Epílogo: "I think I wanna marry you"
Nueve años después
Elena sonrió a su imagen en el ornamentado espejo de cuerpo entero de la suite nupcial, casi sin poderse creer que era ella. Desde su más tierna infancia, había dedicado largas horas a imaginar todos y cada uno de los detalles de su futura boda. Pero ahora que por fin se veía con el vestido ya puesto, peinada, maquillada y a punto de dar uno de los pasos más importantes de su vida, se daba cuenta de que la realidad iba a superar con mucho a la ficción.
Acarició suavemente la tela del vestido, que era todo lo que ella había soñado y mucho más: un modelo sencillo pero muy elegante, con mangas y cuello de encaje y pequeños detalles bordados en plata en el corpiño. Se ajustaba espectacularmente a su fina cintura, y luego caía en suaves pliegues hasta sus pies, calzados con unas finas sandalias blancas con tacones de cinco centímetros. Elena también había insistido en llevar una liga de novia blanca de encaje en torno a su muslo derecho, y en cumplir la tradición de lucir algo nuevo, algo viejo, algo prestado y algo azul. Nuevo era el colgante de plata que llevaba, vieja la tiara que ya había pertenecido a su abuela, prestados los preciosos pendientes que pertenecían a Rose –eran los mismos que había llevado en su boda con Scorpius el año anterior- y azul la peineta que sujetaba el complicado peinado que lucía.
En ese momento, la joven oyó abrirse la puerta y se giró para ver entrar a su madre llevando con exquisito cuidado el velo de novia.
Judie Williams era aún una mujer relativamente joven, pero aún así había que admitir que los años la habían tratado bien –probablemente por su afición a cuidarse y llevar una vida sana- y seguía manteniendo toda su elegancia. En aquel momento, ya vestida, maquillada y sumamente emocionada, era la mejor madre que Elena podía imaginar. Aunque, en realidad, siempre lo había sido.
-Ma petite... Estás tan hermosa.
Elena sonrió y abrazó con cuidado a su madre.
-Gracias mamá, de veras. ¿Está todo listo?
Judie asintió.
-Sí, la gente va a empezar a entrar al Salón Principal en unos minutos y tus damas de honor están terminando con el maquillaje. Tu padre sí que está ya listo en nuestra habitación, y cuando le dejé estaba anudando bien la corbata de tu hermano.
Elena asintió tranquilizándose.
-¿Y James?
-Acabo de hablar con tu suegra y me ha dicho que está terriblemente nervioso pero preparado. Sus hermanos están con él, creo, y también Jaime y Andrew.
-¿Puedo confiar entonces en que no me dará plantón en el último momento? –Bromeó entonces la novia, notablemente más relajada ya.
-Solamente un loco haría eso, tesoro. Y de todos modos, solo por si acaso hemos puesto a nuestros parientes al lado de la puerta y tenemos vigilado el perímetro –añadió Judie con un guiño.
-Me encanta tu previsión, maman –se rió Elena, al tiempo que se acomodaba con sumo cuidado en la silla del tocador.
Judie apoyó sus manos en los hombros de su hija y sonrió cuando sus miradas se cruzaron en el espejo.
-¿Cómo te sientes?
-Terriblemente nerviosa –suspiró la pelirroja-, aunque ni yo misma entiendo por qué. Es decir, amo a James y estoy segura de que él siente lo mismo y de que quiero pasar toda mi vida con él. Llevo años sabiendo eso.
Nueve años, para ser más concreta, desde el primer verano que James y ella pasaron en París juntos. Fue entonces cuando él declaró que se casarían, y aunque al principio Elena no sabía muy bien qué pensar, no tardó demasiado en darse cuenta de que podía perfectamente imaginar un futuro sin James, pero no uno completamente feliz. Y sobre todo, no tardó en darse cuenta de que no quería.
