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Capítulo Especial: Las flechas de Cupido I

El diecinueve, dicho así, tal cual, es un número que no impresiona tanto. Pero diecinueve años son muchos años, y en diecinueve años pueden pasar muchas cosas. Si a eso le sumamos todos los años que no hemos visto de los niños Potter y Weasley en Hogwarts, cinco más, los diecinueve años se convierten en veinticuatro. Y en veinticuatro años pasan aún más cosas.

Durante todos estos años, los Potter, los Weasley y todos los demás han seguido haciendo sus vidas, y les han pasado muchas cosas. Por desgracia no se pueden contar todas, pero sí las más significativas. Y, ¿qué hay más significativo que enamorarse?

¿No os apetece saber como surgió el amor entre un Malfoy una Weasley? ¿O cómo empezó la historia de amor de Teddy y Victoire?  Y no me digáis que nunca os habréis preguntado cómo fue el momento en el que Harry se declaró a Ginny y Ron a Hermione…

Pues ya es hora de poner imágenes a todos esos mágicos momentos, ¿no os parece?

***

Nº 12 de Grimmlaud Place, un 14 de Enero cualquiera

Harry Potter se paseaba por la que antes fuera la habitación de su padrino, ahora reformada para ser la suya, muy nervioso, tratando sin éxito alguno de arreglar su pelo. Por fin, se dio por vencido y bajó al salón, donde su ahijado, Teddy Lupin, jugaba con un juego muggle que Hermione le había regalado. Por un momento, Harry se olvidó de sus nervios y de todo lo demás, y una oleada de ternura lo invadió. Adoraba a ese chiquillo de apariencia cambiante que cada día pasaba más tiempo con él, en su casa. El niño acababa de cumplir seis años, y ahora se quedaría hasta comienzos de febrero en casa de Harry para que su abuela pudiera descansar un  tiempo, ya que era una mujer mayor y se cansaba con facilidad, y más teniendo que cuidar ella sola de un nieto pequeño y tan activo como Teddy, a pesar de la constante ayuda de Harry.

En cualquier caso, el niño que vivió estaba encantado de cuidar de su ahijado, y estaba pasando unos días maravillosos con él: habían ido al zoo, al parque, cocinado juntos, paseado, jugado a cualquier cosa que se les ocurría…

Sin embargo, Harry no podría pasar esa tarde con su ahijado, porque tenía que hacer algo muy importante, con lo que había pedido a Luna Lovegood, bueno, ahora Scamander, que cuidase del niño por aquella tarde. Ella, por supuesto, había accedido encantada, ya que  adoraba al pequeño Teddy y el niño lo pasaba estupendamente jugando con ella.

Harry llevó a Teddy hasta la casa de Luna y Rolf Scamander, y después se dirigió a la estación de King's Cross. Una vez allí, entró en el andén 9 ¾ y, simplemente, esperó. Habitualmente ese andén era utilizado solo para los viajes a Hogwarts, pero ese día cumpliría una misión distinta: traer a las Arpías de Holyhead a casa desde Escocia tras ganar la liga de quidditch de aquel año.

Las jugadoras del equipo pensaban que ya habría tiempo de ser recibidas públicamente y con grandes honores, de firmar autógrafos y dar entrevistas, y ahora simplemente querían volver a casa discretamente y descansar por unos días. Por ese motivo, habían tomado el tren desde la estación de Hogsmeade, cosa que nadie sabía, ni mucho menos los horarios. Nadie salvo alguien que, como Harry Potter, trabajara en el departamento de aurores y hubiera sido encargado de garantizar el secreto del viaje, por supuesto.

El tren llegó solo unos minutos después, y de él no tardaron en bajarse un montón de chicas alegres, portando grandes maletas.

Ginny Weasley, cazadora del equipo, fue la última en salir del tren. Harry pensó que estaba preciosa, con el cabello pelirrojo brillante cayendo en cascada hasta debajo de sus hombros, la piel tostada y los ojos color chocolate brillantes.

Ginny iba hablando con la capitana del equipo, pero se despidió  de ella en cuanto vio a Harry apoyado contra una de las columnas.

Mientras el resto de arpías salían, Ginny se acercó a Harry con una leve sonrisa en los labios.

Ninguno de los dos dijo nada, era uno de esos momentos en los que sobran las palabras, y simplemente avanzaron hasta encontrarse y él la abrazó con fuerza y hundió la cabeza en su sedoso pelo.

