supuesto que no me importa, hijo. Me encanta, de hecho. Ahora, vamos a buscar a tu hermana y a tu madre.

El tiempo había pasado muy deprisa, y sin que Elena se diera cuenta, ya era treinta y uno de agosto. Había tenido un mes para asimilarlo, pero aún no acababa de creerse que fuera bruja y que estudiaría el próximo curso en una academia de magia.

Al principio, aún después de la visita de Madame Broussard, seguía sin creerse que de verdad fuera bruja. Aunque las cosas cambiaron cuando fue a la Rue de Magique, la calle parisina a la que solo los magos y brujas podían acceder. Elena se sintió en su salsa en cuanto pisó la calle.

Y el mejor momento fue cuando compraron su varita. Madera de abeto con centro de dragón, treinta y un centímetros y un cuarto, completamente inflexible. La empuñadura estaba decorada con algunas líneas talladas, y era un objeto muy hermoso. Elena no podría haberse sentido más feliz. 

Elena había pasado todo el mes de agosto recopilando información sobre el mundo que había descubierto era el suyo.

Al principio, Alaric había estado celoso de su hermana, pero el enfado solo le duró un par de días, y después de eso pasó mucho tiempo con su hermana, averiguando cosas sobre Beauxbatons y el mundo de la magia en general.

Juntos descubrieron cosas sobre la guerra mágica en la que el joven Harry Potter derrotó a Lord Voldemort, el malvado señor tenebroso. Aprendieron sobre la revolución de los magos franceses contra el ministro Pierre Larrise, debido a su corrupción. Y también descubrieron cosas sobre magos famosos, como Merlín, Albus Dumbledore, Olympe Maxime (la directora de su futura escuela), Marie Lombard…

Los hermanos Williams pasaron mucho tiempo juntos esos días, ya que, por primera vez, no iban a verse durante todo el curso. A menudo, Alaric y Elena tenían fuertes discusiones, pero al fin y al cabo eran hermanos y se querían muchísimo.

Ese día, Elena había terminado de ordenar todas sus cosas en el baúl de Beauxbatons, y estaba como un flan. No sabía que hacer, ni siquiera podía pintar o dibujar nada, así que bajó a la cocina y se preparó un batido de piña. Puso una pajita y empezó a beber mientras recordaba el momento en el que dijo a sus amigas que no estudiaría con ellas el año siguiente.

No podía decirles que era bruja y  que iría a Beauxbatons a estudiar magia, así que se inventó que sus padres pensaban mandarla a un internado en Burdeos, algo exclusivo y muy poco moderno, un lugar en el que las únicas formas de comunicación eran las cartas, motivo por el cual no podrían mantener contacto.

Eso había dolido mucho a Elena, porque quería mucho a sus amigas y no sabía si merecía la pena abandonarlas por estudiar magia, pero no tenía opción: ya había decidido estudiar en Beauxbatons, y ese era el precio que tenía que pagar.

Madame Broussard había dicho que el carruaje para Beauxbatons pasaría a recogerla al día siguiente a las diez en punto de la mañana, que esperaba puntualidad de ella. Por lo visto, el carruaje saldría de París y luego recorrería ciudades por toda Francia, hasta que hubiera recogido a todos los alumnos y después iría a Beauxbatons.

A nueve y media, Elena comenzó a despedirse de su familia. Comenzó por su padre, que sería el que se lo pondría más fácil.

-Hola papá. -Dijo en la puerta del estudio de su padre.

-Hola cielo. Ya falta poco para que te vayas, ¿venías a despedirte?

-La verdad es que sí.

Jacob sonrió a su hija pequeña, se levantó y la abrazó.

-Mi pequeña se va a estudiar magia a Beauxbatons… No debería dejarte ir.

-Yo también te voy a echar muchísimo de menos, papá.

-Pásalo muy bien… Y cuidado con los chicos -sonrió Jacob, guiñando un ojo a su hija-, ¿vale?

Elena rió y asintió.

-Venga, no te entretengo más, ve a despedirte de tu hermano y de tu madre.

-De acuerdo papá.

Elena dio un beso a su padre y se fue al salón, donde sabía que estaría su hermano.

Había decidido despedirse primero de su padre porque sabía que Jacob no se lo pondría difícil, le sería más complicado despedirse de su hermano, que aún estaba algo picado por no poder ir también a Beauxbatons, y más todavía de su madre, que no estaba aún del todo convencida a dejarla irse.

Efectivamente, Alaric estaba en el salón, jugando con Napoleón, su bulldog. Elena se sentó a su lado y comenzó a acariciar al perrito.

-Bueno hermano -dijo ella al cabo de un rato-, creo que ha llegado el momento de despedirnos.

-Sí, supongo que sí -dice Alaric mirándola a los ojos y sonriendo débilmente-. Acuérdate de mí cuando estés convirtiendo a príncipes en sapos en Beauxbatons, ¿vale?

