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De pruebas, llegadas y retos

La llegada de las delegaciones de Durmstrang y Beauxbatons estaba prevista, como era tradición, para el día treinta de octubre. McGonagall decretó que ese día no habría clases por la tarde, y Elena no podría estar más contenta, porque tenía Cuidado de Criaturas Mágicas, Herbología y Runas Antiguas. Esta última asignatura la gustaba bastante, pero no así las dos primeras, que, sin embargo, eran necesarias si quería dedicarse a la elaboración de pociones.

Dominique, Lily Luna, las gemelas Longbottom, Rose, Albus, Scorpius, Daniel, Peter y Elena estaban junto al lago, charlando animadamente sobre el Torneo y comiendo galletitas que habían comprado a Molly Weasley en su tienda de Hogsmeade.

-Yo creo que deberíamos ir a Hogsmeade a por bebidas para organizar una fiesta y celebrar la elección del campeón. -Comentó Dominique.

-A mí me parece una estupenda idea, al fin y al cabo no todos los días se celebra que tenemos un campeón. -Apoyó Lily sonriendo.

-Ni siquiera sabéis si el elegido será Gryffindor -intervino Rose-. Podría ser de cualquiera de las otras casas.

-Oh vamos, Gryffindor es la mejor casa de Hogwarts -replicó Albus-. Todos sabemos que el campeón será de los nuestros.

-Tú sigue soñando Potter. ¡El campeón será Slytherin! -Las últimas palabras de Scorpius fueron un grito triunfal.

-¡Tú calla, serpiente! -Gruñó Elena, aprisionando a Scorpius en la hierba y haciéndole cosquillas.

Y así todos se enzarzaron en una guerra de cosquillas sin cuartel que se vio interrumpida por James Potter y sus dos mejores amigos: Andrew Collins y Jaime Travers, ambos Gryffindor y jugadores de quidditch.

Andrew Collins era el buscador: un joven bajito, de pelo castaño claro y ojos celestes. Era flacucho y enclenque, pero un gran buscador. Además, el chico era responsable, y siempre intentaba meter algo de sentido común en las cabezas de Jaime y James, que se parecían tanto como sus nombres. Andrew era un buen estudiante, sarcástico pero muy agradable.

Al igual que James, Jaime medía metro ochenta y era ancho de espaldas, delgado y musculoso. Sin embargo, el pelo de Jaime era dorado, y sus ojos grises como la tormenta. Tenía la voz grave y agradable, era un gran bromista y un increíble golpeador. Las chicas de Hogwarts se lo rifaban, porque era agradable y atento, aunque también algo mujeriego. Aún así era un encanto y muy, muy guapo.

Elena no habría podido elegir a ninguno de los dos si se lo hubieran pedido, aunque James tenía un toque misterioso a la vez que desenfadado que posiblemente habría hecho que se decantara por él. Aunque claro, ella jamás confesaría eso.

-Vaya, vaya -comentó James con una sonrisa-, os veo entretenidos.

-Sí -añadió Jaime-, tal vez podríamos unirnos a ellos y sobar un poco...

James asintió, mirando a Elena, e iba a acercarse a los demás, pero Andrew le retuvo.

-¡No seáis pervertidos anda! Cualquiera diría que estáis necesitados...

Sus amigos rieron dándole la razón.

Cosa de un minuto después, Grace Longbottom reparó en los tres chicos que les estaban contemplando entre risitas. La chica se sonrojó inmediatamente, pues la gustaba Andrew desde el año anterior, y todos lo sabían. Salvo él. Como suele pasar.

-Esto... Creo que tenemos público. -Murmuró Grace mientras se recolocaba el pelo nerviosamente.

Solo Alice la oyó, pero ella avisó al resto, que enseguida se separaron y miraron a los tres de séptimo que les observaban divertidos.

-¿Qué hacéis aquí? -Preguntó Albus un poco bruscamente.

-Viendo divertirse a mi hermano pequeño -comentó James, apoyándose sobre el tronco de un árbol-. Y yo que pensé que me lo montaba bien... Tú si que sabes como apañártelas para tocar, ¿eh hermanito?

-Más te gustaría a ti hacer como tu hermano, ¿no James? -Dijo Dominique mientras sacaba la lengua a su primo y le revolvía aún más el pelo.