-Te he echado de menos -susurró Harry en su oído, para que solo ella fuera testigo de sus palabras.

-Yo también -murmuró ella a su vez.

Era uno de esos momento en los que todas la palabras sobran, así que simplemente se dedicaron a abrazarse y a disfrutar del otro.

Harry y Ginny habían retomado su relación tras la batalla de Hogwarts, pero después de terminar sus respectivos estudios, él había entrado en la academia de aurores y ella había entrado en las Arpías de Holyhead, y llegaron a la conclusión de que no podían mantener una relación tan a distancia. Por eso decidieron dejarlo, aunque siguieron con su amistad, y se carteaban casi diariamente.

Y entonces, poco a poco, Harry se había dado cuenta de que no era suficiente para él, y que amaba demasiado a Ginny, tanto que, si ella lo quería, no le importaría estar en Londres y que ella estuviera en Nueva Zelanda, porque le serviría con tener su amor, con tenerla a ella aunque fuera lejos y a través de las palabras. Pero estas no eran cosas que se pudieran decir por carta, y Harry había tenido que esperar casi seis meses para al fin ver a Ginny y confesarle lo que sentía.

-Gracias por venir a verme llegar, me ha encantado verte aquí -confesó Ginny con una sonrisa cuando se separaron y comenzaron a andar hacia la salida de la estación, y el corazón de Harry comenzó a latir más fuerte-. Pero, ¿cómo sabías  que veníamos hoy? Se supone que era un secreto…

Harry se encogió de hombros.

-Información privilegiada del departamento de aurores. Concretamente del jefe del departamento de seguridad de personajes públicos.

Ginny se paró un momento, asombrada.

-¿Información privilegiada del departamento de aurores? ¿Eso significa lo que creo que significa, Harry?

-Sí -respondió él, feliz-. ¡Ya soy el jefe de un departamento, y encima importante!

Ginny rió, feliz por él, y volvió a abrazarlo.

-Me alegro muchísimo por ti. Pero me temo que no te va a durar mucho el puesto, Harry Potter. Porque vas a morir.

Harry enarcó las cejas, divertido.

-No me mires así -replicó Ginny-. Me parece fatal que no me dijeras que te han nombrado jefe del departamento de seguridad de personajes públicos Harry. ¡Creí que éramos amigos!

Harry asintió, y aunque se sintió ligeramente decepcionado, se dijo que no tardaría en remediar eso. A pesar de haber resultado muy convincente, Ginny no estaba realmente enfadada, y a Harry no le costó mucho hacerla reír otra vez.

Harry Potter había conseguido graduarse en la Academia de Aurores tras solo dos años y medio de estudios, un tiempo record, ya que la mayor parte de los aspirantes que no caían en el camino necesitaba un mínimo de tres años y, en muchos casos, cuatro.

A partir de ahí había cumplido su trabajo con diligencia, teniendo encantados a sus jefes, y hacía tan solo tres meses había sido nombrado jefe de uno de los departamentos más importantes, el de seguridad de personajes públicos. El joven Harry Potter tenía un gran currículum, y también una brillante carrera por delante. Nadie dudaba que llegaría muy alto, y que sería jefe del departamento de aurores, uno de los puestos más codiciados y de mayor poder y responsabilidad del mundo mágico.

Como un buen caballero, Harry llevó a Ginny hasta la Madriguera, y quedó en ir a recogerla en un rato para llevarla a cenar a un bonito restaurante en el centro de Londres que había descubierto hace poco. Ella aceptó enseguida, pues estaba deseando ponerse al día con Harry, al que consideraba uno de sus mejores amigos.

Harry y Ginny cenaban en una mesa junto a la ventana, contemplando las ajetreadas calles de la ciudad.

Él le había contado todos los detalles de su ascenso y sobre el crecimiento del pequeño Teddy, y ahora ella le estaba relatando cómo había sido la liga de quidditch y los lugares que había visitado.

-Oye Ginny… -Empezó él cuando ella hubo terminado su relato.

-Dime, Harry.