Aunque, por supuesto, no todo había sido tan fácil como lo fue enamorarse. El curso siguiente, por ejemplo, fue una verdadera prueba para los dos: James tuvo que mudarse a Londres para empezar a estudiar en la Academia de aurores mientras en Elena seguía en Escocia, en Hogwarts, para acabar su séptimo año. Ciertamente, habían pasado algo de tiempo separados durante las vacaciones de verano, pero ninguno estaba realmente preparado para lo que iba a significar aquella distancia entre ambos. Al principio, durante el mes de septiembre, James iba a Hogsmeade todos los fines de semana –y en algunas ocasiones también días entre semana- y hacían cosas juntos, pero el chico había escogido una de las carreras más exigentes del mundo de la magia, y pronto estas visitas pasaron a ser un lujo que se producía esporádicamente. Por si esto fuera poco, Elena necesitaba unas notas de ÉXTASIS exageradamente altas para poder dedicarse a las pociones, y aquel año era la única capitana del equipo de quidditch de Gryffindor. Este se había quedado medio vacío aquel curso, y la francesa tuvo que entrenar personalmente a todos los nuevos y hacer muchos cambios en la estrategia para seguir teniendo posibilidades en la copa. En tales circunstancias, ambos estaban terriblemente agotados y la correspondencia también se resintió. A pesar de lo mucho que se querían, pensaron incluso en darse un tiempo, porque ya no se sentían tan unidos como antes. Por suerte, antes de que se decidieran, los Potter invitaron a Elena a pasar a navidades con ellos –y, por supuesto, junto a toda la familia Weasley. Al principio la chica quiso negarse por ser una cosa de familia, pero Ginny, que a aquellas alturas ya la conocía, directamete no le dio opción, y además ella tenía muchas ganas de pasar tiempo con James otra vez.
Lo mejor fue ver la cara de este cuando fue a la estación de King Cross a buscar a sus hermanos y se encontró allí a su novia, la cual pensaba que iba a quedarse en Hogwarts. Al menos para los demás. Para ellos lo mejor fue poder pasar juntos cada minuto del día –o casi- y recuperar la complicidad de siempre. Decoraron toda la Madriguera entre los dos, organizaron batallas campales de bolas de nieve con la ayuda de Lucy, cocinaron o al menos lo intentaron, participaron en partidos de quidditch... Pero sobre todo hablaron. Y deaspués de eso ninguno de los dos estaba dispuesto a dejar que lo suyo se acabara. Hicieron esfuerzos para escribirse todos los días, aunque a veces sus cartas tenían casi formato de telegrama, se mandaban pequeños detalles y procuraban quedar como mucho cada dos semanas, aunque muchas veces lo único que hacían era sentarse juntos cada uno a estudiar una cosa. Elena ayudó a James con las pociones, y él la correspondió enseñándola trucos que la harían subir nota en Defensa contra las artes oscuras.
Al año siguiente, la pelirroja se matriculó en la Universidad Mágica de Londres y pasó a compartir piso con James, cosa que les hacía una tremenda ilusión a los dos... Aunque también ocasionó algunas discusiones menores, sobre todo en materia de orden.
Durante aquel año, Victoire y Teddy habían tenido a su primer hijo, un niño adorable al que habían llamado Remus William Lupin y que, al igual que su padre, era metamorfomago. Por supuesto, su padrino había sido James, y el pequeño pronto se convirtió en el niño de sus ojos. Unos pocos meses después, Scorpius y Rose hicieron oficial lo que hacía tiempo que era obvio para todos y anunciaron su compromiso. La boda, muy sencilla y preciosa, se celebró en verano en los jardines de Malfoy Manor, y Elena y Dominique fueron las únicas damas de honor, y Albus el padrino. Al final, incluso Draco y Ron se mostraron emocionados, y aunque jamás lo admitiría, este último había cogido el gusto a las partidas de ajedrez mágico con su yerno, mientras que el primero confesaba abiertamente que su joven nuera era quien le animaba las tardes con sus recomendaciones literarias.
Todo era perfecto, pero un talento como el de Elena no pasó desapercibido mucho tiempo, y la prestigiosa Universidad de Pociones de Poitiers le ofreció su beca d'or al año siguiente para que pudiera estudiar en el programa más completo del mundo. Era una oportunidad única, y aunque no quería dejar su vida en Inglaterra, la pelirroja aceptó tras pensárselo mucho. No fue pequeña su sorpresa cuando, en Poitiers, se encontró nada menos que a Margot Greengrass, que finalmente había escogido la m isma carrera que ella y estaba a punto de terminarla años antes de lo previsto. La antigua Reina de las Serpientes le ofreció compartir el ático en que vivía, y entre las dos surgió una curiosa amistad.