-Yo me las apaño aún mejor. -Dijo James guiñando un ojo. Mientras tanto, Jaime estaba mirando descaradamente a Elena, que trataba de recomponerse un poco. La pelirroja tenía todo el pelo revuelto, la falda un poco subida, la camisa a la altura de su ombligo y con tres botones abiertos.

-Cierra la boca Travers, que entran mocas. -Gruñó Elena cuando al fin volvió a estar presentable.

-No seas irascible Williams -sonrió el rubio sentándose junto a ella-. ¿Te he dicho alguna vez que tienes una figura excelente? ¿Todas las de Beauxbatons estáis así? Porque podrías presentarme a alguna amiga tuya...

-Lo siento pero no quiero hacerles semejante chasco a mis amigas... Sin embargo si que te podría presentar a alguna. -Elena estaba pensando en un par de chicas a las que no soportaba... Y que no se llevarían muy bien con Jaime. Solo de pensarlo se le escapó una risita, que Jaime malinterpretó.

-Eh Jaime, ¿quieres dejar de mirar a Williams embobado? -Intervino Andrew, pegando una colleja a su rubio amigo-. Te recuerdo que no hemos venido para que recrees la vista.

-Anda Andrew, no nos quites la diversión, yo también estaba disfrutando. -James se sentó junto a su hermana y picó una galleta. Por suerte, las galletas habían salido inmunes.

-Muy gracioso Jimmy -respondió Elena con sarcasmo-. Cuéntame, ¿a qué has venido aquí?

-A recrearnos la vista, claro.

-No seas pervertido que eres mi hermano mayor. -Gruñó Lily, dándole una colleja. Tal como había podido comprobar Elena, en Hogwarts eran bastante aficionados a las collejas. Había que admitir que eso era un punto a favor del colegio.

-Vale, vale... Cuando tu propia hermana pequeña te da collejas es que algo va realmente mal en tu vida.

-¿Y qué pasa si lo hace tu hermano menor? -Preguntó Albus, acercándose sigilosamente y pegando otra colleja a James.

-¿Y tus primas menores? -Preguntaron Rose y Dominique simultáneamente, dando también collejas a James.

-Bueno, ¡ya vale! -Se quejó James-. Porque sois de la familia que si no...

-¿Si no qué? -Preguntaron las gemelas Longbottom, e hicieron ademán de dar también a James, pero él las detuvo y se apartó.

-Anda, dejad a James -sonrió Andrew situándose junto al nombrado-, que me le atontáis y luego no rinde.

Todos rieron salvo James, que fingió estar más enfadado de lo que realmente estaba y se cruzó de brazos.

-Bueno, ¿a qué habéis venido? -Peter, tan práctico y al grano como siempre-. Porque al final no habéis dicho nada.

-Ah sí -dijo Jaime, pareciendo recordar el motivo-. Pues veníamos a buscar a Daniel y a Lily. Hoy son las pruebas para golpeador y aquí el capi quiere presente a todo el equipo.

James asintió. Era el capitán de Gryffindor y el mejor cazador desde la época de su abuelo y tocayo James Potter.

-Sí -asintió James-. Quiero que todos estemos presentes en la selección del golpeador y empezar a entrenar cuanto antes para machacar a las serpientes.

Mientras lo decía, James lanzó una mirada malintencionada a Scorpius, que se hizo el tonto. Él era uno de los golpeadores de Slytherin, pero solo porque el capitán del equipo le había insistido. En realidad a él no le gustaba demasiado el quidditch, y no se lo tomaba demasiado en serio.

-Ay James, siempre me estropeas los mejores momentos nescafé -gruñó Lily-. Dime, ¿alguno merece la pena?

-Tal vez Matthews, pero no sé que decirte. Desde que Freddie se graduó no hemos encontrado otro cazador bueno. -Respondió James tras meditarlo un rato.

En ese mismo instante Elena tomó una decisión. Se presentaría a las pruebas y sería la golpeadora de Gryffindor.

-¿A qué hora son las pruebas? -Preguntó Elena a nadie en particular.

-¿Acaso planeas presentarte, pelirroja? -Respondió James, en tono ligeramente burlón.

-Tal vez.

-¿Sabes que yo soy el otro golpeador, Williams? -La voz de Jaime tenía un tono algo insinuante.