-Verás, llevamos casi seis meses sin vernos, aunque nos hemos escrito casi todos los días -Harry no sabía como decir lo que quería, y su nerviosismo se notaba a distancia-, aunque yo te he echado mucho de menos. Sé que acordamos que lo mejor para los dos sería que fuéramos simplemente amigos porque ninguno de los dos llevaba demasiado bien el pasar tanto tiempo separados y encima nos volvíamos locos de celos… Pero ha pasado mucho tiempo desde eso, Ginny, y yo he madurado. Me he dado cuenta de que era un crío estúpido… Y la verdad es que no llevo nada bien ser sólo tu amigo. No sé si tú sientes lo mismo, porque a lo mejor te parezco estúpido o te doy pena porque tú ya estás enamorada de otro, pero yo no puedo seguir así, Ginny. Porque yo te quiero. Y me da igual si estás aquí en Londres conmigo, si estás en Escocia, si estás en Gales o si estás en Nueva Delhi. A mí me basta con que tu corazón esté conmigo. Y si a ti no te vale conmigo no importa, porque en ese caso viajaré a dónde haga falta, encontraré el trabajo que sea. Pero yo quiero estar contigo, Ginny Weasley. Porque te quiero, te quiero más que a nada en el mundo.

Los ojos de Ginny se empañaron al oír el discurso de Harry. Él siempre había sido un poco cortado en lo de expresarle lo que sentía, y precisamente por eso la pelirroja valoraba aún más sus palabras.

-Harry yo… -Ahora era ella quien se había quedado sin palabras. Harry había sido su primer amor de verdad, y nunca lo había olvidado del todo. Simplemente había encerrado sus sentimientos hacia él, hasta llegar al punto de creer que estos habían desaparecido, pero ahora, con la confesión de él, todo había cambiado-. Yo no sé que decir.

-Lo entiendo -Harry asumió que su discurso no había valido para nada, que Ginny ya no le quería.

Ella vio los pensamientos del chico reflejados en sus ojos verdes, y sacudió la cabeza.

-No, no Harry, no me malinterpretes. Yo sí te quiero pero no sé si podré resistirlo, porque precisamente si te propuse que lo dejáramos y fuéramos solamente amigos es porque te quiero muchísimo y no soportaba estar lejos de ti… Me moría de celos Harry, porque no sabía si tú encontrarías a alguien mejor aquí y te enamorarías.

Harry se la quedó mirando, incrédulo. ¿Cómo iba él a encontrar a alguien mejor que Ginny Weasley?

-Pero Ginny… No hay nadie mejor que tú. ¿No lo ves? Y si  tú me quieres… Como ya te he dicho, si tú me quieres yo haré lo que sea. Quiero intentarlo otra vez, y haré lo que sea.

Los ojos de Ginny se empañaron ante esa confesión, y como no sabía qué decir se inclinó encima de la mesa y lo besó.

-Tampoco hay nadie mejor que tú, Harry.

La Madriguera, dieciocho de abril, cuatro años después

Harry se apareció en la cocina de la Madriguera, y se sorprendió del silencio que allí reinaba. Habitualmente siempre había alguien en esa cocina, o al menos se oía algo de ruido. Pero no ese día. Debían haber salido todos… Daba lo mismo. Harry sabía que la persona por la que había viajado hasta allí estaría en la casa, aunque no hiciera ruido. Aún así, por si las moscas, lo comprobó en el gran reloj de la señora Weasley.

Harry subió las escaleras sin hacer ruido, y luego se dirigió hacia la habitación que había sido de Ginny Weasley. Entró sin llamar y, tal como esperaba, allí estaba ella, sentada en un pequeño taburete con una carpeta entre sus manos. Estaba de espaldas a él, y por tanto no podía verle, así que Harry se acercó a ella sigilosamente y le tapó los ojos con las manos. Por supuesto, ella ni se inmutó: le conocía demasiado bien como para eso.

-Hola Harry -saludó con una sonrisa en los labios.

-Buenas tardes, preciosa -respondió él, destapando sus ojos e inclinándose para besarla suavemente-. ¿Qué haces?

-Estaba ordenando entre mis cosas de cuando era pequeña. ¿Cómo sabías que estaba aquí?

-Un buen mago nunca revela sus trucos -dijo Harry, guiñando un ojo.

-¿Ha sido Ron, verdad?

Harry se encogió de hombros, y Ginny suspiró por lo bocazas que era su hermano y se levantó, momento que aprovechó Harry para abrazarla por la espalda.

-¿No quieres saber por qué he venido hasta aquí?

-Mm, ¿estoy muy equivocada si digo que para verme a mí?

-No, pero hay algo más. Algo que quiero enseñarte.

Harry se negó a desvelar nada más, así que Ginny se rindió,  a sabiendas de lo terco que podía ser su novio, y accedió a hacer una aparición conjunta con Harry para ir hasta el lugar en el que aguardaba la sorpresa.