Elena dejó escapar una breve carcajada y abrazó a su hermano.

-¡Claro que lo haré! Y tú acuérdate de mí también, ¿vale? Te escribiré.

-Espero que lo hagas. Napoleón también te va a echar de menos.

Elena sonrió y colocó al perro sobre su regazo.

-Estoy segura de que Napoleón será el que más me eche de menos.

-No sé, parece raro pero yo también te voy a echar de menos, enana. -Ella ya lo sabía, pero se sintió encantada de oírlo. Alaric era su hermano mayor y la había protegido silenciosamente desde que tenía uso de razón. No sabía como iba a vivir sin él.

-Más te vale.

-No te preocupes por eso y ve a despedirte de mamá, anda. Está en la cocina.

-De acuerdo. Adiós Alaric. Au revoir, frère.

-Au revoir, sœur. Je vais manquer vous.

-Moi aussi.

Elena abrazó otra vez a su hermano y se fue a la cocina, dónde, tal y como había dicho Alaric, estaba su madre.

Judie Williams estaba metiendo una bandeja de galletitas al horno. Tenía el pelo descuidadamente recogido en un moño, y llevaba un delantal azul con un gran bolsillo en medio.

-Hola mamá. -Saludó, sin saber muy bien que decir.

Judie vio a su hija en el umbral de la puerta, y se acercó a ella para envolverla en uno de sus maternales abrazos de oso.

-Ma petite… Mi pequeña niña… Parece mentira lo rápido que ha pasado el tiempo, hace dos días estaba en el hospital cogiéndote en brazos por primera vez. Y ahora estás a punto de ir a Beauxbatons, lejos de mí.

-Mamá -digo sonriendo, mientras me separo un poco de ella-, no te preocupes, volveré a veros en verano y pienso escribiros todos los días.

-Más te vale jovencita, espero correo diario, para eso te hemos comprado esa lechuza tan bonita… ¿Cómo habías decidido llamarla?

El día que fueron a la Rue de Magique, habían pasado por delante de una preciosa tienda de animales, y su padre, sabiendo que los magos utilizaban las lechuzas para comunicarse, había insistido en comprarle una. Elena había elegido a una preciosa lechuza totalmente negra, de tamaño mediano y muy ligera. La había llamado Nefertari.

-Nefertari mamá, se llama Nefertari.

-Sí, eso. Bueno mi pequeña, te voy a echar de menos. Aunque siempre puedes cambiar de opinión, ya lo sabes… -El tono de Judie sonaba algo esperanzado, aún.

-Mamá… Ya hemos hablado de eso, quiero ir a Beauxbatons.

Habían mantenido esa discusión unas cuantas veces, ya. La señora Williams había intentado por todos los medios que su hija se quedara en casa, pero Elena estaba decidida a estudiar en la Academia Beauxbatons, y nada de lo que su madre había dicho había conseguido que cambiara de opinión.

-Vale, vale -sonrió Judie, levantando las manos como símbolo de paz-, veo que estás totalmente decidida. Eres muy terca cuando quieres, cielo. Eso es parte de la rama inglesa.

-Como tú digas mamá, te echaré mucho de menos, lo sabes ¿no?

-Por supuesto que si, yo también te extrañaré.

Nos abrazamos una vez más.

-Au revoir, ma petite fille. Je te vais manquer. Von voyage et passe-le bien dans Beauxbatons.

-Merci beaucoup. Je t'aime beaucoup maman.

Elena dio dos besos a su madre, y se fue en dirección al vestíbulo. Faltaban dos minutos para las diez, y la chica estaba nerviosa a más no poder. Se puso el abrigo, cogió el baúl y la jaula de la lechuza y salió afuera a esperar.

Sus padres y su hermano se reunieron en la puerta para despedirla, y Elena les lanzó un último beso de despedida. Les iba a extrañar sinceramente, y hubiera querido poder decirles algo emotivo que expresara lo que sentía, pero a ninguno de ellos se les daban bien las despedidas.

El carruaje llegó con puntualidad inglesa, a pesar de que aquello era Francia. Era un gran carruaje azul celeste con el símbolo de Beauxbatons en la puerta. Estaba tirado por dieciséis caballos blancos enormes, pegasos, dado que tenían alas. Era increíble. Un hombre abrió  la puerta del carruaje y cogió mi baúl y la jaula de mi lechuza.

-Mademoiselle Williams, ¿verdad?

-Sí señor. -Respondió Elena, educadamente.

-Pasa, entonces. Bienvenida a la Academia Beauxbatons para jóvenes magos y brujas.

-Gracias. -Murmuró la chica con mucha prudencia, y entró al carruaje. Lo último que vio  antes de que el carruaje despegara fue a su familia: Su padre abrazaba a su madre mientras su hermano la despedía con un ademán.