-Mejor no me desanimes Travers, o perderéis la oportunidad de tener a la mejor golpeadora a la que Gryffindor puede aspirar.

-Te lo tienes un poco creído, ¿no Elenita? -James sonreía de un modo travieso. Le gustaba el modo de manejarse de Elena. A Jaime también.

-Tú también James.

-Yo tengo motivos.

-Puede que yo también los tenga.

-Pues demuéstramelo. La prueba es en diez minutos en el campo de quidditch.

Elena gruñó en un tono apenas audible. En diez minutos no podría llegar a la torre de Gryffindor para coger la escoba y ponerse un pantalón. Pero James Potter la había desafiado, y ella pensaba demostrarle de lo que era capaz aunque tuviera que convertir su varita en una escoba y volar en bragas.

James llamó a los miembros de su equipo y todos se fueron tras él, aunque Lily y Daniel la desearon suerte.

Andrew fue el único que no corrió tras su capitán, si no que se entretuvo un minuto.

-Podrías utilizar un conjuro convocador para atraer a tu escoba y también un pantalón más adecuado para volar.

-Mil gracias, Collins. Es una idea genial, pero... ¿por qué me ayudas?

-Porque no quiero que Gryffindor pierda su oportunidad de oro, y tal vez tú puedas ayudar al equipo. -Tras esas simples palabras, Andrew Collins se despidió con un leve gesto de cabeza y salió tras su capitán.

Dominique y Albus estaban sentadas en las gradas del campo de quidditch viendo volar a los aspirantes a golpeador. El resto de sus amigos habían preferido dedicarse a otras actividades, pero ellos habían ido a apoyar a su amiga. Rose había tenido intención de ir también, pero al final Scorpius la había... convencido de lo contrario.

El plan de Andrew era sencillo pero genial, y posiblemente a ellos no se les habría ocurrido debido a lo fácil que era.

-Yo no entiendo mucho de quidditch, pero creo que estos son malos a rabiar. -Murmuró Albus cuando la tercera bludger pasó por encima de sus cabezas y no les dio por los pelos.

-Es que SON malos a rabiar. -Gruñó Dominique, sin importarle que la oyeran.

Su primo la indicó que bajase un poco la voz, pero ella no hizo ni caso, ganándose miradas de odio de todos los aspirantes. De todos modos, era Dominique Weasley, así que les respondió con una relumbrante sonrisa.

Elena había sido la última en llegar, así que fue la última en volar.

-¡Williams! -Gritó James, anotando algo en su cuaderno. Parecía mentira lo serio que se ponía James cuando se trataba de su equipo de quidditch.

Había seis candidatos para golpeador, y de ellos solo uno valía un poco la pena, pero James sabía que no era ni mucho menos suficiente. Jaime era un excelente golpeador, pero poco podía hacer si no tenía un compañero que le hiciera justicia.

"Habrá que ver como lo hace la pelirroja." -Pensó James mientras la veía subir a la escoba. Ya de por sí la escoba le impresionó: la Vuelo de Pegaso era la mejor escoba del mercado. Y parecía que la pelirroja volaba bien. Qué cuernos, volaba divinamente. Aún así, James no tenía muchas esperanzas: no había muchas chicas golpeadoras, debido principalmente a una cuestión de fuerza.

Elena sujetó el bate que Jaime le tendía y se preparó para recibir la bludger.

Elena y Jaime hicieron unos cuantos pases realmente buenos. La chica era muy rápida y parecía estar en todas partes a la vez. Y la fuerza no parecía ser un problema, pues Elena respondía a los golpes sin ningún problema y los devolvía con fuerza, también.

A James le reventaba admitirlo, pero Elena Williams era buena. Muy buena. Y no podía perder esa oportunidad para Gryffindor...

-¡Bien, es suficiente! -Gritó James al cabo de un rato.

Elena y Jaime bajaron, y este último ayudó a Andrew a guardar las bludgers.

-¡Atención todos! -Exigió James, y todos le miraron atentamente-. Me encantaría poder decir que todos habéis sido fantásticos, pero la verdad es que ni de lejos. La mayoría habéis sido más bien horribles, pero ha habido una persona que ha merecido la pena, y esa persona va a ser la nueva golpeadora de Gryffindor. Bienvenida al equipo, Elena Williams.