Se aparecieron en una amplia habitación con suelo de madera, paredes de piedra, una gran chimenea y un par de ventanas.

-¿Dónde estamos? -Preguntó al fin ella.

Harry esbozó una sonrisa feliz.

-Desde esta mañana, en mi nueva casa -hizo una pausa y se pasó los dedos por el pelo con un ligero nerviosismo-. Bueno, nuestra nueva casa si aceptas ayudarme a convertirla en el hogar de los Potter.

-¿Nuestra nueva casa? -Ginny no creía lo que la decían, a pesar de ser un momento  que había esperado desde que era tan solo una niña-. ¿El hogar de los Potter? Harry, me estás pidiendo que…

-Chst, déjame hacer las cosas en condiciones.

Ella asintió y cerró la boca.

Con toda la ceremonia, Harry se puso de rodillas y le tomó una mano.

-Ginevra Weasley, sé que esto está muy pasado de moda, pero tampoco sé otro modo de hacerlo. En fin, quiero decirte que aunque pueda ser el novio más irritante del mundo llevo adorándote desde que estaba en sexto en Hogwarts, y que nunca he querido separarme de ti, porque eres la mujer más especial que existe y simplemente representas todo lo que necesito para ser feliz. Y ya no quiero que nos separemos nunca más, porque cuando estoy lejos de ti las cosas no funcionan bien. Así que… Por favor, Ginny, hazme el favor, el honor y todo lo que tú quieras de ser mi esposa, de convertirte en Ginny Potter y de ayudarme a llenar esta casa con recuerdos y con niños. Con nuestros niños -dicho esto, Harry sacó un pequeño anillo que puso en el dedo de Ginny.

-Por Merlín, Harry. No puedes imaginar lo feliz que estoy -Ginny lloraba de felicidad, y Harry al fin se levantó y la abrazó todo lo fuerte que pudo-. Pero bueno, no hacía falta todo esto. Solo tenías que decírmelo porque yo… Porque yo me sentiré más orgullosa de lo que te puedes imaginar de ser tu esposa.

Ambos volvieron a abrazarse con renovadas fuerzas, y se besaron profundamente, demostrando en ese beso lo mucho que se querían.

La Madriguera, ocho de agosto de ese mismo año

La gente no paraba de llegar a la Madriguera, y unas alegres Fleur y Audrey Weasley recibían a todos los invitados y les indicaban dónde debían sentarse.

Todos lucían sus mejores galas y bajo la gran carpa instalada en el jardín de se respiraba un ambiente festivo.

Dentro de la casa pasaba lo mismo, pero el ambiente festivo se mezclaba con un aura de nerviosismo.

En la que fuera habitación de Ron, Harry Potter no dejaba de comprobar que su traje estuviera perfecto y moverse por la habitación. Ronald Weasley, que iba a ser su padrino, le observaba sentado en la cama, habiendo desistido ya de sus intentos por calmarle. Al fin y al cabo, él también había estado muy nervioso el día de su boda con Hermione, cuatro años atrás.

-Yo que tú me levantaría, vas a acabar arrugando el traje -advirtió Harry, mirando a su mejor amigo.

-Harry, tío, relájate. Al fin y al cabo, sólo vas a casarte con mi hermana.

-Ja, ja, ja. Muy gracioso Ronald. Pero había que verte a ti cuando te casaste con Herms.

Ron se pasó una mano por el pelo y sonrió, recordando con cariño ese día. Iba a decir algo, pero Arthur entró en la habitación y les dijo que ya era hora de que bajaran abajo, porque la ceremonia no tardaría en comenzar.

Por otra parte, en la habitación de los señores Weasley (me refiero a Arthur y Molly, claro), Ginny estaba sentada frente al tocador junto a su madre y sus mejores amigas, quienes serían sus damas de honor: Hermione Granger, bueno, ahora Weasley, y Luna Lovegood, bueno, ahora Scamander.

-¿Creéis que este moño de verdad me sienta bien? -Preguntó la novia por enésima vez.

-Ginny, te hemos dicho que sí como un millón de veces -suspiró Hermione.

-Es verdad hija -corroboró Molly Weasley-. Sé que es el día de tu boda, pero no estés tan nerviosa. Al fin y al cabo, a Harry no se le ocurriría dejarte plantada.

Ginny dejó escapar una risilla nerviosa.