Durante este tiempo, además de continuar con sus estudios para ser auror, James hizo lo imposible para hablar francés, incluso si era de modo macarrónico, y poder así pedir el traslado a la escuela de aurores de Poitiers, reconocida junto a las de Londres, San Petersburgo y Florencia como una de las mejores del mundo. Llegó incluso a pasar un mes en casa de los Lupin para poder hablar con Victoire solamente en francés. Y finalmente lo consiguió, como todo lo que se proponía.
Cuando leyó la carta de admisión no fue capaz de contener su alegría, e inmediatamente llamó a Elena para darle la buena noticia, aunque hasta entonces lo había mantenido como una sorpresa para la pelirroja, así que tuvo que explicarle todo desde el principio. El grito de emoción de la francesa lo oyó hasta Margot, y eso que aún estaba en el rellano, pero James tuvo que dar muchísimas explicaciones después sobre porqué no la había avisado antes, y solo se libró porque había prometido que si lo admitían invitaría a una cena a Victoire en un sitio elegante... Y al fin y al cabo iban a verse en un par de días.
O al menos eso fue lo que dijo el mayor de los Potter, pero en realidad llamó a la puerta de las chicas con más de medio día de antelación y acompañado por nada menos que Louis Weasley.
El rubio y Margot habían seguido "solo como amigos" cuando ella se fue a Francia porque ninguno de los dos se veía capaz de llevar una relación a distancia, y de vez en cuando se escribían contándose las cosas más importantes. Pero tras mucho hablar con James –en francés, por supuesto-, Louis se había dado cuenta de que era estúpido dejar pasar ciertas oportunidades, y decidió seguir a su primo.
Fue precisamente Margot quien les abrió la puerta, con el pelo recogido en un moño de andar por casa, pantalones cortos de deporte, calcetines hasta la rodilla y una camiseta del equipo de quidditch de la universidad que le iba enorme, y por un momento, uno de los pocos en su vida, se notó que no sabía qué hacer ni cómo reaccionar. Pero enseguida se recompuso, e inmediatamente saltó sobre Louis y enrolló las piernas en su cintura. La sonrisa de este no cabía en su cara, y sin poder contenerse la besó. Y viendo que aquellos dos tenían para largo poniéndose al día, James los rodeó y se coló dentro en busca de Elena, porque tampoco él quería perder el tiempo.
Y no lo perdieron, en ningún momento. Viajaron siempre que pudieron a todos los lugares que habían deseado, no se perdieron ni una fiesta, vieron el mundial de quidditch al completo y fueron juntos a la final, él con la camiseta de Escocia y ella con la de Francia pero igualmente de la mano. Y volvieron a Inglaterra siempre que se les presentó la ocasión: para todos los cumpleaños, en navidades y en Pascua –las primeras las pasaban en la Madriguera y las últimas con los Williams-, para el nacimiento de Ellie, la hija de Fred y Natalie, para la fiesta de compromiso de Lily Luna y Lysander, en la que James, Albus y todos sus primos amenazaron de manera conveniente al novio, y cómo no para la fiesta en honor a Molly cuando fue nombrada jefa de Hufflepuff, quedando así a solo un paso de su sueño de toda la vida: ser la directora de Hogwarts. Aunque hubo dos momentos en ese tiempo que sin duda eclipsaron a los demás: el primero fue la boda de Albus Severus y Alice Longbottom. Ella seguía insegura respecto a su relación, y el chico decidió demostrarle que nunca jamás podría dejarla por cualquier otra pidiéndola matrimonio y casándose al mes siguiente en la Madriguera, como ya casi era tradición entre los Weasley. El segundo había sido otra boda, la de Andrew, que poco después de acabar Hogwarts había salido del armario y se casó con un chico americano que había conocido en su año de Erasmus.