Todos pusieron cara de decepción, aunque Albus y Dominique aplaudieron a su amiga. Elena simplemente sonrió y susurró "te lo dije" a James.

Él esbozó una breve sonrisa y no le quedó otra que asentir resignado.

-Ven aquí, te presentaré al resto del equipo.

Elena asintió y, por una vez, le siguió dócilmente.

James la condujo hasta la torre del comentarista, un lugar de vistas privilegiadas donde el resto del equipo había estado viendo las pruebas.

-Bien equipo -anunció James nada más entraron por la puerta-, ya tenemos nueva golpeadora. ¿Hay alguna objeción a que Elena Williams sea nuestra nueva golpeadora?

Los miembros del equipo se miraron entre sí y negaron con la cabeza.

-Bien, pues está hecho. Bienvenida al equipo, Elena.

-Muchas gracias Potter.

-Llámame James. Al fin y al cabo ahora estamos juntos en el equipo, ¿no? -Elena asintió sonriendo, y James también esbozó una sonrisa satisfecha-. Bien equipo, esta es Elena Williams, ya lo sabéis. Elena, estos son Daniel Thomas y William Dale, nuestros cazadores -al tiempo que James decía los nombres, iba señalándolos-. El otro cazador soy yo. Andrew Collins es el buscador, y Lily es la guardiana. Y Jaime es el otro golpeador, como sabrás.

-Encantada. -Murmuró Elena con una sonrisa, aunque ya conocía a casi todos.

-Bien, eso es todo. Entrenaremos mañana a las doce en punto.

Todos asintieron y abandonaron la torre del comentarista. Elena y Lily fueron las últimas en salir, charlando sobre quidditch, y Lily alabó la actuación de Elena en las pruebas.

Una vez abajo, se juntaron con Albus y Dominique, y los cuatro marcharon hacia la torre de Gryffindor, pues tenían que prepararse para recibir a los de Durmstrang y Beauxbatons.

Elena estaba impaciente por ver a sus amigos de Beauxbatons, aunque en cierto modo temía un poco el reencuentro. En Hogwarts había encontrado amistades maravillosas, mejores que la mayoría de las que había hecho en sus cinco años en la Academia Beauxbatons, pero aun así la unían profundos lazos con mucha gente de Beauxbatons, y se preguntaba que pensarían de sus nuevos amigos. Y viceversa.

Los jefes de casa y la directora organizaron a todos los alumnos por casa y por edad. Elena estaba junto a Albus y Elizabeth McLaggen, una alta muchacha morena a la que apenas conocía pero que tenía pinta de ser algo estirada.

Aquella noche, todos los alumnos lucían sus uniformes de gala, y estaban nerviosos y expectantes.

Elena había sustituido la falda del uniforme por otra color gris perla muy similar y una camisa blanca de manga corta con el escudo de Gryffindor bordado a mano.

Por encima se había colocado una túnica de raso negro fruncida en la cintura y con media manga. La túnica también tenía el escudo de Gryffindor en el pecho.

En lugar de los zapatos del uniforme, que nunca llevaba, se había puesto unas sandalias negras con tacones de cinco centímetros para parecer más alta.

Se había recogido el pelo en una trenza lateral, y encima se había colocado el sombrero reglamentario. Realmente estaba muy guapa. Muy guapa y muy nerviosa, ya que no era capaz de parar quieta. Al fin, Albus la agarró de la mano tratando de calmarla un poco.

Las delegaciones extranjeras no se hicieron de rogar, y llegaron enseguida. Los primeros en aparecer fueron los alumnos de Durmstrang, en su gigantesco e increíble barco.

El director del colegio, un hombre con aspecto de ser búlgaro, presentó sus respeto a McGonagall y entró al gran comedor seguido de sus alumnos. Junto a Elena, Elizabeth McLaggen se emocionó al ver a algunos de los chicos. Y no sin razones, pensó Elena.

Los de Beauxbatons se retrasaron un poco más, pero al fin llegaron en el imponente carruaje azul salpicado de estrellitas y tirado por los enormes pegasos blancos como la nieve.

Monsieur Philippe abrió la puerta del carruaje y Madame Maxime salió, toda vestida de gala, seguida por los alumnos elegidos como posibles representantes del colegio en el Torneo de los Tres Magos.