-Venga Ginny -intervino Luna, con su habitual voz tranquila-, no te preocupes. Te vas a casar con el hombre de tu vida, el cual te adora, y todo va a ser perfecto. Además, solo estamos aquí tus amigos.

-¿Desde cuando Rita Skeeter es mi amiga?

Y es que Rita Skeeter, acompañada por otro periodista, también había sido invitada, o más bien se había autoinvitado, a la que ya se perfilaba como la boda del año. Al fin y al cabo, las bodas de todos lo héroes de guerra habían sido muy repercutidas por todo el mundo mágico, pero en aquel caso dos héroes de guerra se casaban, y encima uno de ellos era el mismo Harry Potter, que derrotó a Lord Voldemort. La prensa había insistido mucho en que alguien cubriera la noticia. Y los elegidos habían sido Rita Skeeter por El Profeta  y Henry Clay por Corazón de Bruja. Ginny y Harry se habían negado a admitir a ningún periodista más.

-Cariño, ya hemos hablado de eso -suspiró su madre-. Había que invitar a alguien de la prensa: los dos sois muy famosos y no queríamos hacer un feo a nadie…

-Si ya lo sé, mamá. Lo que pasa es que quiero que todo esté perfecto.

-Eso es normal, Gin, pero no te preocupes.

-Es hora de que bajemos, ya nos estarán esperando.

Harry esperaba en el altar junto a su mejor amigo, cambiando el peso de una pierna a la otra. Entonces la música nupcial comenzó y Luna y Hermione aparecieron con unos delicados vestidos color champán. Ron sonrió abiertamente y guiñó un ojo a su esposa, que le devolvió la sonrisa.

Y entonces apareció la novia, radiante. Ron cabeceó dando ánimos a su hermanita, pero ella no le vio, pues sólo tenía ojos para Harry. Al igual que él, que solamente tenía ojos para ella.

Ginny Weasley vestía un vestido sencillo, compuesto por un corpiño con encaje y una falda de tul con bordados. Su pelo estaba recogido en un moño en lo alto de su cabeza del cual estaba prendido el velo. Apenas llevaba joyas, ni tampoco maquillaje. Un estilo sencillo pero elegante. Como era ella.

La ceremonia pasó en un suspiro para los dos, perdidos en el rostro del otro, sin apenas darse cuenta de lo demás. Hasta el final.

-Harry James Potter y Ginevra Molly Weasley, yo os declaro marido y mujer. Puede besar a la novia.

Harry no se hizo de rogar, e inmediatamente la besó.

El baile comenzó a las siete en punto, con el atardecer. Tal como correspondía, los novios bailaron el primer vals.

-¿Crees que podríamos escabullirnos ya? -Susurró Harry en el oído de su mujer.

-Bueno, creo que es un poco pronto teniendo en cuenta que estamos en nuestra boda, pero podemos intentarlo en una hora o dos.

-Estupendo, porque aún tengo otra sorpresa más para ti.

Ella rió suavemente y se  dejó llevar por la pista de baile. Todo era perfecto. Y ella era ya oficialmente Ginevra Potter.

***

Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, un día cualquiera junto al lago

Victoire Weasley y sus mejores amigas estaban en una manta de picnic junto al lago, haciendo los deberes de Adivinación. Para ello seguían un método que el tío de Victoire les había asegurado que era muy efectivo (y de hecho lo era): inventárselo todo y aderezarlo con una buena dosis de desgracias. Podía parecer una estupidez, pero a las tres las iba de maravilla en esa asignatura. La vieja profesora Trelawney las definía como "las alumnas más prometedoras de tercer año a las que había conocido." Y bueno, ellas se lo pasaban de maravilla inventando todo tipo de futuros a cual más escabroso.

Sin embargo, ese día Victoire Weasley no estaba ni mucho menos pasándoselo tan bien como otros días. ¿Por qué? Porque desde su posición tenía una vista inmejorable de Teddy Lupin y una chica de cuarto con la  que estaba "haciendo los deberes". O sea, riendo, coqueteando y besándose. Una escena normal, nada fuera de lo común, pero a la que Victoire no era indiferente. Teddy había sido  su primer amigo desde que los dos estaban en primero, y nunca se habían ocultado nada. Excepto una cosa, al menos por parte de Victoire. Y es que ella estaba enamorada del chico de pelo azul eléctrico cambiante desde el año anterior. Pero tenia miedo de decirselo porque… Bueno, porque aunque Victoire tenía a muchos chicos pidiéndole una cita, Teddy nunca había mostrado el más mínimo interés por ella, y no quería estropear su amistad.