Todos los nuevos estudiantes de Hogwarts estaban esperando a las puertas del Gran Comedor para la ceremonia de selección. Algunos se preguntaban de qué trataría la selección, y otros se preguntaban si darían la talla y superarían las expectativas de su familia y amigos. Albus Potter estaba en el segundo grupo. Se sentía algo presionado por la selección, y temía no dar la talla. A su lado, su prima Rose parecía mucho más tranquila, pero por dentro también estaba hecha un flan.

La directora McGonagall llegó unos instantes después, llevando un pergamino.

Minerva McGonagall había pasado a ser directora de Hogwarts tras la segunda guerra mágica, pero no por ello había dejado de recibir a los nuevos alumnos cada año, e incluso seguía impartiendo clases de Transformaciones a los alumnos para ÉXTASIS, aunque había tenido que contratar a otro profesor para que impartiera clases a los alumnos hasta su quinto año, ya que ella no podía compaginar tantas clases con sus obligaciones como directora.

Dio a los alumnos las breves explicaciones de siempre y les indicó que les acompañaran. Antes de entrar al comedor dedicó una sonrisa al hijo mediano de Harry Potter. Era el vivo retrato de su padre, y Minerva podía ver que estaba tan nervioso como Harry lo había estado en ese momento hacía ya tantos años.

Una vez en el Gran Comedor, todos los nuevos alumnos se pusieron en fila y McGonagall comenzó a llamarlos por orden alfabético. Reconoció muchos nombres: Elizabeth McLaggen, Mónica Finnigan, Daniel Thomas… Sin embargo, el primer nombre que realmente captó la atención de la directora fue Scorpius Malfoy.

Scorpius se sentó y se puso el viejo sombrero en la cabeza.

Con que un Malfoy, ¿eh? Murmuró el sombrero en su cabeza. Los Malfoy son Slytherin, y tú estarías muy bien en esa casa… Pero también tienes cualidades Gryffindor y hasta podrías ser Ravenclaw. ¿Qué opinas tú, chico?

Pero Scorpius no era capaz de pensar nada coherente en ese momento.

Ya veo, ni siquiera tú sabes lo que quieres… Bueno, definitivamente Ravenclaw no es para ti, así que eso nos deja con Gryffindor y Slytherin. Mmm no sé que hacer contigo. Sin embargo dicen que la sangre es más espesa que el agua… Está bien, decidido.

-¡¡SLYTHERIN!! -Gritó el sombrero seleccionador. Scorpius se quitó el sombrero y caminó lentamente hasta la mesa de las serpientes, que aplaudía. Mientras se sentaba, Scorpius daba vueltas a lo que el sombrero había dicho.

Los nombres se fueron sucediendo hasta que llegó Albus Severus Potter. El chico caminó aparentando un aplomo que no sentía realmente y se puso el sombrero.

Vaya, vaya, vaya. Otro Potter por aquí. Tu hermano era Gryffindor totalmente, tal como lo fue tu abuelo, pero tú te pareces más a tu padre. Tienes aptitudes para Gryffindor, pero también podrías ser Slytherin, y no me cabe duda de que las serpientes harían grandes cosas contigo, joven Potter.

-No -susurró Albus-. No quiero ser Slytherin. Yo soy Gryffindor.

Vaya, idéntico a tu padre. El me dijo casi lo mismo, pero yo creo que deberías pensarlo. Pero eres testarudo Potter, lo veo en tu mente. Está bien, tú ganas, Potter…

-¡¡GRYFFINDOR!!

Albus sonrió y caminó hacia la mesa de los leones, donde todos aplaudían fervorosamente.

-Muy bien hermanito -felicitó James mientras revolvía el pelo a su hermano menor-, sabía que no me decepcionarías.

La última en ser llamada fue Rose Weasley. Y además, fue también la que más estuvo con el sombrero en la cabeza.

Otra Weasley más… Los de tu familia no os acabáis nunca. Sin embargo… Tú eres todo un desafío. Tienes sangre Gryffindor, y bien podrías estar en esta casa porque eres valiente y leal… Pero veo en ti la ambición y creatividad de una Slytherin y la inteligencia de una Ravenclaw. Si nos apuramos podrías estar hasta en Hufflepuff, pero mejor descartemos alguna casa, ya que tú no eres lo bastante amistosa, Weasley.

El sombrero estuvo meditando unos cuantos minutos, y escuchando las opiniones de Rose, hasta que al final gritó:

-¡¡GRYFFINDOR!!

Y espero no tener que arrepentirme. Y estas fueron sus últimas palabras antes de que Rose caminara a la mesa de Gryffindor y se sentara junto a sus primos.

Bueno, como ya digo en la portada esta es mi primera historia seria y no sé que tal me saldrá. Acepto (y de hecho agradecería mucho) toda clase de críticas en los comentarios. Lógicamente, cada cual es libre de comentar lo que le apetezca y de comentar o no, pero me gustaría que si leéis comentéis y que me digáis que es lo que más os gusta o lo que menos, etc. 

¡Besos y gracias por leer!

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