Elena sonrió al ver que casi todos sus amigos habían ido, y también todo el equipo de quidditch que ella había capitaneado hasta el año anterior.

Al igual que habían hecho los de Durmstrang, la delegación de Beauxbatons presentó sus respetos a Minerva McGonagall y entraron al gran comedor, esta vez seguidos por todos los alumnos de Hogwarts. Elena aprovechó la confusión general para reunirse con sus mejores amigos: Claudette, Marie y Alec.

Elena abrazó a sus mejores amigos y les dio la bienvenida al colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.

-Merci! -Exclamaron los tres al tiempo, emocionados y encantados de volver a ver a su mejor amiga.

-Et maintenant, je vais vous présenter mes amis d'ici. -Anunció Elena, sonriendo.

Albus, Dominique, Rose, Scorpius y las gemelas Longbottom estaban unos pasos por detrás, y Elena no tardó en reunirse con ellos, acompañada de Claudette, Marie y Alec.

-Bueno chicos -empezó, dirigiéndose primero a los de Beauxbatons-, quiero presentaros a mis amigos de Hogwarts. Son muy importantes para mí y estoy segura de que os caerán bien. Estos son Dominique Weasley, su prima Rose Weasley y su novio Scorpius Malfoy, Albus Severus Potter y Grace y Alice Longbottom.

Los aludidos fueron saludando por turnos.

-Y estos son mis mejores amigos en Beauxbatons, Claudette Carlier, Marie-Susanne Moreau y Alec Fournier.

Esta vez fue el turno de los franceses de saludar.

Todos juntos se dirigieron hacia el Gran Comedor. Los franceses se acomodaron en la mesa de Gryffindor, alrededor de Elena en su mayoría, y los de Durmstrang se situaron en la mesa de Hufflepuff.

La mayoría de los de Beauxbatons se integraron rápidamente, pero no así Claudette, Alec y Marie-Susanne, que se pasaron la cena hablando en francés entre ellos y ocasionalmente con Elena, quien estaba algo molesta por la conducta de sus amigos

El único momento en el que prestaron un poco más de atención fue cuanto McGonagall sacó el Cáliz de Fuego que decidiría quienes serían los Campeones del Torneo.

La pelirroja no podría creerse el comportamiento de los que, poco tiempo atrás, habían sido sus mejores amigos, así que al final de la cena se disculpó y salió con ellos en dirección al carruaje.

Iba a preguntar a sus amigos por su comportamiento de aquella noche, pero ellos se la adelantaron.

-Te compadezco Elena -comenzó Claudette apenada-, es una lástima que tus padres te hayan obligado a dejar Beauxbatons por este sitio tan cutre.

-Sí -añadió Marie-Susanne-, y con toda esa gente con tan poco estilo. Son tan cutres como su castillo... No puedo creer que hayas tenido que juntarte con esa gentezuela.

-¿Cómo? -Preguntó Elena, incrédula.

-Oh ya sabes querida, son tan patéticos...

Elena no creía lo que oía.

-¿Patéticos?

Claudette estaba a punto de responder, pero Elena no la dio tiempo y se largó. Solo Alec, su fiel amigo desde que entró al carruaje en París por primera vez, la siguió.

Elena se dirigió hasta el punto en el cual el lago se juntaba con los confines del Bosque Prohibido, un lugar que la gustaba especialmente desde que Grace Longbottom se lo enseñó. Alec llegó allí detrás de ella, y se sentó a su lado, en silencio, tal como solía hacer cuando Elena se enfadaba en Beauxbatons y huía a los jardines.

-¿Por qué? -Preguntó ella al fin, con un deje de tristeza en la voz.

Él no necesitó ninguna aclaración respecto a la pregunta, pero aún así estuvo un momento callado, meditando qué podría responder.

-En el fondo lo sabes tan bien como yo, Elena. -Respondió él, con total sinceridad.

Elena meditó un momento. Alec tenía razón, como casi siempre. Ella conocía a Claudette y a Marie-Suzanne mejor que nadie, y siempre había sabido lo crueles que podían llegar a ser. Pero también era cierto que con ella siempre habían sido encantadoras, y había habido una montaña de afecto mutuo entre ellas. Sabía que podían llegar a actuar como lo habían hecho aquella noche, y siempre la fastidió, pero nunca lo habían hecho con ella, y, tontamente, pensó que nunca lo harían.