-Oye chicas -habló al fin la rubia, recogiendo sus cuadernos-, creo que me voy a ir a la Sala Común. No me encuentro demasiado bien.

Ellas asintieron sin decir palabra, comprendiendo que su mejor amiga quería estar sola.

Victoire subió los escalones hacia la torre de Ravenclaw con rapidez y resolvió el enigma para poder entrar en su sala común. Una vez allí subió a su habitación y cogió el libro que estaba leyendo, Persuasión, el clásico de la autora muggle Jane Austen. Pero ni siquiera la lectura conseguía consolarla ese día, así que no tardó en dejar el libro a un lado y bajar de nuevo a la Sala Común.

-¡Victoire Weasley! ¡Por fin te veo! -Exclamó una voz a sus espaldas, y al girarse comprobó que se trataba de Andrew Finnigan.

-Hola Andrew -respondió sin muchas ganas.

Andrew Finnigan era un chico agradable de quinto curso, y, para ser justos, bastante guapo, aunque no tenía el magnetismo de Teddy. Siempre había sido muy amable con Victoire, y ella sabía que le gustaba, pero nunca le había prestado mucha atención.

-¿Qué tal? Había pensado que, como mañana es sábado, podríamos ir juntos a Hogsmeade. ¿Te apetece?

Victoire iba a negarse, como ya había hecho unas cuantas veces, pero en el último segundo cambió de opinión. Si Teddy no la quería, ella no iba a quedarse sola eternamente.

Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, otro día cualquiera dos años después

Teddy Lupin se estaba vistiendo para bajar a cenar aquella tarde de sábado, y mientras lo hacía iba cambiando el color de su pelo para ver cual le sentaba mejor. Al final terminó decantándose por su azul eléctrico "natural".

Bajó las escaleras sin prisa, y por el camino saludó a unos cuantos conocidos. Aún quedaba tiempo para la cena, así que decidió dar un paseo por Hogwarts. Esa era, al fin y al cabo, la mejor forma de descubrir muchas cosas de lo más interesantes.

Paseando por uno de los corredores cercanos a las escaleras que daban a la Sala Común de Hogwarts se topó con su mejor amiga, Victoire. Adoraba a esa chica, y últimamente sentía algo más por ella, pero Teddy jamás le diría eso, por supuesto. No quería echar a perder su amistad, después de todo. Mientras pensaba en eso, la invitó a unirse a su paseo y ella aceptó encantada.

-La verdad es que no sé a que viene tanta emoción -decía Victoire-. Quiero decir, entiendo que sea algo nuevo y la novedad atrae, pero están montando demasiado revuelo al respecto.

-Puede ser, pero tienes que entender que nunca antes se había visto algo así -respondió Teddy, que no pensaba como ella sobre el asunto en cuestión.

Victoire, que no era mujer que se diera por vencida fácilmente, ya iba a replicar con otro de sus argumentos, pero entonces, muy cerca de allí, vio otra escena que la dejó helada. Andrew Finnigan, su novio formal desde hacía ya tiempo, estaba junto a una columna con otra chica de séptimo, una Hufflepuff.

Victoire se quedó helada.

-Lo siento Teddy, tengo que irme -murmuró, con la voz rota. Y, sin decir una palabra más, dio la vuelta y se fue en dirección a su sala común.

Lo lógico hubiera sido que Teddy también se hubiera marchado a ofrecer consuelo a su mejor amiga, pero no pudo. Con una determinación y una furia increíbles se dirigió hacia la columna. En ese momento los tortolitos se susurraban al oído, y Teddy no tuvo ningún reparo en agarrar a Finnigan y atizarle un puñetazo con todas sus fuerzas.

Hecho esto, y antes de que Finnigan se recompusiera, Teddy se dio la vuelta sin una palabra y salió en pos de Victoire. Conociéndola, estaba seguro de que habría ido a su habitación.

Cuando llegó a la puerta que daba a la Sala Común de Ravenclaw ella ya había entrado. Cualquier otro en su lugar se habría dado por vencido y habría esperado a verla el día siguiente o en otro momento. Sin embargo, él era Teddy Lupin, hijo de un Merodeador. Llevaba lo de transgredir las normas en la sangre, así que, agradeciendo que los Ravenclaw no tuvieran contraseña porque así tenía una oportunidad, llamó a la puerta. En algunas ocasiones, Teddy había acompañado a Victoire hasta la puerta de su Sala Común, y siempre se había quedado pasmado por lo rápido que resolvía la muchacha los enigmas que el águila que custodiaba la puerta proponía como condición para entrar, ya que él nunca tenía claro siquiera qué preguntaba. Sin embargo, ese día su determinación de hablar con Victoire lo pudo todo y, aunque le costó lo suyo, consiguió entrar en la Sala Común de Ravenclaw. Gracias a Merlín estaba desierta, porque si no se habría metido en un buen lío.