Y por fin se graduaron. Elena un año antes de lo previsto y aún así entre las primeras de su promoción, y James con honores y varias ofertas de trabajo que estudiar. Finalmente eligió la del Ministerio de Magia británico para por fin volver a casa, pero las cosas no salieron exactamente como había previsto. En el departamento de aurores había ido ascendiendo poco a poco, sin ninguna clase de privilegio por mucho que Corazón de bruja dijera lo contrario. Trabajó muy duro hasta que finalmente consiguió lo que había querido desde el principio: un pequeño grupo de magos y brujas valientes a su cargo y una gran misión. Tanya Jordan y Nikolai habían conseguido reintegrarse en la sociedad mágica griega y habían reunido a un pequeño grupo de fanáticos a su alrededor para continuar con su idea de invocar a Grindelwald de manera ilegal y con motivos nada claros. Y ahora era el turno de James de encontrarlos y arrestarlos. Pero, tal y como suele pasar, del dicho al hecho hay un trecho, y tuvo que pasarse más de un año y medio viajando en busca de pistas hasta que al final consiguió encontrar al grupo en un pequeño pueblo al sur de China. Durante todo este tiempo, Elena lo siguió en su particular vuelta al mundo. La pelirroja siempre decía que le gustaba la oportunidad de conocer lugares distintos y recopilar nuevas pociones y técnicas que le eran muy útiles en la tesis doctoral que estaba preparando, pero lo cierto es que hubo momentos en que llegó a pasarlo mal. Especialmente cuando veía a James llegar a casa, abatido porque había desembocado en un callejón sin salida o porque Tanya y Nikolai siempre parecían ir un paso por delante, y más aún cuando él regresaba herido.
Los dos acabaron quemados, él en más de un sentido, pero más unidos que nunca por la experiencia. Así, cuando estuvieron de vuelta en su acogedor pisito londinense, decidieron que ya lo habían dejado demasiado tiempo y que era hora de casarse. Y como James estaba cumpliendo con la "tradición" de su familia al casarse con una pelirroja, esta decidió cumplir con la de su propia familia francesa y casarse en un castillo en Normandía.
La insistente voz de su madre sacó a Elena de su ensoñación.
-¡Hija! ¿Dónde estás? ¿Hooola? ¡Elena!
Ella sacudió la cabeza.
-Pardon maman, me distraje pensando. ¿Qué decías?
Judie sonrió dulcemente, acordándose de cuando ella misma se casó, y acarició suavemente la mejilla de su hija.
-Que si quieres que te ponga el velo ya, cariño.
-Depende del tiempo que tengamos...
-Por eso no te preocupes, te quedan unos quince minutos antes de tener que bajar, así que vamos perfectamente.
La novia asintió lentamente.
-Entonces prefiero esperar un poco más... ¿Las chicas estarán ya preparadas? Me gustaría verlas, la verdad.
-Supongo que lo estén o sino casi, si quieres puedo ir a buscarlas.
-O ya venimos nosotras directamente –concluyó la alegre voz de Dominique desde la puerta.
Madre e hija se giraron y vieron a Rose, Lily Luna, Victoire, Margot y Cris Avery detrás de Nique, todas muy sonrientes y con sus vestidos de dama de honor ya puestos. Vic, además, llevaba de la mano al pequeño Remus, monísimo con su trajecito, que iba a llevar las arras.
Elena sonrió corrió, dentro de lo que la permitían los tacones y el aparatoso vestido, a abrazar a aquellas chicas que tan especiales se habían hecho para ella durante aquellos años por unos u otros motivos.
-Prima, si algún día me caso te pediré que lo organices, lo tuyo es tener estilo –rió Dominique mientras le plantaba un cariñoso beso en la mejilla.
-Pues a ver si me das la alegría pronto y eres la siguiente –la coreó Elena.
-No chicas, aquí a la que le toca es a Cris –interrumpió Margot con una sonrisa.
-¿Pero qué dices loca? –Se espantó esta.
-Sí, tú asústate pero Jaime te acabará convenciendo...
-Y creo que bastante pronto, así que acuérdate de que quiero ser tu dama de honor –sonrió Elena, abrazándola de nuevo.