-Es verdad -reconoció la chica, apoyándose contra el tronco del árbol que estaba justo detrás-, lo sé. Pero no lo entiendo. Marie, Claudette, tú y yo siempre hemos sido buenos amigos. Los mejores amigos, de hecho. ¿Por qué actúan así ahora?

-Hogwarts le está haciendo mucho mal a tu perspicacia, ¿no? -Alec trataba de quitarle hierro al asunto con su broma, pero la seria mirada de Elena lo disuadió de seguir intentándolo. Aquel era un asunto muy serio como para tomarlo a broma.

-Así que ahora me consideran su rival, ¿no? -Comprendió ella.

-Sí. Ya sabes que Marie y Claudette son muy de blanco o negro. O eres su amigo o su rival. Y tú, querida, ahora estás en Hogwarts. En otras circunstancias no habrían tenido problema en admitirte, claro -razonó el chico-, por ejemplo si hubieras ido de vacaciones a visitarla. Pero da la casualidad de que estamos en medio del Torneo de los Tres Magos, uno de los acontecimientos más competitivos. Así que han pasado a considerarte su rival.

Elena hundió los hombros, abatida. Ella siempre había querido a Marie y a Claudette, y ahora sus mejores amigas la daban la espalda. ¿Qué chica afrontaría eso sin hundirse? Desde luego Elena Williams, no.

-Ven aquí, anda -Susurró Alec, atrayendo a Elena hacia sí y apoyándola en su pecho. Allí, soltó la trenza y acarició la brillante melena pelirroja de su mejor amiga, como haría para calmar a una niña pequeña. Como llevaba haciendo los últimos cinco años cada vez que ella se hundía en la tristeza-. Ahora estamos solos. Llora, si quieres.

Ella asintió imperceptiblemente y empezó a sollozar quedamente.

-¿Será así con todo el mundo? -Preguntó entre sollozos.

-Por supuesto que no -contestó él mientras seguía acariciando su pelo-. La mayoría te seguimos queriendo, y yo no te daré la espalda. Ni tampoco lo harán Marianne, ni Claudine. Ni ninguno de tus múltiples admiradores, claro.

Elena dejó escapar una sonrisita y se terminó calmando. Aún así, no abandonó los brazos de Alec, y los dos permanecieron un rato más en silencio, cada cual sumido en sus propios pensamientos.

Elena pensaba en cómo serían las cosas en adelante con sus compañeros de Beauxbatons, y pensaba que ojala nunca hubiera tenido que abandonarles. Aunque, por otra parte, si mucho se iban a comportar así con ella solo por el hecho de estar en otro colegio, casi había merecido la pena, pues el cambio había sido a mejor.

Por su parte, Alec pensaba en Elena. La conocía desde que ambos eran unos niños asustados que no sabían nada de magia ni lo que les iba a deparar la Academia Beauxbatons para jóvenes magos y brujas. Fueron los dos primeros en subir al carruaje, y no tardaron en simpatizar. Desde entonces fueron grandes amigos, y para Alec resultó muy fácil enamorarse de la inquieta pelirroja de ojos verdes que demostró ser la mejor capitana de quidditch que el equipo de Beauxbatons había tenido en mucho tiempo. Elena era muy inteligente, fuerte y valiente. Y apreciaba a los suyos por encima de todo. Esas fueron las cualidades que más atrajeron a Alec, pero él nunca confesó su amor, principalmente porque sabía que ella solo le veía como su mejor amigo y nada más. Y con el tiempo su corazón también lo comprendió y, aunque siempre sentiría algo fuerte y especial por Elena Williams, dejó de estar enamorado de ella para convertirse en su mejor amigo incondicional, como lo había sido hasta el momento pero sin ningún otro sentimiento de por medio.

Mientras tanto, entre las sombras del bosque una figura los observaba. Había pasado por ahí por casualidad, y no era de los que se paraba a espiar, pero había algo en esas dos figuras junto al lago llamó su atención. Y cuando vio que se trataba de Elena, la atención quedó automáticamente retenida.

"No sé lo que pasa aquí -pensó-, pero tampoco me importa. De todos modos voy a conquistarla."

Y él nunca fallaba cuando se proponía un reto.

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