Una de las mayores ventajas de estar en Ravenclaw, al menos según Teddy Lupin, es que en aquella casa no tenían aquella estúpida prohibición sobre chicos en los dormitorios de las chicas. No era como en Gryffindor, donde las escaleras interrumpían muy inoportunamente cualquier visita de los chicos a la zona femenina. Para nada, allí cualquiera podía ir a cualquier parte… El paraíso. Y es que Rowena Ravenclaw siempre había sido la más "comprensiva" con las necesidades que podrían tener sus alumnos de los cuatro fundadores, y la única que había confiado lo suficiente en los alumnos de su casa como para dejar que ellos juzgaran en un futuro qué era apropiado y qué no lo era sin imponerle restricciones de ninguna clase.

El único problema que tenía Teddy era que no sabía dónde dormía Victoire. Habría que improvisar.

Por suerte, Victoire dormía en el segundo piso, así que Teddy no tuvo que allanar muchas habitaciones (vacías todas, gracias a Merlín y a la hora de la cena) para encontrarla.

Victoire estaba sentada en el suelo, apoyada en la que, supuso Teddy, era su cama. La chica había rodeado sus piernas con los brazos, y sollozaba quedamente.

-Hola Victoire -saludó, sentándose junto a ella.

-Teddy. ¿Qué haces tú aquí?

-Tu sala común no es para nada inexpugnable -respondió él con una sonrisita, y la atrajo hacia sí-, y el hecho de que Rowena fuera la más maja de los fundadores y no pusiera trabas para acceder a los dormitorios de las chicas ayuda bastante.

Ella esbozó una breve sonrisa que, sin embargo, no tardó en desaparecer.

-Odio verte así -suspiró él-. Y más por un idiota como Andrew… Sé que era tu novio, pero era un idiota.

-Un auténtico idiota, ahora lo veo -coincidió Victoire-. Pero, como tú has dicho, era mi novio. Y aún así la razón principal por la que lloro no es por él, me creas o no. Sobre todo lloro… Lloro por mí, por lo ingenua que he sido.

-¿A qué te refieres? Tú no eres ingenua, tú eres increíblemente inteligente, y yo…

-Sí soy ingenua -suspiró ella.

Y entonces le contó su historia. Una historia que, en realidad conocía todo el mundo más o menos, pero de la que ella nunca había hablado abiertamente con Teddy, a pesar de que era su mejor amigo.

La "relación" de Andrew y Victoire había comenzado cuando ella estaba en tercero y él en quinto. Aunque no era una relación en el sentido convencional de la palabra, claro. Ellos decían que simplemente eran buenos amigos que se  atraían mutuamente y, de vez en cuando, decidían tener algo más. Algo así como una pareja abierta, ya que Andrew no dudaba en tontear, tener citas y demás con todas las chicas que le apetecía, y, Victoire, por su parte, iba dejando un rastro de corazones rotos por todo Hogwarts, aunque era considerablemente más discreta. Nunca habían pensado en ser nada más, ninguno lo necesitaba.

Hasta unos meses antes, cuando Andrew había propuesto a Victoire que dieran un paso más y comenzaran a salir. Al fin y al cabo, se conocían perfectamente y lo suyo podría funcionar.

-Y yo acepté -susurró Victoire-. Acepté como una tonta a pesar de que sabía perfectamente como era, porque pensé que podría cambiar por mí, y que lo nuestro podría funcionar. Pensé que, si salía con él, podría olvidarme al fin de ti.

-No fuiste una tonta Victoire… Todos hemos sido tontos por amor a veces. Pero, un momento. ¿Para olvidarte de mí?

-Sí -suspiró ella, pensando que ya era hora de decir la verdad-, para olvidarte a ti, Teddy. Nunca telo he dicho porque no quería que nuestra amistad de estropease, perro llevo enamorada de ti desde segundo.

-¿Desde segundo? -Inquirió el metamorfomago, incrédulo.

-Sí, eso he dicho.