-Te aprovechas de que es el día de tu boda –resopló Cristina, que no era una gran aficionada a los abrazos que digamos.
-Descaradamente –admitió la pelirroja con una enorme sonrisa antes de separarse-. ¿Y cómo está mi caballero favorito? –Añadió, inclinándose frente a Remus.
-¡Listo para hacerlo todo como me enseñaste, tía Elena! –Exclamó él emocionado.
-Así me gusta, peque, y ya verás que bien cenamos luego... ¿Me guardarás un baile?
-¡Sí! Mamá y papá me han dicho que voy a poder quedarme hasta las doce.
-Eso es genial, campeón, ya verás lo bien que nos lo pasamos.
Las chicas hablaron un rato, compartiendo anécdotas, hasta que finalmente Judie les recordó que la novia tenía que llegar tarde, pero aún así era hora de bajar. Elena asintió y de inmediato llevó a Rose a un pequeño aparte y le pidió que le colocara ella el velo.
-¿Cómo está mi ahijado? –Preguntó discretamente la novia mientras miraba la barriguita apenas perceptible de su amiga.
Efectivamente, Rose y Scorpius acababan de enterarse de que iban a ser padres en seis meses, aunque de momento Elena y Hugo eran los únicos que sabían la noticia.
-Creo que tan feliz como su madre –respondió Rose posando la mano suavemente sobre su vientre.
Elena iba a decir algo más, pero su madre les recordó que ya era el momento, así que se reunieron con las demás para ir bajando.
Poco antes de que las puertas del gran salón, donde todos esperaban ya, se abrieran, Margot apoyó una mano en el hombro de Elena y susurró:
-Ánimo hermana, recorre ese pasillo y sé bienvenida al clan de las Weasleys.
La francesa le guiñó un ojo con complicidad antes de coger el brazo de su padre y, por fin, nueve años después, caminar hacia el altar donde le esperaba el hombre de su vida.
La ceremonia pasó en un suspiro, y por mucho que lo intentó más tarde, Elena apenas fue capaz de recordar las palabras del mago oficiante. Lo único claro en su mente eran los votos, que se había aprendido de memoria, la cara de James y las confidencias y sonrisas que compartieron durante toda la ceremonia.
Eso y el "puede besar a la novia", después del cual su ahora marido le quitó el velo y la besó con ternura.
Después se encontró a sí misma recorriendo otra vez el pasillo, esta vez como Elena Potter y con "I think I wanna marry you" de fondo, una canción por eso se convertiría en su favorita junto al "vals de la bella y la bestia", que fue con el que James y ella abrieron el baile de su boda.
La celebración no terminó hasta las seis de la mañana, con el nuevo amanecer. En la suite nupcial, James ayudó a Elena a desabrocharse el vestido y mientras lo bajaba apoyó sus grandes manos en el vientre, ligeramente prominente ya, mientras besaba su cuello.
-¿Cómo ha llevado la boda nuestro pequeño Charles? –Susurró con una sonrisa muy dulce.
-Chst, todavía hay posibilidades de que sea Jeanne... -Replicó Elena en el mismo tono.
-Como usted diga, señora Potter –concluyó James antes de besarla.
Nunca jamás iba a cansarse de cómo sonaba aquello. Ni siquiera después de la muerte.
¡Hola! He aquí un epílogo que se ha hecho muchísimo de rogar pero que espero que os haya gustado tanto como a mí escribirlo, porque la verdad es que hasta me he emocionado un poquito... Es que Ojos verdes ha significado muchísimo para mí, al igual que todos vosotros. Por favor, dejadme vuestros comentarios, me hacen muchísima ilusión y en estos días me he propuesto responder a TODOS los de la historia. Los agradecimientos los subiré esta noche si me da tiempo o sino mañana y también os cuento que he decidido no terminar del todo sino que subiré una serie de one-shots con momentos o sobre personajes que podéis sugerir :)
También os hago un poco de spam y os invito a pasaros por mi nueva historia sobre los Merodeadores, "Corazón de serpiente".
Un besazo enorme, sois una de las mejores cosas que me han pasado,
Ángela
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