-Bueno… Yo no puedo decir tanto Victoire… Pero te soy completamente sincero cuando te digo que llevo enamorado de ti desde el año pasado. Y no consigo sacarme de la cabeza tu pelo rubio tan atípico en una Weasley y que huele a mango, tus ojos que me persiguen hasta en sueños… No consigo sacarte de mi cabeza.

Ambos se abrazaron, felices por el descubrimiento del amor del otro.

-No permitamos que este sea un día nefasto nunca más -susurró Teddy-. Hagamos que sea un día feliz. Que le den a ese estúpido de Finnigan por no aprovechar su oportunidad, porque ahora llega la mía.

Victoire sonrió y le besó.

-No me abandones nunca, Teddy Lupin -dijo Victoire cuando se separaron.

-No lo haré -respondió el aludido.

Casa de Teddy Lupin y Victoire Weasley en Londres, 12 de noviembre

Teddy Lupin había pedido permiso para salir antes del trabajo aquel día, y su padrino Harry se lo había concedido sin hacer preguntas (una de las cosas que Teddy más valoraba del hombre que casi lo había criado era que nunca hacía preguntas), en primer lugar porque el chico había trabajado mucho en los último días y en segundo lugar porque su intuición -y él siempre confiaba en su intuición- le decía que el chico estaba preparando lago importante.

Efectivamente, Teddy Lupin se traía entre manos algo muy importante, así que estaba nervioso, y su pelo no dejaba de cambiar de color.

Nada más salir del Ministerio se dirigió a una joyería donde recogió un pequeño paquetito, y luego regresó a su casa, cerca del hospital San Mungo.

Una vez allí, empezó a preparar la casa como mejor sabía: a golpe de varita. Hizo que las cortinas se cerrasen, consiguió velas que colocó estratégicamente por el salón y encendió con un sencillo conjuro, y después se metió en la cocina rezando por no liarla mucho.

Por suerte, Victoire nunca llegaba pronto del trabajo, si acaso lo contrario, así que el chico ya lo tenía todo preparado cuando oyó unas llaves en la puerta.

-¡Hola cariño! -Medio gritó la voz de Victoire en el recibidor.

-¡Holaa!

-Vaya, que bonito has puesto esto, ¿no? ¿Celebramos algo hoy?

-Con un poco de suerte sí -respondió Teddy enigmáticamente, y la invitó a sentarse mientras él salía con la cena.

-Bueno, pensaba esperar hasta el final de la cena para decirte esto -empezó él cuando hubo servido un plato a cada uno-, pero me lo he pensado mejor, porque tengo la sensación de que me ha quedado horrible y eso podría influir en tu respuesta. De todos modos te prometo que si me dices que sí, me apunto a un cursillo de cocina.

Victoire rió suavemente y lo dejó continuar.

-Esto… Victoire Weasley, ¿te gustaría casarte conmigo? -Ella iba a decir algo, pero él la interrumpió-. Sé que no es la mejor forma de decirlo, ni la más romántica ni la más original… Pero no importa, me vale con que me digas que sí.

-¡Sí! ¡Sí, sí, sí! -Gritó ella, feliz-. ¡Por supuestísimo que sí!

Teddy sonrió, feliz, y sacó de su bolsillo un collar de plata del que pendía un trébol de cuatro hojas adornado con esmeraldas, algo que estaba seguro de que a ella le gustaría, y se lo puso alrededor del cuello.

-Oh, Teddy, es precioso. Pero realmente no hacía falta, espero que lo sepas.

-Lo sé, pero quería hacerlo. Porque me has hecho el hombre más feliz de la Tierra.

Y ambos se fundieron en un beso, y luego otro más. Y finalmente olvidaron la cena y todo lo demás excepto ellos dos.

***

Bueno, fuisteis varios los que me pedistéis que hiciera un maratón y como estoy muy contenta por la acogida que está teniendo esta historia ya que sois muchos los que votáis y comentáis (no sabéis lo que agradezco eso) pues he decidido subir dos capítulos en la misma semana... Espero que os haya gustado, y también que hayáis pasado una Noche vieja genial y que sigamos leyendonos en 2015

Por cierto, si a alguien le interesa el mundo de Percy Jackson os hago un poco de spam y os diré que he empezado una nueva historia, La hija de la legión, ambientada en este mundo. De momento sólo está el prólogo pero no tardaré en subir algo más y en fin, si a alguien le gustan estas cosas me haría ilusión que se pasara.

Un beso y Feliz año nuevo

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